Basilio Martín Patino. La décima carta
Sinopsis de la película
Basilio Martín Patino mandó en 1966 nueve cartas a Berta. Casi cincuenta años después, Virginia García del Pino intenta escribir la décima. Una carta compartida entre ella y Basilio Martín Patino, el retrato de una identidad en fuga que indaga, bajo el precepto enunciado por el propio Patino, olvidarse de toda preceptiva sobre lo que se deba hacer, qué queda de aquel estudiante rebelde que escribía a Berta en 1966, el inicio de una brillante trayectoria como cineasta.
Detalles de la película
- Titulo Original: Basilio Martín Patino. La décima carta
- Año: 2014
- Duración: 65
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Opinión de la crítica
Película
5.7
40 valoraciones en total
Desconfío de los testimonios. De su supuesta autoridad. De su posición de superioridad moral. De su apariencia de documento veraz. Cuando no hay tal. Muchas veces la verdad sucede en lo no apariencial.
La realidad de España es muy compleja. Todas las realidades son complejas.
Decía un Patino maduro, en plenitud de facultades intelectuales, en una entrevista inédita de hace ya mucho tiempo, más de treinta años atrás.
Y eso parece tratar de hacer Virginia García del Pino ahora, hace nada. Como si su texto fílmico, perdón, se basara en esas ideas (o en esas negaciones), como si se hubiese afanado por ofrecer un documento al desgaire, casual, aproximado, suma de momentos robados, desorganizados, penetrados por el aire de lo fugaz e instantáneo, sin previo aviso, ratos hurtados a lo previsto u ordenado.
Y eso es bueno. Aunque tiene su evidente peligro. El principal consiste en darte de bruces con la banalidad, o con la perezosa vacuidad, o con la chapuza idiota, en resumen, en perpetrar un documental vago y deslavazado, moroso y romo.
Me atrevo a decir que no es el caso. Quizás algún trozo sí, pero no el mayor resultado. Que está lleno de vitalidad, verdad y precisas pinceladas que dicen mucho más que grandes tratados bien reglados. Por ejemplo:
– Cineasta libre. Sin ataduras. Casi amateur. Con problemas (reales) con la censura. Que se crecía ante el castigo. Que a más rechazo e incomprensión de los poderes o de la (inexistente) industria del cine, subía la apuesta de la provocación. Y que a pesar de todo obtuvo su prestigio y pequeños éxitos. Hasta premios (Concha de Oro en San Sebastián por Nueve cartas a Berta).
– Cineasta crítico. Con el franquismo. Con la mediocridad chata de la época.
– Cineasta desvelador. Que puso el foco en las sombras, en lo oscuro o no visto/dicho, en lo desagradable, a veces, o más bruto.
– Cineasta innovador. O experimentador. O montador. Al que le gustaba probar y llenar sus películas de elementos no siempre pertinentes, esperados o más convencionales, textos, documentos o testimonios sorprendentes y enriquecedores.
– Vocacional. Por el goce de crear e iluminar. Sin pretensiones económicas ni afán de ascenso social. Para pasarla bien.
– Regenerador. Cambiar la realidad. O destruir lo dado para empezar de nuevo con algo mejor.
– Buscador. De visiones novedosas sobre hechos conocidos o ya olvidados.
– Sentimental, moral y valiente. Su sensibilidad para preocuparse por lo humano con una mirada reflexiva y a la contra, sin miedo para enfrentarse a lo establecido.
Vale. Basta de tanto halago. Que perjudica. Es malo.
No me acuerdo de nada. Repite varias veces.
Esa es la tragedia sorda, seca, no dramática ni sensiblera, como el cine actual nos acostumbra con machacona desvergüenza, de esta intrahistoria. Su postrera y tan humana derrota. Al final del camino, el cuerpo te traiciona y el cerebro/la memoria poco a poco te abandonan.
Ella, la directora. Le acompaña, ayuda, escucha y admira. Con tacto y donosura. Con paciencia, calma, dedicación y hermosura.
El retrato es certero, leve, esquinado. A favor, sin caer en lo cargante, amanerado o exagerado.
Es una pena. Disponer de Martín Patino libremente, poder contar con él para todo. Tenerle casi cautivo, preso de los deseos de los documentalistas (la documentalista). Y no sacar nada.
Porque lo más lustroso de este documental es una entrevista inédita de 1982. No hay nada filmado expresamente para el documental que merezca la pena. Nos perdemos en planos feístas, descuadrados o directamente malvenidos sin cuento alguno.
Una pena. Francamente.