Anochece en la India
Sinopsis de la película
Ricardo decide ir a la India por tierra, como hacía en los viejos tiempos, cuando con su furgón recorría Europa, Turquía, Irán y Pakistán para llevar hippies a Oriente. Pero la situación ahora es muy distinta porque los últimos diez años los ha pasado en una silla de ruedas. En el viaje le compaña Dana, su asistenta rumana. Son dos seres solitarios con los que la vida tiene una deuda. El viaje se convertirá en la coartada para saldarla.
Detalles de la película
- Titulo Original: Anochece en la India
- Año: 2014
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
Película
5.3
87 valoraciones en total
Siempre es de agradecer que los directores, productores e industria en general tengan en cuenta y visualicen uno de los temas más olvidados de la historia humana, también en el presente: La Discapacidad. Estamos ante una película más acerca de la diversidad funcional, que cada día interesa más a los responsables de esta gran industria/arte.
Anochece en la India visibiliza el tema, nos lo acerca, asistimos a los problemas diarios de una persona que va en silla de ruedas, con sus limitaciones , su forma de vivir y sus relaciones con los demás, en este caso el protagonista es un cascarrabias repleto de amargura (Juan Diego) y la protagonista es su cuidadora (Clara Voda- genial en su papel en La muerte del señor Lazarescu-), ambos interpretan papeles memorables, todo un ejercicio de profesionalidad y un tour de force interpretativo.
El guión es ágil, la fotografía cuidada, los secundarios algo más flojos y la sensación de credibilidad que transmite el film es alta, presenciamos la lucha de dos personalidades solitarias contra sí mismas y contra su pasado, la profundidad psicológica de los personajes y la historia es notable.
Una persona con diversidad funcional en silla de ruedas con una dignidad inmensa y una inmigrante que ha vivido tiempos mejores también con una enorme dignidad conviven con dificultad: Bienvenidos al mundo de lo real, aquí no hay nada fingido o alejado del día a día, esto es algo con lo que conviven (convivimos) millones de personas.
Contrariamente a la opinión mayoritaria me gustó la película: Es un viaje hacia la luz, una visibilización de la Discapacidad, un acercamiento a la vida real con un plano final impecable lleno de significado, emotividad y belleza plástica.
La película aunque bien montada no tiene un gran desarollo la historia interesa poco y el director no intenta levantar la historia. Solo el buen hacer de sus dos actores un gran Juan Diego y una Clara Voda que hacen lo que pueden ante tanta inapetecencia. Solo la primera parte que se desarolla en España es mas interesante en cuando se sale de ahí todo va en suspenso. Es un film pasable nada mas por el buen hacer de sus dos actores como ya he dicho.
Anochece en la India
El primer film del documentalista Chema Rodriguez (Estrellas de la Linea) ha sido premiado en Málaga por la interpretación de Juan Diego y el montaje, a lo que el comentarista debe añadir,cierta descompensación y sobreactuacion, en un papel hecho a la medida. Quizá el problema de todo es la producción compartida rumano- sueca. Cinta con buen arranque y meandros finales que estropean el buen hacer de Clara Voda, Javier Pereira, Vanesa Castro y Linda Molin con Ken Appledorn. Dramático viaje al encuentro de uno mismo con añadidos que nada aportan, como el encuentro con la joven sueca, y que se aboca a un duro final terminal. Basada en la experiencia real de Lorenzo del Amo, que escribió Anochece en Katmandu. Al ser abandonado por su novia en los 70 comenzo a llevar hippies a la India a través de Europa, Turquía, Irán y Pakistan. Conocido como Marco Polo sufrió un accidente en el Niger quedando paralitico y posteriormente con una enfermedad degenerativa. Todo empieza con el viaje en busca de la juventud olvidada de un quisquilloso en silla de ruedas y su cuidadora rumana, lo mejor de la historia. Si quieren ira a la India desde Espanya en una road movie, no vayan en furgoneta. Se hace muy, muy pesado.
El batacazo del documentalista Chema Rodriguez en este su primer largo de ficción es monumental. Y lo es porque el material con el que cuenta a priori tanto en la historia como en sus interpretes daba para una gran película que Rodriguez y sus guionistas no han sabido escribir para el celuloide. Basada en una historia real, dos seres quebrados por la vida se agarran desesperadamente el uno al otro en un viaje donde la inmensa distancia es equiparable a la redención que buscan.
Mis comentarios o críticas o lo que sean tienden a la síntesis y poco puedo decir sino estar de acuerdo y resumir con su permiso la más extensa valoración que hace Juanma en Filmaffinity. A saber: Chema Rodriguez arranca bien y luego abandona el viaje. Inserta una historia en Rumanía que destroza al personaje femenino y hecha un jarro de agua fría a la trama. No acierta a empatizar con las tomas de carretera propias de las road movies. Son pocas y bastante sosas. Introduce personajes secundarios que no aportan absolutamente nada ni es capaz de darles dimensión. Los protagonistas están mal dibujados. Se sostiene por el digno montaje y las interpretaciones de Clara Voda y Juan Diego. Este último se ve obligado a rozar la sobreactuación para compensar sus carencias sobre el papel.
Lo dicho. Punto y amén.
La idea de utilizar el camino como metáfora del viaje interior y sanador de unos personajes posee ya a estas alturas una larga tradición cinematográfica y, qué duda cabe, un suculento atractivo para cualquier aficionado que busque en la experiencia de visionar una película la respuesta a no pocas dudas y preocupaciones que pueblan la existencia de cada uno de nosotros en la vida real. La road movie supone, por tanto, un importante gancho per se para los que entendemos el cine como una fundamental forma de expresión artística en perpetuo diálogo con la vida. Es por ello que la primera impresión que ofrece Anochece en la India ante su contemplación es francamente sugestiva, sobre todo por ofrecer desde su mismo planteamiento la posibilidad de viajar, física y emocionalmente, acompañados de un viejo hippie en silla de ruedas que decide reemprender un viaje a la India, a donde viajó con asiduidad en su juventud, como último episodio para una vida aquejada de una enfermedad terminal. Lo interesante, además del viaje en sí, será el hecho de que tendrá que ser acompañado por su asistenta rumana, cuyo carácter parece chocar abiertamente con el de nuestro protagonista. Sin embargo, una vez pasada la primera y breve etapa del viaje, Anochece en la India no tarda en defraudar nuestras entonadas expectativas.
Con un planteamiento inicial en verdad apasionante, la primera película de ficción del experimentado director de documentales Chema Rodríguez, abandona las posibilidades manifiestas de su premisa argumental ya en su primer giro de guión, donde la trama se encamina por una vía ciertamente inesperada, también con posibles, sí, pero a todas luces, dados los resultados posteriores, catastrófica para el devenir del resto de la función. Ese inaudito y desconcertante episodio ambientado en Rumanía priva al espectador de ver saciadas sus ambiciones de transitar por la carretera y le aboca a un infortunado estancamiento que el director y guionistas aprovechan para presentar a los personajes principales y sus conflictos de base, pero que se traduce pronto en un innecesario segundo comienzo, un nuevo arranque para una película que ya había comenzado a caminar (y muy bien) sin necesidad de entrar de forma tan explícita y premeditada a delimitar y configurar, a hacer tan patente, el entramado sobre el que se articulará el resto del metraje. Por ello, por la antinaturalidad con la que este episodio se ve insertado en la trama, la verosimilitud lograda por el filme en sus primeros minutos brilla por su ausencia a lo largo del posterior recorrido, precisamente por haber desaparecido esta del personaje femenino protagonista y lo de bonito y atrayente que tenía el film en su principio (el viaje en sí mismo) vuelve al primer término de importancia demasiado tarde.
Cuando Anochece en la India se vuelve a echar al camino lo hace ya de un modo tan forzado y precipitado que sus propias virtudes han perdido ya todo su valor. Para colmo, a lo largo de los sucesivos minutos, Rodríguez se empeña en desperdiciar las posibilidades de su idea original y del género al que ha de adscribirse su película, no parándose su narración ni a mostrarnos el viaje, que obvia por completo la carretera por la que circulan y sólo ofrece estampas del mismo entre dilatados diálogos en sus banales paradas, ni a utilizar el mismo como contexto catalizador en la confrontación de conflictos que subyace en la relación de sus personajes protagonistas, ni mucho menos a servirse de él para extraer la consabida metáfora que a todas luces pide una historia de estas características, como un viaje de reconciliación con la vida en sus postrimerías, a la postre un socorrido mensaje que bien expuesto y llevado hubiera podido dar sus frutos aquí. No, Anochece en la India malgasta sus aspiraciones y rellena el metraje con elementos ciertamente inspiradores, relacionados con el choque cultural en ese periplo por muy distintos y variados países, y hasta personajes secundarios que tras despertar un relativo interés en sus insertos (la chica sueca) se descubren pronto del todo innecesarios y prescindibles, deshaciéndose Rodríguez de ellos en la primera cuneta que se encuentra, sin siquiera haber mostrado la más mínima intención de sacarles partido.
Sin embargo, esta tara relativa a los personajes llamémosles accesorios es harto más acusada en el dibujo de unos personajes protagonistas, además, bastante mal escritos, sobre todo el que interpreta con notable intención y profesionalidad la actriz rumana Clara Voda, un rol ciertamente difícil de defender en su confusa amalgama de emociones y motivaciones y dentro del que la intérprete ha de luchar por dar verosimilitud a emociones tan superficialmente descritas sobre el papel que cuesta al final creerse que pueda existir personaje tan esquemático. A favor del visionado de Anochece en la India siempre jugará la baza de estar protagonizada por un maestro de la interpretación de la categoría del veterano Juan Diego, sin embargo, los resultados lanzan una lectura especialmente lastimosa sobre su rol, que sobre el papel posee muchas cualidades para convertirse en un personaje antológico en nuestro cine, pero en pantalla se muestra descrito en un nivel tan plano, tan falto de sustancioso relieve que incluso chirría, en ocasiones, la acometida del actor, cuya tendencia a la sobreactuación resulta aquí demasiado acusada, precisamente por el esfuerzo del intérprete por dotar de alma y verdadero relleno a un personaje que hubiera precisado, quizás, un nivel mayor de contención, visible en los mejores momentos de su interpretación, para alcanzar el ausente objetivo de conmover al respetable.
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