Bajo el sol
Sinopsis de la película
Tres historias de amor ambientadas en Croacia a lo largo de tres décadas. Las historias están conectadas por el hecho de que el amor entre un hombre croata y una mujer serbia está de algún modo prohibido ya se esté en 1991, en 2001 o en 2011.
Detalles de la película
- Titulo Original: Zvizdan aka
- Año: 2015
- Duración: 123
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Opinión de la crítica
Película
6.6
26 valoraciones en total
Bajo el Sol trata sobre tres diferentes historias de amor ambientadas en verano, en la misma zona rural fronteriza de Croacia, tres parejas de enamorados, él croata y ella serbia, que tienen la peculiaridad de estar protagonizadas por los mismos actores, y como telón de fondo el conflicto de la Guerra de Yugoslavia. Dalibor Matanic a través de hermosas capturas del paisaje y el entorno de un pueblo construye su tesis sobre la imposibilidad de que puedan existir relaciones afectivas, sobre todo en estas zonas rurales, debido a la coyuntura histórica en la que se encuentra sumida el país por el conflicto bélico.
Una película repleta de simbología, cuyas tres historias están ubicadas en luminosos y alegres días de verano para, de esta forma, conseguir un pronunciado contraste visual con las oscuras subtramas existentes entre los personajes, llenas de tensión e intolerancia. La primera historia comienza un poco antes del inicio de la guerra (1991), en medio de la creciente sospecha y el miedo, en donde la pareja de enamorados como si de Romeo y Julieta se tratara, tendrán que luchar contra la incomprensión, la ira y la intolerancia de sus respectivas familias y vecinos. El sorprendente final anuncia el fin de la paz.
La segunda historia, con el conflicto finalizado, 10 años mas tarde en 2001, presenta a la pareja traumatizada y asolada por la guerra. Una madre y una hija regresan a su antiguo hogar devastado con la intención de reconstruirlo, y volver a empezar. La hija no puede abandonar los recuerdos, cargados de rencor, odio y venganza, provocados por la muerte de su hermano en combate. Por tal motivo, su encuentro con un joven croata que las ayudará a restaurar la casa tiene pocas posibilidades de acabar en romance.
En la última historia, 10 años después, en 2011, en el mismo lugar, parece que una atmósfera de fiesta recubre todo el país, pero tan solo es apariencia porque a pesar de los años transcurridos, las heridas de la guerra todavía no han cicatrizado. En el reencuentro de una pareja parece que puede haber un rayo de esperanza para el futuro y conseguir superar los fantasmas del pasado.
En las tres historias, el agua funciona, no por casualidad, como un símbolo de expiación. Dalibor Matanic realiza una especie de ceremonia de purificación para limpiar el cuerpo y el alma de los jóvenes cada vez que se bañan en las aguas del lago.
En Bajo el Sol hay que hacer una mención especial al fabuloso trabajo de fotografía realizado por Marko Brdar gracias a las maravillosas tomas panorámicas de los paisajes, a sus elaboradas y hermosas fotos donde captura todo tipo de detalles y contrastes, a la precisa y cuidada iluminación de los interiores y a una serie de capturas sumamente visuales como las bellas escenas en suspensión bajo el agua.
Dalibor Matanic intenta transmitir con Bajo el Sol un concepto demasiado romántico para los tiempos tan convulsos que corren, el amor debe prevalecer sobre el odio y los perjuicios interétnicos. Un mensaje de esperanza donde la política y el nacionalismo extremo nunca gana, sino que gana siempre el amor. Haz el amor y no la guerra. Una preciosa película con una soberbia interpretación de Tihana Lazovic.
Cinemagavia
Nos trasladamos a Croacia con Dalibor Matanić para conocer tres historias de amor en tres momentos de la historia del país: la primera, marcada por el odio de dos pueblos, la segunda, que sufrirá por el rencor que se mantiene, y la tercera, que recuerda un pasado ¿mejor? pensando en un futuro más halagüeño. Esto es Zvizdan (The High Sun).
Jelena e Ivan desarrollan su historia en 1991. Yugoslavia todavía está unida, pero la tensión ya es palpable. Él es serbio y ella croata, pero su amor trasciende más allá del odio que pueda existir entre sus pueblos. La música juega un papel vital, y es utilizada como arma contra la intolerancia, una fuerza invisible que lucha contra las barreras, tanto físicas como metafóricas. En periodo de preguerra, esa intolerancia parece volver a imponerse, adueñándose de los deseos de nuestros protagonistas.
En 2001 Croacia ya es un estado independiente, pero ¿a qué coste? El regreso a las raíces trae a nuestra retinas viviendas vacías, agujeros de metralla, cristales rotos, un pueblo fantasma en el que conocemos a Natasha, fiel reflejo de la desconfianza y la desolación que la guerra ha dejado en su tierra y en su alma. El rencor es su mejor arma, la indiferencia el ataque más efectivo, las ruinas de la devastación sus propias trincheras, pero la pasión será su mayor debilidad. Con una profunda herida, su objetivo será Ante, el objeto de deseo que despierta la pasión perdida de una mujer dolida. En ella se entremezclan el ferviente deseo del amor y la fuerte pasión del arraigo nacional, pero los recuerdos dan paso a una perspectiva más a corto plazo, a un futuro más esperanzador, pero con la carga emocional que ya llevaba como lastre. La música deja de ser un arma contra el odio para tornarse en un arma de seducción, el arma prohibida que da rienda suelta a la imaginación.
Nuestro viaje encuentra su final en 2011 con Luka y Marija. Croacia ya es un país prácticamente reformado en su totalidad, lo que puede hacer pensar que también lo están las relaciones, pero los problemas persisten. Ahora preocupan más las consecuencias que las razones históricas. Las diferencias y el rencor no nacen tanto de sus nacionalidades como de la dicotomía entre zonas urbanas y zonas rurales. La sociedad ha evolucionado (a mejor o a peor), y se encuentra más despejada de esos conflictos del pasado, aunque siempre hay lugar para algún resquicio. La frivolidad se ha adueñado de los espíritus más jóvenes, aquellos que pertenecen a una generación que sólo tiene reminiscencias de lo que una vez se llamó Yugoslavia. Sus amores pasados son como los de cualquiera, sus fiestas son igual de desenfrenadas que las de los países vecinos, y los errores siempre se pagan con la misma moneda.
Una tierra es el nexo común entre estas tres subtramas separadas por más de 20 años de historia. Una tierra que siempre termina en el agua, elemento apaciguador de la pasión, el rencor y el olvido, pero también indicador de cambios drásticos y de una explosión de sentimientos encontrados donde la melancolía por lo que una vez fue su hogar, juega un papel protagonista. Así se resume The High Sun.
Parece una evidencia que la Guerra de los Balcanes es el último conflicto bélico (sin incluir en este apartado los actos terroristas) que perturbó de una manera clara a la opinión pública occidental. Desde entonces y hasta ahora ha habido muchas otras guerras por distintas partes del mundo, pero quizá por la cercanía de la vieja Yugoslavia respecto a Europa, quizá por el papel desempeñado por la OTAN, quizá por el carácter mismo de los hechos acaecidos, o quizá por una mezcla de todas estas razones, tal conflicto sigue en la memoria de todos aquellos que lo seguimos a través de los medios. Ni hablemos ya de las consecuencias que la guerra tuvo para las partes directamente implicadas, en especial para la eterna rivalidad entre serbios y croatas. Muchas de sus secuelas aun hoy en día están lejos de olvidarse, como bien refleja Bajo el sol (Zvizdan), película croata que dirige y escribe el cineasta Dalibor Matanic y que se alzó con el Premio Especial del Jurado en la sección Un Certain Regard del 68 Festival de Cannes.
Bajo el sol se subdivide en tres historias ambientadas en diferentes épocas y sin relación directa entre ellas, aunque todas narran la dificultad de establecer un amor duradero entre serbios y croatas. En 1991, la guerra se barrunta y Jelena e Ivan tendrán difícil persistir con su romance, sobre todo por la presión ejercida por el hermano de la chica. En 2001 se pagan las facturas directas de la guerra, con los edificios hechos pedazos y los corazones de los ciudadanos todavía más maltrechos por los caídos, es el caso de Natasa, que ha perdido a su hermano y culpa de ello al joven Ante pese a que, en el fondo, parece desearle. Por último, en 2011 la guerra se observa ya un asunto lejano, pero nada más lejos de la realidad: las viejas heridas todavía no han cicatrizado y si no que se lo digan a Luka, que regresa a su tierra natal con la dificultad de reconciliarse con sus padres y con su viejo amor Marija.
Matanic utiliza los mismos actores para los tres relatos de la película. Tihana Lazovic y Goran Markovic (que de perfil otorga un rostro notoriamente parecido al de Messi) son los intérpretes que encarnan respectivamente a las chicas y chicos protagonistas de Bajo el sol. Cada espectador tendrá sus preferencias, pero a gusto de un servidor, la mejor historia es la segunda. Al mismo tiempo, es la más simple y la que menos diálogos necesita. Bastan unos detalles simbolizados en la soledad que rodea a Natasa y Ante y en el progresivo interés de aquella por el tipo que está arreglando su hogar para conformar una trama crudamente real. La primera historia no está exenta de un cierto deja vu al eterno relato de Romeo-Julieta y sucedáneos. En el tercer relato, el ambiente poligonero refleja una aparente despreocupación de la juventud, que parece liberada de las secuelas de la guerra, aunque desde el principio ya sabemos que algo no va bien con Luka. Es la parte del film más áspera, en la línea de las perennes consecuencias del conflicto que todavía no han terminado de disiparse.
Con todo y gracias al hábil estilo de su director, Bajo el sol maneja sus recursos de una forma óptima y consigue no presentar altibajos en su desarrollo. La cinta cumple bien con su pretensión de acercarnos al conflicto balcánico desde una perspectiva romántica que, además de la ausencia de azúcar, sabe conectar sus tres episodios sin que existan secuencias forzadas, casi como si fuera una verdadera novela audiovisual. Mostrar lo que representa la guerra sin enseñarla directamente es un loable fin que se justifica por las buenas premisas de sus medios.
Álvaro Casanova – @Alvcasanova
Crítica para Cine Maldito
Bajo el sol es la nueva película del realizador Dalibor Matanic. Relata tres historias de amor ambientadas en Croacia, por un hombre nacido en este país y una mujer serbia, en los años 1991, 2001 y 2011. El foco del film está puesto en la imposibilidad de sobrellevar una relación amorosa, pese al paso del tiempo, en un país donde las secuelas de la guerra están presentes.
En la primera historia la guerra está al caer. El hermano de la protagonista no puede tolerar que ella esté vinculada emocionalmente con un joven croata, lo cual genera momentos de incomodidad. En la segunda historia la guerra ya pasó, pero la memoria de lo sucedido persiste en la joven, quien cuestiona el trato confortable de su madre hacia el joven croata, a quien ve como un enemigo. Sin embargo el paso de los días modifica su percepción. La tercera historia está ambientada en 2011, las cosas han cambiado, pero en este episodio el problema gira en torno a un niño hijo de un hombre croata y una mujer serbia. La aparición del joven en su casa no cae en agrado de ella, quien muestra indiferencia ante él, y ninguna intención de reparar los daños causados anteriormente.
Las circunstancias que los personajes atraviesan en cada historia imprimen un ritmo que te deja expectante y, quitando algún que otro pasaje breve, la película entretiene. Los protagonistas son siempre los mismos, y llevan a cabo cada personaje con la impronta que el mismo requiere, dotándolo de las características adecuadas y logrando la credibilidad necesaria. El film es altamente recomendable, pero más que nada para aquellos que están acostumbrados a las temáticas y rítmicas clásicas del cine europeo.
Creo que no es para todos los públicos ni todos los paladares, igualmente a mí me resultó una película notable.
Tengo entendido que la inmensa mayoría de los usuarios de FilmAffinity son españoles y de ahí puede inferirse que a ese público —como a todo espectador europeo— por una cuestión de cercanía el conflicto yugoslavo les tocó con más fuerza e información. Como sudamericano, confieso que fue la sinopsis lo que me estimuló a repasar lo poco que sabía de la implosión de Yugoslavia hasta convertirse en varios trozos balcánicos, de lo contrario nada hubiera entendido de este filme y probablemente me habría parecido un bodrio. El tema es que la obra no te ubica geográficamente y ni siquiera (con excepción de una única vez casi al final) te menciona que los protagonistas de estas tres historias pertenecen a etnias distintas y enfrentadas.
Así y todo, si uno va con algo de información previa es muy probable que se sienta la fascinación de estos relatos de amores casi imposibles y trágicos, que curiosamente los tres son interpretados por la misma actriz y el mismo actor. Aunque no se explicita visual ni verbalmente, el trasfondo de estas historias se ubica en una guerra fratricida, en la que casi todos arrastran con algunas culpas, muchas heridas, bastante odio pero siempre con pequeños resquicios para el amor.
La ubicación temporal no es caprichosa, el primer episodio es 1991 poco antes de estallar la guerra, el segundo en 2001 cuando la conflagración ya ha terminado (notable escenografía de ruinas) y por último diez años después en 2011 cuando el sufrimiento aún sigue presente y las heridas continúan abiertas.
El director y dos maravillosos protagonistas centrales dejan entrever que la pasión puede purificarse con el agua (este elemento es clave en toda la película) y que probablemente al final siempre se encuentre una puerta abierta.
Si estás buscando distracción, entretenimiento o acción, esta no es la obra indicada. Pero si te gusta un drama pasional, distinto a lo proveniente de Hollywood, magistralmente fotografiado y actuado, te la recomiendo de corazón. (Advertencia: hay alguna escena de sexo casi explícito, en Montevideo se exhibió sin restricciones para menores de edad).