Thirst
Sinopsis de la película
Sang-hyun, un caritativo sacerdote que suele visitar a los pacientes del pequeño hospital de su ciudad, vive atormentado por las dudas y la desesperación que le provoca un mundo dominado por el sufrimiento y la muerte. El deseo de salvar vidas lo lleva a África, para participar en un proyecto cuyo objetivo es encontrar una vacuna contra un virus letal. Allí contrae una enfermedad mortal de la que se recupera casi milagrosamente. La gente, convencida de sus poderes de curación, empieza a ir en peregrinación a su casa. Sin embargo, una noche, Sang-hyun sufre una recaída y muere. A la mañana siguiente, se ha convertido en vampiro: se siente animado por una nueva vitalidad, pero siente un gran rechazo por sí mismo, al verse transformado en una criatura sanguinaria.
Detalles de la película
- Titulo Original: Bakjwi (Thirst)
- Año: 2009
- Duración: 133
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Opinión de la crítica
6.2
91 valoraciones en total
He vuelto a reafirmarme en la idea de que una buena dirección no puede hacer casi nada ante un guión malo.
Partimos de una idea fantástica, de hecho durante muchos minutos no tienes la sensación de estar viendo cine de vampiros, perfectamente desarrollada durante casi una hora. Una amalgama de sensaciones me fue arropando, desde el amor, hasta la lujuria, pasando por el más importante, si cabe, la gula. Por desgracia a la película aún le quedaba una hora más, y fue donde se estropeó.
Como afirmaba en el primer párrafo, la dirección es importante, incluyendo montaje y fotografía, pero sola es como un buen coche sin ruedas. Mientras la historia se mantuvo consistente y los personajes se conservaron bien definidos, está película era de notable alto. En cuanto se olvidaron del guión y se centraron en secuencias efectistas pero sin ningún fondo, la cagaron. Indiscutiblemente, es mejor así, y la gran labor de Park y su equipo técnico, han conseguido que este filme se mantenga en los límites de la decencia y con posibilidades de ascenso.
Remarcaré los papelones de Song Kang-ho y Kim Ok Bin. El primero, sigue siendo el mejor actor actual. La segunda, una bellísima actriz, que ya apuntaba maneras en la desconocida Arang y que en esta película me ha dejado impresionado.
La combinación de géneros requiere cierta habilidad para no salir maltrecho de ella. Creo que en esta película la forma de tratarlos hace que todos ellos se acoplen de manera adecuada -no se matan, se complementan-, lejos del enredo habitual y mayúsculo que supone.
En esta mezcla funcionan a la perfección los frecuentes momentos en los que se busca una salida cómica clandestina de la escena, a la vez que lírica, negociando con la extravagancia. Es un humor muy particular, original, diferente, a ratos macabro, en otros algo light, a veces con ingenio en la imagen, en la siguiente con una confesión, quizá malinterpretado.
Al final Thirst avanza entre zancadillas y chispazos ocurrentes. Siempre sorprendente el dónde va a parar, sin estación fija. No hay diálogos fingidos, tampoco chupasangres hipotéticos ni colmillos salientes con sangre brotando, ni siquiera imitaciones rebajadas de ‘capas Drácula’. Sí desmesura, se echa en falta cierto orden, más tranquilidad, menos vaivenes.
Park Chan-wook no ha ido a Transilvania, ni falta que hace, no vaya a ser que en el viaje olvide que los vampiros duermen en armarios y los cambie por ataúdes.
Es muy reconfortante constatar cómo cada año los distintos subgéneros se oxigenan reciclando sus variables y resultando siempre sorprendentes. Pero, por segundo año consecutivo, el vampirismo está de enhorabuena. Si Let the right one in supuso toda una joya fosilizada en el mismo día de su génesis, Thirst se ha convertido ya no sólo en la mejor aportación coreana al subgénero sino en la película con colmillos del año. Un colega la describió como Crepúsculo versión hetero, yo le añado además con sentido del humor y la riqueza visual del cine asiático. Pero, sobre todo, y en palabras de su director, es una película para la que no he investigado la mitología existente, soy muy fan del subgénero, de hecho una de mis películas favoritas es Martin de George A. Romero. Mi intención persiguió romper los estereotipos vampíricos para encontrar su esencia, ya veis que el protagonista ni tiene colmillos ni teme a los crucifijos, de hecho es sacerdote. También es gracioso observar que en la historia de amor entre el protagonista y una mujer casada él es el virgen y ella lleva los pantalones en la cama, invirtiendo los roles encontramos la comedia y la originalidad. Es sorprendente ver a Kim-ok-vin, coprotagonista, en carne y hueso durante la rueda de prensa, cualquiera que no haya visto la película diría que no tiene más de quince años y que ignora lo que tiene entre las piernas.
En definitiva, el título estrella de la jornada gustó al público aunque los comentarios sobre su duración excesiva son comunes. Además, una vez uno se recupera de la espectacular última media hora y recapacita se cerciora de que hay mucho material que sobra y que quizá su eliminación hubiera hecho la proyección más digestiva.
Un sacerdote se somete a un experimento médico que fracasa convirtiéndole en un vampiro. Empezará a sufrir alteraciones físicas y sicológicas que le llevarán al intento desesperado de preservar un poco de humanidad en su interior. Todo esto aderezado con un triángulo amoroso entre él y la mujer de un amigo de la infancia.
Park Chan-Wook nos vuelve a sorprender con una película que rompe los moldes de la gran pantalla. Olvídense de los estereotipos hollywoodenses, Park Chan-Wook no hace cine comercial. Aquí veremos una historia de amor ilícito llena de escenas macabras, humor negro, sexo, mucha sangre, y lo más sorprendente, un vampiro con sotana.
Thirst es una de las películas más bellamente imperfectas que ha dado el cine fantástico en los últimos años, una gema sin pulir que nos llega de oriente y nada menos que de Park Chan Wook, uno de los pocos directores coreanos capaces de haber temblar los cimientos de aquellos géneros en los que se deja notar. Después de finalizar su trilogía de la venganza, probó suerte con resultados más o menos favorables en su aproximación ameliesca a la ciencia-ficción, I’m a Cyborg, But It’s Ok. Y ahora, antes de involucrarse en el remake de Arcadia de Costa-Gavras, nos ofrece su particular visión del vampirismo en su personal nuevo largometraje, a todas luces mejorable, pero por cuyas venas corre auténtico cine, la sangre de un cineasta de raza capaz de adorar y homenajear sin problemas un tipo de cine que, lamentablemente, ya no se hace.
En una época en la que los vampiros son jóvenes andróginos de piel perfecta y mirada intensa (Crepúsculo, Vampire Diaries), Chan Wook decide contarnos la historia de un cura feo que se convierte en vampiro por un experimento fallido. Con todas sus creencias derribadas, el joven sacerdote encuentra un apoyo en una joven y en la familia de ésta, ocultando su condición, descubriéndola poco a poco, durante una primera hora que sirve de presentación y que se toma su tiempo para explicar esta nueva mitología: no hay ajos, ni crucifijos, este vampiro es esencialmente humano, teme a lo que no conoce, tiene sentimientos, se siente solo, necesitado. Y esta nueva vida le está dando lo que no tuvo antes, todo a cambio de apenas unas gotas del líquido rojo.
Thirst es una película con mucho estilo, algo que era de esperar de un director que suele cuidar este aspecto como uno de los más importantes en su filmografía, por lo que contamos con una fantástica dirección, una notable fotografía con tonos de luz tenues y, paralelamente, unas interpretaciones de antología. Dando vida al sacerdote encontramos al mejor actor coreano de la actualidad, un contenido Song Kang-ho, y dándole réplica en un revitalizador papel de femme fatale a una bellísima –y desconocida- Kim Ok Bin. Ambos bordan sus papeles. Sería injusto hablar de valores técnicos y obviar su fantástica banda sonora, apropiada para cada situación, reforzando todas las escenas en las que el realizador decide utilizarla, desde sonidos tocados con flauta hasta temas más animados acorde a la situación propuesta.
Estilo, un reparto de altura y, eso sí, problemas. Thirst es, como apuntaba, imperfecta. Posee ciertos bajones de ritmo, no explica algunas cosas clave relacionadas con el argumento y, en determinado momento, abandona la profundidad de los personajes en pos de una serie de situaciones más, digamos, comerciales. Pese a todo, esta interesantísima reinvención de los códigos del cine vampírico merece la pena, y mucho: un último aliento para un género en peligro de extinción.