Background to Danger
Sinopsis de la película
Segunda Guerra Mundial. Aunque Turquía permanece neutral, Ankara es una ciudad llena de espías e intrigas. Los alemanes planean filtrar mapas falsos que prueben que los rusos están a punto de invadir el país. El americano Joe Barton está involucrado en esta intriga junto a dos agentes: Zaloshoff y su hermana, que quizá sean rusos. Lo que es seguro es que el odioso Coronel Robinson es un nazi.
Detalles de la película
- Titulo Original: Background to Danger aka
- Año: 1943
- Duración: 80
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Opinión de la crítica
Película
6.3
48 valoraciones en total
Los inicios de las películas de Raoul Walsh siempre son espectaculares y en breves minutos es capaz de contarnos una completa historia o de ponernos rápidamente en situación. Esos minutos a veces se ven corroborados por una buena película y otras veces no. Esta cumple con la primera de las opciones al desplegar una compleja e interesante historia de espías turcos, rusos, alemanes y americanos en la Ankara de la segunda guerra mundial donde la embajada de Alemania trata de crear a toda costa un incidente involucrando a Rusia para que así Turquía se ponga del lado alemán y el conflicto se generalice. El director norteamericano contribuyó como el que más al esfuerzo bélico con películas propagandísticas de desiguales resultados, hechas a veces con cierta urgencia y tosquedad como la decepcionante Desperate Journey (1942). Aquí, sin embargo, la intriga creciente, el ritmo impecable –el montaje es, por cierto, de Don Siegel-, la economía expresiva tremendamente efectiva de sus apretados 80 minutos y el destacado terceto protagonista –el siempre apreciable George Raft, y la extraordinaria pareja Sidney Greenstreet y Peter Lorre, maldad e ironía respectivamente- redondean una gran película del maestro Walsh a pesar de las ciertamente fantasiosas resoluciones de ciertas escenas en la que sus héroes siempre se salvan en el último minuto. Notable.
Nos ocupamos hoy de una poco conocida película del gran Raoul Walsh, realizada inmediatamente después de Gentleman Jim y un poco antes de Objetive Burma , o sea, en un momento esplendoroso en la carrera del maestro, y que a pesar de su aparente modestia, encierra todo un compendio del mejor estilo walshiano : narración trepidante, planificación precisa y perfecta, acción directa y sin adornos superfluos, grandes dosis de sentido del humor y maestría absoluta en la dirección de actores, tanto es así que hasta George Raft (a todas vistas poco apropiado para el papel), haciendo de George Raft, vestido de George Raft y siempre con la misma cara de George Raft, llega a hacer creíble su papel de intrépido hombre de negocios que esconde a un espía de los buenos .
Background to Danger no deja de ser otra de tantas producciones de la época con un marcado carácter antinazi, pero Don Raoul consigue ofrecernos una concisa y entretenida propuesta de cine de intriga, en la que en ochenta minutos de duración se nos narra una azarosa y por momentos caprichosa historia desarrollada en terreno turco –uno de los escasos países neutrales de la II Guerra Mundial-, y dominada por los intentos nazis de hacer entrar dicho territorio en la contienda.
A destacar unos inmensos secundarios de lujo que realizan una excelente labor interpretativa. Por un lado tenemos al inmenso (en todo el sentido de la palabra) Sydney Greenstreet y por el otro al pequeño (y aquí también enorme) Peter Lorre. El primero bordando como sólo él sabe hacer el papel de un cínico y perverso nazi sin el menor átomo de humanidad, pese a su tremenda idem. Y el segundo dando toda una lección de ambigüedad y sentido del humor. Impagables, los dos. Y para completar el reparto, el toque femenino y el exótico, que no en vano estamos en Turquía: Brenda Marshall, en un personaje bastante tópico, la típica comparsa femenina, después la bellísima Osa Massen, de cuya boca salen las frases más propagandísticas de la película, y por último Turhan Bey, éste un año antes de lanzarse a la fama con las exóticas aventuras orientales de la Universal.
Una película correcta que no pasó a la historia, ni lo pretendía, y cuya única intención era la de levantar el ánimo del pueblo, contando una de esas historias en las que siempre ganan los buenos (los bondadosos y fuertes americanos) y pierden los malos (los horribles e inhumanos alemanes), y que gracias a la impagable maestría de nuestro admirado Walsh consigue que disfrutemos de unos minutos realmente entretenidos.
Sin llegar al nivel de Al rojo vivo o Los violentos años 20 , esta película rodada entre ambas y con Raft en uno de sus primero papeles principales, está tremendamente bien estructurada, involucrando al espectador en una trama de espionaje en el que se ve envuelto nuestro protagonista. Raft está bien secundado por una pareja de inolvidables secundarios bien compenetrados, puesto que colaborarían en varias películas, tras El halcón maltés . Uno de los grandes directores de la época que manejaba el cine negro a su antojoy a la perfección.
Entretenido y adrenalínico, como no podía ser de otra manera tratándose de Walsh en los 40, thriller de espionaje, agentes dobles, esvásticas y todo el aliño que uno espera cuando se sienta a la mesa ante una de estas ensaladas. Tres buenos tomates presiden el banquete, Raft, Greenstreet y Lorre. Raft nunca pasó de tomate cherry, para mi gusto. Manejaba, quizás, uno o dos registros más que, pongamos por caso, el gran Mature, y tenía ese halo turbio y malencarado, cierto carisma, también, que le proporcionó grandes dividendos en el cine negro, antes de que llegara el gorras y, entre dientes y a punta de pistola, le enseñara el camino de la serie B. De todos modos, es un sombrero calado que siempre congratula encontrarse en pantalla. Esta fue su tercera colaboración consecutiva con Walsh, y seguramente la menos brillante del lote, tras La Pasión Ciega y esa otra olvidada oda al speed titulada Alta Tensión, donde daba lo mejor de sí con Edward G. Robinson como compañero de fatigas. Luego están M y el tipo que finalmente averiguó que el material del que están realmente hechos los sueños no es otro que el plomo, ese orondo y entrañabilísimo duo sacapuntas que prolongaron aquí con su reguero de colaboraciones. Siempre he sospechado que compartían agente, que alguien confirme este dato. Sea como sea, ambos están espléndidos, especialmente Lorre, con una de sus típicas y peculiares actuaciones en las que bascula entre la esquizofrenia y la borrachera. Pero aquí, de nuevo, el director es la estrella. Y es que Walsh en los 40 y 50 se armó hasta los dientes de metanfetamina y dejó un legado al mundo francamente memorable. Repasando ahora mismo su filmografía acabo de comprobar que entre finales del 40 y principios del 42 rodó seis películas, con las fosas nasales obturadas, y en ese espacio de tiempo firmó Murieron Con Las Botas Puestas, La Pasión Ciega, Alta Tensión, Gentleman Jim y El Ultimo Refugio. Escalofriante lo de Walsh. Por lo visto dio también muchas puntadas al aire en su carrera pero la mayor parte todavía no he tenido tiempo de devorarlas. Aquí, en una obra que yo situaría en la tabla media de su obra, da de nuevo una clase de frenesí, urgencia narrativa y saber hacer, con uno de esos clásicos arranques de Walsh en los que te sumerge en la acción mientras uno no ha acabado todavía encontrar la postura en el sofá, y alguna que otra secuencia involuntariamente cómica que debió filmar la segunda unidad, como unos tipos saltando de un tren en marcha pero con el tren inmóvil, o la de otro retrocediendo, pistola en mano, ante un Lorre desarmado que amenaza con abalanzarse sobre él. Quizás fuera un guiño cómico a la Walsh porque, a tenor de Big Brown Eyes, película que he visto también esta tarde, una de las pocas comedias que filmó y la única que he visto hasta ahora, entonar Coronel Tejero nunca fue lo suyo. Glande Walsh.