A Chaos of Flowers
Sinopsis de la película
Situada en la era Taisho, que quizás sea considerada como la Fase Hippie del Japón, A Chaos of Flowers es una historia acerca de gente elegante sin control del impulso. Mucha de la acción se centra en una escritora popular, la poetisa en la vida real Akiko Yosano y en sus experiencias entre los literatos en el Japón de principios del siglo XX. A causa de su poesía independiente, pacifista y a menudo erótica, ella fue un imán para revolucionarios y otros extremistas, muchos de quienes fueron destinados a glamorosas, mas últimamente injustificadas, muertes.
Detalles de la película
- Titulo Original: Hana no ran (A Chaos of Flowers)
- Año: 1988
- Duración: 139
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Viajamos a una era lejana, cuando Japón vive momentos de lo más agitados, antes de la guerra, de Hiroshima y Nagasaki, antes incluso del Gran Terremoto…
Para muchos una era de pasión, traición, violencia, revolución y sobre todo cambio social, y todo ello observado desde el punto de vista de una mujer muy especial: Akiko Yosano.
En muchos sentidos la carrera de Kinji Fukasaku me es curiosamente familiar a la del otro genio Hideo Gosha: el segundo se labró una sólida reputación durante los 60 como maestro dentro del jidai-geki , mientras el primero lo haría durante los 70 especializándose en films sobre yakuzas, ambos muy apegados al cine popular cuyas miras cambiaron de manera radical llegados los temidos 80. Fukasaku se decantó por los samuráis y otros géneros y luego por el melodrama, como Gosha, después de encargarse de la 4.ª entrega de la popular saga Hissatsu , volvería a inmiscuirse en dicho género.
Y por medio de un proyecto que une los argumentos de las novelas Yume no Kakehashi y Hana no Ran , escritas por la importante autora, historiadora y maestra Michiko Nagahata, perteneciente a esa estirpe de mujeres que se dedicaron a hacer tambalearse los cimientos del tradicionalismo en la sociedad japonesa. Su historia es una historia real situada a finales de la era Meiji y durante los convulsos años de la era Taisho centrándose en la vida de Akiko Yosano, no sólo una de las más famosas poetas del Japón moderno, sino de las más polémicas, amén de una figura clave en la defensa y liberación de la mujer en la sociedad del momento.
Los que mejor conozcan a Fukasaku por sus sucios, crudos y frenéticos relatos criminales, desde luego no lo encontrarán por ninguna parte en esta obra, que no pocas similitudes comparte con otro gran drama de su cosecha, House on Fire (y que ni siquiera provee de recortes de periódico o imágenes de la época, como ha acostumbrado siempre), inclinada a un cine social intimista más cerca del de Shohei Imamura, Yasuzo Masumura y Kon Ichikawa o los dramas de época (cada uno a su estilo) de Kohei Oguri, Bernardo Bertolucci y Jacques Rivette, siendo retocada con pinceladas del más puro melodrama clásico americano, evocador y a veces hasta demasiado sentimental, haciendo especial énfasis sobre la figura femenina, en una línea cercana a Mizoguchi y Kinuyo Tanaka (o el Gosha contemporáneo).
Seguimos, adelante y atrás en el tiempo, las diversas experiencias por las que pasa Akiko, desde su noviazgo con el activista y autor Tekkan Yosano (ya padre casado) a su ardiente relación con el otro escritor Takeo Arishima. El director, muy sobrio pero no menos áspero o violento, radiografía la inestabilidad de su país en esos años de ideas llegadas de occidente, movimientos en contra de las políticas conservadoras, revoluciones inspiradas por el levantamiento ruso y un gran desarrollo cultural, en estos ambientes distinguidos, de clase media-alta intelectual, se sitúan las insatisfacciones, los conflictos y las pasiones prohibidas.
Todo ello a lo largo de diversos pasajes individuales, porque cada pequeño personaje posee su propia historia, que ocupa una parte importante en la vida de Akiko, para quien se asemejarán a flores esparcidas en un jardín en llamas (de ahí el título del film). A cargo de una familia numerosa y con un marido subyugado a su éxito, la protagonista es el pilar de la familia y la destinada a cambiar la sociedad, un alma fuerte e independiente que se verá sometida a un intercambio de roles de lo más interesante (y punto de inflexión en la trama): la de la fallecida esposa de Takeo, donde éste cree volver a encontrar el amor verdadero.
No obstante su reflejo torcido, su imagen oscura, procede de otra Akiko, apellidada Hatano, desencantada periodista que mantiene una misteriosa relación con el anterior y es tratada cual muñeca sin vida por su marido aristócrata Harufusa, dos mujeres, distintas en esencia pero atadas emocionalmente al mismo hombre. Éstos, mientras tanto, son esbozados a la manera de la fealdad masculina mizoguchiana : cobardes, infieles, brutales, autoritarios y mentirosos, aunque Fukasaku, como siempre ha hecho, ni perdona ni condena, se limita a contemplar amargo a qué abismos de locura, decadencia y obsesión es capaz de descender el ser humano.
Debido a la linealidad narrativa, muy sujeta a los esquemas del melodrama tradicional, son los pasajes antes nombrados, centrados en un personaje concreto o bien en una situación determinada que de vez en cuando atraviesan la trama, los que hacen oscilar su estructura, cambiar su atmósfera y elevar la intensidad de las emociones, además de enriquecerla, destacarían la violenta confrontación entre Akiko y sus hijos, la obra de teatro de Sawada y Sumako y su posterior pelea, el desgarrador instante en que el ex-marido y el hijo de Noe cruzan la calle cuales espectros o la inesperada confesión de Akiko (Hatano) sobre su relación con Takeo (que expuesta en los últimos cuartos de historia la cambia por completo…).
Es digno de elogio el trato tan natural y humano que Fukasaku concede a sus personajes, con quienes no cuesta empatizar pese a sus errores y abruptas personalidades, interpretados por conocidos actores como Yusaku Matsuda, Keiko Matsuzaka, Ken Ogata, Morio Kazama o un joven Renji Ishibashi, y presentando un duelo de carácteres entre Sayuri Yoshinaga y Kimiko Ikegami, quien sin duda gana con su Akiko Hatano en una actuación arrolladora. Todos arropados por una exquisitez técnica de primer orden, desde la bella fotografía de tonos cobrizos de Daisaku Kimura y la música de Takayuki Inoue a la dirección artística del maestro Akira Naito.
Una obra tan delicada y sentimental como sórdida, oscura y extrañamente fascinante. Con Hana no Ran , el cineasta volvió a poner de manifiesto la inmensa versatilidad que poseía como genio artesano, mostrando su otra cara, la que no debe pertenecer exclusiva y forzosamente a las películas de yakuzas y policías…