La mujer de al lado
Sinopsis de la película
En una pequeña población, cerca de Grenoble, Mathilde Bauchard (Fanny Ardant) se encuentra a Bernard Coudray (Gérard Depardieu), un hombre con el que mantuvo una relación años atrás. A pesar de que ambos están casados, no pueden evitar volver a vivir un romance.
Detalles de la película
- Titulo Original: La Femme dà côté
- Año: 1981
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
Película
7.2
60 valoraciones en total
Y continúo donde mucho tiempo después lo dejo un gran crítico de esta nuestra página: …si fuera de otro… Si fuera de otro ni siquiera me habría molestado en verla, posiblemente porque la película hubiera pasado sin pena ni gloria, porque su nota en FA sería muchísimo más baja, porque lo poco bueno que tiene, no lo tendría.
La mujer de al lado es aburridilla. Destaca Véronique Silver como Madame Odile Jouve, un personaje secundario que nos narra lo acontecido en los seis mese anteriores. Lo malo de este trabajo de Truffaut es que le falta ahondar en los sentimientos como solía hacerlo el francés. Desprovista de ese esqueleto sentimental del director, nos queda en una especie de suspense tipo Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987) con tintes amargos.
El galo comete otro gran fallo, al menos para mí, y es el anticipar la historia introduciéndonos a mitad de metraje, un absurdo diálogo sobre una reseña cinematográfica que nuestro matrimonio va a ver. Ya sólo nos queda esperar un final que aventuramos.
Aún con todas las pegas que pudiéramos encontrar a esta cinta, lo cierto es que Truffaut saca grandes escenas, donde crecen los personajes, lo actores y toda la película. Es como la casa en alquiler de Fanny Ardant, algunas veces esta llena de gente, de vida, pero algunos meses, se encuentra vacía y fría. Desgranar estos momentos de vida es condenar a posibles y escasos lectores de este rollete a maldecirme eternamente. Así, que simplemente me queda aconsejar que visionen con paciencia, a la espera de ciertas secuencias donde se pierde templanza, autoestima, corrección y sensatez, pero se gana gran cine.
El tiempo lo cura todo. Así al menos quería pensar también Bernard. Pero el tiempo que hurtamos al destino no es nuestro, y no tiene el poder terapéutico de ese otro, el que dice curar.
Bernard no sabía realmente a que tiempo estaba apelando, pero el tiempo que se ocupaba de él no tenía pretensión curativa ninguna, nada de esa intención sanadora que se le suele atribuir. Tiempo cruel, que tras jugar 8 años con el sosiego de una persona decide que se ha cansado, dar la broma por concluida, y el juego por perdido para todo el mundo.
Buena dosis de amor desesperante y desesperado.
Dicen que el enamoramiento es un estado fisiológico que no dura más allá de los 3 años máxime. Para Truffaut dura mínimo 8. Claro que aquí no tenemos el enamoramiento de la parejita que levita, sino una especie de certeza destructora sobre la singularidad de la otra persona, y un deseo irreductible y fatal a participar plenamente de esa singularidad, o al menos, eso se deduce de la forma en que se perciben los protagonistas mutuamente. Para ese plazo de expiración del amor y la atracción se supone que se requiere el contacto continuo. En esta historia no tenemos eso, pero parece que durante todo ese tiempo los protagonistas no han tenido otra cosa en la cabeza que la vecindad de esa persona de su pasado.
A las primeras de cambio la frase ni contigo ni sin ti parece rotular a fuego la pasión que nos pintan. Por fortuna no nos encontramos ante un vaivén insulso y sin sentido, o ante un toma y daca al que no tomamos el pulso por la insipidez del retrato. Cuando vislumbramos un poco de la forma de ser de los personajes, y un poco de su pasado, entonces las sacudidas que sufre la relación, y que le otorgan fatídicos tonos, cobra una significación aplastante, sacudidas fruto del enfrentamiento entre la pasión y la particularidad que nos atrae en el otro con la certeza de las nítidas razones que provocaron la separación. Y repito que al menos yo capto la dimensión de esa fatídica relación sin que explícitamente la película me ponga en situación. Así, supongo que habrá que agradecer esto a unos inmensos Gerard Depardieu y Fanny Ardant, dando vida al inestable y exaltado Bernard y a la romántica y misteriosa Mathilde.
El personaje de Madame Odile, magnífico también, es otro ejemplo de que el tiempo solo cura cuando le viene en gana, que a veces nuestros esfuerzos por olvidar son inútiles, y además, suponen una eterna lucha contra nosotros mismos.
La película tiene un tremendo final, que quizá no se vea venir del todo, pero que llega henchido de horrible lucidez.
Título 20º y penúltimo del realizador François Truffaut, escrito por él, Suzanne Schiffman y Jean Aurel. Se rodó durante la primavera de 1981 en las cercanías de Grenoble (Francia). Obtuvo 2 nominaciones a los César (actriz y actriz reparto). Se estrenó el 30-IX-1981 (Paris).
La acción tiene lugar en un pequeño caserío próximo a Grenoble, en 1981, a lo largo de 6 meses. Bertrand Coudray (Gérard Depardieu), su mujer y su hijo, forman una familia feliz y sin problemas. Cuando toman en alquiler la casa de al lado Mathilde (Fanny Ardant) y su marido, emergen recuerdos de hechos pasados.
La película desarrolla un singular drama romántico de amor fou . El realizador explora una relación amorosa extraconyugal de fuerza arrebatadora. Al amparo de la misma se plantea con fina inteligencia cuestiones como la fragilidad de los sentimientos humanos (tema recurrente del autor), las dificultades del amor, la necesidad y los problemas de las relaciones de pareja. Investiga, además, el alcance y las limitaciones del amor, su relación con el sufrimiento y su viabilidad a costa de renuncias y sacrificios. También analiza los efectos positivos (plenitud, felicidad, integración social) y negativos del amor. Se preocupa de modo especial de éstos, cuando desatan fuerzas instintivas, que en ocasiones puden dar lugar a desórdenes psicológicos y emocionales. En casos extremos la fuerza de los instintos puede generar trastornos de bloqueo mental ( amour fou ), de los que se derivan comportamientos irracionales, infantiles, obsesivos y, a veces, autodestructivos. Los problemas suelen agravarse cuando un miembro de la pareja monopoliza las funciones de dominio en términos de manipulación y sometimiento del otro. La narración es sencilla, directa y neutral. Se enmarca en escenarios íntimos (hotel) y en tres cuadros colectivos: jornada social en el Club de tenis, el garden-party de los Bouchard y la presentación del libro escrito e ilustrado por Mathilde. Odile Jouve (Véronique Silver), gerente del Club, hace las veces de narradora experimentada. La presencia dispersa del humor culmina en dos escenas: el descosido del vestido de tarde de Mathilde y la búsqueda de Odile que hace el auxiliar de telégrafos. Las miradas tras las ventanas recuerdan y homenajean al Hitchcock de La ventana indiscreta .
La música, de Georges Delerue, consta de 12 temas breves, instrumentales y melódicos, de entre los que destacan La femme dâ coté , Lamour dans la voiture , Le secret de madame Jouve , Garden Party y otros. La fotografía se sirve de admirables planos secuencia, giros de cámara precisos, emotivos zooms de aproximación. La paleta es restringida, de colores cálidos (dorados, cremas y ocres) y de tonos suaves, contrastados con marrones oscuros y brillantes efectos de luz. La imagen trata de penetrar en el mundo interior de los protagonistas. Las interpretaciones de Depardieu y Ardant (primera colaboración con Truffaut) lucen calidad y riqueza de matices.
Esta es una película inestable. Desequilibrada. Y es que en ella el amor adopta varias formas y demuestra que no puede contenerse, que siempre se desborda.
Con todo, Truffaut logra contener en este film un cúmulo de sensaciones que parecían no poder organizarse, ni arrojar un sentido que pudiese desembocar en un mensaje claro y directo. Por esto resulta ser una buena película, porque Truffaut logra ceñir estos sentimientos a los postulados aristotélicos básicos de una narración, pues toda historia, -incluidas las historias de amor, como señala uno de los personajes del film-, deben tener un inicio, un medio y un final. Y aunque esto parezca algo básico y simple, el lograr llevar el tipo de sentimientos que se expresan en esta película por un camino organizado, vuelve a demostrar la maestría de este director, que también está presente en este film, como dispersa en sutiles engranajes.
Y es que la mujer de al lado, no hace referencia a la mujer que se ha logrado dejar a un lado, sino que es aquella que se construye lejos de su propio centro, de los sentimientos que no han sabido contenerse y que se han pretendido evitar, en pos de una vida tibiamente organizada.
Sus personajes son seres que se han despojado de sus propias sensaciones, que han rehuido aquello que los desequilibraba, y que han intentado construir, desde ese centro falso, una vida que puede resultar más sólida, pero en ningún caso más verdadera.
Han arrojado de sí aquello que los enfermaba, pero que era también parte de ellos mismos. Como siguiendo las premisas bíblicas: Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti, más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que todo tu cuerpo vaya a la gehena.
Tenemos así una pierna falsa, matrimonios falsos… prótesis que han intentado salvar las dificultades que surgían del amor cuando este demostraba ser incontenible y arrasaba hasta con los propios amantes.
Por eso es hermosa esta película, porque nos muestra a sus personajes vislumbrando ese centro perdido, revelándonos además que en el mismo desequilibrio, que en la propia enfermedad, puede esconderse algo esencial: que en el medio de dos puntos de uno mismo que parecen lejanos e irreconciliables puede estar el verdadero sentido que revela quienes somos, qué sentimos, y nos enseña que el torbellino del otro también puede ser parte de nuestro propio centro herido. Y que no importan los costos.
Un griego antiguo señalaba que los hombres mueren por no poder unir el principio con el final, porque no pueden encontrar el sentido que pasa a ser también su propio significado. Esta película nos muestra que esa búsqueda puede retomarse en cualquier momento y que independientemente de sus resultados, da siempre origen a algo verdadero: un desequilibrio terrible pero que revela siempre, en última instancia, quiénes somos, de qué estamos hechos, y cuánto y a qué costos, somos capaces de amar.
Esto del amour fou es una cosa que se les da muy bien a los franceses. En este caso se presenta de la mano de Truffaut y su libertad a la hora de formar una historia y sus habituales licencias narrativas. La mujer de al lado contiene todos los elementos típicos de una historia Truffaut, quizá con un componente más amargo del final de su carrera, un humor más soterrado, más invisible. Sin ser una de sus mejores películas, les da un viaje a todos los intentos por contar las razones de los encuentros-desencuentros de la pareja.