Billy, el embustero
Sinopsis de la película
Billy es un joven provinciano al que le gusta soñar despierto. Trabaja como oficinista en una funeraria, pero su gran anhelo es ser guionista de un famoso humorista inglés. Billy es un desastre tanto en el amor como en el trabajo, porque dedica todo su tiempo a soñar.
Detalles de la película
- Titulo Original: Billy Liar
- Año: 1963
- Duración: 96
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Opinión de la crítica
Película
6.8
47 valoraciones en total
Billy Liar (Billy, el embustero, 1963) es una película que se suele clasificar como una de las muestras del cine Free Cinema que realizó John Schlesinger antes de marcharse (como otros compañeros del movimiento) a los Estados Unidos. Es cierto que Schlesinger no se considera como uno de los pilares del Free Cinema (seguramente porque no inició su andadura en los festivales de cortometrajes, que si realizaron Karel Reisz, Lindsay Anderson y Tony Richardson) pero para Billy El embustero decidió contar con una estrella en la interpretación que había empezado a brillar con The Loneliness of the Long distance runner (la Soledad del corredor de fondo, 1962), película clave del Free Cinema, El magnífico Tom Courtenay.
Hay que decir que el papel que interpreta en Billy el embustero, no tiene nada que ver con su primer protagonista en el cine (el rudo y rebelde corredor de la película de Richardson). Billy el embustero nos presenta un joven que vive en una pequeña ciudad inglesa, trabaja en una funeraria, con muy pocas ambiciones de prosperar en ella, y al cual toda la familia le toma por un auténtico estorbo. Billy se evade del mundo real creando su propio mundo imaginario (en sus ensoñaciones le podemos ver reinar en Ambrosia, un país que se inventa y en el que hace él mismo de presidente, general, atleta, héroe de guerra…) que muchas veces acaba uniéndose con la vida real (o mejor dicho, en las imaginación).
Estas ensoñaciones, dotan a la película un tono cómico muy singular, que adelanta con fiereza la modernidad cinematográfica. Todas sirven para que nuestro protagonista se evada de las situaciones reales, que tienen oprimido el alma de nuestro personaje. Generalmente, en la primera parte de la película estas imaginaciones tienen un desenlace en imágenes cómicas. En vez de luchar contra la realidad, Billy imagina repetidamente que ametralla sus padres (la película pone de revelo y de manera acertada la lucha generacional) o que deja a sus superiores del trabajo en ridículo (en la memorable secuencia que tiene lugar en el despacho del jefe de las pompas fúnebres). Viendo estos primeros compases de la película, a uno no le pueden dejar de venir a colación las películas de Richard Lester, obras como A Hard Day’s Night (1964) o Help! (1965), las películas Beatles que mostraban una estética que luego conoceríamos como los años del Swinging London. Por la utilización de un humor desenfadado, desenfrenado y fresco, la película de Schlesinger acepta algunas comparaciones con las películas de Lester. Casi no existen los temas tabús para el guión de Billy el embustero, que no tiene reparos en parodiar las relaciones a tres bandas (o incluso a cuatro, con la aparición final del protagonista de Julie Christie), la ruptura familiar (Courtenay interpreta a un personaje que utiliza las ensoñaciones como plataforma para atacar también a su familia) e incluso el sexo.
Pero en realidad, a medida que avanza la película nos damos cuenta del pesado tono dramático que arrastra la película. Poco a poco, todas las mentiras que ha ido tejiendo Courtenay acabarán por volverse en contra. La imagen cómica que aporta nuestro protagonista acabará derivando en un final dramático de primer nivel. Primero con el descubrimiento de los diversos engaños que había hecho en relación a sus parejas (se había comprometido con dos muchachas a la vez), que tendrá eclosión en la secuencia del baile, en la que nuestro personaje queda enfocado como el máximo responsable. Pero después de la muerte de su abuela, el palo será demasiado terrible para nuestro protagonista.
Se suceden entonces dos escenas primordiales que ayudan a entender la esencia de la película. En una de ellas Courtenay entabla por fin un debate con su padre, enfrontándose por primera vez con la realidad. Por una vez parece que el personaje de Courtenay se deja de engaños y fantasías para decidir finalmente huir de casa hacía Londres. La segunda secuencia nos muestra finalmente que Courtenay es incapaz de marcharse definitivamente del hogar, y en una magnífica secuencia rodada por Schlesinger (la manera en que consigue escapar del tren pone al espectador en un torbellino de emociones, desde la rabia por su huida hasta la más tierna compasión) se nos enseña a nuestro protagonista volviendo a casa, para reinar definitivamente en el mundo imaginario de Ambrosia y rehuir a la realidad.
La película también reconoce otros temas básicos del free cinema, como la ya comentada ruptura generacional (Como en otras películas cuyos protagonistas son siempre jóvenes indecisos), la imposibilidad de adaptación de nuestro protagonista principal, la frescura de argumentos y premisas nuevas (en Billy liar con un tono que se mueve entre la jocosidad y el drama) así como una cámara libre que ya no está ligada a los rígidos convencionalismos del cine británico pasado.
http://neokunst.wordpress.com/2014/05/09/billy-el-embustero-1963/
Película realizada a partir de la novela de Keith Waterhouse y que fue también llevada al teatro de la mano de Willis Hall, ambos son los responsables del guión del film. Courtenay es el vago, imaginativo e irresponsable Billy Fisher, un ambicioso joven que en la ciudad industrial donde vive no encuentra lo que busca, cuando la vida se le complica se sumerge en su mundo lleno de fantasía y surrealismo, hasta que llega un momento en que no sabe diferenciar entre sueño y realidad.
Una de las bazas más importantes del movimiento Angry-Young-Men y que no se pasa de moda gracias al trabajo de Courtenay y de la dirección magistral de Schlesinger. La película, aunque narrada en clave de comedia, en el fondo es un drama, la protesta de Schlesinger se dirige directamente a las miles de personas que van todos los días a la misma hora a su trabajo, que soportan las ideas retrogradas de sus padres y que se lamentan de su aburrida e insulsa vida, sin embargo, el director –salvo en algún personaje en concreto, como el de Julie Christie, prototipo de actriz liberal de la época- no se decanta por la rebelión de sus personajes contra esa situación, no manifiesta ninguna idea política revolucionaria o no pregona el amor libre como movimiento que comenzaba a surgir entre los jóvenes de los sesenta, se limita a exponer la situación de Billy y su curiosa forma de evasión, tan imposible de alcanzar como los propios sueños del resto de los espectadores, es, por tanto, una visión pesimista de aquella Europa que acababa de salir de la posguerra.
Una excelente muestra del cine realista británico, con muchas dosis de humor y con un trasfondo nada optimista de la nueva sociedad que estaba naciendo, la de la guerra fría y los movimientos sociales. Muy bien rodada por John Schlesinger y con una estupenda fotografía en blanco y negro que consigue unos efectos deprimentes, que se contraponen con la frivolidad del actor principal, lo que hace que el efecto se acentúe aún más.
La consagración absoluta de Tom Courtenay como el leading man preferido (honor que comparte con Albert Finney) de este neorrealismo a la inglesa que fue el free cinema, llegaría cuando Tony Richardson le dio su primer rol en la gran pantalla, como Colin Smith en la maravillosa e inigualable La soledad del corredor de fondo (1962).
Algo sucedió en Italia con el citado movimiento, los fundadores de este no iban siempre a contar las mismas lóbregas historias de necesidades y sufrimientos económicos o espirituales, siendo Vittorio De Sica el artífice de milagro en Milán la primera película neorrealista con elementos de fantasía, una historia sobre los mismos protagonistas, las clases bajas, pero sin un destino final tan cruel como, por ejemplo, el de los mensajeros en bicicleta, ancianos sin pensión, infantes lustrabotas, o los miembros de la resistencia contra el nazismo. Un realismo que jugueteaba con la irrealidad y ponía por vez primera una risa como remedio purificador para tantas lágrimas.
Casi una década más tarde, regresamos a Inglaterra, donde John Schlesinger toma al ya consagrado Courtenay, lo despoja del fulgurante odio y rebeldía (con justa causa) de su anterior encarnación, para hacer ahora de él un joven provinciano de clase media con menos problemas, pero no por eso menos embarazosos, como: vivir aun con sus padres y sus constantes quejas, un trabajo sin futuro en una funeraria, y el ocasional asalto de las crédulas lugareñas a las que les prometió el cielo y la tierra por haber osado meterse en sus camas por una noche. El director entonces otorga dosis de fantasía y comedia que no habían sido abarcadas a tal grado en el free cinema, dada la seriedad de los temas que se narraban hasta ese entonces. Ya luego vendrían a tomar partida de esa socarronería el propio Tony Richardson con Tom Jones y Lewis Gilbert con Alfie.