¡A mí la legión!
Sinopsis de la película
En el Norte de África, en un destacamento de la Legión (la 4ª Bandera), el Grajo, el legionario más valeroso, y Mauro, que acaba de incorporarse, se hacen muy amigos. Mauro, de quien sólo se conoce el nombre, da la impresión de ocultar algún secreto inquietante. Un día en que los dos amigos celebran una fiesta, una desafortunada circunstancia da lugar a la muerte de un hombre. Las sospechas recaen sobre Mauro, que es sometido a juicio. Mientras tanto, el Grajo empezará a investigar los hechos por su cuenta.
Detalles de la película
- Titulo Original: ¡A mí la legión!
- Año: 1942
- Duración: 82
Opciones de descarga disponibles
Si lo deseas puedes descargar una copia la película en formato 4K y HD. A continuación te detallamos un listado de fuentes de descarga disponibles:
Opinión de la crítica
Película
3.9
35 valoraciones en total
Obra señera de un determinado tipo de cine muy propio de la inmediata posguerra, ¡A mí la legión! traza un arco temporal de unos diez años, el arco canónico de determinado heroísmo militar español, el que va de las gestas de la Guerra del Rif, a mediados de los años 20, en los años de la dictadura de Primo de Rivera, a los comienzos de la Guerra Civil, en 1936. La Legión sirve como escenario y marco para una exaltación del honor, del valor, del compañerismo y del patriotismo, pero también como escenario y marco para una historia de amistad, la de los personajes de Alfredo Mayo y Luis Peña, que a su vez puede leerse, en otro nivel, pero sin demasiada dificultad, en clave homosexual: Mauro (Luis Peña) y el Grajo (Alfredo Mayo) se salvan la vida mutuamente, se separan y se vuelven a reunir, mientras parecen prescindir de la compañía femenina y la patria vuelve a requerir sus esfuerzos. Por debajo de las exaltaciones y las apoteosis heroicas, el deseo homosexual mueve la acción y colorea los momentos más intensos y/o llamativos de la narración: por debajo de la ortodoxia más oficialista, la heterodoxia más sorprendente. Por cierto, el director, Juan de Orduña, era homosexual.
Fascismo del bueno, o del malo según se mire, de la mano de Juan de Orduña (director) y Luis Lucía (guión), y encarnado en el mito de la época Alfredo Mayo.
Son 80´ de elogios de la Legión, la Raza y la Patria, llenos de soflamas, tópicos, canciones, refranes, y demás supercherías franquistas. En un guión lamentable y ridículo hasta extremos inimaginables, incluso mucho peor que el que escribió Franco para Raza. La trama llega al paroxismo con la aparición de un legionario que luego resulta ser Rey de un país inventado.
Provoca la risa la exaltación patriotera tan mal dibujada, por lo menos otros fascismos se preocupaban de la calidad artística, como el Nazi, pero el español se distingue de nuevo por su cutrerío inimaginable. Todo está mal hecho: el guión, la historia, los personajes (donde destaca ese gran Curro, típico andaluz llevado a la hipérbole más iconoclasta), todo es plano desde los mensajes a las supuestas ideas a trasmitir.
Además de los mensajes patrioteros, también se lanzan burdas soflamas antisemitas (con el típico usurero judío), machistas (sólo aparece una mujer, la camarera, en toda la película), pro alcohólicas, antimonárquicas, etc. También tienen su espacio los terroristas anarquistas caracterizados como Trotsky.
La película acaba como no podía ser de otra forma con el alzamiento nacional y un fin sobre la bandera patria.
El mensaje que se quiere dar es que la Legión es uno de los pilares vertebradores de España, pero también del hombre español, que ante todo será un caballero legionario. La legión es un hogar para todos los hombre sean ricos o pobres y donde encuentran una razón para vivir. Decir que la mitad de las escenas acaban con un Viva la Legión.
Una película ridícula y mala como la época que representa y que dice mucho de una época, un país, una sociedad y unos valores que dan grima y asco y que si no hubiesen tenido víctimas hasta provocarían hasta la risa.
Mala, pero mala. Un fallo notable de dos que sabían de cine, Orduña y Lucia. Un guión sin pies ni cabeza, sostenido repetitivamente por las canciones.
Algunos personajes como el Curro, de andaluz exagerado, resultan insoportables. Y lo malo es que el tal Curro no deja de hablar. Y Alfredo Mayo y Luis Peña, que eran buenos actores, aquí están de pena. Lo mismo que Manuel Luna.
Lo del judío es de traca.
Pero… Pero no estoy de acuerdo que sea un reflejo de la sociedad de la época, sino de del establishment político. Recuerdo que mi padre, que hizo la mili en Marruecos, me decía que la película le pareció un mojón pinchao en un palo.
Pero… Pero es curioso que se siga hablando de esta película porque sería una demostración del amor gay. Me pregunto que si esto está tan claro hoy, ¿no se daban cuenta en los años 40? A ver si van a ser pioneros…
Esta crítica será útil para quienes quieran leer una crítica de una película. Porque afortunadamente hoy ni España ni la Legión son los mismos que hace 70 años ni una película como esta se podría hacer hoy sin un mínimo de autocrítica. Uno de los colectivos profesionales que más han evolucionado en España seguramente sea el de oficiales y suboficiales de las fuerzas armadas, en el caso de la Legión también probablemente porque desde 1990 la Legión ha intervenido en diferentes misiones de la ONU, la OTAN, la OSCE y la UE en el extranjero. Por tanto, esta es una crítica a la película y no a la actual Legión o a los legionarios y legionarias que bastante tienen con ser novios de la muerte por un salario base tan modesto. Habrá quienes se identifiquen con Millán-Astray o aprueben la película sin bochorno, pero en mi opinión el film es un claro ejemplo de adulonería que, forzando al límite el credo legionario, deja un resultado ambiguo y contrario al buscado.
La película se realizó para dar una visión positiva y romántica de la Legión y estimular los valores y vocaciones castrenses ya que el compromiso de Franco con Hitler incluía el envío de soldados al frente ruso y pronto hubo que reemplazar a los voluntarios. Además, puede que sea una de las primeras películas de velada temática homosexual del cine español, que narra las aventuras de Grajo (Alfredo Mayo) con sus compañeros legionarios de la cuarta Bandera del primer Tercio de la Legión y la entrañable amistad que hace con un nuevo compañero, el enigmático Mauro (Luis Peña), futuro Rey de Eslonia. Hay rancio patrioterismo de corte reaccionario, retórica fascista (de este puñado de hombres que un rincón de los montes de África son el baluarte de una Patria y el símbolo de una raza, porque siempre vivirá en nuestros corazones aquel lema del credo heroico que…, etc.), guiños al nacionalsocialismo triunfante (con el personaje del judío claramente influenciado por la iconografía antisemita de El Judío Suss de Harlan realizada dos años antes) además, la única mujer que aparece es la tabernera y fugazmente la archiduquesa Carlota (en este punto se presenta a un indiferente y desmotivado Mauro con las mujeres en el baile: ¿con quién me toca bailar ahora?) e incluye la farsa de un soldado travestido cantando me gustan los hombres (algo insólito, no tanto en la burla carnavalesca hacia las mujeres como por el número en sí), hay diálogos que dejarían el boicot de Wyler a Vidal para sus Judá y Messala en mera anécdota.
En resumen, esta malograda película, y coincido con la primera crítica en que falla hasta la estética, sería recomendable para interesados en los documentos históricos, las mentalidades, el estudio de la propaganda, la fina línea que separa la exaltación fascista de la masculinidad y la homosexualidad o simplemente cinéfilos con resaca dominguera porque incluso puede causar bastante sonrojo a los aficionados al cine militar o a los jóvenes franquistas sobrevenidos.
Cine patrio propagandístico y militarista del que hay que decir simple y llanamente que no es que sea muy bueno. Creo que la mejor que he visto hasta el momento es «Raza». «¡A mí la legión!» resulta ser en una cosa extraña cuyo mayor atractivo es justo lo que no se ve y de lo que no se habla: el amor homosexual que se traen los protagonistas.
Porque por mucho que me digan, tanto El Grajo como Mauro, que el mal de amores hacia una mujer les llevó a la Legión, no van a convencerme de que son heteros. Solo hay que ver cómo se le ilumina el rostro a Alfredo Mayo cuando tiene delante a Mauro o lo amargados que están los dos cuando se encuentran separados. Estas amistades entre hombres, además fornidos y muy machos la mayoría de las veces, suelen ser susceptibles de caer en lo homoerótico y personalmente creo que siempre te dan las claves necesarias para que así lo interpretes. Antes se sabía hacer muy bien eso de mostrar sin explicitar, cosa que me encanta.
Independientemente de esta subtrama, «¡A mí la legión!» es, como dije antes, la mar de extraña, pero no en el buen sentido. Aquí los legionarios siempre están cantando, oye, incluso de camino a una misión, detalle que ya hace que no te tomes muy en serio la situación. Luego añaden hasta príncipes de países imaginarios, lo que es el culmen de lo estrambótico, no necesariamente malo pero en esta historia totalmente fuera de lugar.
Curiosa como testimonio de una época pero como película limitada.