Una estrella y dos cafés
Sinopsis de la película
Carlos (Gastón Pauls), un joven arquitecto en crisis con su pareja, llega a un pequeño pueblo del norte de Argentinao para construir un complejo de cabañas. Allí conoce a Estela (Marina Vilte), una niña de trece años, pero no se da cuenta de que esa relación ingenua y platónica, hará que la niña descubra el amor y se haga mujer. La llegada de su esposa (Ariadna Gil), que trata de arreglar la relación, le hará descubrir la importancia de ese sentimiento ya perdido.
Detalles de la película
- Titulo Original: Una estrella y dos cafés
- Año: 2005
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
5.7
47 valoraciones en total
Hace poco pude ver esta película que ganó el premio a mejor director en el Festival de Cine de Viña del Mar, es muy grato el ver una película que no pretende ser ambiciosa, si no que reconociendo sus limitaciones presupuestarias alcanza un nivel muy destacado.
El filme de Alberto Lecchi refleja el paso a la adolescencia de una chica de un pequeño pueblo jujeño (Purmamarca) que se enamora de un joven arquitecto porteño. Está protagonizada por Gastón Pauls, la española Ariadna Gil y Marina Vilte.
Estela es una niña de 13 años que vive en Purmamarca, un hermoso pero aislado pueblo del norte argentino a 2.200 metros de altura sobre el nivel del mar y a más de 1.600 kilómetros. de la Ciudad de Buenos Aires.
Carlos, es arquitecto, llega al pueblo contratado para hacer un complejo de cabañas.
Estela y Carlos entablan una relación muy tierna. El reconocerá en los relatos de esta niña sus propios conflictos y ella se sentirá atraída por la atención que le brinda este hombre que la escucha y la trata como una adulta.
La vida no es tu trabajo, no es el dinero, no es el éxito.
La vida eres tú.
El trabajo no es lo básico: si lo tienes te sentirás en paz contigo mismo al sentir que formas parte útil de algo, o como un gusano al haberte vendido sólo para comer, si careces de él echarás en falta el sentimiento de pertenencia y tu propia visión se te antojará indigna, vacía y desaprovechada, sólo tu sabes que pierdes.
Con el dinero pasa igual: si lo tienes no será un problema, si careces de él parchearás la situación para sobrevivir hasta que no sea necesario proque sabes que las cosas cambiarán. Lo harán.
En ambos caso, el dinero y el trabajo son meros instrumentos para un fin último: tu mismo.
La vida, tu vida, es miedo, la tristeza, la desesperación, la motivación, el amor, la seguridad, la pertenencia, el sexo, las carcajadas, la intimidad, la protección, el vacío…
Eso es la vida y eso es Una estrella y dos cafés , no hay nada accesorio, no hay nada frívolo ni grandilocuente, bastante importante es la propia existencia como para siquiera pensar en alterarla, en edulcorarla, en pervertirla.
Sólo se habla de lo importante para los ojos que quieran ver, sólo lo perdurable alcanza sentido para las almas que lo valoran.
Una estrella y dos cafés – el título más evocador y profundo de cuantos he oído- . Una estrella y dos cafés , la sencillez y el misterio de la vida y sus sentimientos, la realidad de no tener miedo a vivir lo que realmente importa.
Lejos de la densidad de Nueces para el amor (tal vez la más conocida de las películas del realizador argentino Alberto Lecchi), Una estrella y dos cafés es una película lineal, que ocurre en un mínimo recorte de tiempo y lugar, donde los personajes cargan con la mayor responsabilidad de llevar adelante una anécdota ínfima. Sin una estructura de género que sostenga a la historia, el devenir de pequeños acontecimientos se apoya en los actores que no siempre logran transmitir la profundidad necesaria para atravesar la nimiedad que los rodea. Porque perforar la nada no es tan fácil, aunque sobren ejemplos de artistas que demuestran cómo es posible (y si no, recuerden un solo cuento de Flannery O Connor por ejemplo).
Con esta película de autor, Lecchi parece apostar a sacar lo máximo posible de una situación mínima, que sitúa en Purmamarca, Argentina, un pueblo de seis manzanas, en el extremo de San Salvador de Jujuy, a 2.200 metros sobre el nivel del mar. Zona declarada Patrimonio de la Humanidad , sus escasos habitantes viven del turismo que llega hasta esas perdidas latitudes para conocer una parte incontaminada de la civilización de masas.
El film tiende a reflejar mundos con visiones diferentes, encarnadas -por un lado-en la frescura auténticamente ingenua de una jovencita (la jujeña Marina Vilte, con apenas 13 años), cuya existencia contrasta con la mirada desencantada de los adultos. Ella es quien lleva adelante casi toda la historia y la acompañan Gastón Pauls y la española Ariadna Gil.
Estos seres ¿tan distintos? descubrirán que tienen algo bueno en común, un sentimiento indefinible pero genuino, que tal vez puede sintetizarse en el compartido interés por las estrellas, consignado en una escena donde el huraño protagonista adulto se detiene a mirar el cielo, mostrando su costado más sensible. Es ese espacio enorme y constelado, al mismo tiempo simbólico y real, el que comparten brevemente el adulto y la adolescente en una de las secuencias más poéticas y logradas del film.
Una estrella y dos cafés es básicamente un elogio de la simpleza, del café entre amigos, de las conversaciones construidas con palabras cálidas que en la ciudad faltan, de cosas mínimas que marcan una identidad, un ritual.
La geografía y el paisaje se imponen como un personaje más en lugares como éste, donde no hay diarios ni celulares, la televisión apenas llega y sus habitantes tienen una claridad afín al cielo que los contiene. De eso habla este film menor y agradable: de entrar y salir de la magia de un cielo estrellado, aunque sin alcanzar una consistencia definida, como para que -aparte de las nobles intenciones- mucho más perdure después de su visionado.
Película sencilla de altos y bajos. La vida desde una perspectiva sencilla, alejada de las grandes ciudades. Los sucesos de la vida desde una perspectiva de las solitarias y hermosas tierras del norte argentino, desde un pueblo pintoresco, humilde y bello.
En esos lugares los protagonistas van teniendo un encuentro consigo mismo, desde las cosas cotidianas de la vida, las mismas que se olvidan y se ignoran en la bogaren de las urbes modernas.
Si bien la película posee varios elementos desechables, por ejemplo: el juego de las estrellas queda un poco cursi (sobre todo con la intervención de las imágenes), el trato que podría haber tenido el desenlace del amor ingenuo de Estela hacia Carlos, las actuaciones no son del todo convincentes (salvo la de Adriana Gil, que esta soberbia), etc. Pese a todos los defectos, la película tiene un grado de romanticismo, porque nos conecta con la esencia de la vida, las emociones más puras del ser humano y ese primer amor no correspondido que nos desvive, el mismo que a todos alguna vez nos paso.
La película tiene escenas muy asertivas, por ejemplo: cuando Tomás, completamente borracho, sostiene con sus pies el elástico con que juegan las niñas. Aquella en que el guaton al darse vuelta y conversar con Carlos, se despreocupa de su tarea de arquero, recibiendo un gol y el reclamo de su compañero. O bien la escena en que pasan a buscar a Carlos en la camioneta para ir al festival y lo llaman mediante un coro de zampoñas. Cada vez que la película abandona las pretensiones, se aleja de los cliches, logra emocionar.
Al final, recordar la sencillez, en aquellos hermosos parajes, vale la pena. Recordar que los niños pueden vivir entreteniéndose con un sencillo elástico, una canchita de fútbol, una televisión que más bien parece radio porque no se ve y bueno el juguete más importante de todos: su imaginación. No hay necesidad de consolas, celulares, y tantos distractores, que parecen entretenernos, pero en realidad es más bien lo que hacen es distraernos de lo esencial.
Por más que no sea una gran película, por más que tenga varios elementos cursis es una película que nos producirá la sensación confortante de ver lo propiamente humano, que tanto cuesta vivir en los tiempos de hoy.
Es una película simple, y se hace cargo de su simpleza, elevando la sencillez, por su honestidad, a algo meritorio, y no a un mero facilismo. Ambientada en un pequeño pueblo del norte argentino, rodeado de cerros amarillos, de la voz siempre aguda, melancólica, del eterno viento enarenado, de construcciones precarias, también amarillas, grises, que se tuestan al sol, o que se borran parcialmente por las nieblas, el argumento gira alrededor de una adolescente de trece años, quién vive en el pueblo sin muchas cosas que hacer, más que jugar a la pelota con los varones , y un arquitecto que llega para realizar un proyecto de construcción de cabañas (Gastón Pauls) y que está en plena crisis con su pareja (la siempre divina Ariadna Gil).
Diálogos simples, que rozan la ternura, y muestran la ingeniudad de una preadolescente de pueblo. Miradas y silencios y caminos polvorientos y conversaciones al borde de un hilo de agua, que raya la rocosa ladera de un cerro pelado.
En la incipiente curiosidad y el comienzo, el cambio de la niña a la mujer, la nena se enamora del arquitecto. Los esfuerzos, infantiles y llenos de candidez de la niña por seducir al hombre, por intentar que se quede en el pueblo, y la atención relativa, aunque siempre respetuosa y llena de ternura, de él hacia ella, son el eje de la película.
Tiene un final muy lindo, muy sabio, sin fantasías ni exageraciones. Es melancólico de puro real, es un trago, un poco doloroso, un poco amargo, de veracidad. Las edades, las posibilidades, los no, a los trece, los no, a los treinta, nunca serán lo mismo. Será porque, en el fondo, sabemos, o intuímos, que las posibilidades se miden con el tiempo, y que conforme va transcuriendo, el fatal, el impiadoso, el imparable tiempo, creemos que éstas se irán acortando, inevitablemente y que cada no, que ante cada fracaso, el alma, el cuerpo, tarda en recuperar la fé y las fuerzas. Por eso, la juventud, la inocencia, son el mayor bien, el más importante e irremplazable de nuestras vidas.