Batallas sin honor ni humanidad
Sinopsis de la película
En el Japón de la posguerra el caos impera en todo el país. Las luchas por controlar el mercado negro son continuas. Shozo Hirono va a parar a la cárcel por haber disparado a un yakuza. Allí conocerá a Wakasuji, con quien hará un pacto para alzarse con el poder.
Detalles de la película
- Titulo Original: Jingi naki tatakai (Battles Without Honor And Humanity) aka
- Año: 1973
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
7.1
20 valoraciones en total
Centrada en el resurgir y la consolidación del crimen organizado en el caótico Japón postbélico esta es la primera entrega de la pentalogía The yakuza papers firmada al completo por uno de los grandes del cine popular nipón, Kinji Fukasaku (si, si, el de Battle Royale ) que imprime aquí un frenesí visual y narrativo definitivamente arrollador, repleto de todo tipo de recursos que beben por igual de la nouvelle vague o del Roger Corman de La matanza del dia de San Valentín (sobreimpresiones, voz en off distanciada a modo de crónica, congelados, camara en mano, material de archivo e incluso fotonovela) y confieren a todo el film un look tan sofisticado como destartalado. Alejada de cualquier tipo de visión romántica y glamourosa sobre la yakuza de la que ofrece un retrato sórdido y miserable (atención al corte de dedo bien alejado de la señorial Yakuza de Pollack) pero sin resultar por ello menos colorista y pasada de rosca, norma habitual en el cine de género japones. Tremendamente sangrienta, tumultuosa y por momentos confusa. Hay que verla.
Me da la impresión de que la crítica de cine, no sólo en España sino en Occidente en general, tiene absolutamente mitificado el cine japonés de yakuzas, el yakuza eiga o como se diga, y por tanto tiende a sobrevalorar todo este género, especialmente sus obras más señeras, y hasta las derivaciones realizadas en otras cinematografías. Reconozco que a mí me alcanza esta mitificación y sobrevaloración, pero…He llegado a leer a un crítico que escribió que este film reinventa el cine de acción japonés, y que se puede comparar con El padrino (The Godfather, 1972), de F.F. Coppola, lo que es una exageración manifiesta, porque el film de Coppola es mucho mejor.
Que valore la violencia demencial y confusa de esta película no quita que advierta que es una película desmañada, poco o nada preocupada por el estilo, con muy poca preocupación por la ambientación (se supone que estamos a fines de los años 40 y en los años 50, y los hombres llevan unas patillas, y unos trajes, que son claramente de los años 70). Fukasaku se aleja así, curiosamente, de los grandes estilistas del cine de gánsters, tanto de los japoneses -por ejemplo el Seijun Suzuki de El vagabundo de Tokio (Tôkyô nagaremono, 1966)- como de los occidentales, como Fuller, Melville, Coppola…e incluso de los occidentales que tratan directamente el mundo yakuza, como Pollack en su magistral Yakuza (The Yakuza, 1975), o Tarantino en su no menos magistral Kill Bill (2003-2004). Fukasaku opta por un enfoque realista, feísta, sin glamour , sin romances, casi documental.
Francamente, Battle Royale (Batoru rowaiaru, 2000) es mejor película, pero mucho mejor, que ésta. Y doy un notable a estas batallas sin honor ni humanidad porque están dirigidas por el director de Battle Royale , que si no…
No sé si voy a ver las cuatro que quedan, el inicio es prometedor pese a que no es para nada una película para recomendar, es bruta y confusa tanto en el peor como en el mejor de los sentidos de las palabras con las que quiero definir la primera de las cinco que componen esta saga de películas sobre la mafia japonesa. Al menos la siguiente sí que la veré, nada más acabe de teclear quiero saber si la continuación va a seguir por estos mismos derroteros, con una confusión argumental que no sé si es deliberada o es chapucera, un feísmo que tampoco sé si es deliberado o torpe pero sin duda, lo que me hace que crea que sí es una película buena (y a la espera estoy en breve de saber si sigue así), es que detrás de cada esquina, al finalizar cada escena, la sorpresa está esperando para atizar.
Puede que esté por pulir, de otra manera seguramente sería una obra maestra y no lo es, pero a mí ya me ha servido esa tosquedad, porque los dedos si se cortan con honor parece que no duelan y hasta uno es capaz de sonreír, mientras que a principios de los años 40 casi nadie había presenciado o había realizado nada parecido, El dedo se lo corta, sí, y como bien dice alguien por aquí, no es nada de lo que podríamos esperar y es sintomático de todo lo que rodea la historia.
La confusión nunca es buena, eso lo tengo claro, y por eso decido no recomendarla a nadie, por momentos, sobre todo para nosotros pueblo occidental, los personajes se cruzan entre ellos llamándose por el nombre de pila a veces y cambiando el nombre de repente. Perderse es lo más normal y eso nunca mola. Pero hay mucha brutalidad y en realidad, cuando te das cuenta que todo son traiciones y violencia (recordemos: ni honor ni humanidad) da igual que aparezca o desaparezca un personaje u otro. Lo importante es la estética de la muerte, la línea argumental, cosas como enseñar culos si hace falta, que la cámara se mueva con ese tembleque tan propio del cine contemporáneo y una exquisita voz en off que acercan la película al documental… cosas que suman dentro de esta tragedia que es la confusión argumental y que al menos a mí me ha convencido, porque ya hemos visto muchas de yakuzas que se autoaniquilan. Pero un respeto: puede que esta sea única.
Lo dicho, a por la segunda que esto es sólo para valientes. La primera es recomendable entre comillas…
A los amantes del cine de ganstérs les digo que no pueden perderse esta saga de peliculas del gran Fukasaku, y alos amantes del cine que es obligatorio verla, te atrapa, te confunde, te emociona pero siempre te sorprende, su violencia y sangre setentera, su banda sonora y un complejo argumento.
Sin duda una obra maestra del cine y del yakuza eiga en particular.
Caen las bombas el 6 de Agosto sobre Hiroshima, que se cubre de ceniza y cadáveres, la perfecta imagen del Infierno en la tierra…
De estas ruinas los cadáveres se levantarán, se limpiarán la ceniza y organizarán una nueva sociedad, regida desde sus sombras por las leyes de la ambición, la traición y la violencia.
En mitad de un Japón que estaba experimentado un inmenso crecimiento económico, antes de que la crisis del petróleo sacudiera sus pilares en 1.973, el diario Shukan Sankei exponía interesantes artículos sobre los conflictos internos en la sociedad de los clanes yakuza, recogidos por el periodista y autor Koichi Iboshi de las memorias del gángster Kozo Mino. Fue Bunta Sugawara quien, fascinado con ello, presentaría la idea al productor de Toei Koji Shundo y la condición de interpretar el papel principal.
El encargo pasó a manos del guionista Kazuo Kasahara, asiduo de las yakuza-eiga , quien conocería personalmente a Mino, aún preso en la cárcel de Abashiri, y se propuso contar sólo sus experiencias en Kure (por razones más que lógicas pues estaban envueltos otros muchos gángsters). Tras ver su Street Mobster con Sugawara al frente, Shundo determinó que Kinji Fukasaku era el hombre perfecto para el proyecto…ganándose la negativa de sus colegas de compañía y del propio guionista, y máxime cuando el cineasta pasaba por un estado de salud bastante malo.
Pero en efecto nadie más adecuado que aquel tipo, que película a película redefinió la figura de la yakuza alejándose por completo de los criminales románticos más cercanos a los ronin feudales que a verdaderos gángsters de la calle. Ahí es donde comienza esta historia, a pie de calle en la Hiroshima de 1.946, inmediata a la capitulación de Japón y la ocupación del ejército americano, y Fukasaku (que sabe lo que es la violencia y el caos desde que se viera obligado con 15 años a trabajar en las fábricas de munición durante la guerra y a arrastrarse entre los cadáveres de sus compañeros tras el bombardeo al lugar) nos hace partícipes de este entorno, y sin compasión.
Barro, sangre, carne despedazada y una cámara que se tambalea sin darnos tiempo a reaccionar establece el estilo del film, en pocos segundos somos absorbidos en un infierno sucio, grasiento y agobiante, y nos atragantamos con el olor del sudor de la masa concentrada en esas estrechas calles. Entonces conocemos a Shozo Hirono (basado en Mino), un ex-soldado que como otros camaradas sobrevive en el mercado negro, a base de coraje y astucia, por su parte al director no le tiembla el pulso a la hora de describir a los invasores americanos desde un punto de vista repulsivo, estrictamente japonés.
Tras ese breve prólogo, descarnado, indigesto y arrollador, es cuando realmente Fukasaku, empezando desde los muros de la prisión de Kure y con el encuentro entre Shozo y su rival Hiroshi, desgaja los entresijos del mundo yakuza, las alianzas se hacen rajándose la piel y bebiendo cada uno de la sangre de otro (la secuencia, en estricto silencio, hiela los huesos…), por encima de la ambición personal de los shatei (hermanos de 2.ª categoría) y los kyodai (hermanos de 1.ª categoría) está la obediencia ciega al oyabun (jefe), y el engaño y la traición se puede pagar con la muerte. Un estricto código, el que desde el principio sigue Shozo al unirse a las filas de Yamamori (basado en Tatsuo Yamamura).
El director radiografía con ojo clínico la aciaga existencia de estos perros callejeros, resultado de una cruenta guerra y una humillante derrota, mientras prosigue su desmitificación, bien reflejada en Yamamori (inédito hasta ese momento el ver a un jefe yakuza escurridizo, torpe y que lloriquea de forma constante). Y expone cual Peckinpah o Fuller, con cada disparo, puñetazo o navajazo, su poética visión de la muerte, el nihilismo, la debilidad y la pérdida de humanidad, lirismo del más abrasivo…pero ello sin olvidar aplicar algunas dosis de corrosivo humor negro (la escena del corte del dedo es tan bruta como absurda).
La trama se organiza a un ritmo veloz, a base de grandes elipsis y un estilo documental áspero, crudo, deshaciéndose de todo rastro de elegancia y cualquier cliché del cine de mafiosos antes visto (no hay ningún romance ni casi intervenciones de policías) y enlazando la quiebra de la sociedad del momento y las truculentas maniobras de los protagonistas con cada guerra o desastre histórico que se libra a nivel mundial. El esquema básico es: formar una familia, nacer tensiones en ella y entre otros clanes, chocar egos, romper lazos, ir a otro territorio, formar otra familia…
Es un círculo vicioso de muerte y destrucción que nunca acaba. Y pese a todas las pequeñas subtramas dispuestas, la tragedia de Shozo sigue siendo la principal, la de este gángster humilde, demasiado honesto y leal, y atrapado entre las ambiciones de compañeros que olvidaron el código para su beneficio, de ahí que sea el único romantizado de una retahíla de personajes repulsivos y tiranos (hasta el final, Hiroshi seguirá siendo su auténtico hermano de sangre), y de ahí que Sugawara, con su rostro contraído y voz ronca, se erija sobre un reparto que brinda actuaciones viscerales y soberbias (en especial Tatsuo Umemiya, Hiroki Matsukata, Goro Ibuki, Tsunehiko Watase y unos muy detestables Nobuo Kaneko y Tamio Kawaji).
Rematada con un colofón que es una tremenda declaración de intenciones por parte del protagonista y de Fukasaku (en Zona Spoiler), Jingi Naki Tatakai no sólo arrasó en taquilla y dio el impulso que éste último precisaba para convertirse en realizador de primer orden, sino que fue ampliamente galardonada y cambió a nivel internacional el punto de vista con respecto a los thrillers de acción nipones.
Este repentino éxito (porque nadie daba un yen por el director) propició la propuesta de una secuela…y así se empezaría a construir la más famosa e influyente saga de la Historia en el marco de las películas de gángsters del cine asiático.