Crimen y castigo
Sinopsis de la película
Adaptación de la novela homónima de Dostoievski ambientada en la Finlandia actual. Un ex-estudiante de derecho irrumpe en el apartamento de un hombre de negocios y lo mata aparentemente sin motivos. En ese momento llega Eva y aconseja al asesino que escape.
Detalles de la película
- Titulo Original: Rikos ja rangaistus (Crime and Punishment)
- Año: 1983
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
6.6
23 valoraciones en total
Cuando, Fiódor Dostoyevski (Фёдор Достоевский), escribió al director de la revista, El Mensajero Ruso, ofreciéndole su nueva novela, Crimen y castigo, la describe como ‘la historia psicológica de un crimen’, una manera bastante precisa de definirla, puesto que la psicología tendrá dentro de la trama un peso bastante significativo. Preciso es leer, la magnífica novela de Dostoievsky, para acceder al gran acerbo de reflexiones y análisis que hace constantemente, sumado a las sagaces argucias de las que se sirven los protagonistas para salirse con la suya. Un placer exquisito de esos que nunca se olvidan.
>, el director finlandés, Aki Kaurismäki, tuvo que hacer otro tanto, y no sólo extrae lo básico de la novela, sino que la ambienta en Helsinki y cambia los nombres de los personajes… porque su filme va a tener algo de Dostoyevski -autor por el que guarda una profunda admiración- pero, mucho más de Kaurismäki.
> … pero, tengo que decirlo, ¡únicamente la novela es imprescindible!
Que, al teatro y al cine, les interesase luego, Crimen y Castigo, era de esperarse, ya que se tiene aquí una trama tan bien desarrollada que no deja a nadie sin sorpresas y que además llega a palpar fibras muy íntimas. Pero, la extensión de la novela obliga, a los directores, a prescindir de personajes y hechos que, siendo tan importantes como los protagónicos, harían muy extensos los guiones y sobrepasarían el tiempo considerado para tales medios.
Para su versión de <
Los hechos comienzan cuando un joven llamado Antti Rahikainen, decide asesinar a un hombre de negocios llamado Kari Honkanen. Causal: Ninguna … aunque existe un antecedente que, de alguna manera conecta a la víctima con su victimario. Una joven, Eeva Laakso, será testigo del hecho… pero, va a sentirse atraída por ese joven solitario que quiere demostrar que las cosas no son siempre tan simples como las autoridades suponen.
Las actuaciones de Markku Toika y Aino Seppo, calan con su naturalidad y carisma y fácil es terminar arrastrado por las andanzas de este par de soñadores que, sin saberlo el uno de la otra, apuntan a propósitos marcadamente distintos y, en definitiva, es fácil concluir que son dos seres olvidados, ávidos de probar que existen en una sociedad donde las instituciones del Estado ven acciones y, muy escasamente, motivaciones.
Tras haber ejercido diversos oficios -entre ellos el de cartero y Crítico de Cine-, Aki Kaurismäki se unió a su hermano Mika para constituir una compañía productora y distribuidora de cine, a la cual llamaron Villealfa (en honor a la película Alphaville de Jean-Luc Godard) y su primera realización fue el documental, Saimaa-ilmiö (1978), donde se grabó el celebrado tour de tres bandas de rock finlandesas en los alrededores del lago Saimaa. Ambos hermanos se acreditaron como directores y el filme tuvo una muy buena acogida.
Llega, entonces, a manos de Aki Kaurismäki la impactante novela de Dostoyevski y acordándose de que, Alfred Hitchcock, había aceptado no ser capaz de meterle el diente, él decidió asumir el reto y lo logrado resulta fresco e interesante y, siento que el mérito está en que Kaurismäki -el guion es suyo y de Pauli Pentti-, hace su puesta al día con situaciones que reflejan el presente de su tierra natal, con diálogos muy propios donde se conserva la pulcritud del cine clásico sin lugar para jerga alguna.
Creo que les resultará grato ver este, <
No ha oscurecido todavía y un crimen se comete en un apartamento.
No te consterna puesto que no sabes quién era el criminal ni el asesinado, pero te impresiona la sangre fría e indiferencia del que sigue vivo. Continúa allí, tras el asesinato, y recoge unas cuantas cosas. Se sienta con calma y, de pronto, ante la mirada impasible de una persona que acaba de llegar, empieza a dialogar con ella. Parece que aquí todo es gélido y seco.
A partir de ese instante, los personajes empiezan a salpicar la trama y dejan tras de ellos un hervidero de situaciones que ponen al espectador en liza, y le advierten lo incómodo y desconcertante que podrá llegar a ser el trayecto a partir de ese momento.
Cada vez que, entre ellos, surge un diálogo, resulta parco y directo, acompañando ese minimalismo de Kaurismäki que jamás alarga una conversa más de lo necesario, jamás reitera ni una sola de las palabras ya dichas.
Lo mejor de todo, es que acorde con esos trechos, las relaciones entre sus personajes apenas obtienen un desarrollo palpable, y eso es lo que la hace todavía más grande. Observamos como se relacionan entre ellos, pero apenas atisbamos a ver como maduran esas relaciones, logrando así que lo que podría resultar inusitada curiosidad hacía otro tipo de temática quede estancado. Debido a ello, su protagonista delibera entre lo que le dicta su conciencia y lo que verdaderamente desea él, logrando que ese conflicto de intereses juegue como una baza increíblemente bien conseguida para lograr que en Crimen y castigo jamás se palpe la soledad de su personaje, sino la pura contradicción de alguien que se debate ante una cuestión de integridad, sin ni siquiera pensar en el fondo de la cuestión, sólo en su objetivo. Un objetivo que arranca con seguridad, y queda deformado hasta tambalearse como una declaración de intenciones sin demasiado peso, sin demasiado rigor, ante la fuerza de alguien que ha podido más que todo aquello en lo que nuestro personaje creyó.
Para su primer largometraje, Kaurismäki se fija de reojo en su maestro Bresson y, como él en Pickpocket , adapta (pero al Helsinki de los 80) el argumento de Crimen y castigo : el pulso entre el criminal que por frialdad intelectual se cree con patente de corso para el delito, y el policía que le acecha pacientemente con propósito de enjaularle, mientras en un segundo plano la joven a quien corresponde en teoría el papel de redentora se mantiene a la expectativa.
La adaptación no es precisamente tímida: en la primera escena, interior de un matadero industrial, unos carniceros descuartizan reses mientras suena una versión pop de la Serenata de Schubert ( Somos ángeles del cielo, sin paraíso… ).
Y el final es marca de la casa.
Entre medias, la narración escueta y diáfana, eficaz y absorbente, con un estilo personal que en esta primera cinta es ya perfectamente reconocible, humor fiero y seco incluido.
Se reconoce inmediatamente la esencia de una de las más universales novelas. Tan inquietante e inescrutable que sus innumerables matices asombran, porque Dostoievsky reprodujo las retorcidas profundidades humanas con escalofriante fidelidad. Un joven estudiante muy pobre y solitario comete un asesinato, en un principio movido por los objetos de valor de la víctima, pero en realidad por móviles más viscerales, complejos, quizás por un instinto sádico y depredador que anida en su subconsciente, o por un impulso de desafío, el grito de protesta de un patético y sombrío desgraciado que se muere de hambre y soledad y que busca un reto, un autocastigo, demostrando que es aterradoramente fácil cometer un crimen ante las narices del mundo, perder el alma y que siga amaneciendo como si nada, reduciéndonos a piojos devorados de indiferencia que en último caso dependen de su propia moral, de su propio sentido de la justicia, o del sinsentido. En el crimen de Raskolnikov está implícito su castigo personal, el que él se autoinflige, y también deja en evidencia que la justicia institucional es alarmantemente insuficiente ante los precipicios de la psique humana.
Un plano inicial repugnante abre la película, en el que una cucaracha se mueve por una tabla de carnicero con los ruidos de sus patas y antenas amplificados y acaba decapitada por el pesado cuchillo de Raikainen, quien corta y despieza con displicencia la carne en una gran nave industrial. No charla con los otros empleados y realiza su trabajo como realizaría cualquier otra tarea insignificante, y se encuentra una gran similitud entre la frialdad de su entorno, su rostro inexpresivo y la muerte de ese asqueroso bicho entre los repulsivos trozos de carne ensangrentada destinada a la venta y consumo. Al acabar la jornada, se riega todo a manguerazos, el agua rojiza se desliza hasta los desagües del suelo y los pedazos que habían sido animales quedan colgando de los ganchos, aguardando al monótono día siguiente.
Con este bofetón metafórico Aki inaugura la particular visión kafkiana de la humanidad que ha incluido en este largo, y que se continúa con la estéril historia dostoievskiana de Raikainen-Raskolnikov, ex-estudiante inteligente carcomido por la desidia de la vida, inquilino de un cuartucho miserable, acompañado de cigarrillos, un individuo tan gris que, sin nada más que perder, decide asesinar a un hombre que tuvo algo que ver con él en el pasado. Se muestra ambiguo, punzante y desafiante con la policía, da vueltas en torno al lugar del crimen, deja pistas adrede, sometiendo a la autoridad a su juego, burlándose de ella, dejándole claro que la sentencia ya la cargaba él dentro, quien no tiene miedo al abandono y el ostracismo social porque ha vivido en él siempre. Su extraña relación con Eva-Sonja, la única testigo ocular de los hechos, la dualidad rechazo-compasión, amor-desdén, atracción-miedo, gravita en torno al misántropo homicida.
Versión muy libre. El libro de Dostoievski es en gran medida, como toda su obra, un libro de personajes, cada uno florece y revienta con abrumador esplendor. Este director finlandés extrae y versiona algunos de estos, unos mejor que otros, dentro de las influencias del cine europeo del momento. Yo me quedo con la versión y las interpretaciones del inspector que le acecha con calma y algo quizás de admiración, y con el correspondiente al Svidrigailov original, quizás la trama más lograda.