Valparaíso mi amor
Sinopsis de la película
Unos niños han quedado abandonados, porque el padre cesante roba ganado para dar de comer a los suyos y la policía lo ha detenido. Los niños se ven obligados a enfrentarse con la vida antes de tiempo y de una forma brutal.
Detalles de la película
- Titulo Original: Valparaíso mi amor
- Año: 1969
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
7.4
42 valoraciones en total
Hoy, que mi Valparaíso se quema, se me reaparece esta joya como diciendo: fíjate, muy poco ha cambiado de esta esencia. Porque de ese puerto del año 69 al de hoy, en sus cerros se siguen relatando historias como las que Aldo Francia muestra en pantalla. Un Valparaíso tan neorealista como el de hoy, devorado por las llamas de la desigualdad y las escasas oportunidades, con niños que se aferran a un futuro tan inexpugnable como irremediable. Una notable fotografía le adentrará en este mundo desconocido al turista patrimonial y deja al descubierto las carencias, incluso morales, de una sociedad que aparta la vista del blanco y negro para embelesarse con el color de sus peldaños al cielo. Véala, una mezcla de terror y desesperanza le inundará, aunque sea esta una necesaria respuesta al amor, esa que tan lejos lo distancia a uno del corazón.
Del director Aldo Francia, merece la pena ver esta desconocida película chilena.
Nos narra la triste historia de una familia humilde que vive en los barrios pobres de Valparaiso. El padre de familia, Mario, es encarcelado dejando a toda su familia, esposa y varios hijos, sin nada que comer. Los hijos, que son menores de edad para tratar de sobrevivir, se dedicarán a practicar el arte del hurto. Ambientada en 1966, la película nos muestra el vandalismo juvenil y unos muchachos a los que no les queda otra opción que robar.
La madre se tendrá que enfrentar a los servicios sociales, pues estos le quieren quitar a sus hijos ya que no parece que vayan a la escuela y se dedican todo el día a estar en la calle robando y buscándose problemas.
Esta película está rodada en una de las ciudades más turísticas y desarrolladas de Chile, Valparaiso, pero nos muestra la cara oculta de la misma, la de los barrios periféricos marginales que nunca se ven. Es un interesante retrato social de los sectores pobres de Chile y, en su día, provocó un cierto debate sobre las diferencias de clases en el país. En este sentido, esta película tiene cierta conexión con el neorealismo italiano de los años 40 y 50 en el sentido de ser cine de denuncia social.
Las escenas demoledoras aparecen cuando el metraje sobrepasa la hora de duración. Hay rudeza en esta cinta, la pobreza es cruel y el Valparaíso de postal es desnudado hasta sus entrañas.
El ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio De Sica será la fuente de inspiración, el marco de referencia con que Aldo Francia encuadra al puerto chileno. Pero esta película es mucho más moderna en su concepción visual y supera a la obra imitada. Recordemos que la película italiana es una de las cumbres del «neorrealismo italiano», que mediante una estética cercana al documental permitía mostrarnos la vida de las barriadas de la forma más auténtica posible. La película de Aldo Francia es simplemente una obra mayor.
En la cinta chilena están presentes los mismos ingredientes: la falta de trabajo, el hambre y la precariedad de las viviendas, problemas sociales recurrentes que Aldo Francia enfoca desde un punto de vista más amplio. Para De Sica, el robo de la bicicleta significaba la pérdida de la inocencia del niño y la destrucción del ideal paterno, pero en la cinta de Aldo Francia no hay lugar para la inocencia, menos para los ideales.
El director emprende este viaje con el padre adentrándose en la cárcel, mientras los interrogatorios y la sentencia se escuchan en off. Es el comienzo del descenso a los infiernos planteado en la película, una forma de avisar que los espacios de los personajes se irán cerrando conforme avancen las escenas.
La música de la película italiana evocaba al melodrama, pero en esta cinta chilena escuchamos una y otra vez La joya del pacífico, un popular vals de los años cuarenta que refleja cierta nostalgia hacia el puerto, pero que Aldo Francia utiliza frenéticamente para no dar tiempo a los silencios ni momentos en que los personajes puedan estar en paz. El director se aleja de cualquier melodrama, no es una película que ensalce los valores humanos, más bien muestra sus pecados, siempre apostando por encontrar a otro ser más ruin.
Tampoco hay lugar para la tristeza, todo transcurre a una velocidad tal, que los personajes son absorbidos por la ciudad. De Sica trabajaba sobre la imagen de un padre y un hijo, Francia en cambio sitúa a la ciudad como protagonista encargada de corromper a los habitantes que viven bajo su alero. El director nunca hace un juicio de valor sobre los proxenetas o sobre los que abusan de niñas que ni siquiera alcanzan la pubertad, simplemente muestra la realidad de una devoradora de almas, la ciudad que a cada vuelta de esquina esconde los entresijos más oscuros.
El director pudo caer en la metáfora simple de los ascensores descendiendo al inframundo, pero va más allá, muestra una coreografía de ascensores que suben bajan, se encuentran, un entramado que constituye el sistema circulatorio de la ciudad, y es que para Aldo Francia este puerto, Valparaíso, es una máquina de pobreza, una generadora de pobres que se retroalimenta de sus miserias. Las imágenes recuerdan en cierta forma a Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin, una impersonalidad que la cinta va adquiriendo con cada plano que propone el director. La música acrecienta esa sensación y en una fuga nos impone una verdadera película de terror.
Aldo Francia va denotando una evolución material de la ciudad, también perniciosa: automóviles e incluso una música proveniente de guitarras eléctricas cuya estridencia es una nueva forma de encubrir la miseria. El progreso no va de la mano con la virtud de sus habitantes. La ciudad es el demonio/infierno, las almas no tendrán escapatoria.
Para mi gusto, la mejor película hecha en Chile.
Con defectos técnicos producto de la escasez de medios, pero con mucha verdad que mostrar y transmitir, un retrato descarnado de la pobreza y la falta de oportunidades, sin caer en el panfleto político o en la prédica revolucionaria.
Con extrema sencillez y realismo nos va mostrando la ruina económica y moral de una familia pobre cuando el padre desempleado cae preso por cuatrero (simplemente robar y destasar una vaca para dar de comer al grupo familiar y ganar algunos pesos con el carnicero del barrio)
Impresionante el ritmo inexorable de los hechos, como una tragedia griega en tono menor, y el recurso de la escena que se detiene por unos segundos y el nombre de cada protagonista cuando su destino se va sellando por la fuerza de las circunstancias.
Sigo en spoiler
Aldo Francia, con suma sencillez hace un relato desgarrador. Con fuerte influencia del Neorrealismo italiano – cámara al hombro – el director recorre los cerros de Valparaíso, el Chile de la década de los sesenta, mostrando su pobreza y sus desesperanzas. La escenografía no es otra que la mismísima realidad: el cerro Ramaditas, la feria, etc. Sin tapujos, sin maquillaje, la realidad de frente.
Aldo Francia es una especie de cine militante chileno, es el Gutierrez Alea de Chile. La película quizás no goza de mayor elaboración, pero la historia es conmovedora, simplemente porque no tiene cliches para emocionar y sensibilizar, la historia misma conmueve por su realismo.
Debo hacer hincapié en la secuencia de el periodista y el fotógrafo llegan a la casa de Mario González y luego la forma en que tratan la crónica. Sin mayor explicitud queda clara la forma en que la prensa cubre las noticias de los pobres, sin delicadeza y lleno de morbosidad.
Valparaíso, mi amor: No como lo ven los turistas, sino como lo ve un porteño empedernido: Aldo Francia.