Whiplash
Sinopsis de la película
El objetivo de Andrew Neiman (Miles Teller), un joven y ambicioso baterista de jazz, es triunfar en el elitista Conservatorio de Música de la Costa Este. Marcado por el fracaso de la carrera literaria de su padre, Andrew alberga sueños de grandeza. Terence Fletcher (J.K. Simmons), un profesor conocido tanto por su talento como por sus rigurosos métodos de enseñanza, dirige el mejor conjunto de jazz del Conservatorio. Cuando Fletcher elige a Andrew para formar parte del grupo, la vida del joven cambiará.
Detalles de la película
- Titulo Original: Whiplash
- Año: 2014
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
7.8
49 valoraciones en total
Damien Chazelle presentó en 2013 un cortometraje en el que un estudiante y virtuoso de la batería entraba a formar parte de la banda de jazz de su conservatorio, dirigida por un estricto profesor. Esa idea cuajó y ahora nos llega la versión completa de esa historia, la tensa relación entre un alumno que se desvive por la música y un profesor que busca la absoluta perfección.
Chazelle consigue con Whiplash una conjunción perfecta entre el amor a la música y el desarrollo de sus personajes. Plano a plano la película parece construirse sólo con acordes, golpes de baquetas y resonar de las trompetas, una mezcla musical fantástica que se mueve entre Caravan y Whiplash, jazz potente que aún retumba en mis oídos. Pero no sólo de música vive esta película, ya que Chazelle consigue que profesor y alumno entren en una batalla épica de redobles y platillos, haciendo que el espectador abandone su posición pasiva y participe de forma activa en su historia. Una película que despierta la pasión por la música, aunque sea mínima, que todos llevamos dentro, y el culpable no es sólo el director, sino que sus dos protagonistas, un soberbio J.K. Simmons y un apabullante Miles Teller, ponen la piel de gallina. Una máxima que dejan bien patente en todo momento es esa búsqueda de la perfección, esa obsesión (a veces malsana) de alcanzar un nivel casi inalcanzable, algo que comparten ambos protagonistas, cada uno a su manera y por caminos distintos. Esa obsesión queda también muy bien reflejada en su difícil relación: dura, sufrida, pero llena de pasión, una pasión explosiva con un zenit inmejorable.
Llama la atención el tratamiento del sonido en Whiplash y su perfecta sintonía con la imagen. No es algo raro si tenemos en cuenta que su director es un amante reconocido de la música en general y del jazz en particular, y ese amor se nota que lo ha traslado a su mano y a su objetivo. El montaje de imágenes, repetimos, va en sintonía al sonido, a ese tronar de la batería, a los acordes de sus dos temas principales, con lo que da un ritmo trepidante (faltaría sólo eso) y un fluir de la historia muy acertado, porque no sólo de música vive Whiplash, aunque así su personaje lo pretenda con el tratamiento que de su vida real da, encontrada con su vida profesional, o la obsesión de alcanzar la maestría detrás de una batería.
Taquicardia, chorros de sudor por la espalda, los ojos y la boca abiertos al máximo y una sensación de haber estado días sentado en la misma butaca es lo que, al final, consigue Whiplash. Más de 30 minutos de pura adrenalina es lo que Chazelle junto a sus dos actores consigue transmitirnos. No hay diálogos, sólo dos hombres con su batería y su batuta, mucha fuerza, una pasión desbordada, un lugar idílico, casi de ensueño, y un escenario enorme donde lucirse. La música es la auténtica protagonista, la que sale de dos brazos con una fuerza atronadora, la que nos corta la respiración durante media hora (o al menos esa es la sensación temporal que da). Una maravilla del cine entregada a la música que tanto cinéfilos como melómanos no pueden dejar escapar. No es de extrañar por ello que tanto el público como el jurado del Festival de Sundance 2013 sucumbieran a sus encantos.
Whiplash, Whiplash, Whiplash… Una palabra, una melodía, una obra que jamás olvidaré. Apenas noté que el actor era Miles Teller, quise quitar la película… Cuando iba a quitarla escuché una nota, pero no una simple nota. Una que me llegó alto. Aún así pensé: Otra película de música, mejor la quito. Y tras las puertas apareció el calvo Austin Stowell y me calló la boca con ese gran diálogo. Y tuve que dejar los apenas, las excusas y todo a mi alrededor para sumergirme en una película que inspira y conmueve como ninguna. Literalmente apenas pude moverme cuando salió en un fondo negro el nombre de este gran director que no olvidaré. La película me dejó abatido física y emocionalmente. Podría pasar horas escribiendo, pero quiero dejarlo en corto. Ya que nunca leo las críticas largas y sería ilógico que yo hiciese una. Así que la describiré en resumidas palabras.
INTRIGANTE-PODEROSA-CONMOVEDORA-INSPIRADORA-ALUCINANTE-INOLVIDABLE.
Quiero aclarar antes de nada que las siguiente crítica es desde el punto de vista de un músico y no desde la de un cinéfilo. Tenemos una película con unas más que decentes actuaciones de los actores principales pero que para nada suplen el gran defecto de este film: no captar la ESENCIA de JAZZ. Véase la escena de la cena familiar en la que se ridiculiza la visión sobre el jazz de la sociedad, que continuamente lo menosprecia y subestima. Curioso que luego el resto del film parezca realizado por un fanático del fútbol americano que no tiene ni el menor conocimiento sobre jazz (Cabe resaltar que soy un fiel aficionado de la NFL). Principales errores que se suceden a lo largo del film y muestran lo anteriormente dicho:
1- El jazz no consiste en tocar lo más rápido posible.
2- Jazz igual a improvisación, no a una bigbang tocando partituras como si fuese Monteverdi o Bach. Seguramente el mayor fallo de toda la película. El jazz no se puede entender sin improvisación.
3- Todo músico de jazz gran parte de su educación la realiza tocando con amigos o otros músicos en jam sessions.
4- Un bateria de jazz ha de saber adecuarse a cualquier cosa,sin partituras y al momento.Y cumplir con su función que es la de llevar el tempo cual metrónomo, no ser el solista y tocar mil notas por compás(que es lo que muestra la película). Tempo, groove, originalidad, sutileza…
5- El guión tiene constantes incoherencias en el argot del jazz. Ejemplo: en los ensayos Simmons ordena empezar cada vez desde un compás de manera totalmente aleatoria. Los temas o los tocas desde el principio o desde un punto clave porque interesa revisar ese pasaje. No cada vez desde un compás. La película esta repleta de fantasmadas de este pelo.
No quiero incidir en conceptos muy técnicos sobre el jazz por lo que no proseguiré. No digo que la película no tenga cosas buenas como ya se esta encargando la crítica general de resaltar, pero en cuanto a la temática jazz es pura ficción.
¿La gran sorpresa del cine norteamericano de la temporada? Sinceramente me repatea este cine enfático y sensacionalista en el que se nos viene a decir que el éxito y la gloria requieren la asunción de degradantes sacrificios y la aceptación de humillaciones fascistas.
Andrew Neiman es un joven estudiante de batería de jazz obsesionado con llegar a ser un grande, y lucha por ello en la Academia buscando la aprobación de su despótico profesor Fletcher. La relación sado-masoquista entre el tirano Fletcher y sus alumnos, como proceso de catarsis artística, es el hilo argumental de la cinta.
Cierto que J.K. Simmons está más que convincente en su (odioso) papel de desalmado. Es probable que haya profesores como él, pero, la verdad, no tengo mucho interés en conocerlos, ni a él ni al papanatas aprendiz, atolondrado capaz de renunciar al amor por una quimera. Total, dos personajes la mar de antipáticos y una visión terrorífica de las escuelas de jazz como salvaje campo de batalla entre los aspirantes por ocupar un puesto en la orquesta.
Gracias a la providencia, el Jazz hoy en día goza de una salud prodigiosa – visión no compartida por el revisionista maestro, anclado en Ellington y Parker- y no creo que sea debido a métodos degradantes como el de este instructor militar (primo hermano del sargento de la chaqueta metálica).
La excelencia exige denodado esfuerzo (además de talento), pero de ahí a la inmolación redentora ante el gurú… va un trecho.
Por otro lado, echo en falta el auténtico espíritu del jazz más allá del papel pautado: la improvisación, el feed-back de las jam sessions, donde los músicos se dan la réplica en una vorágine sin red.
Seguro que la película triunfa, encierra elementos dramáticos de alto voltaje que encandilarán a muchos. A mí me ha parecido un truño tendencioso y falaz.
Más allá de los valores cinematográficos de la cinta, que no me parecen desdeñables, pues el director tiene la suficiente habilidad como para llevar al espectador por el terreno que a él le interesa (eso sí, con un argumento que conocemos de haber sido reflejado en pantalla cien veces en el cine yanqui desarrollada en ámbitos diversos), lo que me interesa resaltar se refiere más a la orientación ideológica del asunto. El filme, desde este punto de vista, me parece muy representativo de cierta concepción yanqui-capitalista del trabajo y de la vida: aquélla que defiende que para conseguir un resultado pretendidamente superior, extraordinario, magnífico, ha de sacrificarse toda humanidad, ha de convertirse al ser humano en poco más que un instrumento. Desde esa perspectiva, esta cinta me resulta nauseabunda y se me planteó un paralelismo inevitable con la primera parte de La chaqueta metálica, en la que el sargento Hartman tiene un protagonismo esencial, y no pude evitar pensar que en Whiplash, el militar, encarnado ahora en el profesor de música, había logrado ser testigo de su gran obra, consistente en moldear a los seres humanos a su conveniencia, sin que ninguna de sus víctimas le volara antes la tapa de los sesos. Lo inquietante es que la innegable pericia del director puede llevar, y de hecho lleva, al aplauso a un público un tanto desavisado.