Andrés no quiere dormir la siesta
Sinopsis de la película
Andrés (Conrado Valenzuela) vive con su madre (Celina Font) y su hermano mayor en Santa Fe. Ella está separada de su marido (Fabio Aste), y la relación con su ex se torna cada vez más tirante. A raíz de un accidente, ella muere de manera repentina, así que tanto Andrés como su hermano Armando tendrán que irse a vivir con su padre y la madre de él (Norma Aleandro). La relación entre padre e hijos es rígida, aunque de manera inconsciente la guerra de poder se desatará entre Andrés y su abuela Olga, una guerra que desembocará en un hecho inesperado. Por otro lado, lindante a la casa familiar funciona un centro de detención clandestino, un secreto que todos conocen y prefieren callar.
Detalles de la película
- Titulo Original: Andrés no quiere dormir la siesta
- Año: 2009
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
6.1
57 valoraciones en total
Anoche escuche
varias explosiones
tiros de escopeta y de revólver
autos acelerados, frenos, gritos
ecos de botas en la calle
toques de puerta,
quejas, por dioses, platos rotos
estaban dando la telenovela
por eso nadie miró para afuera
avestruz…
Chicos jugando al policía y al ladrón, nada inusual a menos qué esto lo situemos en Buenos Aires en plena década del 70, chicos jugando juegos de grandes, (como en las películas) mientras grandes se comportaban como chicos (o peor).
La primera escena de Andrés no quiere dormir la siesta tensa la piel, esta cargada de una violencia (¿inocente?) donde un par de chicos juegan a divertirse, en un juego de buenos y malos, armas, esposas, gritos, corridas…ellos y nosotros.
Carlos Bustamante dirige este film con solidez, con un foco rígido, tenso y con una mirada qué se posa en la nuestra.
En plena época (la más atroz) de la dictadura militar en la Argentina transcurre esta historia, transcurre, y Bustamante lo quiere así, desde los ojos de Andrés un chico qué sabe qué algo ocurre a su alrededor, un chico qué a través de sus ojos (miradas) ve el miedo se su entorno, ese miedo qué se implanto en una sociedad qué su único pecado era ese, querer ser.
Con destacadas actuaciones, un guión sólido donde Bustamante no cae en lugares comunes, donde nos cuenta la historia desde un núcleo y las vibraciones de ese núcleo es lo qué nos permite sentir el rededor, sentir lo qué sucede en los entornos, donde los odios, temores y desconfianzas de sus personajes están a flor de piel, esa piel que descarnadamente quedo marcada a fuego, donde una historia (en y como muchas) logran (o por lo menos intenta) poner luz a porque somos como somos, o por lo menos, porque somos lo que nos parecemos.
Andrés no quiere dormir la siesta es un film notable, no presume, es una pequeña gran película en la cual el espectador se sienta a ver sin ninguna expectativa, sin ningún preconcepto, o mejor si, pensando que va a ver más de lo mismo, sobre un tema ya trillado en el cine nacional hasta el hartazgo, pero este no es el caso.
Aplaudo a Bustamante por esta historia y aplaudo a un pueblo por su memoria (aunque en muchos casos sea el rencor el que domina el sueño)
…a donde van los desaparecidos
busca en el agua y en los matorrales
y por que es que desaparecen
por que no todos somos iguales
y cuando vuelve el desaparecido
cada vez que lo trae el pensamiento
como se llama al desaparecido
una emoción apretando por dentro
En una atmósfera nostálgica y por momentos claustrofóbica, la película nos introduce en una ciudad argentina en los años setenta, vista desde la nostálgica perspectiva del recuerdo. En espacios que no van más allá de la vereda, la escuela o el campito de juego, la historia transcurre en los reconocibles años de plomo de la dictadura militar en esa época. Como un monstruo apenas entrevisto, los indicios externos son un dato en voz baja, una mirada temerosa, un portón vigilado, personajes armados ajenos al barrio que actúan por las noches.
Inconsciente de esto, Andrés vive con su madre separada y un hermano adolescente, mientras sus días transcurren acorde a los de un chico de su edad. La inesperada muerte del sostén familiar lo lleva a mudarse a la casa de su abuela Olga, sumisa y protectora. Allí convivirá con su padre violento y distante, mientras que sus progresivos descubrimientos y preguntas no encontrarán eco.
A la película de Bustamante le interesa registrar esa interacción de dos mundos opuestos: la frescura ambivalente de la infancia y el costado siniestro de una época. Dos extremos que sin embargo están muy cerca, porque en la rutina del barrio funciona un centro clandestino de detención, de cuya existencia nadie habla. En ese marco, mientras todos conviven con esa información convertida en un secreto conocido y negado, se construye la metáfora más fuerte de la película, la de la negación de todo el cuerpo social.
Manteniendo la mirada de Andrés por encima de cualquier otra, el relato no tiene siempre el mismo ritmo, es irregular, con momentos notables y otros simplemente buenos.
Lo mejor está en la reconstrucción de una época donde no hay celulares ni computadoras pero las incansables manos infantiles pulsan botones para armar figuras con piezas de distintos colores adentro del líquido encerrado en una cápsula.
Las pérdidas, descubrimientos y transformaciones del protagonista tienen su eco en el cuaderno escolar, un acertado leit-motiv que da unidad estética a la estructura de la película desde el mismo afiche, construido con caligrafia infantil. Unidad visual, muy trabajada cromáticamente donde predominan los sepias y pasteles agrisados. Los créditos se van deslizando como pasando las hojas de un cuaderno escolar, hasta el mismo cierre donde se instala un expresivo manchón sobre dibujos y palabras.