Amén
Sinopsis de la película
Dos sistemas: por una parte, la maquinaria nazi y, por otra, la diplomacia del Vaticano y de los Aliados. Pero dos hombres luchan desde dentro. El primero es Kurt Gerstein (personaje real), químico y miembro de las SS que se encarga de suministrar el gas Ziklon B a los campos de la muerte. Pero eso no le impide denunciar los crímenes nazis a los aliados, al Papa e incluso a los miembros de la Iglesia alemana a la que pertenece, jugándose de este modo su vida y la de su familia. El segundo, Ricardo, es un joven jesuita que representa a todos los sacerdotes que supieron oponerse a la barbarie, pagando muchas veces con su propia vida. Kurt Gerstein sabía lo que estaba ocurriendo y quería que el mundo entero también lo supiera. La película denuncia la indiferencia de todos aquellos que sabían lo que estaba pasando y decidieron callarse.
Detalles de la película
- Titulo Original: Amen
- Año: 2002
- Duración: 132
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Opinión de la crítica
7.1
98 valoraciones en total
Sobre la escalofriante denuncia del holocausto judío no comentaré nada, no porque no me haya gustado, sino porque sería repetir la única opinión que puede tener al respecto un ser humano.
Me interesa ahora hablar de la Iglesia. Algunos dicen que su actitud en esos años de guerra puede justificarse por motivos diplomáticos. ¿Qué sentido tiene ocultarle a los católicos lo que está sucediendo con los judíos? En esta película el Papa llega a decir algo así como es por su bien, para no atormentarles aún más, ya tienen bastante con los bombardeos que sufren . Sí, pero si hubieran sido católicos los exterminados, rápidamente habrían denunciado los hechos para que los religiosos alemanes se sublevaran. ¿No predica la Iglesia que el mundo será de los justos?, pues que empiecen por ser justos ellos, ayudando a los que realmente lo necesiten, sean o no cristianos, y que luego sea Dios quien disponga. Históricamente han matado a todo el que se les ha interpuesto, nunca han ayudado a los que realmente lo han necesitado si sus intereses, generalmente materiales, peligraban, ahora dicen que el limbo no existe porque Dios, en su infinita misericordia, llevará a los recién nacidos al cielo directamente, estén o no bautizados (un poco tarde para darse cuenta de eso, ¿no?)… ¡¡¡Mentirosos!!! ¡¡¡Farsantes!!! ¡Vended vuestros anillos de 24 quilates y dejad de atiborraros con cordero asado!
Gracias, Constantin (o Kostas, como prefieres que te llamemos), por no dejar que estas injusticias caigan fácilmente en el olvido. Tienes unos cojones que parecen melones.
PD: Mi encono va dirigido contra las altas esferas eclesiásticas y contra algunos curas cínicos (pederastas, racistas, asesinos, terroristas, etc.), no contra esos pocos altruistas que quedan, que me parecen víctimas inocentes de una lavado de cerebro efectuado desde su más tierna infancia. Y, naturalmente, son extensibles a todo tipo de instituciones religiosas de cualquier credo que predican la justicia y la compasión y luego se hacen las desentendidas ante los problemas ajenos.
Provengo de familia eclesiástica por parte de padre. Mis tíos me han contado auténticas barbaridades. En mi familia sólo es creyente mi madre (para lo que le conviene), pero a los demás, nos resulta imposible.
Destaco un par de pequeños detalles que me gustan de la película:
El juego de escenas de los trenes cada pocos minutos indicando que la maquinaria de muerte no cesa ni un momento, mientras la diplomacia siempre es tan lenta.
Es contundente sin necesidad de mostrar imágenes explícitas y sin caer en el recurso fácil de convertirse en una película lacrimógena .
El film fue estrenado en el año 2002, siendo una de las últimas obras del realizador Constantin Costa-Gavras. Una vez más, Gavras deja patente en otra de sus películas su labor de denuncia social e histórica.
En ésta película, Gavras nos introduce en el contexto histórico del nazismo. Más en concreto, relata la relación existente entre la Iglesia católica y el régimen nazi.
Los dos personajes de los que se sirve el realizador para introducirnos en la situación son Kurt Gerstein, un oficial de la SS encargado de suministrar el gas letal a los campos de exterminio nazi, y Ricardo Fontana, un joven jesuita hijo de uno de los más fieles ayudantes del Papa.
A través de ellos dos, Gavras nos muestra dos procesos distintos. Por un lado, mediante el personaje de Gerstein, el realizador nos transmite el horror de la barbarie nazi.
Es difícil imaginar un miembro de la SS con tan gran solidaridad como Gerstein, sin embargo su actuación nos parece real y nos hace sentir. A pesar de que Amén no sea un film que destaque por sus escenas explícitas en lo referente al aniquilamiento de millones de humanos en éstos campos de exterminio, si es cierto que el rostro perplejo e impregnado de dolor que se le queda a Gerstein cuando mira a través de la mirilla, es el mismo rostro que se me queda a mí. No es necesario nada más para reflejar el grado de locura y extremismo al que llegaron los nazis. La simple cara de conmoción de un oficial de la SS como Gerstein tras haber visto dicha atrocidad es suficiente. Un químico como él, que en ningún momento pensaba destinar su gas a dicho fin, llega incluso a arriesgar su vida y su rango a lo largo de la película para luchar por aplazar el aniquilamiento de numerosos judíos, lanzándose a una búsqueda por la salvación de millones de personas a los que el régimen nazi había puesto en su punto de mira.
Gerstein cree que la humanidad debe conocer dicha crimen, y encuentra el apoyo fundamental para la búsqueda de dicha salvación en el otro personaje principal, Ricardo Fontana.
Soy de la opinión de que ante ciertos hechos de la vida, muy mal tienes que estar para necesitar que venga un director de cine a revolverte las tripas ante la barbarie y la sinrazón del ser humano. Si se tiene lo que hay que tener, se llega a la enésima película con las tripas bien revueltas de antemano, dispuestos nada más y nada menos a que un veterano del cine revoltoso como Costa-Gavras te provoque si acaso un amago de náusea.
Pero Amén consigue meter un dedo hasta el fondo de la garganta apuntando a dos impulsos de una misma arcada: por un lado, los crímenes del nacionalsocialismo alemán y por otro, el papel que desempeñaría el star system católico en todo aquel tinglado. Para entendernos, el tejemaneje vaticano, su pasividad, su servicio hacia los propios intereses y su nefasto papel como representantes de una religión que proclama aquello del amor al prójimo. También algunos curas buenos y algunos nazis majos, que como ya se sabe el cine denuncia de nuevo milenio ha de ser como el escaparate de otoño-invierno del Zara, una exposición de grises con un toque frugal de negro.
Pero no tan grises: Costa-Gavras nunca ha sido de andarse con sutilezas y hoy día se agradece que un mensaje llegue con tal claridad y con tal fuerza. Sobre todo cuando el mensaje arroja una luz preocupante sobre una institución con demasiadas caras. Que el propósito se cumpla con tal eficacia que no resulten relevantes los méritos técnicos de una película, demuestra sin lugar a dudas que ante la barbarie y sinrazón del ser humano, nunca se tienen las tripas suficientemente revueltas.
Cierto, tiene sus fallos, pero sólo por su atrevimiento y honestidad esta película debería ser bien valorada. La gente la ataca demasiado en el aspecto técnico (cosa que no entiendo, porque ahí es más que correcta) y no se dan cuenta que lo importante de Amén es su mensaje, un mensaje arriesgado, ya que yo por lo menos no he visto muchos films que se atrevan a criticar de modo tan abierto el papel de la iglesia en la II Guerra Mundial, y menos aun con un cartel tan transgresor, mostrando una fusión entre una esvástica y una cruz.
La película escapa del sensacionalismo barato que tan habitual es en el género para hacer una historia seca y sólida, con buenos diálogos y ritmo agradable. Lo fácil hubiera sido centrarse en los Judíos y sus penurias y esperar los aplausos de la crítica, pero no, Costa-Gavras va mucho más allá y a lo largo de la película se dedica a algo mucho más necesario: Denunciar la hipocresía.