Una muchacha sin historia (Anita G.)
Sinopsis de la película
Anita G. es una joven de 22 años, que se traslada desde Alemania Oriental a la Occidental en busca de mayores expectativas de vida. Sin embargo su lugar de pertenencia más el hecho de ser judía harán que su adaptación sea imposible. Comenzará entonces a realizar actos de rebeldía, en contra de esa nueva sociedad y de las instituciones que la reglamentan.
Detalles de la película
- Titulo Original: Abschied von gestern (Anita G.) aka
- Año: 1966
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
Película
6.5
96 valoraciones en total
Divertida, amena, con un sutil sentido del humor, cándida, pero enjundiosa, Una muchacha sin historia es una película que se disfruta sin esfuerzo. Al contrario que en buena parte de su filmografía posterior, Kluge opta por una historia lineal y fluida, donde, no obstante, ya puede verse la mano del peculiar director alemán.
Estéticamente atractiva, gracias también al papel de Alexandra, hermana del director, la película no esconde sus objetivos en una parábola como hará posteriormente con Artistas, mostrándose menos dura, pero igual de ingenua, que Ocasional trabajo de una esclava. Los mejores momentos de Una muchacha llegan en sus escenas de diálogo, como en la inicial del juicio, donde el director ironiza sobre el papel de la justicia y por ende, sobre sí mismo, jurista de profesión, la absurda entrevista de trabajo, o especialmente, la reunión con el profesor universitario, sátira del academicismo y la incomunicación.
En este sentido no puedo pasar la oportunidad de recomendar el visionado del programa de la televisión alemana que aparece en la caja Integral Alexander Kluge, donde se desarrolla una furibunda y alocada discusión entre el director, y otros profesionales del cine y del arte en un debate que llevaba por título Cine y sociedad. En él, podemos sorprendernos con la sobrecogedora erudición del director. Pero también con sus contradicciones, y su incondicional amor por el arte. Algunos de sus adversarios en el debate, ponen argumentos de peso sobre la mesa que ponen en solfa su propuesta artística, mientras que otros, escasos de argumentos y presos de la envidia, optan directamente, pero sin mirar a los ojos, por la descalificación personal. Kluge tampoco se queda corto y tras dos horas de polémicas termina concluyendo: este debate solo puede tener éxito si dos personas de esta mesa son eliminadas. Todo ello en un escenario de enternecedor humo marxista.
En fin, Una muchacha sin historia es una película muy interesante de un extraño director, cuyo trabajo incansable como productor en los 70 y su influencia en las altas esferas permitieron a otros jóvenes alemanes como Fassbinder o Herzog sacar adelante sus carreras.
El recientemente fallecido Miguel Delibes decía que el cine en casa no es más que un simulacro del cine verdadero. En la mayoría de películas estaría de acuerdo, sin embargo, en casos como el de esta bazofia, creo que es maravilloso el disponer de un mando a distancia con su correspondiente tecla de avance rápido para poder librarse de los numerosos rollazos que se van soltando a lo largo de la película para castigo y suplicio del sufrido receptor. No falla, cada vez que sale en primer plano la cara de uno de esos señores tan graves, señal que hay que darle ipsofacto al milagroso botoncito para zafarse de una de esas interminables peroratas que consiguen que los minutos parezcan semanas.
La película se esfuerza de sobremanera en dar esa imagen de basura intelectualoide hecha por gente aburrida para otra todavía más aburrida. ¿Quién tiene ganas de escuchar a un juez leer un libro de leyes? ¿Y presenciar una entrevista de trabajo? ¿Y ver a la muchacha sin historia comiendo como una cerda, pasando un chequeo médico o vendiendo cursos de idiomas en la calle? ¿A que suena todo la mar de catártico, ingenioso y vibrante?
Espera, que ya lo veo claro. Esta obra es mucho más que un avinagrado ejercicio intelectual con pretensiones de romper con la obsoleta narración clásica. En realidad quiere desmontar esa imagen idílica de la Alemania Occidental como tierra de oportunidades y esperanza y a cambio ser pragmático y mostrarla mediante la forma como un país gris dominado por la burocracia, tan desalmado, severo e intolerante que podría deprimir a cualquier alma mínimamente sensible. Gracias por la lección, colega Kluge, pero ésa no es excusa para marcarse semejante monserga, que con sólo 15 minutos de tu abulia fílmica tenía asqueado hasta el último pelo. Ni Harmony Korine es capaz de tan glorioso récord. Si la vida te parece tediosa, no me des la brasa a mí también, tío plasta, mejor pírate a Godardear a Pernambuco.
Anita es la protagonista de este largometraje, el primero de la fértil carrera de Alexander Kluge, que continúa en activo con una carrera de sesenta años, este año presentó Orphea en el Festival de Berlín, codirigido con el músico y realizador filipino Khavn de la Cruz. A lo largo del tiempo, Kluge ha explorado el cortometraje, el documental, la ficción, el cine experimental y la televisión,
La protagonista es interpretada por su hermana Alexandra, que tuvo una breve carrera como actriz cinematográfica, participando en tres largometrajes y un corto de su hermano, entre ellos uno de sus trabajos más importantes: Gelegenheitsarbeit einer Sklavin (Trabajo ocasional de una esclava, 1973). Tras su rápido paso por el cine, ella deja la actuación en favor de su carrera como médico.
Anita es una joven de 22 años que está en Alemania Occidental intentando hacer su vida tras salir de Alemania Oriental, sin embargo, las complicaciones están a la orden del día, de hecho, el filme inicia con un juicio que le están haciendo, además de estos problemas judiciales, del que saldrá con medidas cautelares, deberá enfrentar una gran inestabilidad laboral, imposibilidad de estudiar y fracasos amorosos.
Abschied von gestern fue uno de los primeros largometrajes que se circunscriben dentro del Nuevo Cine Alemán, tras el Manifiesto de Oberhausen de 1962, siguiendo sus lineamientos en la búsqueda -como lo consiguieron- de mejorar el panorama del cine alemán, estancado y con poco interés artístico luego de la II Guerra Mundial, con grandes nombres trabajando fuera de su país natal, por ejemplo, Fritz Lang y Ernst Lubitsch.
La película cuenta con una narración abrupta, tanto en el hilo narrativo de la historia como en el montaje, a cargo de Beate Mainka-Jellinghaus, una figura importante en su campo dentro de este movimiento cinematográfico y asidua colaboradora de Werner Herzog. La intención del realizador es desplazar por completo el tono clásico, por algo de mayor impacto, cortes abruptos más una historia construida a retazos episódicos vivenciados por la protagonista.
Al no existir un desarrollo estándar de lo que se cuenta (contextualización, presentación de personajes, hechos, resoluciones) genera en algún momento confusión, especialmente en el inicio porque hay que adecuarse a su forma y ritmo, esto genera en algunos tramos una sensación onírica, Kluge también toma alguna otra libertad como por ejemplo romper la cuarta pared.
Esta forma completamente adrede es fiel reflejo de la situación existencial de Anita, que está intentando buscar su lugar en el mundo, adecuarse a un nuevo contexto, lo cual le resulta más complicado de lo que creía. Este es un filme sobre la juventud y el paso -obligado- a la adultez, además sobre la construcción de la identidad y los prejuicios, lleno de ironía y con pizcas de humor negro.