Una pareja invisible
Sinopsis de la película
George y Marion Kerby mueren en un accidente de tráfico, pero regresan al mundo de los vivos como fantasmas y con la intención de vivir la lujosa vida de su amigo Cosmo Topper, presidente de un banco.
Detalles de la película
- Titulo Original: Topper
- Año: 1937
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
Película
5.8
89 valoraciones en total
Película ligeramente divertida donde unos fantasmales Constance Bennet y Cary grant deciden seguir dándose la gran vida después de fallecer en un accidente de tráfico y de paso enseñar a disfrutar más de la vida al Topper del título original. Imagino que el hecho que en España se cambiase el título por Una pareja invisible debió ser porqué Cary Grant era ya una estrella y vendía más que Roland Young (El Topper del título original) que fue nominado al oscar de actor de reparto cuando en realidad él es el verdadero protagonista, también imagino que por el mismo motivo.
Muy buenos efectos especiales.
De entrada, perdonadme un topicazo: ya no se hacen películas así. Buenos gags, competentes interpretaciones, guión bien hilvanado, personajes simpáticos, y glamour, mucho glamour. Resulta que Marion y George Kirby (Bennett y Grant), convenientemente inmersos en alcohol hasta las cejas (una pareja tan dipsómana como Nick y Nora Charles) se pegan un batacazo en su elegante coche y se van al otro barrio. Pero se quedan en tierra de nadie, y llegan a la conclusión de que han de hacer una buena obra para que el Guardián de las Puertas les deje acceder al Paraíso. Para ello, fijan su atención en Mr. Topper, un banquero aburrido y muy nervioso con ganas de juerga. A partir de ahí se suceden todo tipo de situaciones chistosas en plan screwball que hacen las delicias de los espectadores, porque entonces se rodaban películas inteligentes para gente inteligente, en lugar de las patochadas actuales, pletóricas de palabras malsonantes, alusiones escatológicas y sexo a porrillo (y conste que, como sabrán quienes me leen, estoy por la labor, sexual, quiero decir). Para entendernos, es el tipo de película de las que nuestros padres nos hablaban cuando éramos pequeños. Rodada hace casi 80 años, está tan fresca como una lechuga recién cogida del huerto. Ah, y a los fantasmas todavía les quedan ganas de retozar, pese a su triste condición. Norman Z. McLeod era eso que se llama un probo artesano: la calidad de la película dependía del libreto que cayera en sus manos. Como atestiguan sus dos trabajos para los Hermanos Marx (Plumas de caballo, Pistoleros de agua dulce), La vida secreta de Walter Metty (olvidaos de ese inmundo remake del inmundo Ben Stiller), y la que nos ocupa, entre otras. Capturada en mi camello habitual por 2 míseros euracos. Así da gusto.
Película de 1937 que fue nominada por la Academia como mejor actor secundario (Roland Young), actor británico de teatro y por el sonido.
Es una película que busca la diversión y el entretenimiento, si que me llama la atención el papel secundario de un treintañero Cary Grant, no estoy acostumbrado a verle en papeles tan pequeños.
Seguramente todos nosotros, alguna vez en la vida, nos hemos imaginado que podríamos hacer si nos convirtiéramos en invisibles. Sería fantástico, ¿que no? Y eso es lo que ocurre con la pareja de la película, que ayudan a convertir la vida de un banquero recto y extremadamente rígido en sus costumbres en una persona diferente. También a la repipí de su mujer, incluso al mayordomo.
La película tiene algunos gags bastante divertidos pero no se pueden vertir demasiados elogios, tampoco censuras. Es una peli un poco más que pasable, casi interesante.
Comedia divertida que parte de un planteamiento interesante y cuyo desarrollo se atiene a los principios de un humor sin complicaciones, directo e interpretado por grandes actores que dejan en la pantalla su impronta personal.
Por su parte, N.Z. McLeod consigue una dirección ágil a la que contribuye la fluidez de unos diálogos chispeantes y la proliferación de situaciones cómicas en las que abundan los incidentes inesperados.
Detalles encantadores y un permanente aire de distensión confieren al enredo el ambiente alegre y desenfadado que se pretendía.
Intrascendente pero risueña y jovial.
Comedia de carcajada ausente pero de sonrisa rebosante. No pasará a la memoria del espectador por sus efectos desternillantes, en cambio, sorprende en gran medida por sus espectaculares y llamativos efectos especiales, mejor dicho fantasmales . Aunque los primeros planos en coche achacan los problemas técnicos de la época, sorprenden los efectos fantasmales , con lo que sitúa en mal lugar a obras de ciencia-ficción o fantasía posteriores, apuntandose en estas la falta de presupuesto o empeño y no de imposibilidad tecnológica.
Resulta curioso el titulo o apellido del protagonista, seguramente con doble sentido, ya que un Topper es un chascarrillo ocurrente en un dialogo, al estilo que nos tenía acostumbrados Groucho Marx. Por otro lado se nos presenta un argumento sencillo, no por eso aburrido, obteniendo una película muy superior, por los menos al único remake o continuación que he visto, Topper Returns (1941).
Respecto a los actores tenemos al protagonista Roland Young (Topper o cariñosamente Toopy), cuya actuación es simplemente brillante e insuperable. Para recordar son las distintas etapas en las que se va desarrollando su personaje y en los momentos en los que interactua con los fantasmas. Carole Landis y Joan Blondell encasillan un poco sus papeles, aunque tampoco se puede sacar oro de la paja.
Cary Grant aparece como secundario en un papel aún menor, aún así sus escenas son un elemento que colman y completan al rodaje, porque su sola presencia ya impone y da más magia a la obra. Se nota que 1937 fue su gran año que le dio el impulso definitivo al star system con éxitos de taquilla como Ídolo de Nueva York , Una pareja invisible y sobre todo La Picara Puritana . Como diría el propio Cary Grant, yo también quiero ser como Cary Grant .
Resumiendo, interesante película, recomendable, eso si, algún comportamiento, gag o topper puede ser que no sea muy políticamente correcto en la actualidad, no obstante sería un argumento un poco demagógico para ser utilizado como crítica negativa.