The Geisha
Sinopsis de la película
Año 1933. 20 años antes, Katsuzo se enamora perdidamente de una geisha que le da una hija. Cuando tratan de huir, son atrapados y la mujer asesinada delante de sus ojos. Años más tarde y siendo todavía una niña, entrega a su hija a Osode, una antigua amante y actual regentora de la casa de geishas Yokiro, la más importante del sur de Japón. Ahora Momokawa, que es como se hace llamar la hija de Katsuzo, ha crecido y se ha convertido en la geisha de más prestigio del Yokiro. Entonces entra en escena Tamako, la actual protegida de Katsuzo, con la que inicialmente compartirá rivalidad, que junto con el enamoramiento de Momokawa y los problemas con la yakuza de su padre y del Yokiro, traerán consecuencias en sus vidas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Yokiro (The Geisha)
- Año: 1983
- Duración: 144
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…Y con las primeras luces de la húmeda mañana, la mujer se acercó a la orilla del río y una lágrima resbaló por su mejilla y cayó en la verde y fresca hierba.
Lloraba, no de dolor, sino de soledad. ¿Quién podría consolar su quebrado espíritu, su vacío corazón? Hasta ese momento desconocía que una geisha pudiera llorar .
Se trata de una pequeña parte de uno de los poemas más bellos y tristes que se han compuesto acerca de las geishas, marionetas rotas cuyos hilos son manejados desde las sombras por seres retorcidos, desalmados, juguetes de ocasión de labios sellados elegantemente preparados para hacer de las falsas apariencias su motivo de existencia. ¿Quién iba a pensar que Hideo Gosha, reconocido por sus duras e implacables fábulas de samuráis, iba a sumergirse con tal ahínco en este universo? El inicio de los 80, de todos modos, no fue una época fácil para el realizador.
Tras abandonarle su mujer, un accidente de tráfico deja a su hija con una grave contusión cerebral y su idea de suicidio si la operación de la chica fracasa está muy presente, arrestado entonces por posesión ilegal de armas, se retira temporalmente de la industria para regresar con fuerza en Onimasa , gracias a la gran ayuda de Shigeru Okada, presidente de Toei. Basado en una novela de la galardonada Tomiko Miyao, el film se convierte en todo un éxito, y Gosha, agradecido por tal favor, pide a Toei adaptar más obras de la escritora, cambia entonces de miras y sus samuráis y yakuzas dejan paso a la figura femenina, virando por completo el trayecto de su filmografía.
Pero el texto de Miyao, de carácter autobiográfico (su madre fue una artista gidayu y la amante de su padre la dueña de un local de geishas), resulta un tanto modificado en el guión de Koji Takada, colaborador asiduo de Fukasaku y el mismo Gosha. La película comienza con una balada que evoca una gran tragedia, a lo que sigue otra: el asesinato de la esposa de Katsuzo, una elipsis de dos décadas nos sitúa en los primeros años de una era Showa dominada por los alzamientos ultranacionalistas, pero esto pasa desapercibido en el interior del Yohkiroh, escenario central de la historia: la casa de geishas más prestigiosa de la ciudad de Kochi y de todo el país.
Katsuzo, reciclado en proxeneta, decidió dejar a su hija Fusako al cuidado de la dueña de dicho local (también antigua amante), y ahora es la sensación del mismo. Como ya hiciera su mentor Mizoguchi en sus clásicos más ásperos y sociales, el director nos introduce en los entresijos del microcosmos del negocio de las geishas, distinguido, glamuroso, elegante, todo un oropel de apariencias disfrazando la terrible y oscura verdad, la de esas mujeres atrapadas por dinero, engañadas por las comodidades de la vida fácil y que poco a poco son testigos conscientes de la muerte de su espíritu para acabar transformadas en meras muñecas sin vida.
Gosha y Takada zurcen los pliegues de un elaborado argumento que opera a varios niveles, que se bifurca, que se entrelaza, en su epicentro dos figuras femeninas: la de Fusako y la de Tamako, joven concubina del padre de la primera (personaje que interesa menos…). Con ellas, visceralmente enfrentadas, se establece un duro drama donde la mujer es siempre víctima de los hombres, cobardes, crueles, hipócritas y viciosos, quienes las manejan para su beneficio, ya sea emocional o material, también chocan dos mundos, distintos en apariencia pero iguales en esencia: el de las prostitutas comunes y el de las geishas.
Sólo los buenos modales y un maquillaje y una vestimenta más suntuosos son lo que las diferencia, pues las féminas de ambas profesiones no pueden esconder lo que son: juguetes de la distracción masculina, así como la imposibilidad de hallar la auténtica felicidad y deshacerse de su condición, que tristemente se transmite de madres a hijas. Las mujeres de Gosha siempre han sido fuertes, sibilinas y decididas, y esta no es una excepción, pues pese a que nos brinda una interesante subtrama sobre el conflicto entre Katsuzo y un clan yakuza que se tornará en encarnizada pelea, ellas son las que cambian los cauces de la historia y el devenir de los acontecimientos.
Haciendo uso de un duro lirismo y un estilo mucho más sobrio y clásico pero no exento de grandes e implacables dosis de violencia, el nipón nos arrastra a las entrañas del lupanar y nos invita a seguir en todo momento el sufrimiento personal de la geisha a través de las descorazonadoras experiencias de Fusako, que refleja a la perfección el vacío al cual ha sido lanzada, ignorada por el padre, por el protector, por el amante, el hombre termina convirtiéndose (ciertamente como sucedía en los dramas de Mizoguchi) en el enemigo natural de la mujer. Lógico ésto para una geisha, sin embargo, al no conocer más hombres que aquellos visitantes del local.
No hay más destino que el de la desgracia y la tristeza, será lo único que quede al final de una narración repleta de bajas pasiones, giros inesperados, despiadadas traiciones, mentiras inconfesables, sangre derramada y odios latentes, crudo y ácido, como siempre, Gosha no repara en usar todo su talento para arañarnos las tripas con su sinceridad desnuda, y por consiguiente el de su extenso reparto, donde Mikio Narita, Mitsuko Baisho, Tetsuro Tanba, Kayako Sono y un gran Ken Ogata, áspero y comedido, secundan a esas dos soberbias Kimiko Ikegami (en un doble papel como madre e hija) y Atsuko Asano, además protagonistas de una de las peleas femeninas más brutales y cruentas que se han filmado.
El volver a adaptar a Miyao tiene su recompensa, y Yohkiroh , que recoge la esencia literaria de Saikaku Ihara y Junichiro Tanizaki, es todo un éxito de crítica y público y arrasa en los premios de la Academia Cinematográfica Japonesa, llevándose también Ken Ogata el Blue Ribbon a Mejor Actor. Esto llevará a Gosha apenas dos años después a trasladar a la gran pantalla Kai , otro título de la autora.
Termino mi alegato en Zona Spoiler.