Abajo el telón
Sinopsis de la película
Cantinflas, propietario de un negocio de limpieza, limpia las ventanas de la casa de una famosa actriz de cine francesa. Mientras lleva a cabo su labor observa cómo un hombre roba uno de los famosos collares de la actriz, pero sólo puede verlo de espaldas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Abajo el telón
- Año: 1955
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
6.1
31 valoraciones en total
Cabe destacar la evolución de D. Mario Moreno¨Cantinflas¨ en su creación desde sus primeros cortometrajes, pasando por la más celebre ¨Ahí está el detalle¨, hasta llegar a esta gran comedia de Miguel Delgado. Sin duda algo olvidada pero al verla uno se da cuenta de que si en una noche en la opera los hermanos marx cumplían con grandes gags y escenas para el recuerdo, abajo el telón hace lo mismo pero con un solo artista. tambien hay guiños en el inicio del filme a otro de los grandes de la comedia del cine mudo, Harold LLoyd. Todo eso sumado a la capacidad verbal y tan peculiar que tenía Cantinflas de dialogar y enredar, en definitiva: recomiendo absolutamente esta película de 1955 a cualquier amante del buen cine de oro Mexicano con uno de sus más grandes comediantes con permiso de Tintan. Gran buen cine, tiempo fílmicos pasados fueron los mejores.
Considero Abajo el telón una de las Grandes del genial cómico mexicano. Como todos los ilustres genios -ya sea en la actuación o en la dirección- del séptimo arte, exhibe una carrera repleta de obras maestras ( Ahí está el detalle , Los tres mosqueteros , El supersabio , El bombero atómico , El señor fotógrafo , Caballero a la medida ) y de exiguos fracasos (sus últimas películas).
Abajo el telón comienza de forma trepidante. Cantinflas en estado puro: chapucero, faltón, ligón, caradura, abusón… destroza el elegante despacho en cuestión de segundos. Luego, la película se desarrolla con ritmo pausado y diálogos memorables ( pues sí, este chamizo es mío… y ahora sufra o toda la conversación con el comisario de policía). Y en su parte final, probablemente, los veinte minutos más increíbles, trepidantes y divertidos de la historia del cine. El genio campando a sus anchas en el escenario del teatro, llevando cafés a deshoras, apuntando letras inventadas ( me sobran arrestos para cruzaros la cara ), serrando sillas, bailándolo todo, ante los ojos de unos espectadores con el hígado dañado, faltos de aire y dolorosos pinchazos en la garganta de tanto reír y reír. Porque quien no ría en esos portentosos veinte minutos tiene un grave problema.
No, Cantinflas no es comparable a Chaplin, Keaton o Lloyd. Es mejor. Es el más grande. Tiene mejor mímica en su rostro, en sus movimientos. Habla y despista a su oponente. Habla y falta. Falta a muchos. Sobre todo a los hombres. Habla y te mondas. Es rápido, demasiado rápido. Como Groucho. Los dos más rápidos del Oeste.
Mis padres me lo dieron a conocer. Nunca podré agradecérselo lo suficiente. Ellos lo veían en la pantalla grande. Como debe ser. Me decían que la gente se reía tanto que no podían seguir los diálogos enteros debido al estruendo de las carcajadas. A mi hermano y a mí nos llamaban la atención los vecinos por el mismo motivo cuando veíamos una y mil veces la secuencia de Serruchini.
Mil gracias, Cantinflas. Mientras nos sonríes desde el cielo, yo, aquí abajo, faltaré un poquito a los que creen que hacer reír no tiene mucha importancia.
Era la época donde Mario Moreno tocaba el cielo con la mano gracias a su genial creación. Cantinflas estaba en su etapa de peladito ingobernable, mucho menos tendente al carácter moralista que alcanzó en su etapa de color. En delicioso blanco y negro, Miguel M. Delgado rueda una comedia descompensada (sobre todo por algún número musical que no implica a los protagonistas principales), aunque merece ser vista de principio a fin por el despliegue actoral del humorista mexicano.
Aquí además cuenta con los diálogos de Jaime Salvador, un libretista que siempre conviene revindicar, puesto que, casualmente, suele estar en algunos de los mejores filmes de su país. Siempre sabe qué tecla tocar para explotar al máximo la gracia natural de Cantinflas, quien, por supuesto, también improvisaba mucho.
Abajo el telón tiene también la ventaja de que permite breves descansos de la magnética presencia del peladito, una habilidad que en ocasiones se olvida en el cine cuando se tiene a esta clase de cómicos. Son pequeños parones que hacen al público volver querer ver a la gran estrella en pantalla.
La influencia de Una noche en la ópera es bien visible en la cinta y el efecto de caos genial en un tablado que se supone va a ser de disfrute elitista.