Viola
Sinopsis de la película
Cecilia ocupa sus días ensayando la comedia Noche de reyes de W. Shakespeare mientras Viola deja pasar los suyos arriba de una bicicleta repartiendo películas pirateadas. Entre diferentes teorías del deseo, entre sueños, versos y ficciones en un mundo de mujeres shakesperianas, los misterios no se resuelven, pero el amor circula irrefrenablemente.
Detalles de la película
- Titulo Original: Viola
- Año: 2012
- Duración: 65
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Opinión de la crítica
Película
6.2
71 valoraciones en total
Un juego de seducción donde ella danza mientras el diálogo de una comedia de Shakespeare se repite, coqueto, en bucle. Una mirada furtiva. Reflexiones acerca de la naturaleza de las relaciones humanas con Shakespeare de fondo. La intriga de si llegará o no llegará el beso.
A riesgo de resultar incomprendido voy a hacer una comparación atrevida. Viola es a En la Ciudad de Sylvia lo que la primera secuencia de Ingloriuous Basterds a la primera secuencia de Hasta Que Llegó Su Hora. Su versión hablada. Su versión hiperdialogada. Intentaré justificar mi comparación con la película de Guerín, el por qué me vino a la cabeza más de una vez durante la proyección. Ambas buscan la realidad a través de la ficción. Y más importante, ambas encuentran retazos de realidad que pocos documentales consiguen. Ambas buscan el suspense Hitchockiano utilizando recursos formales absolutamente antagónicos a los que utilizaría el maestro. El suspense que te otorga esa realidad antes mencionada, que te proporciona un gesto, un giro de cabeza, una mirada. Una vez más el mayor suspense se encuentra en un rostro humano.
La diferencia como ya he dicho se encuentra en el diálogo. Martín Piñeiro utiliza a Shakespeare, juega con él, le da la vuelta. Le utiliza como herramienta para conformar varias capas de metaficción: teatro, ensayos, actrices y por encima de todo la palabra como concepto. Mientras tanto los personajes bailan coreográficos y la cámara elegantemente les sigue, cuando no se entretiene siguiendo a esa señora que pasea a su perro, o a ese chico que se cruza y mira a nuestra Viola (personaje), y que más tarde acaba apareciendo. Así se tejen nuestras redes sociales (las verdaderas, las de la calle), y así se tejen las redes de Viola (película) hasta que al final, su voz en off cierra el círculo con la primera secuencia. Cierra en círculo esos cuatro bloques separados formalmente pero absolutamente unidos por esas pequeñas casualidades, o encuentros, o miradas, que es al final lo que nos une entre nosotros. Realidad pura.
Excelente. Claro que es cuestión de gustos. De escalas, de conexiones, de otras visiones, de cuánto cine se ve, de a cuánto cine argentino uno se le anima. Pero después de repetir tres veces Viola , la película parece ofrecer disfrutes nuevos, nuevas conexiones, nuevos gestos, nuevos detalles. La rica y breve Viola es la cuarta película de Matías Piñeiro, la segunda de sus comedias sentimentales shakespeareanas. Viola parte de Noche de Reyes y transcurre en invierno en la ciudad de Buenos Aires (y provincia, pero cerca ), a diferencia de su acompañante soleada Rosalinda , que transcurre en el Tigre y también se origina en Shakespeare (ver aparte).
El primer segmento de Viola -consistente, coherente- es un fragmento de representación teatral más una conversación en los camarines. Tierra femenina, trama femenina, estrategia femenina: actrices que actúan, simple o doblemente: hombres satélites, u hombres como un rol que se puede imitar y mejorar, afinar. Ensayos en una casa: el erotismo de la palabra, del acercamiento.
Las actrices de Piñeiro (bah, las actrices con Piñeiro) han actuado en teatro, pero Piñeiro sabe que en el cine la entonación de los diálogos y la intensidad de los gestos son otra cosa. Ahí Piñeiro convierte, subvierte a Shakespeare para el beneficio del ritmo, de la cadencia musical de las palabras. En Viola todo fluye, fluye en el movimiento y fluye en la quietud. Hay suspenso emocional en un beso, en cuándo se da. Eso se logra por la precisión en el gesto, en el sonido, en la duración de los planos, en la lógica de la luz, en las palabras en off y en sus efectos sobre los rostros. Por los grandes logros de un joven director que ha alcanzado la maestría en su territorio de diálogos, equívocos y cruces de personajes con este film con nombre de mujer.
El personaje Viola -la principal de las chicas que encarnan el movimiento, el encanto y el pensamiento del relato- anda en bicicleta por las calles de Buenos Aires. Viola reparte películas grabadas en DVD, parte fundamental del trabajo de la empresa pirata de nombre Metrópolis que tiene con su novio, Javier. Viola observa, deja que las cosas le sucedan, o de eso la acusan en la perfecta conversación en el auto (el auto quieto de esta película, el único elemento que no se mueve). Tal vez Viola trame con tanta perfección que pone todo en acción sin demostrar afán alguno. Viola, al final, incluso canta, y Piñeiro deja fluir esa alegría, ese estado diáfano y frágil de la levedad emocional que busca un ancla. Todo aquí es un juego digno de jugarse. Un juego excelente.
Claro que es cuestión de gustos. Pero más allá de ellos, Viola es un punto clave del cine argentino hoy: un nodo de gracia y sutileza, de revalorización del diálogo, de construcción sólida de situaciones. Un ejemplo de claridad para construir personajes, para entender los bordes filosos de sus personalidades como lugares de entrada para los pequeños temblores e inestabilidades que ponen en circulación el amor o su búsqueda. Un cine resplandeciente, seguro y estable para mostrar el movimiento y las dudas que generan los más encantadores pliegues del deseo.
Definitivamente, últimamente no tengo suerte con las películas que elijo. Después de tragarme Love (2011), ese insufrible tedio espacial de William Eubank, busqué un poco de entretenimiento en el cine comercial y, cómo no, sólo se me pudo ocurrir ver After Earth (2013), la peor historia de ciencia ficción de la historia, escrita por… Will Smith e interpretada por… su hijo (sin comentarios).
Asqueado por mi mala suerte, decidí volver al cine de autor, europeo o latino si fuera posible, sin esperar ningún peliculón pero sí al menos una obra sincera que me ayudara a recordar que el cine es una experiencia gratificante e, incluso, interesante. Lamentablemente, por la inexorable ley de Murphy tuve que fijarme en Viola (2012), película que parecía ajustarse a la perfección a mis necesidades: argentina, de un director joven, presentada en varios festivales internacionales, e inspirada nada más y nada menos que en una obra de Shakespeare.
Viola es una de las películas más aburridas y pretenciosas que he visto en mi vida.
Ir a verla es pagar por una de esas visitas al cine en las que te pasas la mitad del tiempo intentado no cerrar los ojos y la otra mitad preguntándote si no estarías más a gusto paseando por la calle que viendo tamaño bodrio.
Tiene mérito escribir un guión soporífero basándose en una comedia de enredo clásica pero, en un alarde de genialidad, Matías Piñeiro, logra lo imposible: inventarse una historia más confusa aún que la original (el argumento de Noche de Reyes es un pentágono amoroso aderezado con la ocultación de identidad y ambigüedad sexual de Viola) y hacerlo para no decir absolutamente nada.
El film es además tramposo, pues oculta las limitaciones interpretativas de los actores tras una burda excusa argumental: como se trata de jóvenes ensayando una obra de Shakespeare, no se sabe bién si actúan tan mal por exigencia del guión o simplemente porque son muy malos –aunque yo me inclino a pensar lo segundo.
Lo único que se salva de la película es la calidad de la fotografía, sobre todo en exteriores, de Fernando Lockett.
Lo peor, sin duda, es el guión pedante, machacón y abundante en escenas ridículas como las que menciono a continuación en el spoiler :
Se puede decir que el cine de Matías Piñeiro es casi un género por sí solo, sus últimas películas se han vuelto un claro compendio de sus intenciones como autor y su interés, según lo menciona, en el rol femenino de las mujeres en las obras de Shakespeare, llegando al punto de referenciarlo e incluso citado en estos trabajos. Esos trabajos alrededor del teatro son: Rosalinda (2010), Viola, La princesa de Francia (2012), Hermia & Helena (2014) e Isabella (2020) componen su cuarteto en esa línea.
Viola apenas sobrepasa la hora de duración, tiempo suficiente para mostrar las ideas que explora incesantemente, diálogos fluidos y extensos, actuaciones naturales y sinceras, que se entremezclan con los diálogos de Shakespeare, que las chicas recitan una y otra vez incluso hasta repetirlos enteramente, valga señalar, muy buenas actuaciones, los cambios de registro que ofrecen las actrices entre la actuación de la película y la actuación de la obra teatral son sobresalientes.
Por otro lado, aparte de estas actrices que están preparando la obra de teatro, se encuentra Viola (María Villar), que es una joven que trabaja repartiendo en su bicicleta películas quemadas, en una onda muy de la época en que fue filmada la película, incluso un poco antes quizá. Pronto los personajes se encuentran en una de esas entregas y se sigue la idea ya expresada, conversaciones alrededor del amor (monotonía, desamor, agotamiento) y Shakespeare por doquier.
La película se puede considerar parte de la corriente del nuevo cine argentino que ha marcado a toda una generación (para bien o para mal) de espectadores, muy equilibrada sin grandes sobresaltos o emociones, con un ritmo claro, largos diálogos y algunas secuencias largas, independiente, y con un nicho muy definido, será soporífera para algunos, demasiado interesante para otros.