¡Viva lo imposible!
Sinopsis de la película
Los López, una familia de funcionarios, llevan una vida gris y monótona, pero un día deciden rebelarse contra su destino y se lanzan a la aventura. Abandonan el trabajo, la ciudad en la que viven, sus amistades y se unen a un circo ambulante, que consideran el símbolo de la libertad que tanto desean. Poco después descubren que los artistas del circo están cansados de constante ir y venir por carreteras y caminos, sin un hogar propio ni un sueldo fijo que garantice su porvenir.
Detalles de la película
- Titulo Original: ¡Viva lo imposible!
- Año: 1958
- Duración: 95
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes conseguir una copia de esta película en formato HD y 4K. A continuación te detallamos un listado de opciones de descarga directa disponibles:
Opinión de la crítica
Película
5.3
48 valoraciones en total
Si en un principio resultaba sugerente la idea de que una familia decidiera renunciar al duro trabajo diario -garante de permanencia en una clase media aún poco accesible, en una España que todavía tiene que mostrar síntomas de haber superado la posguerra-, el estudio de unas oposiciones y, en general, a la ajetreada y despersonalizada vida en la capital, tan pronto como Palmira y Eusebio empiezan a dudar de tamaña decisión, empiezo a sospechar con desilusión que sé cómo acabará todo. Sólo el padre de ambos, Don Sabino, creerá que su nueva vida trabajando en el circo bien merece la pena haber sacrificado todo lo anterior. Así que después de vender todos sus bienes, contemplar el mar (ese sí que es un plano que merece la pena) y unirse al circo, Palmira y Eusebio retoman sus vidas en Madrid porque, por mucho que rece el título de la película, lo imposible no es compatible con la vida que se espera que lleven.
Cuantas veces nos hemos planteado cambiar de vida, aunque seguramente no de forma tan radical y abrupta como es el caso de esta familia de funcionarios públicos, mal pagados y sin un futuro ilusionante, a los que sólo les espera una vida monótona y desmotivada. El sueño de cambiar la monotonía por la aventura, abajo lo vulgar y lo previsible, una ilusionada utopía, que deviene en lo imposible. No hay nada difícil cuando se pone ilusión, afirma el patriarca de la familia, un sublime Manolo Morán, su campechanía, su nobleza y su humanidad contagia de optimismo esta tierna historia sobre la rebeldía ante el destino. El ser humano por definición nunca es feliz con lo que tiene, que por otra parte puede suponer un reto para superarse y conseguir lo que anhela, resultando igualmente decepcionante.
Una película llena de personajes cercanos llenos de humanidad, gracias a un estupendo reparto, capitaneado por Morán pero con un Miguel Gila maravilloso, un tiránico y machista Rodero en plena ascensión, una Julia Caba Alba como la sentimental criada y una Paquita Rico muy interesante como esposa nada sumisa, alejada de lo folclórico. Escasamente valorada, me parece una injusticia menospreciarla por sus valores y su factura, dada la férrea censura. Creo que el guión peca de excesivo conformismo en su resolución, más aún cuando se atisba un romance mucho más lógico y natural que es desaprovechado. Una comedia sentimental inconformista basada en una obra del inefable Miguel Mihura que aborda una fábula moral de carácter costumbrista, haciéndonos reflexionar sobre cómo queremos vivir, pero a la vez se rinde un merecido homenaje al mundo del circo, que seguramente en aquel momento no se temía por su futuro.
Sí amigos, un nostálgico recuerdo melancólico me produce esta película. El de aquellas atracciones bajo una gran carpa ambulante que gozaban de magia, emoción, humor, riesgo y fantasía, apto para todos los públicos que se denominó: El mayor espectáculo del mundo. Ahora esta sociedad de la información y la tecnología, ha perdido su ingenuidad y su nobleza, arrinconando la ilusión y la sorpresa, despreciando los valores de la familia circense, embelesados en otros tipos de ocio, menos fraternales, más cibernéticos, a veces mezquinos y violentos. Nuestros padres nos llevaron al circo en vacaciones de verano o en Navidad cuando éramos niños, pero nosotros ya no podremos hacerlo, el circo prácticamente ha desaparecido, con él parte de nuestra infancia y nuestros sueños. La película mantiene su mensaje universal y atemporal que resulta válido y nada desdeñable.
Maravillosa película que nada tiene que envidiar a las comedias americanas de la década de los cincuenta. Aquí el gran Rafael Gil nos acerca a la historia de las vidas mediocres de una familia de empleados que un día deciden rebelarse contra la vida gris y monótona y, encabezada por el padre, don Sabino, venden la casa y se marchan al mar, a donde sus pasos les lleven. Allí encontraran un circo y a don Sabino no se le ocurre otra cosa que trabajar en él con su familia.
El tono de la película posee un inconfundible aire de Frank Capra, y Gil acierta al a expresar unos tipos entrañables que, sin embargo, tienen también una considerable carga critica, aunque esta sea siempre suave y amable. El único que se opone a los sueños del padre es el novio de su hija, Vicente, aspirante a funcionario probo y gris, y que considera una locura la huida hacia la nada.
Una película amable, sobre la buena fe y el cariño que vuelven a unir a la familia, suavizan los roces inevitables y recortan en mucho el lema de ¡Viva lo imposible!
Es una interesante reflexión sobre el destino. Aquí nadie está contento con su destino, cada uno se forja el suyo viviendo, pero un alto nivel de conformismo es inevitable, y su aceptación conduce a la felicidad. Es el mensaje de una película con numerosos rasgos interesantes, con un humor dulce que en ocasiones se torna patético como son los juegos malabares de Don Sabino o el personaje interpretado por Gila, un domador de leones que solo aspira a trabajar de guarda en un lugar tranquilo.
El desenlace no es tanto acomodaticio como realista y recuerda al de Y el mundo marcha, una de las películas favoritas de Gil. No es ni un final feliz ni triste, es… realista. La única manera de lograr una mínima de felicidad es renunciar a lo imposible y quimérico, con lo de doloroso conlleva tal renuncia. Pero vivir es elegir entre diversas trayectorias, como definió Ortega, y elegir supone siempre renunciar. Por otra parte la amargura del fracaso de lo imposible se atenúa con la conciencia de la fe y con el sentimiento del amor. ¿Acaso no es suficiente?
Emocionante es esa noche de fin de año, en la que los actores transmiten muy bien esa alegría en la tristeza. No son del todo felices, pero hay que seguir adelanta, hay que luchar. La escena de la guapa Paquita Rico dando las campanadas y cantando no tiene precio. Esta escena hacen de esta una película ideal para ver en Nochevieja.
La realización es ágil y convincente, con una bonita fotografía en color, la primera en una película de Gil, que ya no haría más títulos en blanco y negro, salvo Es mi hombre, la descripción de la vida en el circo es ajustada y lograda, y en su conjunto ¡Viva lo imposible! supone un afortunado retorno del director a los propios temas de su filmografía. Lamentablemente el estreno de la obra el 1 de septiembre de 1958 no se tradujo en el éxito esperado. Quizá la sutileza de la película paso desapercibida y se consideró demasiado simple para un público que tal vez había perdido la dulce ingenuidad que la historia reclamaba de sus espectadores.
Antes de su estreno en España, la película se presentó al Festival Internacional de Cine de Berlín, el 5 de junio de 1958. La recepción, si no entusiasta, fue digna. La critica dijo que entre todos los cordiales compañeros de esta decisiva aventura es Manolo Morán el personaje de más peso humano y más ejemplar, y también el de mayor responsabilidad artística. También entusiasmó mucho el trabajo de los actores: la encantadora Paquita Rico, el imponente Manolo Morán, secundario en casi todas las películas de Gil y que en ¡Viva lo imposible! tiene uno de sus pocos papeles protagonista, el intenso Miguel Gila y el exacto Jose María Rodero. Incluso llegaron a comparar a Paquita Rico como la Gina Lollobrigida española. Fue uno de los mejores años de Paquita queestaba en el candelero por su interpretación de Mercedes de Orleans en ¿Dónde vas Alfonso XII?
A Manolo Morán le da un jamacuco y decide cambiar de vida. Su hija le sigue y deja al novio y todo. El hijo deja los estudios, ¡hala! ¡Viva lo imposible! Ya verás, tú haz caso al pirado de tu padre que te va a ir de puta madre. Viva lo imposible es una especie de cuento o fábula que viene a decir que hay que apechugar con lo que hay. La película tiene un desfase muy pronunciado, incluyendo que justo los empleos estables no están como para renegar de ellos ni ahora ni antes y, además, para ser tratada como una comedia, pues la verdad, no cuenta con un buen guión que sea un aliciente para andar revisándola. El circo Prin y sus tristes imágenes y la categoría de los autores del guión y del relato inspirador no es suficiente para esta Viva lo imposible.
Diez años antes de que en el mayo del 68 se dijera eso de sed realistas, pedid lo imposible ya se le había ocurrido a Mihura y daba título a esta comedia de Rafael Gil. Da gusto verla, con un pletórico Manolo Morán, con Paquita Rico, que aquí no canta salvo un villancico, y un Gila estupendo, con ese laconismo que lo caracterizaba.
Una familia de funcionarios que decide dejar la vida monótona para iniciar una aventura, que acaba en un circo. Y que descubre que el circo puede resultar monótono. Pero que lo que importa es buscar la propia felicidad, que se da cuando se busca la de otros.
Aquí no hay dramatismo, es una comedia. No hay moralejas o si la hay no importa. Lo que domina es la alegría de vivir.