Wonderland
Sinopsis de la película
Crónica de la vida de tres hermanas londinenses. Nadia (Gina McKee) es un camarera solitaria que busca un alma gemela a través de los anuncios personales. Tampoco a Molly (Molly Parker) le van muy bien las cosas: precisamente cuando está esperando un hijo, su pareja deja el trabajo y desaparece. Por su parte Debbie (Shirley Henderson) es una peluquera malhablada que tiene un hijo de 11 años, pero está separada de su marido.
Detalles de la película
- Titulo Original: Wonderland
- Año: 1999
- Duración: 104
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Opinión de la crítica
Película
7.3
44 valoraciones en total
Esta película me ha producido un efecto parecido al de un poema con forma de panal en el que los varones se nos muestran como un enjambre de zánganos y las hembras son obreras urbanitas.
El sonido es el zumbar rugoso de las calles, con gotas mínimas de miel tocadas al piano.
Michael Winterbottom nos hace asistir a las peripecias de la abeja melífera o doméstica, que va de flor en flor y se orienta por el humo de los cigarrillos.
Sus ceremonias nupciales son efímeras y suelen acabar en desencanto. Su vuelo es de muy corto recorrido. Habita en celdas sucias y su cera es agridulce. Se desenvuelve bien entre las luces de ciudad.
Rodada cámara en mano, fue dirigida por Michael Winterbottom. Dispuso de un presupuesto muy reducido. Obtuvo el premio BIFA a la mejor película británica, fue nominada al BAFTA a la mejor película y consiguió otras nominaciones.
La acción tiene lugar en Londres durante el primer fin de semana de noviembre de 1998. Narra la historia de tres generaciones de una familia obrera londinense, formada por los padres (Bill y Eileen), tres hijas (Debbie, Nadia y Molly), un hijo (Darren), y un nieto, Jack, hijo de Debbie (Shirley Henderson), separada, que trabaja como peluquera. Nadia (Gina McKee), soltera, es camarera de un bar y Molly (Molly Parker), se encuentra en avanzado estado de gestación.
La película muestra la realidad urbana de la gran ciudad, el colorido de los edificios, las aspiraciones de los habitantes, la espectacularidad del Támesis, la animación festiva de chicos y mayores con motivo de la fiesta de la noche de la hoguera . No se ofrece una postal para turistas, sino una visión sin artificios de una urbe inmensa, que cobija dramas, soledades, fustraciones, alegrías y ambiciones de felicidad. La obra hace uso de una estética realista, sincera y próxima. La narración visual es de formato semidocumental. Los protagonistas son personas normales y comunes, exentas de heroismos y trascendencia. Destacan las escenas del parto natural, la de sexo oral en el local de la peluquería, la del niño de color que pide limosna en el metro y el atraco que sufre Jack en la calle.
La música, del compositor Michael Nyman, está interpretada por su banda. Incluye melodías de gran fuerza, que senan poderosamente. Añade canciones populares como Happy Together y Angel . La fotografía, rodada en 16 mm, evita con frecuencia los jegos de planos y contraplanos mediante movimientos rápidos de cámara, que alargan las secuencias y las dotan de un acertado aire documentalista. Hace uso preferente de escenarios naturales (interiores y exteriores), de la luz ambiental (diúrna y nocturna) y prescinde de efectos visuales especiales. Muestra una clara preferecia por los azules. El guión se centra en la vida, entrelazada, de las 3 hermanas, a lo largo de 3 días (de viernes a domingo). Los diálogos traspiran naturalidad y verismo. El relato incluye penas, desamores, soledades, inquietudes y angustiras en mayor medida que alegrías y satisfacciones, aunque éstas son de mayor entidad. Trata con ternura a los niños y adolescentes. La interpretación de las 3 hermanas y la de Ian Hart, en el papel de Dan, desbordan autenticidad. La dirección introduce al espectador en la vida y en el drama de la familia, de la que se siente partícipe. El relato es cálido, intimista y absorbente.
Película descriptiva y realista. Explica con elocuencia y brillantez la vida cotidiana de la clase trabajadora londinese. Apuesta por la igualdad y la integración social, con normalidad y sin discriminaciones raciales.
El sonido de las grandes ciudades es algo así como una cacofonía de relojes, cada uno con una hora diferente, un maremágnum de tictacs desacompasados que sólo aprendemos a escuchar cuando cae sobre nosotros el silencio.
A veces, muy pocas veces, los relojes se ajustan a la hora exacta y el sonido se unifica. Estos instantes, suspendidos en el vacío, duran tan poco tiempo que luego nadie los recuerda. Son minutos, segundos apenas en los que todos caminamos hacia la misma dirección, todos nos sentimos igualmente desorientados, perdido el compás de nuestro tictac interno para subordinarlo al ritmo de la gran urbe.
Pero el momento pasa y nadie está allí para recordarlo, para recopilarlo o encerrarlo en el ámbar del parasiempre. Todos recuperaremos nuestros tiempos, caminaremos sin mirar a los demás, pasaremos por la vida sin que la vida pase por nosotros y nos perderemos en noches vacías y días hostiles, trabajos que no nos harán mejores ni más felices, amantes que dejaremos escapar y sueños que no cumpliremos nunca.
Toda la tristeza del mundo cae y cae y cae en Wonderland y por un momento lo invisible se hace visible y nos vemos a nosotros mismos, quizás algo más feos, más grises, más pobres, pero somos nosotros, somos nosotros…
Me puse a verla un sábado por la noche. Estaba exhausto y el cansancio se estaba apoderando de mi. Y sin ni siquiera darme cuenta, allí me quedé, ensimismado, fascinado, sobrecogido.
Al día siguiente, y sin lágrimas en los ojos, tuve que volver a comprobar si lo que había visto era cierto: Una obra maestra. Un retrato humano, honesto y sentido sobre la clase baja. Preciosa.
Hay pelis que dejan poso, que calan hondo. Como el calabobo, o el sirimiri, esa persistente y fina lluvia cantábrica que, sin darte cuenta, va filtrándose a través de la ropa, a través de los poros de la piel, empapándote hasta la médula. Una sensación parecida me proporcionó Wonderland.
Winterbottom nos plantea de inicio el seguimiento diario de una familia londinense de clase media-baja. Pero lo que pudiera parecer a priori el trillado retrato de las pequeñas o grandes miserias de un ambiente familiar sórdido e infame, evoluciona paulatinamente hacia una propuesta mucho más íntima, mucho más poética. El singular tratamiento visual del inglés nos demuestra como la opción cámara al hombro no sólo es capaz de reproducir un mero efecto objetivo o realista, sinó que, además, es capaz de componer imágenes bellas y profundamente emotivas. Wonderland se convierte, en este sentido, en un conmovedor poema urbano que describe con exquisita sensibilidad el pálpito interno de miles de corazones solitarios que viven en una gran urbe.
Una de las películas más hermosas de la última década.