Bedlam, hospital psiquiátrico
Sinopsis de la película
Londres, año 1761. A pesar de que el manicomio de Bedlam es un lugar siniestro y dejado de la mano de Dios, se ha convertido en un lugar de peregrinación para la clase alta londinense, que se divierte observando con pavor a los enfermos recluidos allí. Nell Bowen (Anna Lee), horrorizada al ver el trato que reciben los pacientes, hará todo lo posible por mejorar las condiciones del centro. Pero el director del manicomio, el siniestro e inquietante Simas (Boris Karloff), intentará acallarla asegurando que tiene perturbadas sus facultades mentales.
Detalles de la película
- Titulo Original: Bedlam
- Año: 1946
- Duración: 79
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Opinión de la crítica
6.2
40 valoraciones en total
Dos peniques, amigos, dos miserables peniques. De haber vivido en 1761, eso es lo que nos habría costado dar un agradable paseo dominical por el manicomio londinense de St. Mary’s of Bethlehem, reírnos un rato a costa de las divertidas rarezas de los dementes allí recluidos y pedirle, de paso, una firmita dedicada a su director, el apestoso, repugnante y vomitivo… pero ingenioso señor Sims, cuya cara, voz y andares recuerdan horrores a los del mismísimo Boris Karloff. ¿No os parece una ganga?
Tomando como punto de partida la serie de grabados A rake’s progress (La vida de un libertino, 1736), del artista británico William Hogarth, el prolífico guionista y productor Val Lewton (La mujer pantera, Yo anduve con un zombie, El ladrón de cadáveres) y el director Mark Robson (El ídolo de barro, Más dura será la caída, El premio) escribieron un guión que trataba de poner de manifiesto la inhumanidad de las condiciones de vida en un establecimiento cuyo nombre original fue deformado y suplantado por los londinenses por el de Bedlam (confusión, desmadre), a causa de su sordidez y de su caótico funcionamiento. Eso ocurría además, como irónicamente señalan los créditos de presentación de la peli, en plena Edad de la Razón.
La magnífica y tensa música de Roy Webb y los propios grabados de Hogarth, que irán apareciendo como un leitmotiv a lo largo del metraje, nos introducen en la historia de Nell Bowen, una joven que vive abarraganada con el influyente Lord Mortimer y que se empeña, tras una traumática visita al manicomio, en remediar los padecimientos de los enfermos. El torticero e intrigante señor Sims, viendo en peligro su posición, cree encontrar el remedio para pararle los pies a Nell: declararla loca y encerrarla también en Bedlam.
La peli, a pesar de lo prometedor de su idea motriz y de los nombres en ella implicados, no acaba, sin embargo, de resultar satisfactoria. La fotografía es notable y recrea con pictórica pericia el contraste entre el sombrío interior del sanatorio y el rutilante encanto de las fiestas nobles, pero el guión se desnorta y cae en lo inverosímil y lo convencional, hay notables altibajos rítmicos y no acaban de estar bien conjuntados la crítica social, el tono humorístico de algunos pasajes y los eventuales punteos de terror, que se limitan a algún golpe de efecto más bien previsible y a sacar provecho del nombre y la, eso sí, imponente presencia de Boris Karloff.
Aunque en conjunto no pueda hablarse de una peli notable, Bedlam sí esconde un as bajo la manga, una escena que por sí misma justifica su visión. Cuando Nell visita por primera vez el manicomio, Robson recrea el abismo de horror en el que cae la protagonista ante el espantoso espectáculo que contempla mediante un extraordinario travelling frontal que, partiendo de un primer plano de su rostro, abre el encuadre hasta dejar a la vista la sala principal del manicomio y a sus desgraciados habitantes. Inolvidable escena, creedme.
Curiosa e interesante película que se desliza con soltura por los enmarañados lindes en que la cordura y la locura dirimen su eterna batalla.
Es entretenida a pesar de su carga de denuncia social, divertida a pesar de la seriedad de su argumento, singular a pesar de que nos atañe a todos, es ingeniosa, irónica, sutil, mordaz, deliberadamente cáustica y provocadora
Además viene acompañada de música triste.
Y no sólo en la banda sonora.
Ver a Boris Karloff ya es de por sí un placer. Es increíble cómo este actor acapara la pantalla en cada escena en la que aparece, lo que le convierte en uno de los actores más impactantes del cine en toda la historia. Sin embargo, falla la recreación del ambiente de un hospital psiquiátrico del siglo XVIII, que se esperaba mucho más lúgubre y oscuro de lo que finalmente nos han mostrado. Se esperaba ver más recreación de los personajes internos del hospital y en cambio nos muestra un melodrama de época con un guión muy barroco y poético que poco tiene que ver con el cine de terror clásico.
La película es una crítica a la psiquiatría primitiva, sin dar importancia al enfermo por encima de la enfermedad, y cuyo único fin era apartar a los enfermos de las calles por molestos, mas que para tratarlos. Y una fina línea entre lo sano y lo enfermo en la vida real.
Película modesta pero con buen ambiente y buenas interpretaciones. Su argumento como película de misterio/terror es flojo, en prácticamente ningún momento provoca tensión y tarda bastante en arrancar el tema principal de la trama.
Aunque las interpretaciones de los actores son buenas, las motivaciones del personaje de Nell Bowen son poco verosímiles.
Muy agradable de ver para quien le guste el cine clásico pero esta lejos de las mejores películas de Val Lewton.