Amaren eskuak (Las manos de mi madre)
Sinopsis de la película
El precario equilibrio existente en la vida de Nerea se derrumba de repente cuando su madre tiene que ser hospitalizada en un estado de amnesia total que la instala en el pasado. Nerea se siente culpable por no haber reaccionado ante los primeros síntomas de la enfermedad. Su madre no la reconoce, pero le pide con insistencia que la lleve al faro y llama en sueños a un tal Germán. Todo ello permitirá a Nerea descubrir aspectos desconocidos de la vida de su madre.
Detalles de la película
- Titulo Original: Amaren eskuak (Las manos de mi madre)
- Año: 2013
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
5.8
41 valoraciones en total
Estrenada de tapadillo, con muy pocas copias en circulación, llegaba a las salas el viernes pasado Amaren eskuak (Las manos de mi madre), el debut en la dirección de largometrajes en solitario de Mireia Gabilondo, basada en la novela homónima de Karmele Jaio, sobre una ocupada periodista que siente el derrumbe de su vida cotidiana tras la hospitalización de su madre, aquejada de una falta irreversible de memoria. Desde ese momento, la protagonista, Nerea, deberá lidiar no ya sólo contra sus fantasmas interiores sino también con los de su madre, anclada en un tiempo pasado que Nerea desconoce. Hasta aquí todo muy bien, pero a uno le da la sensación, pasado el primer tercio de la cinta, de que todo lo que acontezca a partir de ahí ya lo ha visto antes en algún que otro sitio.
He aquí el gran problema de Las manos de mi madre, que su historia, por mucho que esté adaptada de una novela, no nos pilla por sorpresa en ninguno de sus puntos. Tenemos a esa hija hiperocupada que apenas advierte la escasa atención que les dedica a su marido y a su hija pequeña, a la que, de buenas a primeras, se le aparece otro fantasma (este su pasado) y la incertidumbre sobre qué hacer y cómo reaccionar se le entrecruza con la impotencia de compaginar su vida laboral junto al cuidado en el hospital de su madre enferma. Ésta y sus fantasmas le darán las claves oportunas para que Nerea termine comprendiendo el sentido de su propia existencia y comience a reorganizarla buscando el bienestar largamente descuidado. Así, lo que prometía ser una película intimista y emocional, termina pareciéndose mucho al típico melodrama de superación personal cuyo desarrollo y desenlace ya nos sabemos de memoria.
Del mismo modo que sucedía en otra película reciente del Cine Español como En la ciudad sin límites (2002), de Antonio Hernández, en Las manos de mi madre una hija deberá desentrañar el pasado oculto de su progenitora, tarea que le servirá de reflejo de su propia vida y la ayudará a encauzar sus propios desajustes. Sin embargo, mientras en la cinta de Hernández se abogaba por un tratamiento cercano al thriller psicológico que invitaba al espectador a fascinarse por los descubrimientos de su protagonista, en la película de Mireia Gabilondo se opta por contar la misma historia desde una óptica demasiado ternurista, tratando de reforzar el componente emocional de una trama que por obvia pierde cualquier posibilidad de empatizar con el espectador, por mucho que la estupenda composición de Pascal Gaigne apele sensiblemente a removernos por dentro.
Quedan, eso sí, el retrato más o menos veraz de la vida compartida en la fría estancia de un hospital y unas intenciones en verdad loables al querer abordar una enfermedad como el alzheimer desde una perspectiva completamente alejada del drama y la tragedia que siempre la acompañan, lo que salva a Las manos de mi madre de merecer la invisibilidad a la que parece estar condenada. Eso y el oficio de su realizadora, que sin virtuosismos técnicos, logra contar algo mil veces visto sin pecar de estridente o artificiosa, a través de una planificación sosegada, en algunos momentos sumamente elegante, y sin perder ritmo en toda la película. En lo que respecta a sus actrices, es justo reconocer la entrega de su protagonista, Ainara Gurrutxaga, y su predisposición a exponer sin tapujos ante la cámara las dudas, el dolor y la culpa padecidos por su personaje. Son destacables también los trabajos de Esther Remiro, como la madre enferma, y de Loli Astoreka, en el papel de la tía que vuelve desde Alemania con la intención de echarle una mano a su sobrina y que termina convirtiéndose en indispensable a la hora de reconstruir el pasado oculto de Luisa. Pero sobre ellas, siempre quedará la profesionalidad de una Vicky Peña, en un papel de colaboración, ingrato por su escaso protagonismo en pantalla, pero que pone de manifiesto la categoría de una actriz para la que ningún papel es pequeño.
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