After the Fall
Sinopsis de la película
Un agente de seguros en paro oculta su despido a su familia y se embarca en una vida criminal para llevar el pan a casa y poder pagar la hipoteca. Ambientada en los suburbios de Nuevo México, sus casas al borde del desierto y sus piscinas parecen esconder la desesperación de una clase media a la que el sueño americano ha dejado tirada y a la que solo queda el conformismo como fórmula para la felicidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Things People Do (After the Fall)
- Año: 2014
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
5.1
100 valoraciones en total
Bill toma nota de los destrozos a un coche para dar parte al seguro.
Un encargado cercano le guiña un ojo cómplice mientras le identifica como, efectivamente, un encargado de la aseguradora.
Entonces Bill sonríe, recoge sus notas, va a casa y juega con su mujer e hijos en la piscina, retratando la viva imagen de la prosperidad de clase media.
Así de fácil ha sido engañarnos, y así pasa Bill su jornada laboral: ocupado, aparentando, combatiendo la apatía con falsa seguridad.
Porque Bill no tiene un trabajo, y solo cuenta las horas hasta que pueda recoger a sus hijos en el colegio, y volver a la tranquilizadora seguridad de un matrimonio cualquiera.
After the Fall se convierte, a través de sus ojos, en una meditación sincera y hasta poética de esos trabajadores que un buen día se encuentran al margen de un sistema en el que luchaban por integrarse, sin ninguna oportunidad de volver al ruedo.
Pasan los días, y una solución no aparece.
Se puede ver en la sutil actuación de Wes Bentley que Bill cree en su papel como cabeza de familia, siendo un padre afectuoso que cuida de los suyos y no tiene reparos en establecer sólidas lecciones de valores, porque eso es lo que hacen todos los padres.
Pero fuera, en el caluroso clima de su ciudad, es apenas un niño asustado, incapaz de subirse a un mundo laboral que necesita gente más feroz y competitiva.
No eres ese tipo de hombre, Bill le suelta su antiguo jefe, como si alguien pudiera recuperarse de eso.
La solución entonces llega de pura casualidad, en una de esas tardes que saben a dureza y polvo, como siempre en el momento más inoportuno. Y puede que Bill nunca se la haya planteado, pero prometió antes que podría llegar a ser un tipo de hombre que no es.
Colarse en casas con una pistola y pedir dinero es algo más fácil de lo que parece, pero tampoco diríamos que Bill es una mala persona por hacer eso, pues ha usado esa misma pistola para ahorrarle el dolor a una criatura agonizante (quizá empatizando con su situación).
Pero a medida que pasan los robos a mano armada, que se suceden los abusos de su poder y las nulas consecuencias por sus actos… sigue quedando la pregunta de si Bill sigue siendo el hombre que era, o solo se imagina serlo.
Supongo que es una historia habitual en el clima de crisis económica que vivimos: un día desaparecen las sonrisas, te agarras al clavo ardiendo de un bienestar que se te niega pese a haber seguido todas las reglas, y de repente ya no eres la persona que creías ser.
Se puede juzgar a Bill como un tonto o un iluso, pero sus únicos deseos eran poseer dinero suficiente como para que no le traten como basura en el banco y tener la sensación de que, al final de la jornada, no se le menosprecia por lo que gane o deje de ganar.
Todo por seguir teniendo esa felicidad etérea y fugaz que su familia disfruta cuando no se preocupan por las facturas que pagar o la comida que les llega al plato.
Pequeños privilegios que se compran día a día, y por los que a veces hay que hacer el esfuerzo de cegar una piscina llena de culpabilidades.
¿Una crisis se puede llegar a olvidar cuando ya ha pasado?
Algo que no importa al sistema… y una duda que debe responder cualquiera.
Correctísima película, con un Wes Bentley que no decepciona. Me ha gustado mucho, porque ya el ambiente sureño de EEUU siempre me ha gustado, con el asfalto seco y clima polvoriento que le caracteriza, escenas y planos muy bien rodadas y la fotografía también.
Además, incide sobre la crisis actual, dilemas morales (como a veces ser el chico bueno, no es lo más bueno laboralmente, como a muchas empresas no les importa que tengas 2 premios seguidos como mejor empleado en atención al cliente del año, lo que importa les importa es la pasta sea como sea y que cuadren sus excel), aquí lo vemos con los seguros, un mercado con información asimétrica (si no que se lo pregunten a los jefes de oficina que vendían preferentes aquí en España, si han despedido a alguno) y cómo se las tiene que apañar un americano que tiene casa y coche a lo grande (en América todo es a lo grande) que se ve en el paro de la noche a la mañana con mujer exigente (proviene de padres acomodados) e hijos y con una hipoteca que le ahoga. Estas películas siempre me hacen pensar el afortunado aunque cada vez más esquilmado Estado de Bienestar tenemos en Europa.
Otro aspecto que me ha hecho reflexionar, es como los hombres siempre son los cabeza de familia (impuesto tanto moralmente por la sociedad, estereotipados por muchas mujeres creo que también), y como son los que han de sacrificarse para llevar el carro, aunque a veces tengan que incurrir en dilemas morales e incluso cambiar de forma de ser y llegar hacer el mal sin quererlo.
Leve caída de exigua credibilidad
Es demasiado inofensiva, inocua en su degustación, inocente en exceso en su digestión, no hace justicia a lo que se espera de ella, escasez de alimento nutritivo para un honrado padre de familia, devoto amante marido e incansable trabajador que debe enfrentarse al dilema moral de sus erróneos y culposos actos, o puede que, como intenta venderse, no haya ni buenos ni malos, ni ética o falta de la misma que los conduzca, tal vez sólo existan hombres y sus desesperadas acciones para sobrellevar una humillación y vergüenza que se niegan a proclamar al mundo.
Intensidad es aquello que se odia y que repites hasta que lo amas, sometida instrucción que intenta lavarse el alma al tiempo que no se ve capaz de controlar esa adrenalina ascendente de poseer el mando, la pistola y transgredir la ley, la seducción de lo incorrecto, la fascinación de salir ileso, el orgullo heroico de ser inmune a las normas y sus podridos andares, un conjunto de respirables sensaciones que adquieren poca fuerza y vigor una vez toman el control de la escena, coste de una flaqueza que acaba pecando de pereza y vacío en su factura final.
La árida, seca, aislado y perturbador desierto mexicano, meseta frontera con el áspero y cargante sur norteamericano, con su irrespirable sol candente y esa abundancia arenal que lo impregna todo, melancolía de lentitud estacional en un actuar pausado, reflexivo y atento a los rostros implicados, un importante personaje que acompaña a la soledad, amargura y atrape de este agente de seguros que ha perdido toda la seguridad de su estable vida, vastos enfoques para la meditación de la ruina hallada y la peligrosa solución encontrada, torpeza ingenua y pueril para los vándalos actos y una inverosímil educación culpable para quien osa allanar a sus conciudadanos, pero pide disculpas a cada segundo de sus pasos.
Falta empuje, contenido y mayor consistencia pues conoces los sentimientos que transpira, absorbes la incómoda situación en la que se encuentra pero, todo el caótico desenlace de quien no quiere usar la vileza injustificada -o si- pero se le ofrece la oportunidad, y con disfrute la toma, no se experimenta con la rotundidad, nerviosismo, acoso y entusiasmo debidos, y su lamento de vuelta a la rectitud y a la promesa de no más mentiras es llano, suave y reprimido, como poco.
Cuando haces algo mal pides perdón, eso es ser un hombre, y entre esas confesiones de tristeza y desconsuelo que pone en balanza los beneficios o daños de cumplir tal reseña se mueve el dilema de este argumento endeble, pobre y nimio, que se conforma con la cantidad mínima, de los adecuados ingredientes, para confeccionar su insuficiente menú, deja todo el peso de su querencia y motivación en una realización espaciosa, de corta distancias y toxicidad leve que no logra componer esa incertidumbre y tortura de cuadro con el resorte esperado.
La moralidad es una ilusión, es el miedo lo que nos mantiene en línea y frases arquetipos se promulgan entre una parsimonia escénica que no cautiva, que espera tengas paciencia y devoción por apreciar su leve exposición que, aún dejándolo todo claro, posee esa tesitura de sabor cándido, simple y poco letal que no alimenta con suficiencia cuando no hubiera estado nada mal algo más de merecido y necesario picante.
Wes Bentley absorbe con gusto la pantalla, cautiva tu inicial interés pero su personaje posee tal dejadez de carisma que el vínculo con el vidente se va aflojando, sin desaparecer pero sin afianzar lazos pues su angelical pose, incluso cuando asalta los olvidados suburbios de una clase media abandonada, llega a resultar infantil, ridículo e inverosímil, lo cual no ayuda a que el gran tormento mental sobre lo correcto, las condiciones personales, lo que nos define y las escusas que le acompañan sea un debate intenso y de emotivo calado.
La verdad tarde o temprano sale. ¡Al diablo con la verdad!, cavilación introspectiva dejada al aire para que cada cual se decante y deja claro su postura respecto al ser humano y las decisiones que con obviedad le definen, desde Kant y su imperativo categórico que no dejaba margen de actuación dudosa, a Ortega y Gasset con su yo y mis circunstancias se nos abre la cuestión de la libertad de pensamiento y acción y si realmente ésta existe, condicionados por pasado, familia, sociedad, amigos, tradición, genes, estereotipos…, y un largo etcétera puede que estemos abocados a sobrevivir haciendo lo que haga falta o haya una línea intransferible que, una vez hecho, sólo se arregla pidiendo disculpas y dando la cara pues, eso es ser un hombre, ¿no?, aunque la pregunta que surge es si quieres ser un hombre o sólo una persona.
After the fall, después de la caída, el desespero puede con la honradez, pero es tan tenue y liviano el pecado y tan enorme y ofuscado su arrepentimiento que, ¡hasta Sócrates le perdonaría de beber su cicuta!
Su abatimiento, desolación y desaliento enriquecen la mirada de su territorio, de su esencia postal pero empobrece una historia que no llega con rotundidad concluyente.
Lo mejor, la observación de su lánguido y sereno paisaje.
Lo peor, su debilidad y flojedad compositiva.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
Interesante película que nos relata la historia de un agente de seguros que es despedido de su trabajo y decide ocultar a su familia este hecho. Para poder contrarrestar esto decide casi por casualidad incursionar en el delito como medio de subsistencia. Todo es sombrío en este film, partiendo del paisaje (polvoriento y desértico), la casa (alejada) y la piscina (quien no solo es símbolo de status sino elemento de reflexión del protagonista). Todo esto es una muestra de la verdadera realidad que es la casi poco a poco desaparición de la clase media, en donde en el trabajo uno es solo un número (el protagonista dice gane dos premios seguidos como mejor atención al cliente e igual lo despiden). Más allá de todo lo que le ocurre y hace el protagonista, éste siente una agobiante y angustiante culpa y la verdad su esposa tampoco acompaña demasiado y no solo no intenta trabajar sino que en principio intuye algo y luego poco hace por remediar la situación. Entretenida y para ver.
No se me ocurre mejor forma de definir esta película que mediante la famosa cita de Ortega y Gasset: Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo.
Things People Do es una obra introspectiva y pausada (demasiado para mi gusto, quizá lo justo para algunos) que pretende inducir a la reflexión. El filme presenta una visión gradual de la realidad, una historia llena de matices y con múltiples versiones, en las que cada personaje desempeña un papel diferente. La trama es dura y realista, y va más allá de la dicotomía entre lo bueno y lo malo para entrar en el pantanoso terreno de lo correcto y lo apropiado. Las fronteras de la moralidad se diluyen, obligando al espectador a juzgar los hechos por sí mismo. Claro que el protagonista se equivoca, y es consciente de ello, pero está atrapado en una espiral de presiones y mentiras que lo consumen y lo ahogan. Se da cuenta de que se ha lanzado a la piscina sin flotador, y aunque lucha por mantenerse a flote a toda costa, ya es tarde: sus sueños se hunden como plomos para luego acabar sepultados bajo el cemento del jardín. Después de eso, que él se salve o no resulta indiferente.