Bajarí
Sinopsis de la película
Juanito está por cumplir con uno de sus sueños: tener un par de botines rojos los cuales lo harán ser un verdadero bailarín de flamenco. El flamenco se transmite a través de las tradiciones familiares dentro de la comunidad gitana de la mano de Carmen Amaya, la bailarina de flamenco más grande de todos los tiempos. Su sobrina-nieta, Karime, llega a Barcelona para revivir su trayectoria. El viaje se completa cuando Winny, su madre, se une a ella desde México con la misión de preparar un espectáculo con los mejores talentos de la ciudad. Juntos descubrirán el espíritu de Bajarí, el nombre de la ciudad de Barcelona en caló, la lengua de los gitanos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Bajarí
- Año: 2012
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
6.2
47 valoraciones en total
BAJARÍ es una de aquellas películas que son una muestra de amor por las cosas que uno ama y de talento para mostrarlo. Es una de aquellas películas que mantiene la memoria viva y lúcida sobre la gente, la ciudad y su historia. Es una película en la cual la imagen, por si misma, es transmisión de saber y de cultura: el poder innato de la artista que lo es por naturaleza. Y, el flamenco, tan arraigado a la historia gitana de Barcelona, sigue vivo, tan vivo como lo fue en tiempo de Carmen Amaya. El duende de la bailadora ha pervivido genéticamente hermoso tanto más allá del Atlántico como aquí mismo, entre la Barceloneta y el Besós. Esto y el recuerdo imborrable del Somorrostro, tan presente en la película, ya no son, felizmente, sólo recuerdos que podamos revivir en otros trabajos de memoria más recientes como el documental BARRAQUES. LA CIUTAT OBLIDADA (2010), de Alonso Carnicer y Sara Grimal, o el libro PASEOS CON MI MADRE (2011), de Javier Pérez Andújar.
Cada secuencia de la película tiene un sentido y un significado específico: Esto es así… Esto es lo que quiero decir…, recibimos de la voz de la directora. Todo está explicado con miradas mudas, con gestos, con sonidos, con silencios…, con puentes visuales y emocionales. Pero sobretodo captamos la voluntad férrea, convencida, de la directora en querer transmitir que nada ha muerto, el que flamenco y la admiración y reconocimiento por Carmen Amaya está aquí y sigue. Ello queda glosado en la captura de unas portentosas imágenes, magnetizadas dentro de un cuidado montaje que combina magistralmente todos los planos para obtener el discurso deseado. Es extraordinario haber encontrado a Juan, este niño que es de una pureza tan increíble, que realmente funciona en la narración como una semilla en plena germinación.
No entiendo la ceguera del cine español. Bajarí es una pequeña obra maestra, y casi nadie se ha enterado. Yo me he enterado, pero yo no soy nadie. La fui a ver invitado por una amiga que siente pasión por el flamenco. A mi en principio el flamenco no me gustaba, pero sí que me gustaba mi amiga y disimulando la fui a ver. Me parece que es un documental, me dijo antes de empezar, y todavía me predispuso menos a su contemplación. Pero de pronto empezó y se hizo la luz. En la pantalla aparecen una serie de rostros gitanos, viejos y jóvenes, sentados en butacas de un cine de barrio viendo los Tarantos, la mítica película de Rovira Beleta. Vemos combinadas imágenes de la película y las caras emocionadas de esta gente, una abuela, un par de adolescentes, una madre con su hija, un padre con un niño tan hermoso que parece a una niña. Mira, El espíritu de la colmena, pensé, mientras me acomodaba en la butaca. Hay mucho flamenco en Bajarí, pero sobretodo hay luz y hay verdad. El niño se llama Juanito, y su mayor deseo es conseguir unas botas de bailaor de verdad. El las quiere rojas, como Farruquito, pero tiene unos ojos tan oscuros que quizás les quedan mejor las blancas. Vemos al niño discutiendo con su madre y con su padre, vemos al niño acompañar al gran Coco, su tío, a una zapatería de las de antes…, la otra historia es de la de Karime Amaya, una joven bailaora que ha llegado de Méjico a la búsqueda de las huellas de Carmen Amaya, su tía-abuela. La vemos paseando por la Barceloneta, cerca del mar, por las calles de una ciudad que parece haber olvidado a uno de sus grandes mitos, la vemos luego, preparando el espectáculo-homenaje a la mejor bailaora de todos los tiempos, primero con dudas pero enseguida zapateando con una fuerza increíble, casi con rabia, como si quisiera despertar de esa letargo la memoria de la gran Carmen. Las dos historias se van entrelazando y sin darnos cuenta asistimos a la construcción de dos huellas, una que viene del pasado y otra que avanza hacia el futuro. El flamenco es eso: tradición. El niño canta y baila porque en su familia siempre hay alguien cantando o bailando. Karime baila porque baila su madre, y ya bailaban su abuela y la gran Carmen…La película no nos muestra el baile, sino la fuerza del baile, el deseo, la necesidad, el sentimiento. De pronto entendí la diferencia. Gracias a Bajarí he podido recorrer la distancia que me separaba del flamenco como un arte ajeno a mi a un arte de pura emoción, un arte que no disimula y sabe expresar la vida en toda su rotundidad. También comprendí (una vez más, porque esto creo que ya lo sabía) que la diferencia entre el buen cine y el otro cine no depende de las historias ni los géneros ni los presupuestos, sino de la belleza y la verdad de sus imágenes. Al final del film miré a mi amiga –ahora ya somos novios- y se lo agradecí.