Aguas tranquilas
Sinopsis de la película
Los habitantes de la isla de Amami, viven en armonía con la naturaleza, están convencidos de que en cada árbol, cada piedra y cada planta vive un dios. Una tarde de verano, Kaito descubre el cuerpo de un hombre flotando en el mar. Su amiga Kyoko le ayudará a descifrar el misterio. Crecerán juntos, aprendiendo a ser adultos, descubriendo los ciclos de la vida, la muerte y el amor.
Detalles de la película
- Titulo Original: Futatsume no mado (Still the Water)
- Año: 2014
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
6.6
95 valoraciones en total
Película fallida y decepcionante, se mire como se mire. Contiene una premisa interesante y que podría tener un público cómplice y agradecido. Propone una evocación mágica y ensoñada de una isla mítica que fluctúa entre la fantasía intemporal y la concreción del ritual iniciático del tránsito de la adolescencia de dos jóvenes nipones, envueltos en un oscuro y enigmático crimen que trata de aportar dosis de intriga donde no hay más que evocación fantasiosa y asociación de ideas y sensaciones biográficas o telúricas. La amalgama no funciona porque no acaba de haber una dirección clara, ni una propuesta definida, ni un objetivo reconocible. Es como si asistiéramos al diario íntimo de su directora, incapaz de definirse o decantarse y sus dudas se trasladan al espectador, que asiste indefenso y hastiado a la dispersión obtusa de la propuesta.
Y lo más trise es que la cinta contiene una escena excepcional, excelente, inolvidable y casi sublime: la dolorosa agonía y muerte de la madre del protagonista. Es un prodigio de sensibilidad, puesta en escena, delicadeza, calidez y amor. Emocionante y arrebatadora desde que da inicio hasta que concluye. Pero resulta un pegote ajeno al resto del agotador metraje, sórdida sucesión de imágenes sucias, complicadas, donde se hurta información, se cercena las expectativas y se manipula la acción con el único objetivo de crear un interés del cual carece, aparentando profundidad donde sólo hay vacuidad estéril. Tanta elaborada nadería acaba irritando y hace olvidar (y lamentar) la prodigiosa escena de la madre moribunda, indigna de formar parte de este engendro.
No veo forma alguna de salvar el resultado final. Ni de recomendar su visionado, ni de sugerir bondades en las que no creo, ni de pretender que me he quedado embrujado por una propuesta diferente y contracorriente. Pues no. Sencillamente me parece que la tenue trama de los adolescentes enamorados es un mero pretexto narrativo para hilvanar una sucesión de imágenes y evocaciones inconexas, arbitrarias y presuntuosas, apenas disimulando la falta de hilo narrativo coherente, apenas ocultando las costuras de un traje fallido que no da la talla, incapaz de zambullirse en el catálogo sensual de imágenes evocativas e incapaz de prescindir de una supuesta narración que no por fallida e indigesta se hace perdonar.
Una solemne y atildada decepción. Quizás haya una auténtica autora tras la cámara y el guion, pero a mí me ha aburrido hasta la desesperación. Prescindible.
La vida sale al encuentro de Kaito y Kyoko, y estos dos adolescentes sienten pero no entienden lo que sucede a su alrededor. Tienen toda la energía del mundo para amar, pero también toda la incertidumbre de no tener el calor humano o de equivocarse. Él ha sufrido el divorcio de sus padres, y sus silencios son reflejo de un dolor interior y de un miedo a lo desconocido. Ella tiene a su madre en estado terminal y no comprende la muerte porque está llena de amor a la vida. Por otro lado, Kaito y Kyoko se quieren pero la confusión emocional les atenaza, sobre todo al primero. Su juventud contempla la hermosura y fuerza del mar pero también sus peligros y amenazas. Educados en ambientes familiares distintos, Kaito se retrae de salir a nadar o practicar surf mientras que Kyoko lo hace con la libertad que le da el cariño que ve en sus padres.
Naomi Kawase nos retrata ese despertar a la vida con una película tan atractiva y sensual como reflexiva y profunda. Aguas tranquilas respira el frescor de la naturaleza y también el de la adolescencia. Parte la directora de realidades muy sensoriales, y el espectador siente el viento o la energía del mar, huele la vegetación de una creación vigorosa o contempla deslumbrada la puesta del sol y la llegada de la oscuridad. Abundantes imágenes cargadas de valor metafórico para hablarnos de la vida, con el amor y la muerte en un ciclo sin término… porque la Madre se lleva a cada cual a su tiempo, para seguir viviendo en el más allá. Los jóvenes protagonistas se encuentran con nuevas realidades y el desconcierto se adueña de su voluntad para impulsarlos a cantar o amar en un caso, o a rebelarse y enfurecerse en el otro.
Extraordinarias interpretaciones de todo el reparto y perfecta sintonía entre ellos. A los silencios y actitud malhumorada de Nijiro Murakami responde Jun Yoshinaga con la dulzura de su rostro o de su voz. La escena de Kyoko con sus padres en la terraza de la casa es ciertamente entrañable y placentera, mientras que la secuencia coral de la agonía resulta antológica, de lo mejor que el cine ha recogido a la hora de tratar la muerte. Si el aspecto visual y la puesta en escena destaca por su elegancia y trascendencia -no queda reducido a un esteticismo vacuo-, la fotografía se nos presenta como fascinante y sugestiva, los diálogos respetan los tiempos del drama y de la intimidad en un equilibrio admirable, y la estructura circular del guión da sentido a ese periodo de aprendizaje donde la energía para vivir se toma del amor o de la ola del mar.
En Aguas tranquilas hay sensibilidad a raudales y hondura de pensamiento, que nos son presentadas con ritmo pausado y muchas referencias al ciclo de la naturaleza, que en ocasiones pueden parecer crípticas pero que hablan de una verdad universal. En esa isla japonesa todo sucede en el interior de los personajes, y lo exterior apenas se apunta para dinamizar su proceso de maduración. Por eso, el espectador debe disponerse a contemplar ese paisaje y a relacionarlo con lo que sucede en el corazón de Kaito y Kyoko, a ver la película sin prisas pues estamos ante un espectáculo para los sentidos. Entonces, disfrutará de la experiencia de haber estado en la cresta de la ola, que es lo mismo que estar en la esencia de la vida. Hay, en definitiva, mucha poesía, espiritualidad y sensibilidad en esta propuesta venida del Extremo Oriente.
No puedo añadir mucho más porque el título de esta crítica define muy bien lo que uno puede experimentar al ver esta obra de arte, tan sutil, llena de femineidad, emociones, naturaleza, calor y dolor, metáforas y profunda reflexión sobre la vida y la muerte. No se hace pretenciosa en ningún momento, y la única banda sonora es el sonido del viento , el mar y la lluvia, exceptuando la preciosa melodía del final. Obra maestra absoluta para mí. Totalmente imprescindible y hermosa, y probablemente la película más profundamente oriental que he visto sin pretensiones.
Islas Amami, Japón. Película que se centra en una pareja de adolescentes y sus entornos familiares. Kaito (Nijirô Murakami) es el chico, es originario de Tokio, llegó con su madre a esa isla luego de que ésta se separara de su padre. Casi no la ve por el trabajo que tiene y por sus constantes encuentros amorosos. Por otro lado, tienen gran afinidad con su padre a pesar de que está lejos.
Kyoko (Jun Yoshinaga) es la chica, vive con sus progenitores, su madre quien es una especie de chamán en este pueblo muy costumbrista, tiene una enfermedad terminal. A lo largo de los 120 minutos ambos irán descubriendo las distintas aristas que pueden representar el amor y la muerte, todo en un entorno donde la naturaleza tiene mucha importancia, tímidos, curiosos, pensativos, exploradores.
La directora realiza un juego con la situación familiar de los adolescentes, el excelente matrimonio de los padres de Kyoko (y su buena relación con ellos), contra la relación quebrada de los padres de Kaito (que se lleva bien con su padre, no así con su madre, entra también aquí el tema de la distancia, sea física o emocional). Los dos tendrán un vacío de la figura materna, ambos las confrontan desde lo que cada uno vive.
Algo para destacar del film es el entorno natural de las locaciones, Kawase no se cansa de mostrar esto y de enseñar la inmensidad del mar, la calidez de la vegetación, los viajes en bicicleta de los chicos muestran esto incesantemente, hay una convivencia perfecta con ella. La cual a su vez tiene vida, es la madre naturaleza, aquí se refleja claramente en lo que acabo de mencionar, ¿qué pasa cuando Kaito enfrenta a su madre? ¿cuál es la reacción de Kyoko en ese momento debido a lo que ella misma está viviendo en su familia?
La directora logra crear una atmósfera que se siente totalmente diferente, hay algo que maravilla en el relato, quizá la inocencia de sus protagonistas, la belleza visual del film, la fuerza de los diálogos o las interpretaciones, ese sentir de algo sobrenatural que va más allá de lo que vemos, sin caer en aspectos religiosos que entorpezcan el relato, más con un índole espiritual de búsqueda de la felicidad, que es el sentido final que debe tener la vida o lo que se aspira alcanzar.
Dos adolescentes con problemas muy diferentes en sus familias van buscando respuestas juntos, se enfrentan a la muerte desde distintos puntos de vista y de igual forma en lo que respecta al amor y lo que este conlleva, desilusión, deseo, esperanza, duda, satisfacción. Todo esto la realizadora logra transmitirlo con una intensidad inimaginable. No es un film moralista, no es pretencioso, no quiere vender la idea de que todo es positivo, es un film sobre como afrontar la vida, como superar obstáculos, como llegar a ser feliz.
Es una película que llega en el sentido de ser muy sentimentalista, claro un sentimentalismo que no es gratuito, que es consecuente con la estructura y lo que nos quiere contar la directora quien funge como guionista. Le ayuda mucho que está realizada de forma muy natural y honesta, hay planos largos que sirven para compenetrarnos. Todo esto se ve muy reflejado en una secuencia vital en la que participa la madre de la chica la cual es triste pero hermosa, nostálgica.
Futatsume no mado es una obra sin duda muy intimista, que hay que verla con calma y prestando mucha atención a los detalles, un film conceptualmente muy enriquecedor en torno al amor y la muerte, que logra transmitir de forma perfecta las tradiciones presentes en este paradisiaco lugar donde se contextualiza el trabajo, una gran película.
Naomi Kawase nos trae un drama, lento, muy lento, con una historia sosegada, pero descafeinada, con mucho sentimentalismo y trascendentalismo, solo apta para fans y curiosos, y es que no aporta nada nuevo, y mucho menos hará fans con ese ritmo y esa visión tan melancólica que la propia directora posee y que tantas ganas tiene de plasmar en la gran pantalla.
Una isla, japonesa, donde el viento silba cada día, sus habitantes bailan al son de la tranquilidad, pero como en la vida, el drama se presenta de múltiples formas, como olas que acaban muriendo en la costa, los sentimientos van aflorando con el tiempo, y las palabras van cayendo al son de la música, unos jóvenes despiertan del sueño de la juventud para ascender al de los adultos, donde el mundo gira a otro ritmo, este es film de Kawase, un film bastante personal, plagado de ideas y sentimientos de la propia autora.
Lo mejor, el sonido, el ir y venir de las olas, el golpear del viento, las cigarras, el cáñamo, el silencio, el movimiento de los árboles y por supuesto, la música, adulterada por aficionados, pero pilar central de la obra.
Podría mejorar, tanto las actuaciones de las jóvenes promesas, muy faltas de carácter y por supuesto, la dirección y el empuje de un ritmo más vivaz, para que la linealidad del aburrimiento no destaque sobre el resto.
Lo peor, que la he tenido que ver.
Un puntazo: La escena de la cama moribunda, no parece de Kawase, si no de Miike.