A Roma con amor
Sinopsis de la película
Cuatro historias independientes con un escenario común: la ciudad de Roma. En la primera, un matrimonio americano (Woody Allen y Judy Davis) viaja a italia para conocer a la familia del prometido de su hija (Alison Pill). En la segunda, un italiano (Roberto Benigni) se hace famoso sin motivo de la noche a la mañana. En la tercera, un arquitecto californiano (Alec Baldwin) visita Roma con sus amigos donde conoce a un estudiante (Jesse Eisenberg) y, en la cuarta, una recién casada (Alessandra Mastronardi) se pierde en la capital italiana, a la que ha ido a visitar a los familiares de su marido (Alessandro Tiberi).
Detalles de la película
- Titulo Original: To Rome With Love
- Año: 2012
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
5.8
88 valoraciones en total
A estas alturas Woody no teme nada. Año a año da una película como mínimo digna de estrenarse en todo el mundo, y escrita cada una por él, muchas de ellas y casi todas con las situaciones más extravagantes y los personajes más bizarros que se puedan imaginar y logra anclarlos a nuestra cotidianidad que nos podemos creer que lo que vemos pueda pasarle a nuestro neurótico vecino. En los últimos años, ha demostrado que maneja como ninguno la narración cinematográfica, maneja todos los códigos y formas de forma tan natural que la historia es una entera delicia en su forma de mostrarla.
A Roma con Amor no es una obra maestra, pero es lo mejor que veo del año hasta ahora, y es, como mínimo, un prodigio en todos sus sentidos: la hermosa fotografía, que rectifica a Woody como el tipo que más ha sabido convertir a las ciudades en paraíso de ensueño, e insisto en que para mí no hay como otro como él que filme de forma más romántica los momentos románticos, como las cenas a la luz de una vela.
Pero si hay algo que elogiar de esta película, es el guión. Tiene las situaciones más graciosas y surrealistas que he visto de Woody en muchísimo tiempo, y las que mejor se insertan en la diégesis. No hay otro como Woody para partir magisterio: un hombre se vuelve famoso de la noche a la mañana, sin razón alguna. Ya de por sí muchísimos guionistas tratarían de buscar una situación rebuscada que justifique esto, pero Woody Allen es directo, con pocos elementos logra crear historias increíbles, enredos divertidos y que parecen rebuscados pero que son tan naturales (indecible el de la habitación de hotel). El cantor de Opera en la ducha es desde ahora mi gag favorito de Woody.
Es cierto que no llega a la satisfacción de Medianoche en París, y que muchos se han decepcionado, quizá por que los críticos y los adeptos del director siguen esperando que vuelve su lado fatalista y cínico que mantenía hasta Match Point y que volvió con la mediocre Vicky…, pero ese Woody ya no está. Hasta Si la cosa funciona es una película espiritualmente gratificante. Esta es una comedia que divierte, se deja admirar sin presumir, y deja con una buena sensación en el cuerpo que dura. Me hace sentir bien. Que más puedo pedir de una película, no siempre quiero que una peli me deje destrozado y pesimista sobre el mundo y la humanidad, como Match Point, Crimen y castigo, Desmontando a Harry.
A veces prefiero lo dulce sobre lo ácido.
La última película de Woody Allen consiste en cuatro relatos independientes entre sí, situados en el marco de una encantadora Roma para turistas, es decir con el glamour de sus lugares clave, su música más popular y un espíritu ligeramente más zumbón y extrovertido.
En contraste con Medianoche en París, que se remitía esencialmente a la edad de oro que encerraba el pasado de la ciudad, en A Roma con amor, la mirada se sitúa en el presente de historias cotidianas, más prosaicas y banales, que pudieran ser entrevistas por un policía de tránsito o un curioso vecino que -situado en las alturas de algún edificio- espiara desde su ventana a los personajes que se mueven por los lugares emblemáticos de esta ciudad cosmopolita. Fugaces presentadores que Allen usa precisamente para abrir y clausurar las cuatro historias sin conexión entre sí, protagonizadas por un elenco desbordante de estrellas internacionales como Penélope Cruz, Alec Baldwin, Roberto Benigni, Ellen Page, Jesse Eisenberg y hasta el mismo Woody que encuentra un papel a su medida.
Desde los acordes iniciales con la voz de Domenico Modugno y las imágenes de la Fontana di Trevi se indica que la mesa está servida para que un público amplio pueda disfrutar de una comicidad ingenua con gestos histriónicos y enredos múltiples que no excluyen a los habituales chistes neoyorquinos con observaciones filosóficas y acotaciones sobre el arte, la fama o los amores malogrados.
Con mayor liviandad y espíritu lúdico, los temas y las obsesiones de un Allen más descomprimido siguen en su eje conocido: la infidelidad, la fragilidad del amor, el temor a la vejez y a la muerte. Pero entre chistes intelectuales junto a escenas de farsa se construye una comedia coral con un espíritu más latino que sajón.
Los relatos nunca resultan aburridos con sus variados momentos de humor optimista y cinematografía consistente. Aunque sus resultados no satisfacen por completo, tampoco caen en el ridículo ni decepcionan, ya que -ante todo- hay un estilo intacto que se traduce en una película agradable. En la coyuntura entre el viejo y el nuevo cine, Allen se sostiene como uno de los últimos de la vieja escuela, alternativa a la industria que sólo produce tanques con efectos especiales o comedias que no le llegan ni al principio de los talones.
Alguna vez tenía que ser, alguna vez tendría que suspender una película de Allen y llegó el día. El listón de París quedó alto y repetir la marca en Roma habría sido una machada. Hostión, no un hostión grande pero hostión en definitiva.
De verdad que no encuentro el sentido ni la gracia (salvo dos escenas contadas) a ninguna de estas cuatro historias que giran en torno al deseo de ser famoso (con una clara crítica por debajo del Director) y la eterna búsqueda del amor. La de Benigni, que nos habla sobre la fama repentina, directamente es para mear y no echar gota. La de la joven pareja que llega a Roma desde una ciudad de provincias es esperpéntica de inicio a fin. Es en ésta historia donde aparece Penélope, con un look sexy-chabacano-ramero muy acertado pero en un papel que no da para casi nada. Sin embargo es aquí donde ha saltado la sorpresa, la aparición de una joven actriz italiana, Alessandra Mastronardi de la que es imposible no enamorarse. Luego tenemos la trama de Baldwin, Page y el insufrible Eisenberg. Digo insufrible porque este tipo es insufrible, habla muy deprisa, no cambia el careto de panoli que tiene ni aunque lo maten y claro, al lado de la siempre imponente presencia de Alec Baldwin y la siempre interesante Ellen Page, su interpretación queda a la altura del betún. Me dejo para el final la historia de Allen y su fijación con ese cantante de ópera que inesperadamente encuentra en Roma, sin lugar a dudas la única con un guión solvente, coherente y a la altura de las grandes historias del bajito.
Querido Woody, mal que me pese, esta vez te tengo que clavar un karma negativo. Te ha salido una película precipitada de cojones, muy desatinada, con una fotografía de Roma tres o cuatro peldaños por debajo de la de París y con una preocupante falta de chispa. Es hora de volver a New York, amigo.
Cada vez que alguien dice que Woody se ha quedado sin ideas, muere un niño en el mundo. Pueden gustarte más o gustarte menos sus películas. Pero ¿Quedarse sin ideas? Si le salen las ideas por las orejas a este hombre. Sufre sobresosis de ideas. Está enganchado a las ideas como lo estaba Alan a las aspirinas en Sueños de un seductor.
El mundo sufre desde hace años una extraña afición por aniquilar la individualidad. Las películas pasan por la cartelera y yo a veces me pregunto a la salida del cine si no me habrán engañado y solamente le hubieran cambiado el nombre. Nos cuentan la misma historia envuelta en diferentes envoltorios. (A veces incluso no le cambian ni el envoltorio). Nos venden comedias donde no existe la risa y sagas vampíricas que parecen comedias. Adaptaciones notables, decentes y mediocres. Remakes de clásicos. Segundas, terceras y cuartas partes sin saber ni como ni por qué. Sufrimos la invasión de superheroes que no saben leer comics. Y el 3D amenaza la existencia del cine. Con este panorama, inmersos en una profunda crisis de ideas, decir que este tipo se ha quedado sin ideas, es una blasfemia.
¿Esta película una guía turística? Que manera más superficial de definiarla…
Woody hace una crítica mordaz sobre el mundo de la fama en la historia de Benigni, y para ello lo hace a través del humor surrealista que vimos en sus primeras comedias como La última noche de Boris Grushenko o El dormilón. A su vez, le hace un homenaje al cine italiano tragicomico de los 60, con Fellini a la cabeza, con la pareja provinciana y sus dos historias. Reflexiona sobre la muerte, pero esta vez asociandola a la jubilación. Puro Allen.
Pero si una historia destaca por encima de resto es, sin duda la de Alec Baldwin, Page y Eisenberg. Y es que la conciencia de Baldwin es Woody al 100%.
No, no es la mejor película de Woody. Pero si vamos a entrar en comparaciones en cada película que haga como de costumbre, nos estamos negando la posibilidad de disfrutar de ella. En resumen, otra gran película más para su filmografía. Y en unos meses la próxima. Mientras tanto… el cine reza para que de la cita anual con el genio neoyorkino continue. Porque … ¿Qué haríamos sin Woody Allen?
Escribo esta reseña con la pregunta de mis colegas resonando en mi cabeza: ¿oye, tú que eres fan de Allen, nos recomiendas la película? Y la respuesta es sí, a condición de que no se espere una obra maestra.
Seamos serios, el director, en su ruta turística por Europa, ya anda por los senderos del cansancio. Si acaso el film se salva es por momentos sencillamente geniales en medio de una simplicidad que bordea en la tontería.
Allen nos cuenta cuatro historias apenas cohesionadas. Su nivel es muy desigual.
1. La historia de Alec Baldwin, maduro arquitecto, que revisita sus memorias de juventud. Esta historia tiene un guiño para aquellos, bergmanianos, que hayan visto Fresas salvajes . Lo mejor de esta historia, la melancolía que conceden tanto Baldwin como Eisenberg, con fondo del Arrivederci Roma .
2. La segunda historia nace del estereotipo: chica americana conoce a chico italiano llamado Micolangelo (sic.). Por supuesto, este arranque ha de leerse como un autocomplaciente regodeo de Allen en el tópico. Aviso, no lo tomen en serio. Gracias a Dios, la historia levanta el vuelo cuando los padres de la chica y del chico se conocen. Woody Allen, padre de la chica, hace de director musical de vanguardia ya retirado. Para aquellos que como yo gustan de los guiños musicales, las bromas no dejarán indiferente. Otros se quedarán con cara de signo de interrogante. Pues bien, Allen descubre en su consuegro un talento musical envidiable, con una voz de tenor privilegiada. Su único problema es que sólo puede cantar en la ducha. ¡No les digo más, pero prepárense para algunas de las más hilarantes escenas del director en muchos años!
Luego tenemos otras dos historias más bien flojas.
3. La historia de Roberto Begnini, modesto don nadie, que se convierte azarosamente en celebridad de la noche a la mañana. Lo absurdo de las situaciones funciona por un tiempo, pero pronto se hace cansino. Su pseudo-moraleja final es más bien endeble.
4. Milly y su novio forman una pareja de recién casados. La decisión de la chica de ir a la peluquería poco antes de la aparición de los tíos del chico (cuya visita promete un futuro ambicioso para ambos), poco hace prever la cadena de malentendidos que se suceden, con Penélope Cruz como protagonista por un lado y con el personaje de un actor famoso por el otro. La historia es completamente banal e inconsistente. Para aquellos aficionados al sainete, o a las historias a lo José Luis Moreno, igual les parece bien, a mí me pareció una bobada absoluta.
En fin, nos hallamos con dos historias más o menos consistentes, una algo foja y otra patética. Del lado bueno, puedo decir que me reí en un cine, lo cual viene siendo infrecuente en mí en los últimos tiempos. Buena comedia de verano, pues.