Travesía de París
Sinopsis de la película
Durante la ocupación nazi de París, un torpe e ingenuo estraperlista se ve obligado a pedir ayuda a un extraño individuo que dice ser pintor para poder transportar en varias maletas un cerdo troceado. Juntos tendrán que cruzar la ciudad en plena noche.
Detalles de la película
- Titulo Original: La traversée de Paris
- Año: 1956
- Duración: 80
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Opinión de la crítica
Película
6.9
57 valoraciones en total
Comedia dramática del realizador francés Claude Autant-Lara (1901-1999), uno de sus films más relevantes. El guión, de Jean Aurenche y Pierre Bost, adapta el relato breve La traversée de Paris (1947), de Marcel Aymé (1902-67). Se rueda, entre el 7/IV y el 9/VI de 1956, en escenarios reales de París (estación de Lyon, Rue Poliveau, museo Jacquemart-André…) y en los platós de Franstudio (Saint Maurice, Val-de-Marne). Nominado a 2 premios de Venecia, gana el del mejor actor (Bouvril) y el de la crítica francesa (película). Producido por Henry Deutschmeister para Continental Produzione (Roma) y France London Films (Paris), se estrena el 26-X-1956 (Francia).
La acción dramática principal tiene lugar a lo largo de unas 6 horas de una noche del invierno de 1943, durante la ocupación militar nazi de Paris, con un prólogo del desfile en los Campos Elíseos del ejército alemán y un doble epílogo (desfile militar de las tropas francesas, americanas y británicas y una escena en la estación de Lyon). El ex taxista en paro por falta de gasolina Marcel Martin (Bouvril), se gana la vida transportando, en maletas y a pie, alimentos y otros productos de contrabando para el mercado negro. Lo ha hecho hasta el momento en compañía de un amigo que acaba de ser detenido en el restaurante Jacky. Inesperadamente se encuentra que para realizar el trabajo del día (transporte de 4 maletas con 100 Kg. de peso) necesita un nuevo colaborador, Grandgil (Gabin). Martin es ingenuo, de escasa formación, pocas luces y genio corto. Grandgil es físicamente fuerte, inteligente, recita de memoria poemas de Heinrich Heine y acepta el encargo aparentemente por dinero. Consigue que su retribución pase de una oferta inicial de 300 francos a un total de 5.000 francos, a cargo del apurado carnicero minorista Jambier (Funès).
El film suma comedia, drama y guerra (IIGM). Construye con precisión y riqueza de matices los caracteres opuestos y en gran parte incompatibles de los dos protagonistas. Desarrolla con acierto los personajes secundarios, a los que dota de realismo, verosimilitud y credibilidad suficientes. Describe con maestría el ambiente agobiante que envuelve la vida diaria de la población sometida a ocupación militar. Lo presenta saturado de temores, inseguridades, reservas, disimulos, desconfianzas, angustias y momentos de terror. Con trazos sencillos, pero seguros, muestra la red inquietante de soplones, confidentes, colaboracionistas, oportunistas, envidiosos, fanáticos y locos, que actúan como colaboracionistas. La narración, basada en un excelente guión con diálogos ingeniosos, crea una sucesión de situaciones irónicas, burlescas y mordaces, con toques de humor negro, que en conjunto componen un relato sumamente divertido. Hace uso de elementos neorrealistas y costumbristas, que se enmarcan en un contexto de tonos esperpénticos, considerados por algunos como próximos o similares a los de Berlanga.
Cineasta un tanto olvidado en la actualidad, Autant-Lara fue, sin embargo, uno de los principales realizadores franceses de la década de los 50, y títulos como este explican tal realidad, mal que les pesara a los jóvenes integrantes de la Nouvelle Vague , que hicieron de la crítica destructiva hacia su obra una de sus principales banderas.
La película es un retrato a medio camino entre la comedia y la ironía del París ocupado durante la segunda guerra mundial, como bien ponen de manifiesto los primeros planos, que transmiten rápidamente las privaciones reinantes en la ciudad y el ingenio al que recurren sus habitantes para cubrir sus necesidades básicas. Así pues, el director enfatiza en todo momento la descripción de ambientes, que bien apoyada por una abundante cantidad de personajes, logra plasmar una realidad caracterizada por las carencias materiales, la desconfianza, el disimulo y una vaga pero muy real sensación de amenaza.
Por tanto, la historia del azaroso periplo de ese cerdo troceado, repartido en cuatro maletas y confiado a esa peculiar y contradictoria pareja que conforman Bourvil y Gabin, no deja de ser una hábil fórmula narrativa a la que recurren guionistas y realizador para lograr un mejor análisis de la situación del París ocupado, así como de las reacciones y actitudes de sus gentes, que aunque son mostradas desde una perspectiva cómica, dejan traslucir un evidente fondo crítico, especialmente a través del retrato que se hace de algunos personajes, que parecen buscar su interés por encima de todo.
Buenas localizaciones, que son aprovechadas para una excelente recreación de ambientes y situaciones características de la ocupación (el toque de queda, los apagones, las colas para recibir alimentos, las patrullas, el estraperlo, los bombardeos, las detenciones y deportaciones), siendo realzadas por la nocturnidad que impregna el filme, que cuenta con una contrastada fotografía, francamente eficaz y adecuada para la historia (la noche como símbolo de los que se ocultan, escapan, disimulan o acechan). Bien interpretada, la película tiene algunas secuencias destacables, como el sacrificio del cerdo, la negociación al alza del pintor con ese histérico carnicero que interpreta De Funès, la persecución de los perros, o la deportación en camión de Martin, cuyo último plano fijo nos hace temer lo peor.
Concluyendo, una acertada travesía por una época y una ciudad, que hoy tiene más valor como documento histórico que como comedia (no es una película desternillante, desde luego), pero que logra plenamente sus objetivos, a pesar de que yo encuentre innecesario, aunque comprensible, el epílogo que la cierra.
Hay muchas maneras de tratar asuntos tan delicados para la patria como es una ignominiosa ocupación militar, cuestión que para el cine francés ocupa una filmografía inmensa. De todas las películas, cae en mis manos La traversée de Paris y no me queda otra que confesar que es una maravilla. Francia sobrevivió, París sobrevivió, de manera épica para algunos héroes a través de la Resistencia, de forma despreciable para otros colaborando con los nazis, pero todos, absolutamente todos, si pudieran haberle metido mano a unos riñones de cerdo no se hubieran preguntado jamás de dónde venía ese cerdo.
Empezaban a correr aires nuevos en la cinematografía francesa, la nouvelle vague tiraba dardos a una manera de hacer cine que pretendían enterrar, por no decir que no respetaban y que atacaban. Por suerte para todos Claude Autant-Lara hacía oídos sordos y seguía su camino, en esta ocasión para plantear una comedia que no escapa de su dosis dramática. La aparición de un excepcional Jean Gabin es clave para que la película tome un rumbo que el espectador que ha visto una tragedia tras otra durante los duros años de la ocupación alemana va a agradecer con toda seguridad. Son supervivientes, son la clase baja, tiran para adelante como pueden y probablemente como la mayoría no tienen más opción que jugársela con el estraperlo.
El tono básico de comedia, de disparate, no hace otra cosa que equilibrar una balanza que siempre ha tenido tendencia hacia los temas más dolorosos. Ellos sufren, desde luego, pero por suerte ante nuestros ojos hay más motivos para el cachondeo que otra cosa, especialmente con la actitud de Gabin, que ofrece los mejores momentos.
A veces es sanísimo olvidarse de los dramas y dar paso a películas tan buenas como esta La traversée de Paris , todo un ejemplo de originalidad.
Un cuento de Marcel Aymé, titulado La Traversée de Paris (1947), fue el punto de partida para otro notable guion que lleva la firma de, Jean Aurenche y Pierre Bost, dos de los más brillantes escritores de la primera mitad del siglo XX. El cuento de Aymé, de apenas 20 páginas, solo alcanzó para la escena en la que, el carnicero Jambier (Louis de Funès), negocia el transporte hacia el mercado negro, de una carne de cerdo con Marcel Martin (Bourvil) y su nuevo e incidental colaborador, Grandgil (Jean Gabin), y con algunos cambios muy afortunados, esta escena permitirá, en la película, definir el contrastante temperamento y carácter de estos dos personajes que cargarán prácticamente con todo el peso de la historia.
El resto de la trama, convertida en una comedia-dramática-política, es puro Aurenche-Bost, con situaciones muy locas, otras muy sensibles y el resto bien dramáticas… y todo aderezado con unos diálogos de marcada efectividad y una perfecta descripción de la angustia existencial que padecieron los franceses en tiempos de la ocupación alemana (II Guerra Mundial).
Como cualquier gran artista, que consigue ver más allá de lo que capta la gente del común, el director, Claude Autant-Lara, logra, por su parte, crear una noche de esas en la que, del terror y de lo trágico-cómico, se puede extraer poesía, amistad, solidaridad… y otra suerte de valores que nunca se expresan con tanta grandeza como en las situaciones críticas.
Será muy fácil encariñarse con Martin, el taxista desempleado, y con Grandgil, el ¿ladrón de carbón… o quizás un artista?, y caminar con ellos, portando cuatro maletas cargadas de piezas de cerdo, será una aventura muy interesante. La fotografía en exteriores, con esa contrastante luz y oscuridad, es preciosa, y las actuaciones de ese par de memorables estrellas, hará que nos sintamos ante un filme muy regocijante.
<>, ofrece momentos que son puro arte cinematográfico como ese contraste entre los alemanes marchando -tras la invasión- frente al Arco del Triunfo (al inicio del filme) y ese final con el ejército galo desfilando en la Francia liberada. La secuencia de los perros callejeros advirtiendo la carne… ¿y qué tal la composición del plano, desde adentro, cuando los dos amigos están frente a la casa de Marchandot y pasa lo que pasa? ¡De antología!
Les dejo una pregunta: ¿Cuál fue la verdadera motivación de Grandgil, para asumir la tarea de ayudar a Martin a transportar la carne?
Título para Latinoamérica: <> / Un Cerdo a través de París
214/20(22/11/19) Buen film francés dirigido por Claude Autant-Lara, en lo que fue su mejor obra, siendo esta en lo que es una mordaz radiografía costumbrista del París ocupado por los germanos durante la WWII, done las penurias se intentaban sortear mediante el mercado negro. El guión de Jean Aurenche (El juez y el asesino) y Pierre Bost (Juegos prohibidos), inspirándose en un homónimo de relato corto de Marcel Aymé, publicado en1947 en la colección Le Vin de Paris. Un fresco con estilo que mezcla el neorrealismo con resortes de cine negro, para un fresco que deconstruye con saña la sociedad parisina de este tiempo, donde pululaba la picaresca, el hambre, las ansias de supervivencia, el egoísmo, el miedo, el darwinismo, o el colaboracionismo. Una historia que mezcla la comedia con el drama, con resonancias a buddy-movie donde dos personas de caracteres antagónicos por x motivos se ven embarcados en una misión, en este caso deben llevar 8 kilómetros 4 maletas cargadas de carne de cerdo de noche por las calles de la capital gala, encontrando dificultades en su camino que deberán intentar salvar, donde Marcel (Bourvil) personifica a la gente desesperada que se busca la vida como puede, y Grandgil (Jean Gabin) sería la arrogancia de la clase burguesa. Siendo el fuerte de la cinta el reflejo del clima opresivo reinante en París durante la ocupación nazi (1940-1944), recreando una sociedad paranoica, amenazada, insegura, aterrada, donde los oportunistas afloraban por todos lados, donde además el argumento teje unos diálogos y situaciones ingeniosos para la pareja protagónica, cargadas de humor negro. Película que fue un éxito con 4,893,174 de entradas vendidas, la película se coloca 4ª en la taquilla en 1956.
Es una estampa de como cuando la sociedad se encuentra asfixiada busca formas de evadirse de estas carencias, ello en un contexto reconocible como es una ocupación militar extranjera, donde hay cartillas de racionamiento, colas en las tiendas que se quedan sin suministros, miserias, persecuciones religiosas, toques de queda, apagones, estraperlo, arrestos sumarísimos, ello bien expuesto alegóricamente cuando todo acontece de noche, cual reflejo de la noche de varios años que estuvo presente en la Ciudad de las Luces, y donde la picaresca es manejada para intentar sobrevivir. Esto exhibido en un brillante empiece, cuando tras los créditos iniciales sobre imágenes de las tropas alemanas desfilando por París, vemos en las escaleras de salida a la calle de un metro, a un ciego como pedigüeño tocar al violín La marsellesa, entonces pasa una mujer que le avisa ante la llegada de un soldado nazi, pero el invidente continua con su melodía, y el alemán le da limosna, entonces aparece una pareja subiendo las escaleras (Bourvil y una mujer), él lleva un maletín, llegan y entran a una tienda que cierra por quedarse sin alimentos, ello con cola de gente protestando a las puertas. Bajan con los dueños del comercio a un sótano, vemos que en la maleta había un acordeón, sacan de un baúl un cerdo, el animal se escapa por el lugar, tres personas intenta atraparlo, mientras el del acordeón comienza a tocarlo para intentar que los chillidos del porcino no se oigan, cogen al marrano y lo confinan para no se pueda mover, sacan un cuchillo y uno de ellos se lo clava fuera de plano, mientras vemos el rostro turbado del acordeonista, para pasar al rostro extasiado del que tiene el cuchillo lleno de sangre. Compendio de lo que será la película, hacer que el humor brote de lo descarnizado, que fluya de entre el drama más sórdido.
Odisea en la que el binomio de porteadores deben lidiar con patrullas de gendarmes, soldados nazis, visitas inquietantes a bares, perros hambrientos, y más en este periplo, durante esto chocaran las dos personalidades, Marcel deseoso de acabar cuanto antes su labor, y Grandgil despreocupado y busca problemas. Y en la travesía chocaran con una sociedad desconfiada, aprovechadista (lo de la muchacha judía), carroñera, viviendo bajo la amenaza constante. Donde tras un giro de guión inteligente se descubre que la narración deja un substrato de lucha de clases, donde los de abajo siempre a los de abajo siempre les cae la mierda de los de arriba.
Jean Gabin como Grandgil demuestra un tremendo carisma, anda resuelto por la pantalla, seguro de sí mismo, jovial, travieso, despreocupado, actuación estupenda en su química con Bourvil, Bourvil (verdadero era André Robert Raimbourg) como el manso Marcel derrocha empatía en su proceder temerario, siendo excelente su rostro en la ya mencionada escena de la matanza del marrano, vista a través de su aterrado rostro, Louis de Funès interpreta el papel de Jambier, tendero que vende carne en el mercado negro y que, con este propósito, explota descaradamente a personas desafortunadas como Martin, que asumen todos los riesgos por una suma rancia. Además de escucharlo por teléfono al final de la película, Louis solo tiene una escena de unos diez minutos. La escena con Louis de Funès es muy jocosa en el modo en que Grandgil le saca mucho más de lo previsto por su misión transportadora (de 300 iniciales se pasa a 5000 francos).