The Selfish Giant
Sinopsis de la película
La película se centra en dos adolescentes, Arbor y Swifty, y en la relación de explotación que les une a Kitten, el propietario de una chatarrarería local. A Arbor y Swifty los expulsaron de la escuela y, en esos días de incertidumbre, ambos empiezan a recoger (y robar) cobre y chatarra que luego venden a Kitten. En paralelo, la película retrata una costumbre local: las sulkys, es decir, las carreras de pequeños carruajes tirados por caballos que son objeto de apuestas entre los habitantes. Swifty tiene un don para los caballos y Kitten empieza a utilizarlo en las carreras en las que apuesta. A Arbor, cada vez más problemático, le sienta mal esa relación de supuesta complicidad entre su amigo y el que él considera ser su modelo.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Selfish Giant
- Año: 2013
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
7
40 valoraciones en total
Muchas eran las ganas que tenía de ver este film tras el impactante trabajo de su directora en The arbor , y si bien ciertas señas de identidad se mantienen, la linealidad de la historia hace decaer este trabajo.
Si, porque a pesar de adaptar muy libremente un relato de Oscar Wilde, esta cinta es una descripción sin más de una realidad deprimente, marginal, sórdida, de pobreza en el primer mundo. Pero al final, el film más que ahondar en los sentimientos, motivaciones o fondos de los personajes, como haría Ken Loach, no deja de ser una minuciosa descripción de correrías, desafíos, sin un fin aparente más que la propia transgresión, y a veces, algo de dinero, aun cuando esto parece secundario.
Entiendo lo que quiere mostrar, y es estimable la descripción de la cara B de nuestra sociedad que hace, pero ni llego a empatizar, ni termino de apasionarme, ni me estremece el destino de los protagonistas ni la moraleja de una historia que debería golpear fuerte, como lo hace la sequedad de las películas de los hermanos Dardene, pero sobre la que acaba pesando más cierta indiferencia.
Es como una película de Ken Loach sin las metidas de mano politiqueras que tanto le gustan hacer al susodicho. Vemos la miseria vital de dos chavales dispuestos a todo por sobrevivir a la pobre realidad que les ha tocado vivir: básicamente desestrucutración familiar y desarraigo social.
Te la crees de cruda que resulta, y sus protagonistas desparraman amateurismo y a la vez veracidad. El compañerismo de ambos frente a la desolación de sus vidas resulta conmovedor, y la cámara les acompaña por la inevitable pendiente que recorren estos muchachos.
No es de los dramas que no te dejan respirar, pero la desolación que viven está presente todo el tiempo.
Muy recomendable, pero coger con guantes y tenazas. Avisados quedan.
Nota: 7,30.
El filme es una adaptación, muy libre de la famosa obra de Oscar Wilde. Nos encontramos la historia de Arbor y Swifty, dos pequeños recluidos y apartados por la sociedad que se encuentran a un chatarrero y empezaran a robar para él. Sin duda cuanto menos resulta sorprendente tomar una historia así y modernizarla tanto que no se entienda el contexto a no ser que entiendas la obra original a la perfección. El mensaje sigue encontrándose, sigue estando en el fondo del largometraje, pero toma una forma completamente distinta, se presenta de una manera inaudita hasta ahora. De las novelas más clásicas podemos sacar esa temática, ya olvidada por algunos autores, del hombre como dueño de su propio destino, de la tragedia manejada y conducida por sus propios protagonistas.
Por ello su guión se basa en los arquetipos del cine más clásico, o mejor dicho, de las adaptaciones más clásicas. También su estética oscura que nos remite a los barrios más sombríos de Inglaterra donde se sitúa la acción resulta bastante gratificante. Incluso los actores parecen ser totalmente personas reales, pero sí que es cierto que como adaptación es bastante discutible. Es defendible el hecho de crear un universo libremente basado en el cuento, pero cabe decir que en The Selfish Giant solo encontramos algunas ideas originales esparcidas a lo largo de ese universo y del metraje. Hace que la película y el cuento sean un ente totalmente diferenciado, detalle que causa (y causará) un profundo debate: ¿qué es mejor? ¿es un punto a favor, o en contra? Hay que destacar como pequeña tara de la cinta ciertas partes en las cuales se le da demasiada importancia a diferentes subtramas bastante manidas e innecesarias. Pero dejando a un lado éstos detalles más puramente técnicos, lo realmente importante es que con The Selfish Giant estamos ante un producto que pretende emocionar, transmitir, y que lo consigue con una magia de carácter especial, único.
Crítica original en: http://www.lallaveazul.com/2013/11/conexion-seff-y-llego-james-gray.html
El gigante egoísta es la primera película de la directora Britanica Clio Barnard. Su obra es una revisión, inspirada en la realidad, del cuento con el mismo título de Oscar Wilde.
En la reinterpretación de la fábula de Wilde, el jardín del gigante donde juegan los niños es ahora una chatarreria, en la que su propietario, el egoísta Kitten, se relaciona con adolescentes que buscan satisfacer sus necesidades trapicheando con el cobre y la chatarra, o cuidando y montando los caballos a los que es aficionado el chatarrero. Al igual que en el cuento de Wilde, un suceso dramático desencadena un cambio de actitud en la relación de explotación que une a Kitten con los dos jóvenes protagonistas.
La película dibuja un retrato sincero, conmovedor y debastador de la amistad entre dos adolescentes, Arbar y Swifty, enmarcada en una trama social que recuerda a la filmografía de Kean Loach, donde las familias desestructuradas y la falta de respuesta de las instituciones constituyen el paisaje donde se mueven sus personajes.
Los niños, Conner Chapman –el hiperactivo Arbar- y Shaum Thoms –el reflexivo y simpático Swifty-, en su primer trabajo para el cine, realizan una magnífica interpretación en las que sus papeles, tan diferentes, se complementan perfectamente a lo largo de todo el film.
Este film británico se desarrolla -solapadamente- sobre, por lo menos, tres capas: una temática-ideológica, la del realismo social británico, otra, temática, sobre la amistad en la infancia, y otra, estilística, la poeticidad cinematográfica, sobre la cual no voy a escribir, aunque es bastante evidente en la elección y duración de algunos planos.
Esa primera capa, bastante común en esta suerte de cine británico independiente de corte documental, resulta chocante, ya sea por el ambiente que rodea a los personajes (dos niños-adolescentes) como por la naturalidad con que estos chicos se desenvuelven en el mismo. Un lugar devastado económicamente por la recesión económica imagino o, tal vez, un lugar, como tantos, donde las cosas estuvieron, están y estarán siempre jodidas. Hogares disfuncionales, violencia familiar y una juventud descarriada que parece llevar el mando de todo o, al menos, eso parece desde el uso de un lenguaje que, si yo lo hubiese utilizado en casa, no estaría escribiendo esto. En fin, el desmoronamiento de valores e instituciones como la familia, el respeto, la educación y el trabajo. En este contexto, Arbor/Conner Chapman (un chico inquieto que sufre de espasticidad y al que le encanta llamar la atención) y Swifty/Shaun Thomas (un gordito maltratado en el colegio, que vive en un hogar numerosísimo y con serios problemas económicos) son dos amigos que se refugian en esta amistad, no para escapar de la realidad, sino para afrontarla (inconscientemente, con ingenuidad). Y esto es algo bastante novedoso en films que tratan sobre realidades sociales, los cuales suelen presentar personajes que encuentran y desarrollan algo para trascender (o escapar) a sus realidades. Estos niños deciden ocupar el lugar -vacío- del hombre de la casa y, a la vez, una sociedad corrompida por la necesidad de ganar dinero de cualquier manera los deja ingresar al negocio de los chatarreros.
La amistad también es contención. Estos dos chicos traviesos se contienen mutuamente pese a su antagonismo, y aún cuando Arbor es el líder y Swifty el que lo sigue a todos lados y en todas sus ideas. Se defienden, se divierten y se mezclan entre los adultos como si ellos también lo fueran. En esta capa es donde la directora Clio Barnard deposita la emotividad del film, primero desde el ternura, el humor y la diversión (sobre todo por las ocurrencias y diálogos que involucran a Arbor), y luego desde el lamentable golpe bajo (que se veía venir) con el cual nunca voy a estar de acuerdo. Al final, las últimas escenas cargadas de culpa y búsqueda de perdón intentan partir el alma del espectador, y lo logran. ‘The selfish giant’ es contemplativa fotográficamente, simpática pero seria en su andar e innecesariamente cruel y trágica, un quite de esperanza que se traduce en la conclusión de que hay lugares y condiciones que son y serán irremediables.
http://www.quecinemirar.blogspot.com