Un cubo de sangre
Sinopsis de la película
Walter Paisley es un humilde camarero de un café bohemio, celoso del talento y la popularidad de sus clientes regulares. Pero cuando por accidente mata al gato de su casera y lo cubre de arcilla, Walter es tomado por un brillante escultor. Consumido por su ego de artista, las esculturas empiezan a multiplicarse mientras la gente del lugar empieza a desaparecer…
Detalles de la película
- Titulo Original: A Bucket of Blood
- Año: 1959
- Duración: 66
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Opinión de la crítica
Película
6.3
67 valoraciones en total
Un año antes de rodar La tienda de los horrores el maestro de la serie B Roger Corman filma esta otra comedia de terror considerada también una de las obras de culto en su carrera. Es cierto que es bastante menos conocida que el film que protagonizaba Audrey II, aquella simpática e insaciable planta carnívora que cuidaba el atolondrado Seymour, sin embargo está en su misma línea y es igual de divertida.
Su protagonista es Walter – impresionante Dick Miller-, el camarero de un pequeño club que vive obsesionado por despuntar en el mundo del arte. Un día tras matar accidentalmente al gato de una vecina decide cubrirlo de arcilla y presentarlo a sus amigos como una creación escultórica suya. Eso será no sólo el nacimiento de una brillante carrera como artista sino también el arranque de otra carrera de reputación mucho más dudosa, la de asesino.
La película nace como una parodia al famoso clásico del terror Los crímenes del Museo de Cera (André de Thot, 1953). Si el dueño de Audrey II debía matar personas para que sirvieran de alimento a su preciada planta, el protagonista de Un cubo de sangre mata para alimentar su ego y poder triunfar en su nueva profesión. El film se convierte también en otra parodia, que se burla esta vez del papanatismo que rodeaba y sigue rodeando el mundo del arte – impagable la galería de personajes frikis y snobs que pululan por el club donde tiene lugar la acción. Quien no merece definitivamente parodias es Roger Corman, un verdadero artesano, nunca mejor dicho en el caso de esta película. Especialista en despachar auténticas joyas en tiempo récord partiendo de presupuestos absolutamente irrisorios. Eso sí era un artista.
Por si alguien albergaba algún tipo de dudas sobre lo brillantemente chusco y vacilón que puede llegar a ser Roger Corman (sobre todo cuando tiene al lado a Charles B. Griffith con la pluma afilada), quiero creer que tras ver esta incisiva y cruel radiografía de la tontería e imbecilidad que en el mundo del arte conceptual es norma (en mi modesta opinión), que envuelve la entretenida, gamberra, divertida y trufada de humor macabro historia del camarero que quería ser artista (versión beatnik de la cañí el limpiabotas que quería ser torero), tras la visión de esta corta joyita rodada en 5 días y protagonizada por un inmenso Dick Miller (este tipo ilumina la pantalla en cada producción en la que ha asomado a lo largo de su extensa carrera), quiero creer que hasta el más cerril enarcador de cejas ante cualquier obra firmada por Corman y/o Charles B. Griffith, las verá bajo otra perspectiva mas allá de la manida y por otra parte real, definición de serie b minúscula hecha con 4 duros .
Conocer quién es Roger Corman en el mundo del cine, al menos tener una idea aproximada, significa que cuando se pone a tiro es muy difícil escapar de sus redes y dejarlo estar para otro día. Siempre aporta algo, siempre hay algo positivo que se puede extraer de cualquiera de sus películas. Un cubo de sangre por lo visto responde perfectamente a las formas habituales que empleaba el director para trabajar, es decir, a una condensación exagerada de días de trabajo se le ha de sumar poco dinero en la producción y unas ideas buenas.
El guión de Un cubo de sangre cojea por muchas partes, pero nace de una idea dignísima, que es la de señalar con mucha ironía una cuestión que en el momento de la realización de la película sería muy actual y que tiene que ver con los malos despojos que pululaban alrededor del arte. Dick Miller está inmenso y gracias a su interpretación la película posee una fuerza que hace que no sea un desperdicio. Otra cosa es que el tema concreto de los bohemios del arte guste más o menos, con su idiosincrasia y sus rarezas, lo que viene a ser el objeto de la crítica de Corman.
Roger Corman se ríe de ellos, de los falsos artistas, mediante una historia que tiene mucho de cutre y que en parte no deja de ser una enorme estupidez. Pero el director estadounidense poseía ya hace más de cincuenta años una gran dignidad y tiraba para adelante con proyectos que han llegado a nuestros días como curiosidades. Un cubo de sangre no tiene mucho de terror, ni siquiera es una comedia explícita, es una película que viene firmada por Corman y eso para mí ya es mucho. En poco más de una hora nos regala un entretenimiento justito, una película curiosa de fácil digestión que a los cinéfilos nos hace transportar a días en los que realizar una película no tenía nada que ver con el tipo de cine que se hace en el actual siglo. Grande Corman, siempre, haga lo que haga, con una dignidad maravillosa.
El negro del merendero la cubrió de gloria cuando la vio hace un tiempo, y desde luego no erró el tiro.
He zampado bastantes bizarradas de Roger Corman, y Un Cubo De Johnny Kashmir puede ser tranquilamente la mejor película que firmó fuera de su apoteósico ciclo basado en Poe, quizá junto a La Matanza Del Día De San Massana.
No es excesivamente original, de hecho las similitudes que mantiene con Los Crímenes Del Museo De Cera pueden llegar a ser un poco ruborizantes, pero el ritmo, los diálogos y el humor son de alto nivel.
La hizo en pocos días, como era su norma habitual, y sin duda rebosó inspiración. Al parecer, quiso dirigir su misil a la pedantería de ciertos círculos artísticos, y de ahí un leve tono paródico que envuelve a la función, y que sin duda refuerza su encanto.
Es curioso como muchos mediocres se embarcan en proyectos mastodónticos de varios fajos de dólares y meses y meses de filmación y no logran captar ni una décima parte de la garra y la emoción que tiene esta película.
Muy grande Corman.
Film de Roger Corman. El guión, de Charles B. Griffith, se inspira en parte en el argumento de Los crímenes del museo de cera (Toth, 1953). Se rueda en exteriores de Venice Beach (L.A.) y L.A. y en platós de Filmgroup, con un presupuesto de 50 mil dólares. Producido por Corman, se estrena el 21-X-1959 (EEUU).
La acción tiene lugar en Greewich Village (NYC) a lo largo de unos pocos días, en 1959. Walter Paisley (Miller) es un muchacho solitario, retraído y algo retrasado, que trabaja como asistente de camarero del café cantante The Yellow Door , en el que se reúnen artistas bohemios y jóvenes rebeldes de la generación beat , dados a la holgazanería, las drogas, la violencia y teorías antimaterialistas y anticapitalistas. Ignorado por todos, persigue el amor de Carla (Morris) y la fama.
El film es una comedia de terror, horror y suspense. Rodado en 5 días, Corman mejora su récord de 6 días, aunque por poco tiempo ya que rueda el film siguiente ( La tienda de los horrores ) en 2 días y una noche. La obra forma parte de la trilogía de comedias de humor negro que Corman realiza en 1959-61, con guiones de Griffith. Los otros dos títulos son La tienda de los horrores (1960) y El monstruo del mar encantado (1961). Las 3 obras se basan en parodias de género (cine negro, terror y ciencia ficción).
El film tiene el interés añadido de describir y satirizar realidades sociales del momento. Presta atención a los jóvenes beat , su indumentaria, aficiones (jazz y guitarra), ideas, pedantería y rechazo de la música rock . En los años 60 el movimiento beat se diluye en el de los hippies . Añade un interesante apunte sobre el mundo del arte, con referencias a artistas, intermediarios, coleccionistas y críticos.
La cinta se apoya en una buena historia (poco desarrollada), un buen ritmo (habitual en Corman) y un buen aprovechamiento de las fuentes de humor (parodia, sátira, burla, etc.). Pese a las limitaciones de tiempo y presupuesto, que se hacen patentes en el uso de maniquís por esculturas y otras circustancias, Corman consigue momentos estremecedores de horror y terror. Un hábil manejo de la iluminación le permite la creación efectista de escenarios siniestros, lúgubres y expresionistas. Extrae de los protagonistas interpretaciones satisfactorias, en especial de Dick Miller, en el único papel protagonista de su carrera, en el que trasmite una convincente imagen de la fragilidad psíquica del personaje.
La música, de Fred Katz, ofrece fragmentos de saxo (Paul Horn) y guitarra (Alex Hassiley). Añade una partitura de continuidad que da profundidad y fuerza a los sentimientos que inspira la acción. La fotografía, de Jacques R. Marquette, crea lances de humor visual (progresivo aburguesamiento de Walter), subraya el humor verbal (Walter repite mecanicamente afirmaciones de Max), exagera hasta la hilaridad el tremendismo de algunas referencias (posturas de las esculturas) y de los medios homicidas. Film baratísimo, entretenido y digno.