Bienvenidos al fin del mundo
Sinopsis de la película
Cinco amigos de la infancia se reúnen después de 20 años porque uno de ellos está empeñado en volver a probar suerte en un maratón alcohólico que nunca pudieron llegar a completar. Gary King, un cuarentón que todavía no ha conseguido superar la adolescencia, convence a sus cuatro reacios amigos y los arrastra a su pueblo natal en un desesperado intento por llegar al famoso pub The World’s End. Pero mientras intentan reconciliar el presente con el pasado, empiezan a darse cuenta de que la auténtica lucha debe librarse por el futuro, y no solo el suyo, sino el de toda la humanidad. Llegar al pub The World’s End es ahora el último de sus problemas.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Worlds End
- Año: 2013
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
6.1
41 valoraciones en total
De acuerdo, no es perfecta y podría ser mejor… como sus personajes (humanos) y se entiende que Edgar Wright ha querido ser coherente con aquello que está contando por encima de hallar la película de entretenimiento definitiva… pese a que con el tiempo consideremos La trilogía del Cornetto como uno de los aciertos del cine entendido como diversión, pasatiempo y placer del Siglo XXI. Todo lo bueno siempre tiene un final, incluso el delicioso helado Cornetto tricolor que nos ha propuesto Edgar Wright con Zombies Party, Arma fatal y, en esta ocasión, con un verde menta con chispeantes fragmentos de chocolate para que aterricen los alienígenas y la ciencia ficción en The Worlds End, despedida y último lametón. Es complicado enfrentarse al fin del mundo (y a todo concluyente acto) y Wright es consciente del adiós pero parece darnos la bienvenida no sólo desde su título en castellano sino desde un argumento que podría admitir numerosas lecturas y vínculos con sus anteriores entregas. Las citas y referencias propias y pasadas van a aderezar y servir de golosina a una propuesta bajo una crema helada con la textura de La invasión de los ladrones de cuerpos y Los hijos de los malditos. Pero el más inalterable encanto de la cinta, que vuelven a monopolizar Simon Pegg y Nick Frost, es la exploración tanto del pasado de la trilogía como la convivencia de los logros de Scott Pilgrim contra el mundo, reduciendo su sabor a las letras de canciones que compone su acertada banda sonora como viaje nostálgico a principios de los noventa. La versión de ‘Im free’ los Rolling Stones a manos de Soup Dragons sirve como carta de presentación del personaje [«No tenga miedo de su libertad porque soy libre de hacer lo que quiero (y conseguir mi bebida) en cualquier momento de mi edad»] y ‘Loaded’ de Primal Scream sella la declaración de intenciones de Wright [Queremos ser libres para hacer lo que queramos / Y queremos emborracharnos / Y queremos pasar un buen rato / Eso es lo que vamos a hacer].
En Bienvenidos al fin del mundo volvemos a los noventa y a la cassette y al inmovilismo ya visto en Zombies Party como forma de vida, pero esta vez Gary King —y su actitud de mantenerse fiel a su pasado— le enfrenta a mundo cambiante donde la tecnología se ha hecho con el poder y las juventudes clónicas campan a sus anchas en locales y pubs que parecen haberse sometido al multinacionales siendo copias inalterables. No hay distinción, no hay originalidad, no hay lugar a la sorpresa, el contacto humano está al alcance de un smartphone y cada vez parecemos una colmena… de robots. Sorprende, además, que Gary King sea un personaje llamativamente trágico sobre un fin nihilista aunque enfocado a una redención propia, mucho más acertado que esos jóvenes atrapados en cuerpos de adultos que la comedia norteamericana y extensiones apatowianas se encargan de utilizar cada año con el mismo agradado que utilizar un condón usado. Todo ese viaje sumado a la apropiación cultural de un pastiche pop, disparatado, extravagante —que entona el cruce perfecto entre el slapstick más surrealista y las coreografías de Jackie Chan— genera una nueva articulación de la parodia como elemento ejemplar y narrativo de una aventura burlesca e hilarante.
Posiblemente Wright haya plasmado la película más políticamente incorrecta y con texto completamente anárquico sobre la imposibilidad de someter a reglas definidas y dictatoriales al ser humano. Somos seres libres y hedonistas, necesitados de un Winchester para divertirse, emborracharse, perderse y volver. La necesidad (y a veces necedad) de dar una conclusión a las cosas provoca que el protagonista decida reunir a sus amigos de adolescencia para finalizar la ‘Milla de Oro’ y darse cuenta de que la juventud nunca volverá y el inmovilismo es la navaja más afilada en tiempos en los que todo avanza más rápido que nosotros mismos, abduciéndonos dentro de un sistema pre-calculado que nos invita a ser más perfectos. Realmente estamos posiblemente ante la película anti-sistema más concisa precisamente por no tomarse en serio y dejar dispuesto el futuro de la humanidad a un puñado de borrachos egoístas que dejan clara la más profunda de las verdades: el ser humano es imperfecto por naturaleza y un animal indomable que nunca desea estar amarrado a reglas. Se agradece, como colofón, la absoluta sinceridad y transferencia de la propuesta en ese alegórico nombre del pub que marca el último destino y parada: El Fin del Mundo es, efectivamente, el Fin del Mundo.
De Los tres cinco mosqueteros de Alexandre Dumas a una reinterpretación de la odiada Los amos del barrio, The Worlds End nos habla de Reyes y Leyendas, del inerte terrenal, de llegar o no llegar, en definitiva, al fin de nuestras existencias bajo la pérdida de nuestra personalidad por encima de la perfección y la genética. Somos más humanos cuanto más imperfectos somos, parecen sentenciar como mensaje de la obra. Con su humor inglés y desternillantes e inesperados golpes de violencia, sangre y risas hacen girar vertiginosa diversión cuyo eje es la inteligencia de la parodia absorbida por la referencia. Sus debilidades son perdonadas por el sentido de amplitud de la obra concluyente, como si todo fuera una elaborada y mastodóntica excusa para un genial sketch final. Como si todo fuera un purgatorio redentor tanto para sus protagonistas como el propio espectador que ha saboreado tan inusual y reivindicable trilogía. ¡Qué corra la sangre… azul porque el King ya está aquí!
La nueva película de Edgar Wright y que pone punto y aparte a su trilogía idiota es una de las mejores (si no la mejor) comedias del año. (Punto y aparte porque su siguiente película será Ant-Man para la fase 3 de Marvel).
Para empezar consigue crear un grupo de colegas de mediana edad bastante majo y con el que el espectador puede empatizar al instante. Un grupo capitaneado por su compañero de correrías, Simon Pegg que, aunque parezca estar encasillándose en estos papeles, realiza una actuación notable y realmente peculiar que dota de cierto carisma a su personaje. Un personaje, el de King Gary exteriormente psicótico, pero interiormente lleno de cicatrices (algunas literales), y que está secundado por Martin Freeman, Rosamund Pike y Nick Frost entre otros (con algún que otro cameo sorpresa).
Segundo, crea un objetivo interesante: realizar un recorrido a base de cerveza por 12 bares de su pueblo natal, finalizando en el famoso bar El Fin del Mundo . Y todo ello mientras se van desarrollando, más o menos, las diversas personalidades de los integrantes del grupo (el divorciado, el que no maduró, el que sufrió abusos, el que escondió sus sentimientos) a través de un guión que consigue arrancar más de una carcajada, y que está mucho más pulido que en sus obras anteriores. En el fondo, con todas las cargas que llevan encima los protagonistas concernientes a su época de adolescencia, dotan a la película de una profundidad (ligera eso sí) y una seriedad bastante extrañas en una producción de este tipo.
Tercero: le mete una trama postapocalíptica-robótica-raruna que al principio descoloca un poco y que finalmente se revela como una copia más o menos similar a Zombies Party , lo cual le quita puntos a la película, porque nos lleva de vuelta a lugares comunes (ese bar asediado por zombies o en este caso, robots raros).
La consecuencia de esto es que se le puede achacar cierta falta de originalidad en cuánto a planteamiento formal, y que su epílogo final quede un poco fuera de tono (aclaro en spoiler con spoilers), pero eso no impide que se pueda disfrutar de la película y echarse unas buenas risas con ella… bueno… y beberse alguna cerveza de paso.
Seguramente me vayan a caer muchos negativos por esta crítica, dado que el público en general están decepcionados con la cinta, pero solo he intentado dar una opinión personal respetando todas las demás, así que muchas gracias por leerme y valorarme positivamente si alguien lo hace!
Después de Zombies Party y Arma Fatal parecía imposible que la santísima trinidad formada por Edgar Wright, Simon Pegg y Nick Frost tuviese la capacidad de sorprendernos. Era difícil superar sus dos anteriores películas pero hay que reconocer que The World’s end es mucho mas madura y, sobre todo, tiene tantas capas dramáticas que asusta en una película de humor/acción. El arranque de The World’s End es increíble, su narración tiene un ritmo que es como un coche sin frenos en una bajada. El dibujo de los diferentes personajes es fantástico, no son personajes unidimensionales, es difícil hacer una película de humor con cinco personajes donde todos tengan una personalidad definida y The World’s End se toma su tiempo para dibujar los personajes y después colocarlos en una montaña rusa surrealista y descaradamente pulp. ¿Qué importa que The World’s End sea mas ambiciosa que sus predecesoras? Lo que importa es que esta historia de amigos de la infancia es conmovedora pero sobre todo es terriblemente divertida. Además, Edgar Wright vuelve a sorprendernos con su capacidad para la acción convirtiendo a Nick Frost en un sorprendente action hero que no tiene referencias en el cine actual. El hecho de que los protagonistas se emborrachen a medida que avanza la historia y se nos da información sobre lo que sucede tiene un punto de locura que invita al espectador a entrar en un bar a beber. Todo en The World’s end es una fiesta alcohólica sin pausa pero es que, además, es cine de mucha calidad. Una gamberrada tan bien construida que asusta. Puede que este fantástica The World’s End sea el final de una trilogía, ojalá no. Los espectadores necesitamos cine como este. A pesar de un final que peca de ambicioso. Es una película absolutamente redonda. Una celebración del cine de entretenimiento. Imposible hacerlo mejor.
El trío formado por Edgar Wright, Simon Pegg y Nick Frost han finalizado con The Worlds End su llamada the Blood and Ice Cream trilogy o the Cornetto trilogy , tras Zombies Party (2004) y Hot Fuzz (2007). Y lo hacen a lo grande, sin síntoma alguno de cansancio o de desgaste, debido a que con cada nueva película han ido un poco más allá de la simple cinta de parodia de género. The Worlds End ve la luz en un momento donde las películas sobre el fin del mundo vuelven a estar a la orden del día, con un verano repleto de súperproducciones de proporciones mastodónticas protagonizadas por estrellas del calibre de Tom Cruise, Matt Damon o Will Smith. Es el círculo vicioso que se repite en la historia del cine. El éxito de un film de género trae consigo la producción de más películas similares y, como no, de sus irremediables parodias. Ocurrió con el western en los sesenta (el spaguetti), con las películas de catástrofes en los ochenta (con el trío Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker a la cabeza) y las películas de gangsters en los noventa a raíz del éxito de Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). Pero The Worlds End no está sola, ya que desde Estados Unidos le ha adelantado en fecha de estreno This is The End (Evan Goldberg, Seth Rogen, 2013), propuesta muy similar de temática calcada. El clásico duelo entre USA y UK tiene un claro ganador, por mucho que contemplar a Michael Cera hasta arriba de cocaína produzca carcajadas hasta reventar. Mientras que This is The End basa su gracia en enlazar un gag tras otro (con logrados resultados, todo hay que decirlo) dejando de lado cualquier desarrollo argumental, la película de Wright pone su empeño en diseñar unos personajes coherentes y humanos cuya relación se base en algo más que en chistes graciosos sobre vaginas y tetas. Los lazos entre los protagonistas son profundos, inundados de bromas, si, pero donde el trasfondo melancólico se deja entrever en algunos silencios prolongados o reflexiones cerveceras. Los primeros minutos de metraje están dedicados exclusivamente a presentar a los personajes a través de un montaje videoclipero frenético y agitado a ritmo de buena música, a una velocidad de vértigo que nos introduce de golpe y porrazo en el mundo de los protagonistas. Y, de paso, nos enteramos de entrada del macguffin de la película, que es lo que motivará a Gary North (Simon Pegg) a reunir de nuevo a su vieja pandilla de amigos. El plantel de actores es inmejorable, con la crem de la crem de la televisión y el cine británico, con Martin Freeman (Sherlock), Paddy Considine (Red Riding), Eddie Marsan (Little Dorrit), Rosamund Pike (Freefall), Reece Shearsmith (The League on Gentlemen), Mark Heap (Spaced), Michael Smiley (Utopia) o Julia Deakin (Spaced), entre otros. Impresionante. El tema principal de la película es ya un clásico:la negación en redondo de la madurez, el desarraigo a la sociedad y la imposibilidad de desarrollarse. Mientras todos sus amigos han prosperado de alguna u otra forma, Gary North sigue anclado en el pasado, donde era feliz, prefiriendo ser pez grande en estanque pequeño que pez pequeño en estanque grande. En su territorio, el pasado, está protegido de la realidad. La sociedad no puede hacerle más daño del que ya se infringe a si mismo con sus cuantiosas borracheras. En cambio, sus amigos sacrificaron su libertad por integrarse en la sociedad, lo que esconde una reflexión terrorífica sobre el destino de nuestros jóvenes. Parece inviable mantener tus hábitos de juventud y desarrollar una buena carrera laboral al mismo tiempo, lo que no deja de ser descorazonador. ¿Es realmente imposible una combinación de ambas? Siempre hay que renunciar a algo, ya sea por tu mujer, tus hijos, tu economía, etc. A medida que creces, las responsabilidades lo hacen contigo, y la opción de comportarse como un lobo solitario despreocupado por el mañana disminuye día a día, pues tus acciones tienen consecuencias sobre tus más allegados. Por eso Gary North no quiere salir de sus sueños adolescentes.
La perfecta definición del personaje la encontramos en una escena inicial cómica y aparentemente trivial. Sus amigos, sorprendidos porque mantenga el mismo coche después de veinte años, le preguntan como es eso posible. Gary North les responde que lo fácil hubiera sido comprarse otro coche, pero en su lugar cambió casi completamente las piezas para que por fuera pudiera parecer el mismo de siempre. Cambiar para seguir igual. Con esa filosofía de vida no es de extrañar que recuerde fechas exactas y guarde una imagen fotográfica de sus queridos pubs. De hecho, el sueño que le motiva a reunir a sus amigos es cerrar el círculo, completar la ruta de los doce pubs para seguir adelante, para cerrar una puerta antes de abrir otra. Es el clásico alma de la fiesta que está destrozado por dentro, patético y triste, desencantado porque su enemigo a batir es inmortal:el tiempo. Cada día que pasa sus días de gloria se desvanecen más y más, y las justificaciones de sus errores no quedan subsanadas con solo citar su edad. Su alegría es su autodefensa, su forma de no pensar en lo que le carcome por dentro es beber. Su generación ya se ha ido y otra más moderna e industrializada avanza a pasos agigantados, criados por internet, la comida rápida y los reality shows. Es relevante destacar como el primer grupo de robots son adolescentes. Adolescentes robotizados de hoy contra chavales inmaduros de los noventa.
Sigo en spoiler sin ser spoiler
Hay un problema con esta película: que esperas mucho de ella tras dos grandes colaboraciones entre Wright, Pegg y Frost como Shaun of the Dead y Hot Fuzz (Zombis Party y Arma Fatal, en tierras españolas). Ese es su único y tremendo problema. Porque, como película indiviudual funciona. Y mucho. Es entretenida. Es cinéfila. Hace guiños reconocibles. Te hace reir. Pero como película enmarcada junto a sus hermanas….. es la más fea, la menos divertida. La menos redonda. Ni siquiera el personaje de Brosnan está bien perfilado, como sí se hizo en Hot Fuzz con el personaje de otro ex-Bond, Timothy Dalton.
En suma, un film agradable de ver, superior a la media idiotizada del cine americano de hoy y por lo que hay que agradecerle a los británicos que sigan haciendo comedias negras como esta….. pero lejos de la excelencia.