Transformers: La era de la extinción
Sinopsis de la película
Han pasado 4 años desde la tragedia de Chicago y la humanidad sigue reparando los destrozos, pero tanto los Autobots como los Decepticons han desaparecido de la faz de la Tierra. Ahora el Gobierno de los Estados Unidos está utilizando la tecnología rescatada en el asedio de Chicago para desarrollar sus propios Transformers. Al frente del proyecto está Joshua Joyce (Stanley Tucci), un arrogante diseñador que piensa que los Autobots son basura tecnológica y se cree capaz de fabricar unos robots infinitamente más avanzados. Mientras tanto, Cade Yeager (Mark Wahlberg), un mécánico inventor, encuentra un Marmon semi-trailer. Al intentar repararlo, descubre que el camión no solo era un Transformer, sino también el mismísimo Optimus Prime, líder de los Autobots. Lo que Cade ignora son las consecuencias que pueden derivarse de este hallazgo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Transformers: Age of Extinction (Transformers 4)
- Año: 2014
- Duración: 165
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Opinión de la crítica
4.5
47 valoraciones en total
Cabreado es poco. Indignado más que decepcionado y no por ser un fanático, solo me gusta que no me traten por idiota.
Esta entrega de Transformers hay que borrarla y esconder las cintas en el hueco que han dejado en Nuevo México los cartuchos de Atari del juego de ET. Razones:
No trata de los Transformers, sino de coches y explosiones. En serio, de las 3 horas de película, el 60% consiste en ver correr coches mientras, con una falta de puntería simplemente absurda, estallan misiles a su alrededor. Otro 30% son explosiones y peleas igual de absurdas que parecen trascendentales y nunca acaban en nada (¿Cuántas veces atraviesan a Optimus por la mitad?) y el 10% restante consiste en mostrar los bonitos ojos de la chica (el primer plano de sus ojos aparece unas… ¿10 veces?)
El argumento está tratado con un desprecio a la inteligencia tan enorme como demuestra la forma en que un Optimus Prime que apenas se tiene en pie, se recupera básicamente mediante la magia. Ya no es cuestión de chispa vital, simplemente que pase al lado otro camión y tachán! arreglado! aunque acaben de decirte que sólo los autobots pueden reparar sus enormes daños.
Los botes de cámara para dar sensación de acción y las soluciones absurdas son simplemente insultantes (un ascensor no logra bajar por exceso de peso con cuatro personas, cuando una de ellas baja, son tan infinitamente torpes que la cámara enfoca el pulsador del ascensor donde claramente se lee máximo 9 personas… ¡joder con el gordo!) Hablando de gordos: ¿A alguien le suena Hound al enano del Señor de los anillos cuando dice: dejad que vengan ? Creo que si superponemos las dos escenas, salen clavadas excepto por lo que demonios sea que fuma el Transformer ¿una bala? ¿¿¿PERO QUÉ COÑO ES ESTO???
No vale ni para reirte de la película.
Vi las tres anteriores y por tanto fui al cine esperando nada. Menos que nada. Robots darse leches y efectos especiales por un tubo. Además cambiaban a LaBeouf por Wahlberg, igual hasta resultaba menos mala que las anteriores.
Pues no, me han sorprendido y para mal, y ya digo que era difícil. La película es mala, mala, no hay por donde cogerla. Hacía mucho tiempo que no se me hacía tan larga una película, y eso que me veo casi cualquier cosa. Pero con este churro una hora antes de acabar ya estaba mirando el reloj y deseando que llegase el final de esta sucesión de situaciones forzadas y absurdas, que cuando vas por la quinta o la sexta persecución no dejas de preguntarte, ¿qué demonios estoy viendo? ¿Qué está pasando?
Para mí el mensaje de Michel Bay es claro: como he visto que os coméis cualquier cosa, me voy a esforzar con esta incluso menos que con las anteriores. Sólo así se entiende el caos del montaje, con escenas metidas con calzador en un orden más que discutible, cortando algo que está pasando, para a su vez ser cortadas para terminar con la situación anterior. No hay un mínimo hilo o historia que seguir, ya no digamos algo remotamente parecido a un guión. Al menos en las anteriores sabías quién era el malo, su objetivo, y lo que los buenos hacían para desbaratar sus planes. Aquí ni eso. Alguna escena parece que la cortan dejando a algún personaje con la palabra en la boca, en otras ves a personajes aparecer y desaparecer en las batallas sin ninguna explicación. Y en general los personajes, tanto buenos como malos, actúan de forma errática y muchas veces sin justificación alguna del porqué de sus decisiones.
No me voy a parar a comentar todos los sin sentidos que tiene esta película, pero sí quiero detenerme a analizar el papel de los humanos. Por más que se empeñen los realizadores de este bodrio los humanos son comparsas, y en esta película fuerzan las situaciones hasta el más absoluto de los ridículos para mantenerlos por ahí. Wahlberg hace un papel vergonzoso, el peor que le recuerdo, y a la niña y su novio, decir que son insoportables y malos actores es hacerles un favor. Los diálogos son tan ridículos como se puede esperar, incluso más. Todo el rollo padre-hija es infumable.
Si de otras películas uno espera que saquen una versión extendida, de esta deberían sacar una versión reducida y quitar todas las escenas de la familia del Wahlberg, totalmente prescindibles y hasta de vergüenza ajena, que parece que fueron introducidas a la fuerza por la productora. No se iba a notar su falta. Creo que el objetivo en realidad era tener algún humano cerca del fregado, para tener una referencia de la escala de las batallas, que si sólo pelean robots igual no parecen tan grandes…
No me voy a extender más porque una película a la que le plantas un 2 no merece el perder más tiempo escribiendo sobre esta sucesión de situaciones sin sentido, que más que una crítica es una advertencia la verdad. No vayáis a verla por favor. Yo sólo fui porque me invitaron y no quise hacerles el feo de rechazar. Me arrepiento.
Esta crítica es más bien un panfleto de auto-ayuda, como bien habréis podido adivinar con el título. Comparto la creencia popular de que la aceptación es quizás lo más importante en nuestras vidas. Eso no significa que debamos resignarnos a las cosas tal y cómo son, el cambio es posible y siempre puede llegar si uno lucha por su causa. Pero de momento, si te gustan los Transformers, hay que aceptar que están al cargo de un señor que nombraré muy pronto, y cuanto antes aceptemos todo aquello que define su cine, mejor. Porque en el fondo todos acabaremos viendo Transformers 14 si llega a realizarse por la simple y llana razón de que todas sus entregas hasta ahora han sido espectaculares a nivel visual, y eso siempre nos hace caer. Ahí va la lista de cosas que hay que aceptar. Espero que os ayude:
– Es de Michael Bay. Con eso ya aceptamos, como con cualquier cine de autor, que su película tendrá una serie de características que en mayor o menor medida SIEMPRE estarán presentes en esta saga.
– La estructura de la película es prácticamente exacta a la de las tres anteriores entregas. En un principio puede que logre engañaros con un tono aparentemente más serio, pero luego la cosa vuelve a desbordarse.
– Los autobots (exceptuando a Optimus Prime y quizá a Bumblebee) poseen una inteligencia tirando a subnormal. Son un desfile de diálogos y acciones ridículas que solamente compensan por su desenvoltura en las escenas de acción. Nada más.
– Es ruidosa, explosiva y destructiva hasta niveles insospechados. Cada nueva película trata de superar a la anterior, y en este ámbito hay que decir que se lleva un premio porque lo consigue.
– La banda sonora trata en todo momento de hacer épico cualquier fotograma. Y no le quito mérito, se aprecia el esfuerzo de Steve Jablonsky, digno aprendiz de Hans Zimmer.
– Tal y como les ocurrió a Patrick Dempsey y John Malkovich en la anterior cinta, ahora les toca el turno a Kelsey Grammer y Stanley Tucci para meterse en papeles secundarios vergonzosos a cambio de unas pelas.
– Ante todo, esto es cine COMERCIAL (así, en mayúsculas). Es decir, capitalista hasta la médula. Bay busca el dinero. ¿No os parece curioso que justo después del tremendo fiasco que supuso The Island en 2005 su próxima película fuera una adaptación de los Transformers? ¿Eh? Dinero y futuro como director asegurado.
– Mark Whalberg haciendo de Mark Whalberg, sólo que esta vez dando la lata durante media película como padre conservador con su hija.
– Motivaciones absurdas por parte de los villanos, y soluciones argumentales aún más absurdas para que las situaciones que venden se repitan una y otra vez.
– China es un mercado en expansión, y a una velocidad de miedo. Y por si no lo sabéis esta saga es un éxito colosal en ese país. No es casual que esta película incluya tanta publicidad de la ciudad de Pekín (hasta hacen que Optimus hable en chino, en serio. (¿He dicho ya que esto es el colmo del capitalismo descarado?).
– Es una cinta muy larga, y probablemente al cabo de un rato dejará de importarte lo que ocurra, pero te quedarás en el asiento por los maravillosos efectos visuales (sí, eso es un punto buen y aunque es obvio es meritorio de mención).
– El guión está plagado de momentos de vergüenza ajena (hay personajes que parecen diseñados para eso). Eso sí, esta vez Ehren Kruger ha descendido la cantidad. Hasta parece que se marca una pequeña broma respecto a eso matando a uno de esos personajes de un modo bastante cómico, como si supiera que el espectador lo estaba deseando. ¿A qué juegas, Kruger?
– Es cine dirigido a un público infantil y adolescente. Este punto básicamente echa por tierra todo lo que he dicho anteriormente. Tú también fuiste niño y alucinabas con mierdas mayores. ¿O no?
Bueno, creo que con eso ya basta. Probablemente me habré dejado algunas cosillas, pero está bien. En resumen, si logras aceptar todo esto cabe la posibilidad de que la disfrutes. Digo más: espera lo peor, y a lo mejor logras sorprenderte. ¡En fin! Esto se acaba aquí, pero no esta saga, ya que parece que nos espera una nueva franquicia. La pregunta que nos queda es: ¿hasta qué nivel de destrucción será capaz de llegar Bay cuando todo esto acabe? ¿Desea lograr un récord inamovible? Quién sabe. El futuro lo dirá.
Es interesante el hecho de que ya lleve recaudados nada más y nada menos que mil millones de dólares la más estúpida y larga película de una saga de filmes esencialmente estúpidos y largos.
A Michael Bay los personajes y la historia le importan un pito. Y, visto lo visto, al público masivo, también. Da que pensar.
¿Y el largo? Mal, gracias: repetitivo. Cansino. Hiperbólico. Repetitivo.
Nada importa en él: ¿nuevos autobots? Claro. ¿Nuevos perso-JÁ-najes humanos? Claro. ¿Trama? Cero. ¿Explosiones? Todas. Hasta el aburrimiento. Ni siquiera hay progresión: lo de aquí es el clímax por el clímax: una concantenacion incesante de destruction porn cimentado en la nada que le hace a uno mirar el reloj a mitad del metraje esperando que falte poco. Un pim-pam-pum inacabable y sin sentido. Esto es el anticine, damas y caballeros. Una mierda efectista sin sentido ni dirección. Un parque de atracciones aburrido lleno de ruido y furia que apenas puede interesar a alguien con más de un dedo de frente o diez años de edad.
Y sin embargo está arrasando.
Santos gatos: Hollywood está fuera de control, no les importa nada y eso les está permitiendo generar cada vez más dinero.
Aterrador.
Michael Bay, con la estimable excepción de Dolor y dinero (2013), lleva entregado a la causa robótica-alienígena desde el año 2007, cuando su notable Transformers llegó a nuestras pantallas para ofrecernos un espectáculo mayúsculo y desbordante condenado a aglutinar tantos fans como detractores. La razón para tan radical división de opiniones se encuentra en su sentido del exceso, capaz tanto de fascinar y provocar el fenómeno de los ojos-como-platos como de hacer estallar las retinas y los tímpanos del espectador que no comulgue con su desmesurada propuesta. No fueron pocos los que consideraron aquella película como la mejor de su director, sino que incluso para el que esto escribe confirmaba a un autor del blockbuster con un estilo propio altamente marcado. Sí, han leído bien: Bay es, para bien o para mal, un autor, ultra-comercial y millonario, sí, pero sin que eso sea óbice para establecer un discurso autoral, al menos en el plano estilístico, que logra sublimar la tontería para convertirla en un activo más de la saga. Ese desenfreno megalómano y destructor se vio incrementado en dos secuelas que, aunque inferiores, aún poseían las virtudes que permitían al espectador ser benévolo con los tics menos agraciados de Michael Bay. Pese a todo, en Transformers: El lado oscuro de la luna (2011) comenzaba a vislumbrarse una cierta reiteración, casi insensata, de unas maneras y formas que ya no contaban con el factor sorpresa y que se atropellaban las unas a las otras, rebajando las aspiraciones lúdicas de una saga que comenzaba a dar un ligera sensación de fatiga al aficionado (el opositor ya se había pegado un tiro, directamente).
En Transformers: La era de la extinción (2014), reboot y secuela al mismo tiempo que nos sitúa años después de lo acontecido en la tercera entrega y donde los Autobots son perseguidos al igual que los Decepticons por considerarse una amenaza para el ser humano, todo lo que era estilo, humor y espectacularidad ha sido sustituido por redundancia, desmesura y risibilidad. Donde antes estaba el carismático Shia LaBeouf ahora tenemos a Mark Wahlberg haciendo de Mark Wahlberg una vez más, y del sano cachondeo que desprendía el siempre acertado John Turturro se ha pasado a un Stanley Tucci brioso pero desubicado. El resto del reparto no son más que figuras recortadas en el atardecer, cuando se pone intensa, o meras presencias accesorias de una trama demasiado abultada, testigos del apocalipsis con tanta incertidumbre como el propio espectador. Curiosamente, en una triste paradoja, es la película con mayor peso del llamémoslo factor humano de cuantas ha hecho Bay para la saga, y sin embargo es la primera en la que el destino de los personajes resulta irrelevante. Es tal la lujuria por el espectáculo y la destrucción que ha esclavizado todo lo que le rodea, convirtiendo a la cinta en la hipérbole de la hipérbole de la hipérbole, donde el desmedido amor (de bakala) de Bay por su criatura le ha cegado, impidiéndole ver sus defectos o saber cuándo parar la máquina, una sombra de sí misma rendida al paroxismo más primitivo. Cada nueva cinta de Transformers ha ido aumentando su duración y rebajando su carisma, pero con la cuarta se ha alcanzado finalmente ese estatus de producto para masas que lejos de innovar y alcanzar nuevas cotas en su propio universo, se conforma con dar gato por liebre al fan, algo inédito en la saga.
Casi todo son malas noticias. No funciona el humor, tan presente en las primeras películas y que alcanzaba, al menos en la secuencia del jardín del primer film, la gloria. Sus ralentís, más que marca de estilo, son marca industrial, como si existieran por cubrir un obligado cupo visual. Sus momentos serios, incluso forzados en anteriores cintas, son ya pura comicidad involuntaria. Los efectos especiales no provocan el asombro que sí desencajaba mandíbulas en 2007, y ahora son más bien un déjà vu. Sólo hay puntuales notas de la (sana) locura que se le pide a un proyecto como éste, y no se dan hasta el tramo final, con imágenes tan poderosas como los robots prehistóricos cabalgando hacia la batalla. Pero es muy tarde. El espectador ya está cansado y hastiado, aburrido por el simple aturdimiento que se presume fuente inagotable de estímulos y que, lamentablemente, ya no despiertan empatía o emoción alguna, vaciados como están de auténtico sentido de la épica y reducidos a simple rutina. Al menos como entretenimiento descerebrado de verano, y sólo para el creyente, obtiene la etiqueta de pasable.
Con la apertura de la cinta, uno podría esperar un mirada nostálgica, más cercana y humana, casi metacinematográfica, al mundo Transformers. De todas esas esperanzas vanas e infundadas se puede decir que sí provoca una profunda nostalgia… al rememorar una primera trilogía que funcionaba muy bien en sus propios términos de exceso, destrucción y tontería inteligente.
http://www.asgeeks.es/movies/critica-de-transformers-la-era-de-la-extincion-el-camino-del-exceso/