The Last Journey
Sinopsis de la película
El último viaje de Bob Holt como conductor del ferrocarril antes de su retiro, un viaje perturbado por su angustia por tener que dejar la compañía, y sus sospechas de la relación entre su esposa y su compañero. A bordo del tren van un par de carteristas, una pareja de recién casados, un borracho…
Detalles de la película
- Titulo Original: The Last Journey
- Año: 1936
- Duración: 66
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Cuando todavía era un niño, Bernard Vorhaus acompañó un día a su hermana, Amy, a los estudios en Fort Lee, New Jersey, donde ella hacía las veces de guionista. De inmediato, se sintió fascinado con el ambiente cinematográfico y hasta recogió algunos trozos de película desechados que, luego, editó en su casa y exhibió para su familia en un proyector casero. Su interés por el cine fue tal que, aunque era hijo de abogado y él mismo había hecho la carrera de leyes en Harvard, rechazó hacer parte del bufete de la familia y prefirió aprovechar su contacto con el presidente de Columbia Pictures, Harry Cohn, con quien consiguió un empleo como guionista… sin proponérselo, fue su hermana quien se convirtió en la inspiración para su proyecto de vida.
Llegado el año 1928, Vorhaus tuvo por fin la ocasión de actuar como productor-director de su propia película Sunlight, pero, la explosiva irrupción del cine sonoro hizo que su opera prima fuera desechada, y entonces, viajó a Inglaterra donde, buscando obtener experiencia, se prestó a trabajar en las llamadas quota quickies , películas de bajo costo que se hacían para mantener la cuota de protección de la producción nacional.
Establecido ya en Londres, se presentó para Vorhaus la valiosa oportunidad de trabajar con los estudios Twickenham, donde recibió apoyo y notables recursos técnicos, y por fin pudo hacer las películas que consolidarían su carrera: The Ghost Camera [1933], en la que tendría uno de sus primeros pinitos la muy apreciada Ida Lupino, Money for Speed [1933], un exitoso drama deportivo en el que volvería a contar con la guapa y talentosa Lupino, Crime on the Hill [1933], una intriga que protagonizó la hermana de Loretta Young, Sally Blane… y tras otros afortunados títulos que dieron cuenta de un creativo artesano capaz de lograr notables resultados con los más austeros presupuestos, llegó por fin, <>, película para la que consiguió como protagonistas a Julien Mitchell, Hugh Williams y a Godfrey Tearle, actor que acababa de hacerse muy popular con su aparición como el profesor Jordan, en la película de Alfred Hitchcock, The 39 Steps (1936).
Tras haber visto un par de veces, <>, el resultado me parece más que satisfactorio, pues, además de ser un fuerte drama psicológico en el que, el conductor de un tren, llevado por unos celos desaforados -y como suele ocurrir, injustificados-, pone en alto riesgo la vida de sus pasajeros, también es un alegato sociológico acerca de aquella suerte de hombres que, sintiéndose vitales, capaces y esencialmente responsables, acogen, con merecimiento, que se les pague su pensión al llegar a la tercera edad, pero no aceptan que se les saque del empleo como si fueran ya unos inútiles.
Para, Bob Holt, la jubilación es un regreso a la nada… y que, de ñapa, su mujer ande interesada en Charlie, su joven compañero de conducción, ¡es el acabóse!, así que, el último viaje que hará conduciendo el tren, ha definido ya que sea un viaje hacia la muerte, y hacia ella arrastrará a Charlie y también a los pasajeros que ocupan los compartimentos (un comprometido médico, una singular pareja de ladrones, un divertido detective, una señora que reparte volantes en contra de la bebida…) que nos harán pasar un rato bien divertido, mientras el tren va adquiriendo la más alta y peligrosa velocidad.
Muy bien editado, con una cuidada alternación de situaciones para subir y bajar la tensión, pasando del thriller a la comedia y del suspenso a la más curiosa e interesante complejidad humana, <>, se reafirma en cada imagen como una relevante película que dejaría huella y que, luego, influiría en muchos otros títulos. Con guion de H. Fowler Mear y John Soutar, basados en una historia de J. Jefferson Farjeon, resulta muy plausible la manera como, Vorhaus, consigue resaltar el lado humano de todos y cada uno de sus personajes y, tras el brillante y emotivo cierre, uno se siente reconciliado con la especie humana.
Este no es el mejor de los mundos… pero, si nos uniéramos, entre todos podríamos hacer que, un día, lo fuera.