Velódromo
Sinopsis de la película
Un hombre llamado Ariel Roth está a punto de cumplir 35 años y, con sus ritmos, sus manías y su comodidad, no ve venir que el mundo opina que debe moverse del lugar donde está: en unas horas, por inmaduro, es dejado por su novia y también por ¡su amigo! ¿Se moverá Ariel hacia donde quieren los demás?? Velódromo se presenta como una comedia existencial santiaguina. Y los temas de esta comedia son la edad, el trabajo, los amores, las películas (que Ariel baja de Internet y ve en su computadora) y la posibilidad de ser como se quiere ser. Fuguet cree en las películas narrativas, nada anémicas, en las películas que se mueven (como Ariel en su bicicleta), y sabe que hacer cine es también hablar de éste, y de ahí los memorables dardos sardónicos al personaje del director que triunfa en Europa. Velódromo es una comedia quejosa pero no cínica, con algún parentesco con las emociones del cine de Ezequiel Acuña, y con un uso brillante del digital para los exteriores santiaguinos, que todo el tiempo parecen reflejar una luz particular, hermosa en su fragilidad y también hermosa en su plenitud. (extraído de BAFICI.gov.ar)
Detalles de la película
- Titulo Original: Velódromo
- Año: 2010
- Duración: 111
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Opinión de la crítica
6.1
71 valoraciones en total
El carácter abúlico, la desorientación vital y la soledad urbanas son de temas tan recurrentes en esta generación que, a día de hoy, en pleno 2012, es normal que, de una manera u otra, de tanto en tanto, se nombren en los periódicos, sean el asunto para algún reportaje televisivo de interés social y los temas para debates para contertulianos bobalicones. Y por supuesto es un caldo de cultivo para este tipo de escritores urbanos , que de una manera parecen estar al cargo de las pasiones tristes.
Fuguet hace una película sin demostrar que el formato deba ser ése. La técnica no puede ser más rudimentaria. El empleo de la iluminación, el color, los encuadres (cuya única utilidad es la de que se vean los dos personajes hablar), el sonido, la música, el montaje, más que de un insustancial academicismo, parecen de amateur, de alguien que no controla demasiado el medio y por eso la puesta en escena se limita a ser un simple cambio de plano sin imaginación y lo único que consigue resaltar es la habilidad para escoger siempre el plano más insulso y que se posee una idea pobrísima de la narrativa cinematográfica pues todo se reduce a poner alguna escena de transición con voz en off ocasional en medio de esos interminables diálogos recitados en tono monocorde y, si es posible, mientras los actores se zampan algo (cuánta naturalidad, verdad? ¡Ay!). Los cuales, además, son su principal tara, pues la sensibilidad tanto para la duración del plano como de las escenas es nula. En esta película todo parece caprichosamente alargado. El pulso es tan inerte que consigue transmitir la ilusión que en esos planos muertos el tiempo no pasa y al final consigue filmar el tedio de manera tediosa. Y ese es un error de la inoperancia, no una elección formal.
Tras unos minutos de tanto oír a ese puñado de latosos te das cuenta que te da igual lo que hagan o dejen de decir, que sus tristezas y dudas resultan apáticas, que el director sólo quiere dar cuenta de lo evidente, que por más minutos que pasen nada se dirá que resulte preciso y profundo y por lo tanto para mí como si van todos juntos y secuestran un autobús y luego se arrojan al fondo del mar. La búsqueda existencial, barnizada de puntuales frases irónicas y rica en recalcos acerca de la independencia personal, es pura apariencia. En verdad todo está dirigido al más puro conformismo, a que el supuesto espectador que ha de identificarse con el protagonista reciba una palmada en la espalda y se tranquilice al oír un bueno no pasa nada, no te preocupes, algún día todo se arreglará espontáneamente. No me lo trago. En realidad lo que estamos viendo es trascendencia barata ideal para que algún vejestorio le diga a Fuguet que tiene mucha conciencia del mundo. ¿Qué mundo? Plutón quizás.
No es una película generosa si no todo lo contrario. No ofrece nada. Ni diversión ni conocimiento ni nada. Tan sólo te roba el tiempo y te acerca a un escritor con un mundo personal de lo más prescindible, mediocre y espero que olvidable.
Hay historias como las de Ariel Roth que se podrían contar en 15 minutos. Sobra un cortometraje, incluso hasta un clip pareciera suficiente. Fuguet lo hace en poco menos de dos hora y, de verdad, no sobra casi nada.
En los hechos, Ariel Roth es un diseñador gráfico que vive solo en su departamento, que disfruta de la compañía de su bicicleta y su macbook, en el que pasa viendo películas. Aparentemente es talentoso en lo que hace, es mañoso y maniático, pero no mal genio: su amigo desdeña de él y termina con su novia por que no ofrece futuro, un supuesto inmaduro fracasado.
Parece trágico, pero Roth vive en la soledad más absoluta y eso parece tranquilizarlo. Conduce onduladamente su bicicleta por las aceras santiaguinas con brío y sin un destino físico: la búsqueda de una cierta paz espiritual, el vivir tranquilo . En su departamento ve pasar el cambio de año tomando una cerveza y sin que eso lo inquiete mucho. Como freelancer , se relaciona con clientes que le piden estúpidas ideas para plasmarlas en portadas o afiches: esa gente que le provee de sus ingresos otorgan notables escenas, un altanero padre de familia que detesta a su hijo actor que trabaja como mozo, la velluda actriz de teatro y el patético, engreído y pseudoalternativo director de cine que triunfa en Europa.
Sus aparentes reales amigos son un gordo bonachón que no puede pronunciar la palabra podcast , tiene un gimnasio de artes marciales y comparten la cinefilia. El otro, el primo rico que apenas adulto es dueño de empresas, con sus padres fallecidos, sin nada que hacer en la vida aparte de tonterías y cuyo único hobbie es enfiestarse y tener sexo casual.
¿Alguien podría culpar a la película por tener algunas lagunas, baches o incoherencias si ésta se trata de la historia de un tipo que vive solo y se rodea con gente de estas características?. No sé, dicen que a las películas redondas no les sobra nada. A Velódromo le sobran algunos minutos, otros se cortaron antes de tiempo. Ciertamente no es redonda, pero por lo menos aparenta un dodecágono.
Hasta ahora he hablado sólo de hechos que ocurren en la película, pero el fondo de Velódromo es distinto a la simplicidad que aparenta. A mi parecer afronta la vida moderna (soledad, apartamento, la existencia en torno al notebook), de cómo enfrentar el futuro sabiendo que eres un operador de algo perecedero y fungible (metiendo números en un computador, haciendo las portadas de los libros de escritores exitosos y un largo etc.) sabiendo que el éxito le llega a gente más joven que uno y, quizás, con menos talento que uno. Que, en el fondo, ese éxito ya no te llegó. Habla de los anhelos de la vida en familia, en pensar en algun momento en los hijos. En el pasado que vuelve y no de la mejor forma. En como la felicidad no siempre se trasunta en el ideal que hemos creado como sociedad (auto, casa, familia, hijos, vacaciones) y que, por mucho menos, un estilo de vida distinto al habitual sea despreciable.
Me animé a ver esta película porque leí buenas críticas de algunos periodistas, confieso que me puse a verla con un gran entusiasmo y a la mitad de la película me di cuenta que el señor Fuguet tiene muy buenos amigos en la prensa y que las críticas son muchas veces un encargo, una buena forma de afianzar la amistad. Los personajes recitan sus diálogos, no creo que esto sea una buena idea para transmitir naturalidad o convertir la película en indie , son tan poco atractivos que te da igual si el protagonista se convierte en un yuppie o hippie, la película se estanca en el eterno lugar común: la soledad en la gran ciudad post-moderna, al guionista de la película (si es que lo hay) pues que se replantee su oficio.