¡Aquí hay petróleo!
Sinopsis de la película
Castilviejo es un pueblo castellano que lleva años y años muriéndose de sed. Tiene muy cerca un gran pantano, pero es tanto como no tener nada, pues sus aguas no llegan hasta allí. De pronto, unos americanos que dicen ser expertos en prospecciones petrolíferas caen por aquellas tierras asegurando que hay petróleo. Estas parcelas son propiedad de don Zoilo Mendoza quien, ante la evidencia del tesoro que encierra su subsuelo, se pone en manos de don Fausto, uno de los ricos del pueblo, para que decida. El veredicto de don Fausto es este: nada para los americanos, porque lo que hay en las tierras de Zoilo vale más que el petróleo, es agua para Castilviejo.
Detalles de la película
- Titulo Original: ¡Aquí hay petróleo!
- Año: 1956
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
5.2
31 valoraciones en total
Sin ser una mala película literalmente hablando, ¡Aquí hay petróleo! es el reverso del genial Bienvenido Mr. Marshall del maestro Berlanga. Y queda, por tanto, como un film neutro, cuando no pelota y esquirol, hipercomplaciente, que desaprovecha, al tomar el atajo fácil y epidérmico, una buena idea en pos de dejar a las fuerzas vivas del país en plena paz y armonía. Es un film astuto, por tanto, nada simpático para quien esto suscribe y discutiblemente agradable. El buen hacer de los actores no salvan ni redimen (añadamos también la fotografía de Eloy Mella y el bello pueblo dónde fue rodado) una película muy poco divertida, vista hoy un inútil y simplón halago de las sinergias USA-España.
Buena película ambientada en el mundo rural donde podemos ver la actuación de un gran Manolo Morán defendiendo lo suyo y sus tierras.
Se puede ver la vida de los años 50 en una España castigada con la pobreza y más en el mundo rural y donde aún había desconfianza con los extranjeros aunque siempre vistos como superiores en el ámbito económico.
Recomiendo ver esta película si quereis ver una peli ambientada en el mundo rural y divertida para pasar una tarde bajo la manta.
El programa Historia de nuestro cine me sigue deparando películas interesantes que me atrapan así que uno tiene la suerte, como ocurrió ayer, de recrearse en el arte magnífico de tantos actores y actrices que han contribuido, como en otras cinematografías, al prodigio de la naturalidad y la espontaneidad en la representación de lo que podríamos considerar algo así como la vida corriente, más o menos realista, y reflejo fidedigno de un país. Entre la nómina de virtuosos secundarios que conforman el reparto de ¡Aquí hay petróleo!, una fábula bien intencionada pero con escasa mordiente crítica, baste el nombre de Félix Fernández para invitar al cinéfilo a no perderse ni un plano en el que aparezca ese prodigio de la actuación cinematográfica. Aquí, además, tiene reservado el papel de sabio que ha de lidiar con la cazurrería de sus paisanos en un pueblo abandonado de Castilla, Castilviejo (en realidad el muy hermoso de Turégano), perfectamente fotografiado, en un estadio de su desarrollo que a quienes gastan las canas que iluminan el camino hacia el cementerio les retrotraerá con su pellizco de nostalgia a la dureza de un tiempo en el que ni siquiera te dabas cuenta de las pésimas condiciones de vida en las que se vivía, porque la urgencia de la vida en flor no te dejaba tiempo para consideraciones de orden material tan prosaico. El drama del pueblo, ilustrado desde el comienzo es la falta de agua, aun teniendo a tiro de piedra, como quien dice, un pantano que se loa en la película como la gran obra del Régimen franquista, con un tono que desentona lo suyo de la perspectiva crítica desde la que los lugareños se afanan en montar un negocio de búsqueda de petróleo porque los americanos han aparecido en el pueblo para perforar, porque creen que lo hallarán. A un lugareño endeudado y picaresco le ofrecen una fuerte cantidad por permitirles la prospección, pero, en junta popular deciden que, de haberlo, petróleo, el negocio bien podría ser todo para ellos, en vez de cederlo a los aprovechados americanos. La presencia del equipo en el pueblo y la convivencia mientras duran los trabajos dará a pie a un ejercicio de contrastes y otras menudas historias de amoríos imposibles que nutren la película de momentos, aunque tópicos, muy logrados, como el partido de baseball entre americanos y lugareños, por ejemplo. Esos estereotipos de la crew americana en contraste con las auténticas radiografías de los lugareños de Castilviejo constituyen, pues, un contraste que dará lugar a no pocas escenas, como ya hemos dicho, de innegable interés. Pero la parte del león se la llevan los trabajos de prospección, rudimentarios y chapuceros que, dirigidos por Félix Fernández, ¡Exijo poderes absolutos! , se reivindica frente a la cazurrería de sus socios en el proyecto, en calidad de sabio reconocido, irán de tropiezo en tropiezo hasta el éxito final…, que no es la bolsa de petróleo que los enriquezca, sino la bolsa de agua que alivia la gran necesidad del pueblo y promueve, a menor escala, la creación de una empresa que gestione su extracción, canalización y distribución. La película puede entenderse como una pobre versión de Bienvenido, Mr. Marshall, e incluso la presencia central en esta de Manolo Morán, abona esa posible intención de los creadores de la película, Pedro Masó entre ellos. A pesar de que entra dentro de lo posible que se quisiera explotar un filón tan estupendo como el que abrió Berlanga, la veta de ¡Aquí hay petróleo! es de menor calidad, pero garantiza, sin embargo, un perfecto entretenimiento y tiene, faltaría más, su perspectiva documental, sociológica, que engrandece la obra, porque la verdad de la vida popular, la autenticidad de los extras del propio pueblo, la arquitectura, la presencia imponente del gran castillo, amén de la trama empresarial de la obra, en competencia con los americanos, y los abundantes tipos, perfectamente dibujados en el guion, nos permite disfrutar, hechas las salvedades pertinentes, durante toda la película. Sí, es evidente que hay películas que solo por el año de realización casi merecen un visionado que nos permita comparar aquellos tiempos con estos, aquellos pueblos llenos de animales con los de hoy llenos de coches, aquellos campos de secano, con los regadíos actuales, que es en lo primero que piensan los lugareños cuando dan con la bolsa de agua en vez de petróleo: las ricas verduras de huerta que van a poder cultivar. No estamos ante una película imprescindible, pero Salvia es un perfecto artesano de obras con mucho arrastre popular, como lo demostró con Manolo guardia urbano y Las chicas de la Cruz roja, aunque su labor como guionista marcó indeleblemente otras como La gran familia, de Fernando Palacios, por ejemplo, con ese hallazgo del ¡Chencho! que grita afónico el abuelo Pepe Isbert, quien lo ha perdido en la Plaza Mayor.
A la sombre del éxito de Bienvenido Mr. Marshall y poco más tarde, los acuerdos políticos de 1953 entre Eisenhower, recién elegido presidente USA y Franco, permitiendo soldados y bases militares en España a cambio del reconocimiento político y diplomático del régimen a nivel internacional, a raíz de esos acuerdos la mirada cambia, ahora son nuestros amigos y surgen diversas comedias que aluden al amigo norteamericano, entre ellas, esta fábula rural, amable y desenfadada que bajo una aparente superficialidad de costumbres, subyace una interesante reflexión no exenta de mordacidad e ironía, de la mano del aplicado guionista (El judas, La gran familia) y director (Manolo, guardia urbano, Las chicas de la cruz roja) Rafarl J. Salvia.
Castilviejo es un pueblo caluroso, de secano y araganes, que presume de castillo y donde nunca ocurre nada, hasta que un día un grupo de americanos llegan a este pequeño pueblo castellano en busca de petróleo, la comunidad de vecinos se verá agitada por la irrupción de los forasteros y los intereses del oro negro. Aunque la lógica de la historia nos demostrará que existe otro líquido ecológico y natural superior a ese combustible contaminante. Se trata de una comedia coral esperpéntica que recrea perfectamente la idiosincrasia hispana frente a la visión que tenemos de la vida, de las oportunidades para emprender, del negocio propio aunque chapucero sin delegar en un tercero. En el contraste de culturas, afloran los tópicos: la siesta, el botijo, el mus, la verbena popular con el pasodoble, frente al póker, el whisky, el twist, el beisbol y la coca cola.
Dos genios entrañables de la comedia española como Manolo Morán que encarna a un campesino vago con alma de pícaro y Jose Luis Ozores, un tímido reprimido que se desvive por las féminas, así como un gran casting de excelentes secundarios que conforman un variopinto mosaico rural de boina calada. Esa ingenua desfachatez, ese cinismo campechano, esa apatía celtibérica, ese provincianismo patológico, ese mimetismo fulgurante es mostrado en toda su dimensión por estos actores que eran iconos de nuestra cultura popular y que tanto hicieron reír a nuestros mayores. Película divertida que encierra una mirada ladina sobre la ambición y la codicia de la naturaleza humana.
Zoilo Mendoza de Montesinos (Manolo Morán), propietario del casino de un pueblo de la Castilla árida y seca llamado Castilviejo, comido por las deudas y sin margen de maniobra para seguir aplazando el pago de estas ante la cada vez más acuciante presión de sus deudos y haberse quedado sin nadie a quien esquilmar con sus embustes y retorica charlatana (vamos, Manolo Morán en estado puro), ve el cielo abierto cuando se presentan en la huerta que posee a orillas del casino un grupo de norteamericanos que se presentan como prospectores petrolíferos que trabajan para la Murphy, Towsend and Murphy y le ofrecen 25.000 pesetas por comenzar a excavar en esa huerta en la que creen que puede haber petróleo y el uno por ciento de la explotación del posible yacimiento.
Zoilo, tras un conciambulo con la parienta, les pide un día para pensárselo y la numerosa troupe motorizada de americanos invade el pueblo mientras esperan que se pronuncie, tiempo en el que tras reunirse las fuerzas vivas y escuchar del ilustrado Don Fausto (Félix Fernández) la viabilidad de ser el pueblo el que explote y se beneficie del presunto tesoro, deciden invertir sus ahorros en la tarea y rechazar la oferta de los americanos.
Todo esto a modo de presentación durante los primeros minutos, a partir de aquí con loa americanos excavando profesionalmente por un lado, los lugareños haciéndolo bajo la batuta de un Don Fausto que se nos revela cono un juicioso trapisondista con bienintencionados intereses ocultos por otro, la convivencia entre ambos, y una subtrama amorosa en la que vemos a José Luis Ozores como el secretario del ayuntamiento encoñado por una atractiva americana y a la novia de este mas que enfurruñada, tenemos una amable y entretenida comedia costumbrista, que si bien recuerda en ciertos pasajes a la anterior Bienvenido, Míster Marshall! 1953 (sobre todo en la zarzuela que cantan los mozos durante una incursión de confraternidad que encubre espionaje industrial), dista mucho de contener la ironía y mordacidad de la joyita de Berlanga, ya que esta historia con guión de Rafael J. Salvia (también director) y Pedro Maso (productor), tira mas por el lado doctrinario de un régimen que estaba en plena carrera pantanistica (cosa muy loable por otra parte), ya saben, quien necesita petróleo teniendo al Caudillo inaugurando pantanos, pese a lo cual y ante esa recua de excelentes actores moviéndose por ese árido y muy castellano pueblo (rodada en el segoviano Turegano), a mi juicio resulta bastante interesante, por esto, y por lo que tiene de visionario documento histórico (8 años después, la realidad superaría esta ficción, con Repsol y la americana Chevron extrayendo petróleo en el burgalés pueblo de Sargentes de la Lora).