Vanina Vanini
Sinopsis de la película
Drama basado en un relato de Stendhal (Crónicas italianas, 1829). Vanina Vanini, la hija de un aristócrata, se enamora perdidamente de Pietro Missirilli, un joven que pertenece a la sociedad secreta de los carbonarios, patriotas italianos que luchan contra la tiranía austríaca. Ambos personajes son incompatibles: Missirilli encarna la pasión por la libertad, que está por encima del amor. La pasión de Vanina es, en cambio, menos noble: para ella el amor está por encima de la lucha por la libertad. Por esta razón, acabará denunciando a los camaradas de Missirilli, los cuales, a su vez, acusan a éste de traición.
Detalles de la película
- Titulo Original: Vanina Vanini
- Año: 1961
- Duración: 127
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Opinión de la crítica
6.2
32 valoraciones en total
Roberto Rossellini adapta sin mucha pasión pero con corrección una famosa novela breve de Stendahl. La historia de la aristócrata (Sandra Milo) que desdeña a los galanes de su círculo por insustanciales y cae enamorada de un aventurero carbonaro (Laurent Terzieff) que la quiere de verdad, pero que pone siempre por delante sus ideales y su lucha política, apunta en dos direcciones en esta versión de Rossellini. Por un lado, como en el original de Stendhal, vemos una especie de reiteración del mito de Pandora, la inconsciencia femenina abriendo la caja de los truenos por pretender pensar sólo en su felicidad sentimental y que el loco mundo se adapte a ello. Por otro lado (y Rossellini parece subrayar más esta lectura), vemos a una víctima de la hipocresía de la sociedad en que vive, que se muestra incapaz de asumir que, para seguir disfrutando de las comodidades de su posición, ni siquiera en amores se puede ser auténtico y hay que amoldarse a sentimientos y rituales de pacotilla.
El cuñado de Napoleón Bonaparte, el mariscal Joaquín Murat -esposo de su hermana Carolina-, le causaría tantos disgustos al emperador con sus improcedencias que, por sus traiciones y su absurdo ataque a Austria, terminó borrándolo de su lista de oficiales, teniendo que huir a Córcega donde se le juzgó y se le condenó a muerte. Lo mismo que pensaba Napoleón, lo sentían los pueblos europeos que estuvieron bajo su mando durante la ocupación napoleónica de Italia (1805-1814) y que además fueron víctimas de despojo y opresión, y con propósitos muy claros: libertades políticas y la obtención de una Constitución que las asegurara para cada país europeo, revolucionarios de Italia, Francia y España, se unieron en una sociedad secreta conocida luego como, La Carboneria (Carbonería), en referencia a los trabajadores del carbón. Las tácticas insurreccionales y los planes conspirativos de los Carbonarios (Carbonari), fueron tan efectivos en la práctica que no tardaron en convertirse en un ejemplo a seguir para toda Italia y otros países que buscaban libertades en otras zonas de Europa.
>, se diluye en las buenas intenciones, quedando el buen guion de, Solinas y Trombadori, a la espera de que otro calificado realizador se anime con un buen remake.
Fue esta organización, la que inspiraría al celebrado escritor Henri Beyle, mejor conocido como Stendhal, para escribir, en 1829, un atractivo cuento con nombre de mujer: Vanina Vanini (incluido luego en sus, Crónicas Italianas), en la que narra la apasionada historia de amor entre una bella joven de la nobleza y un carbonario al que su padre protege, luego de que cometiera un asesinato. Para el escritor francés, esta fue su manera de mostrar las veleidades de la nobleza, y al tiempo rememorar a una organización que dejó una huella imborrable.
Para su adaptación cinematográfica, el director Roberto Rossellini, parte de un guion escrito por Franco Solinas y Antonello Trombadori -el cual, él y otros colaboradores retocaron- y el resultado es una película que guarda bastante fidelidad al autor original, pero, con un lenguaje político mucho más directo y con un final diferente al de Stendhal… que puede sorprendernos.
Lejos ya del cine neorrealista que todos recordamos, Rossellini, se ocupa ahora de una atractiva producción rodada, en technicolor, en los magníficos escenarios sonoros de Cinecittá… pero, aunque el buen arranque de la historia -aporte de los guionistas- alienta nuestro entusiasmo, pronto, las frías y desencantadas actuaciones de Sandra Milo (Vanina Vanini) y sobre todo de Laurent Terzieff (como Pietro Missirilli), bajan notablemente el clima de la trama, no logrando el director que, por otro lado interpretativo, se caliente un poco el ambiente.
Tampoco logra, Rossellini, impacto alguno en las escenas de acción y, <
Concluyo con una frase, tomada del cuento de Stendhal, digna de recordar:
El deber a veces es cruel, pero si no costara un poco cumplirlo, ¿dónde estaría el heroísmo?