Balkan Express
Sinopsis de la película
La acción transcurre en Serbia, en la víspera de la Segunda Guerra Mundial. Popeye, Pik, Lili y Stojcic son un grupo de rateros que simula ser una banda de músicos llamada El Expreso de los Balcanes para poder campar a sus anchas y hacer de las suyas. La invasión y ocupación de Yugoslavia por parte de los Nazis destruye sus planes y sus sueños de una vida despreocupada. Las nuevas circunstancias conducen al grupo a situaciones divertidas, absurdas e increíbles. Con el tiempo, los pícaros héroes descubren un sentido más profundo de la vida mientras van superando sus deseos mezquinos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Balkan ekspres
- Año: 1983
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
6.7
60 valoraciones en total
Es posible que esta película no sea una joya desde el punto de vista técnico, pero desde el punto de vista de la Historia nos ofrece algunos detalles de gran calidad tras los cuales podemos ver una labor de investigación y asesoramiento muy profesional. Las intenciones de esta película están muy claras. La mayor parte de la gente que pudo llegar a verla en el momento del estreno en la antigua Yugoslavia venía marcada por toda una serie de marcos de referencia que seguían muy vivos en la memoria colectiva de todos.
Lo que Balkan Express nos muestra es la rotura de las fronteras entre el ámbito civil y militar durante la Segunda Guerra Mundial. Es imposible sustraerse al conflicto, a la militarización de la vida (trabajos forzados para los civiles). El film muestra el enorme conflicto en que se ven envueltos aquellos que por convicción o modos de vida desean permanecer en una zona gris, completamente al margen de la guerra. Sin embargo una y otra vez esto resulta imposible.
Los equilibrios por intentar sobrevivir en un día a día más que difícil hacen que los protagonistas se vayan tambaleando entre los alemanes y los partisanos, las dos fuerzas contendientes. Ellos quieren permanecer fuera de las disputas, sin embargo – como no podía ser de otro modo – al final acaban desarrollando una cierta conciencia en favor de los últimos. Todo esto sólo puede entenderse en un contexto en el que los civiles son considerados un enemigo y un aliado potencial. Si no se colabora uno será considerado sospechoso y, al mismo tiempo, la barrera entre colaboracionista y criminal se difumina hasta desaparecer. La película es un experimento muy atrevido dado el público al que iba dirigido. Sin lugar a dudas es una crítica a la guerra, sea en la forma que sea y un canto a la libertad de las personas.
La existencia de los partisanos permitirá a los alemanes establecer un estado de guerra permanente en la retaguardia y establecer políticas de ocupación draconianas que les permitan alcanzar sus fines (control del territorio o limpieza de la población judía). Su impacto será amplificado en toda Europa para justificar las formas más extremas de represión, violencia, masacres y deportaciones (escenas como la de asesinar diez civiles por cada víctima alemana, tal y como aparece en la película, se repitieron asiduamente, tanto fue así que Yugoslavia al final de la guerra había perdido dos millones de vidas humanas, un 10,6 % de la población).
En mi relación (que casi parece romance) con el cine balcánico, hasta hace bien poco tangencial y gracias a la bondad de los extraños (guiño doble a Nick Cave y a Ian McEwan) amorosamente dedicados a la arqueología y a una mal pagada difusión, ahora ya considerable, comienzan a perfilarse una serie de curiosas interferencias y paralelismos que no deja de sorprenderme con el cine español e incluso más allá, se revelan no pocos rasgos culturales/vitales compartidos, especialmente el concepto (muy mediterráneo también) del pícaro y la picaresca. Si los trabajos de Ferreri y Berlanga reverberaban en El espía de los Balcanes y el Almodóvar más sucio asaltaba sorpresivamente en Dos estranguladores andan sueltos, en este Balkan Express, en estos supervivientes en el ojo de la desesperación, héroes a la contra, genuinos pícaros y entrañables zánganos que chocan brutalmente contra la historia y se ven arrastrados por una corriente que les obligará a bracear con un valor que hasta el momento les resultaba ajeno, aparecen prefigurados muchos de los rasgos de ese ¡Ay! Carmela que sigue siendo de lo mejor de Saura. En ambos casos se experimenta una toma de conciencia que extrae un desprendimiento desconocido, una renuncia al más rampante egoísmo, una verdadera humanidad que obliga a los protagonistas a sobreponerse a lo que es su propia naturaleza: sobrevivir. En definitiva un film más que apreciable aunque no esté totalmente logrado, con una muy buena reproducción de época pero con una insuficiente puesta en escena, plana y casi televisiva, poco imaginativa en general y excesivamente funcional. Compensada, eso si, por unas excelentes interpretaciones (en especial Bora Todorovic con su rostro de pura derrota y Dragan Nikolic como el héroe más improbable) y por todo tipo de aciertos tragicómicos, desde lo más negro a lo costumbrista, que planean sobre la peripecia de esta banda de músicos de pega, vagos, ladrones y caraduras que recuperan (o conocen) la dignidad con genuina ternura explicitada en el bellísimo diálogo final, -¿A quién quiere Popeye?, -A ti.