Yojimbo (El mercenario)
Sinopsis de la película
En el siglo XIX, en un Japón todavía feudal, un samurái llega a un poblado, donde dos bandas de mercenarios luchan entre sí por el control del territorio. Muy pronto el recién llegado da muestras de ser un guerrero invencible, por lo que los jefes de las dos bandas intentan contratar sus servicios.
Detalles de la película
- Titulo Original: Yôjinbô (Yojimbo the Bodyguard) aka
- Año: 1961
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
8.1
98 valoraciones en total
En mis recuerdos, empieza la película con la cámara de Kurosawa colgada del cogote de Sanjuro(Mifune). Camina por un sendero. Solo. Lleva los brazos cruzados por dentro del kimono, pues arrecia el frío, las mangas penden vacías. Parándose, saca la mano por la apertura y se rasca las liendres de la cabeza. Cuando arranca la banda sonora, orquestación potente que nos indica que ésta es una película de acción y éste es el héroe, Sanjuro llega a un cruce en el sendero, y tirando un palo al azar, elige su destino….. Aún no han terminado los créditos y ya queda definido el protagonista.
Los 7 samuráis dura 205 minutos. Imaginen la de cosas que se cuentan.
Anexo sobre Toshiro Mifune.
Quiero creer que, lejos de ser exigencias de Kurosawa, ese gesto de rascarse la cabeza o la barbilla es aportación de Mifune a una composición de personaje que no merece una copa Volpi que ganó….merece 2 o 3 más.
Yojimbo es una llamativa, interesante y exótica cinta para los entendidos de cine, pues Kurosawa trata sus historias con una profundidad, unas pausas reflexivas y un contenido filosófico de la existencia que es lo que las hace tan particulares y con un sello de tanta calidad. Incluso el director japonés se permite, como en ésta, introducir escenas de comicidad o provocadoras de risa, lo cual no resta que el conjunto del film sea de una gran hondura, en el caso de Yojimbo de cómo un ser humano trata de sobrevivir haciendo uso de su imaginación y del oficio que mejor desempeña.
Recuerdo películas españolas acerca de guerrillero como José María el tempranillo , Curro Jiménez o incluso de algún torero, que representan figuras populares de la historia de España, equiparables a las narraciones de los samurais japoneses, pues estoy seguro que si un director de aquí, con la calidad de Kurosawa, las hubiese tomado como personajes principales de alguna de sus películas, rodeándolos de un guión con peso reflexivo y acción de calidad, casi seguro que para Oriente habría sido un genio del exótico cine occidental tal y como Kurosawa lo es para nosotros: un Maetro del cine Oriental. Ni más ni menos.
Fej Delvahe
Akira Kurosawa, excelso emperador entre los maestros cinematográficos de oriente, se propuso en 1962 afilar su katana contra la figura de un samurai mercenario con esta mítica Yojimbo, que pese a no llegar al eminente nivel de otras obras maestras como Dersu Uzala o Los siete samuráis, es una más que notable cinta de intriga y aventuras.
Sanjuro, un ronin huérfano de shogun que vaga por los pueblos poniendo al servicio del mejor postor su ingenio y su espada a cambio de sustento y oro, llega a una decrépita aldea dividida en dos por culpa de la sempiterna pugna entre los dos infames candidatos a cabecilla mafioso: Ushi-Tora y Seibei, a cada cual más despreciable. Ante tan avieso panorama, Sanjuro se propone ejecutar un doble juego mortal para destruir a ambos clanes que, dicho sea de paso, no es que tengan muchas luces, a base de engaños, falsas apariencias y desmembramientos varios. Sólo un secreto propio podrá interferir en su maquiavélico plan, y es que el implacable samurai errante, en el fondo, tal vez no sea tan despiadado como parece.
Se ha dicho que es un film muy influenciado por los westerns de los años 40 y 50 y bien pueda ser, pero el sello personal de Kurosawa flota indefectiblemente a lo largo del metraje dotando a la cinta de personalidad propia, conformada por su ejemplar puesta en escena, el realismo de las secuencias de acción, los sugeridos apuntes sobre la futilidad de la naturaleza humana, la contraposición del honor y la villanía, el retrato decadente del Japón aldeano de mediados del siglo XIX y el reflejo, en definitiva, del fin de una era feudal dominada por códigos ya obsoletos frente a una incipiente y convulsa modernidad que lo cambiaría todo para siempre.
Entiendo perfectamente que Sergio Leone se enamorara de esta historia y la reconvirtiera según sus parámetros para dar forma a la primera entrega de su trilogía del dólar, pues lo que queda tras su visionado es la sensación de haber presenciado un relato muy bien construido y mejor filmado, tal vez no perfecto, pero interesante y apasionante en todo momento. Y era tan sólo el primer viaje del samurai errante, pues mayores desafíos le aguardarían, pero esa ya es otra historia…
Yojimbo es la historia de un samurai que llega a un pueblo marcado por el enfrentamiento entre dos clanes rivales. El odio y la rivalidad entre ambos bandos determina todos los aspectos de la vida de este municipio. Sanjuro, que así se llama el samurai, coquetea con las dos facciones hasta que poco a poco se va decantando. A lo largo de la película hay una serie de intrigas, deslealtades, traiciones y unas magníficas escenas de acción en las que no siempre nuestro héroe resulta victorioso.
Es, como ya se ha dicho, la película que dio pie no sólo a Por un puñado de dólares sino también a una serie de westerns e incluso de filmes de acción que toman muchas ideas de Yojimbo. Dicho todo esto, y sin que nadie se lo tome a mal, me resisto a considerar esta cinta como una obra maestra, más aún si las comparo con otras de Kurosawa como Trono de sangre o El infierno del odio. Es una buenísima película en la que hay drama, acción, luchas, tipos destrozados por la guerra de familias. Tiene además una fotografía espectacular y Mifune está, una vez más, magistral.
Ahora bien, creo, y me parece una osadía decir esto, que hay unos pequeños aspectos que
hacen que la historia no me termine de parecer todo lo brillante que son otras películas del maestro japonés. Los comento en el spoiler para no reventar la película a nadie. Pese a todo, merece mucho la pena verla.
Pasan y pasan los años, y da la impresión de que los escenarios de la vida siguieran girando inamovibles sobre una misma rueda. Aprendemos, pero no ejercemos, y menos aún reflexionamos con sentido autocrítico, sobre lo que a diario nos demuestra la existencia. Avanza la tecnología, se transforma la ciencia, tenemos más y más vislumbres de la inmensidad y del poder del universo, pero sobre convivencia, sobre amor, solidaridad y respeto, todavía sabemos muy poco. Y si de esto es escaso lo que sabemos, todo lo demás ayudará muy poco a nuestra ansiada felicidad.
Cuando uno ve a YOJIMBO, una película filmada en 1961 y ambientada en el siglo XIX, siente de inmediato que se está recreando la vida de los más marginados barrios de hoy (en micro) y la de los países peor gobernados (en macro).
Akira Kurosawa, con su habitual vigorosidad narrativa y con ese singular blanco y negro que refleja las historias del pasado, y que él utiliza también por su reconocido respeto a los que considera indefinidos colores del Japón, nos cuenta una historia que es muy frecuente entre nosotros: Dos bandos inescrupulosos y arribistas, se enfrentan entre sí por el dominio de un pueblo. A uno lo apoya el fabricante de sedas y al otro el de la cervecería. El jefe de policía sirve a sus intereses, el fabricante de ataúdes está ávido de cadáveres para poder evacuar su materia prima, y entre ellos, el pueblo se oculta temeroso cada día, en medio de la escasez y temiendo constantemente por sus vidas que para nadie importan.
Pero, como nunca estamos definitivamente solos, un hombre, un yojimbo (guardaespaldas), poderoso guerrero samurái que siente que debe jugar su papel en aquel infausto frente de batalla, entra en escena para ver si consigue disipar las sombras. Y entonces, en un reflejo fidedigno de una vergonzosa y eterna realidad, sucederán tantas cosas como las que suelen suceder entre los hombres más absurdos e invidentes. Mientras estos acuden a sus trampas, su brutalidad y su obsesivo asedio, del lado del pueblo hay lugar para la amistad, para la fe en el otro, y para el ejercicio de la solidaridad, la astucia y la perseverancia.
Kurosawa nos hace inclinar la cabeza. Su filme, medio cómico y medio trágico, un tanto western y otro tanto jidai jeki, de aspecto rememorador, pero inevitablemente actual, tiene ese olor a cine elocuente, avalado por un arte denso y pulcro que merece nuestro aplauso y nuestro mejor reconocimiento.
Y Toshiro Mifune se confirma como un actor de poderoso histrionismo, cuyo éxito internacional, y su constante presencia en los filmes del gran maestro japonés, no fue para nada cosa de influencias, y sí, la merecida cosecha de una labor profesional y comprometida como la que más.
YOJIMBO sigue abriendo la brecha de un cine oriental que se merecería muchos, pero muchos más, espacios.