The Dragon House
Sinopsis de la película
The Dragon House plasma la confrontación entre tradición y modernidad que vive el reino de Bután, a través de dos personajes autóctonos: un joven monje budista heredero de la tradición local y el primer Disc Jockey que osa a pinchar música House y Techno en el pequeño reino del Himalaya.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Dragon House
- Año: 2005
- Duración: 82
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The Dragon House es un documental interesante que pasó con más pena que gloria por las salas de cine hace un par de años. La idea es buena pero el documental se hace algo repetitivo. Sin duda podría haber sido un magnífico documental de 45 minutos que por razones que no conocemos se estira durante casi 90. Una pena, aunque reconozco que me han entrado unas ganas terribles de viajar a Bután.
Resulta que hay un país, Buthán, entre el Tíbet ocupado por China y la India, que se resistió durante muchos años a la penetración extranjera. De hecho, jamás fueron ocupados y las primeras carreteras entraron en su territorio a finales de los 60s del siglo XX. Además, el mantenerse fuera de influencias externas parece ser una decisión voluntaria, sea de los habitantes, sea de su Rey y su Gobierno.
Pues bien, con un material así de interesante, lo que hacen es tomar tres testimonios (y una veintena de mini testimonios): un antropólogo que viajó por ahí cuando aún no había ido casi nadie, un monje budista de 20 años y un tipo de veintitantos que quiere ser el primer disc jockey de Bután. Del primero sólo se toman declaraciones suyas diciendo qué virgen era todo y que él fue el primero y que escribió libros. Al segundo se le deja mudo, y apenas se le filma en tomas poco informativas (se lava, juega en el patio, lee oraciones). Y el tercero habla sin parar.
Este DJ es un tipo sin ningún interés, que habla como un manual yanqui de autoayuda (enfrentarse al futuro, abrir una puerta, tener éxito porque creo en ello, ser el primero), repite lo mismo una y otra vez (que tal noche va a poner en el garito que regenta ¡por primera vez!, ¡wow!, música trance, tecno y house -en vez del hip-hop que parece que es lo que pone habitualmente-) y que tiene una de esas sintaxis atropelladas y confusas de adolescente empastillado (yo sé que no voy a entrar en la historia de Buthán…, tarde o temprano la historia hablará de mí…).
Cuando acaba la película, lo único que hemos adquirido de Buthán son unas imágenes (tampoco demasiadas las que son hermosas) de unos paisajes fastuosos y la poca información que aportan -estos sí- la veintena de figurantes de distintas edades y extracciones sociales que salen diciendo alguna cosilla. Una pena.