Una lagartija con piel de mujer
Sinopsis de la película
Una mujer decide visitar al psiquiatra para explicarle una pesadilla recurrente: mata a su vecina de una puñalada. Cuando ésta aparece asesinada, todas las sospechas recaen sobre ella. Pero, en el curso de la investigación, las circunstancias se complican.
Detalles de la película
- Titulo Original: Una lucertola con la pelle di donna
- Año: 1971
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
6.1
27 valoraciones en total
A esta altura casi todo el mundo sabe que giallo es una palabra salida de unas ediciones baratas de novelas policíacas que la Casa Mondadori vendía con mucho éxito en Italia durante la posguerra. Sus popularísimas historias generalmente mixturaban la investigación detectivesca con el misterio, copiando de manera superficial el estilo impuesto por Edgar Allan Poe en su serie de Auguste Dupin, e incorporando toques de erotismo propios del pulp americano, al que también se asemejaban en la precariedad de sus ediciones en papel barato (del inglés pulp, pulpa). Las cubiertas de las novelas de Mondadori eran siempre amarillas (giallo, en italiano), razón por la que este color acabó siendo sinónimo de una suerte de subgénero literario en el que convivían detectives, asesinos y mujeres semidesnudas.
Si bien puede atribuírsele a Mario Bava la primera realización cinematográfica de un giallo con La Ragazza Che Sapeva Troppo (La Muchacha que Sabía Demasiado, 1963), la verdadera fuerza innovadora en su representación llegaría a finales de esa década, de la mano de dos directores jóvenes: Dario Argento y Lucio Fulci. Argento catapultó el giallo hasta las nubes a partir del resonante suceso obtenido por L’Uccello Dalle Piume Di Cristallo (El Pájaro de las Plumas de Cristal, 1970), sentando, tal vez sin quererlo, las bases estilísticas y hasta nominales de todo giallo por venir: de allí en adelante, casi todas las realizaciones de éste y otros directores incluyeron algún animal en sus extensos títulos, y compartieron innovaciones visuales producto de audaces movimientos de cámara, de un novedoso uso del plano subjetivo, y de un montaje filoso, que rasgaba la continuidad de las escenas.
Fulci no fue una excepción al momento de titular Una Lucertola con la Pelle di Donna (Una Lagartija con Piel de Mujer, 1971), tal vez el mejor film jamás filmado por él, y sin duda uno de los giallos que mejor representa las coordenadas de estilo de este subgénero, recreadas por esta pareja de cineastas modernos a partir de la combinación de elementos tradicionales de las novelas de asesinatos, con la imaginería, la moda y las tendencias estéticas generales (zeitgeist) de ese momento histórico que suele resumirse bajo el apelativo Swinging London.
Una Lucertola con la Pelle di Donna transcurre precisamente en Londres. Allí, la aburguesada esposa de un exitoso abogado consulta a un psicoanalista, atormentada por las intensas fantasías que cobraban vida en sus sueños, en las que tenía sexo con una vecina de su apartamento afecta a las drogas, en el contexto de unas psicodélicas bacanales colectivas. A partir de este inicio con matices freudianos, amparado en las posibilidades narrativas que le brindan las semejanzas entre los estados oníricos y los lisérgicos, Fulci desata un relato alucinatorio, que le permite expresar con soltura aquello que mejor sabe hacer: poner la cámara y narrar visualmente con furia, acosando los sentidos mediante su montaje violento, sus visiones anguladas, y su recreación en imágenes extáticas de la locura, el miedo y la paranoia.
En una magistral y casi emblemática combinación de recursos que inauguraría otra de las variantes estilísticas del giallo, la intensa imaginería visual desplegada por Fulci cobra aún mayor espesor mediante la textura aportada por la banda sonora de Morricone, quien recurre a una paleta abstracta y atonal para recrear el clima de tensión generado por las alucinaciones y el estado de ansiedad paranoide del personaje principal encarnado por Florinda Bolkan, una mujer de exótica belleza y enigmática presencia, actriz fetiche del director italiano, que logra en Una Lucertola con la Pelle di Donna la que probablemente sea su mejor performance cinematográfica.
Presionada bajo la carga de esta orgía sensorial, la trama pasa naturalmente a un segundo plano. No obstante, Fulci se las ingenia para mantener el interés sobre ella mediante permanentes giros en su evolución, devenidos de la dificultad para desentrañar qué es realidad y qué es sueño, y por las múltiples señales distractivas generadas en las intrigas familiares y las redes de traiciones y encubrimientos que empujan hacia el imprevisto final.
Para los estándares cinematográficos más clásicos, los giallos nunca son buenas películas. No tratan temas trascendentes, no plantean reflexiones existenciales, sus argumentos son pueriles, muchas veces ni siquiera están bien actuados. Pero enraizada en la estética de un período marcado por la experimentación y abierto a intensas exploraciones en los márgenes de lo inconsciente personal y colectivo, la fuerza visceral de su estilo invita siempre a entregarse a un festín de sinrazones cromáticas en el que luces, sombras, reflejos, rostros y gemidos expresan, con inocencia pero también con audacia, las fantasías muchas veces inconfesadas de las mejores damas y caballeros que pueblan el mundo civilizado.
(Escrito originalmente para: http://laplumaenelojo.wordpress.com)
Antes de especializarse en el cine de terror puro y duro, Lucio Fulci picó, como tantos cineastas italianos de la época, todos los géneros habidos y por haber, y el giallo no podía ser menos. Este, de todas formas, no es un giallo del todo convencional, ya que junto a los clichés típicos del género (crimen misterioso, abundancia de falsos culpables, trama un tanto retorcida, violencia más o menos explícita, combinación de elementos del suspense y el terror, referencias pseudocientíficas al psicoanálisis y similares) encontramos escenas de violencia onírica que entroncan con el cine surrealista (la pesadilla de los perros) y la utilización de recursos estéticos (la pantalla partida por ejemplo) un tanto arriesgados y un asesino que en realidad nada tiene que ver con el asesino en serie al uso que protagoniza la mayor parte de los giallos. Tiene los clásicos problemas de ritmo del cine de Fulci, pero el guión está bastante bien trabajado, las interpretaciones son más que aceptables, la trama se sigue con un interés razonable y el desenlace es francamente sorprendente. El tiempo, como a todo el giallo, le ha hecho bastante mella, pero sigue siendo un filme muy interesante y hasta cierto punto innovador para su época. Merece la pena revisarla, en VO a ser posible, ya que la versión española que se estrenó en su momento (y que yo sepa no hay una posterior) es horrible. En el spoiler explico por qué.
El paso de Fulci por el giallo es ruidoso y original. Puede emplear el género para exponer su brutal imaginario… y lo hace.
Una lagartija con piel de mujer es un giallo un poco fronterizo, pero tiene todos los elementos necesarios (los malos incluidos) para poderse considerar una joya del género. Con los malos me refiero a una trama tan liosa como tramposa (tema del inconsciente, tan empleado por Argento, inclusive) que nos conduce de una agobiante escena a otra.
Fulci puede dejar patente su gran mano como director en la espectacular secuencia onírica de apertura. No teme emplear sus marcas de la casa: ese ataque de murciélagos nos recuerda quién está tras la cámara. Lamentablemente, entre una escena interesante y otra tendremos que soportar la ya citada trama, aunque la bella Florinda Bolkan, tan guapa ella, hace que esto se nos haga un poco más llevadero.
Tiene ciertos ecos a Blow-up , de Antonioni (película que algunos consideran un giallo), por desarrollarse en Inglaterra y tener algunos personajes marcados por el pop de la época, aparte de tener muchas drogas lisérgicas en la trama.
En resumen: algunas escenas que permanecen en la memoria hiladas con una trama pesada. Merece la pena, sobre todo para los fans del subgénero amarillo. Personalmente, uno de mis favoritos. Sexy y perverso.
Resulta que la Bolkan está a régimen de sexo porque su marido, el guapo pero sosísimo Jean Sorel, se lo monta con la secretaria, qué original, y la tiene a dos velas. Eso le provoca unos recalentones de órdago, y por las noches sueña con la vecina, una guarra de mucho cuidado (Anita Strindberg, canela en rama), que monta orgías como quien monta chocolatadas. En sus sueños se abre paso entre montones de señores y señoras en pelotas, hasta que acaba tirándose y apuñalando a la muy desvergonzada. Lo malo es que encuentran a Strindberg convertida en un acerico, y el crimen se ha producido tal como Bolkan lo soñaba. Pasa a ser la principal sospechosa. Aparece en escena el inspector Corvin, que silba, silba mucho, silba en todo momento, y te dan ganas de atizarle una palmada en los dientes a ver si se calla de una vez. Corvin es Stanley Baker y su peluco, en una de sus desastrosas incursiones italianas. También vemos pasear por la pantalla al entrañable Leo Genn, nuestro querido Petronio de Quo Vadis? El tiempo es implacable. Deambulan por la película un par de hippies muy viciosos, y en el chico reconocemos a… ¡Mike Kennedy, el líder de Los Bravos, aguerrido grupo de pop rock que dio la vuelta al mundo con Black Is Black! Con estos mimbres, Lucio Fulci ensambla una historia de intriga en la que hace gala de cierta contención, antes de caer en sus gores posteriores. Para ello cuenta con la fotografía temblequeante de Luigi Küveiller y la banda sonora del hermano malo de Ennio Morricone. Era inevitable llegar a esta conclusión: hay dos hermanos gemelos Morricone, uno el de joyas como La misión, Érase una vez en América o Días del cielo, y el otro un aberrante aprendiz de músico que lidiaba con los proyectos menores. No es posible componer dos docenas de bandas sonoras al año y que todo te salga redondo. Al final se cumplen las predicciones y el asesino es… Que cada palo aguante su vela. Para los obsesos, anotar que Anita Strindberg luce sus espléndidos pechos, aunque enseguida la despachan, y que Florinda enseña el culo, aunque no sea para lanzar cohetes. Aceptable dentro de sus limitaciones.
Creo que Lucio Fulci era un excelente director y sobre todo lo demostró en esta etapa de finales de los 60 y principios de los 70, en la que se especializó como muchos otros directores italianos coetáneos en la realización de giallos (género por excelencia de la época en Italia). Es curioso qué pocos méritos se le reconocen a los giallos, cuando prácticamente han sido la cuna de los thrillers americanos (debido a sus complejas tramas y la investigación policíaca tras un asesino) y además muchos de ellos son muestras de magníficos y espectaculares aspectos visuales. Una lagartija… es un excelente giallo y lo es porque comprende a la perfección los elementos técnicos y visuales, con una fotografía, ambientación y puesta en escena magistrales y además tiene un buen guión, con una trama muy bien elaborada y con un excelente ritmo que acumula tensión y suspense. Presenta además una historia muy original, mezclada con detalles oníricos (aspecto típico del giallo, muy explotado a la perfección por el maestro Dario Argento), que van a dar respuesta a muchos aspectos. Señalar la mala baba de Fulci apuntando maneras antes de convertirse en un director que incluyese en sus filmes abundante gore y sangrentadas varias, en esta película se puede presenciar algunas escenas brutales y curiosamente muy bien hechas con unos efectos bastante realistas teniendo en cuenta la temprana edad del gore teniendo en cuenta su año de realización, idem del erotismo con escenas muy subiditas de tono. Prueba de que Fulci fue un tipo muy valiente, innovador y talentoso. En definitiva, es un muy bien film, un excelente giallo, muy entretenido, muy interesante y altamente espectacular, siendo además en mi opinión una de las mejores películas a su vez de Lucio Fulci.