The Deep Blue Sea
Sinopsis de la película
En la puritana sociedad londinense de los años 50, Hester Collyer (Rachel Weisz), la esposa de un juez del Tribunal Supremo Sir William Collyer (Simon Russell Beale), lleva una vida privilegiada. Pero todo cambia cuando, para asombro de todos, decide dejar a su marido para irse a vivir con Freddie Page (Tom Hiddleston), un joven y apuesto ex piloto de la RAF del que ha caído profundamente enamorada.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Deep Blue Sea
- Año: 2011
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
Película
5.8
48 valoraciones en total
El ‘durante’ y ‘después’ de la Segunda Guerra Mundial confluyen en el pasado del presente de una mente que se plantea la oscuridad de su futuro… pero se trata de un mero telón de fondo, como ese Londres sobre el que se mueve otro tipo de llama para resurgir de los escombros. Para el veterano Terence Davies la obra de Terence Rattigan es una mera cortina que correr para dejar que el espectador entrevea el lado luminoso del foco oculto, del amor pero también de la asimilación de la teatralidad de la mentira.
El cineasta, a través del recuerdo de su personaje, parece rememorar su propia filmografía entablando conexiones y diálogos con La casa de la alegría, El largo día acaba y Voces distantes. El tiempo se detiene… y surge el encuentro con el pasado. Davis detiene el tiempo y lo encapsula a través de un filme circular que marca la noche y día (anímica y emocional) de la protagonista en dos reversos del destino. Tal vez el despertar del día a través de la apertura de unas cortinas y una tímida sonrisa traspasando la vidriera de una ventana nos desvelen cierta esperanza. El futuro, tal y como indica la protagonista del filme, no es ni el de ella ni el de su marido o su amante… Es simplemente… el futuro.
Queda el amor, únicamente eso… porque el amor… es todo, aunque nos quedemos sin nada. Los ecos de El fin del romance, Breve encuentro y Deseando amar para cualquier cinéfilo podrán ser visibles, pero el mérito de un artesano como Davies es que, a través de la fotografía y la meticulosa puesta en escena con precisos movimientos de cámara, construye un universo propio y al mismo tiempo etéreo… El fondo musical resulta premonitorio, la imagen por momentos queda magnetizada en nuestras retinas. Entre el amor platónico y el pasional parece emerger el verdadero amor, que incubado en el sacrificio de dejar marchar voluntariamente al ser amado. The Deep Blue Sea nos narra mágica y melancólicamente el proceso hacía esa despedida.
El conocido director Terence Davies firma esta personalísima película adaptada de la obra de Terece Rattigan que el propio Davies ha hecho guión y adaptado a la gran pantalla. El film compitió en la 59 edición del Festival Internancional de Cine de San Sebastián, levantando extremadamente dispares reacciones entre su público, así como de la crítica.
La historia de The Deep Blue Sea se asienta sobre un problemático triángulo amoroso y sus pasiones, encuentros y desencuentros en el Londres de los años 50. La dama y absoluto eje del film es Hester Collyer (Rachel Weisz), la mujer de un juez del Tribunal Supremo (Russell Beale) pero que ve rendidas sus emociones ante un expiloto de la RAF (Tom Hiddleston)… amores rotos, amores imposibles, tragedia servida en elegante bandeja de plata.
Absolutamente teatral en su puesta en escena, la película se vale de dos factores de peso para la narración, por un lado una estupendísima fotografía de Florian Hoffmeister, que con unas iluminaciones que rozan lo onírico y resultan altamente creativas, pinta emociones en este retrato de pasiones encontradas. Por otro lado, tenemos las interpretaciones del trío protagonista, majestuosa para algunos, extremadamente fría para otros, entre los que me incluyo. Si bien las formas son elegantes, la contención en la puesta en escena de los actores dota a sus personajes de un aspecto gélido que encuentro antagónico con lo arrebatado de la historia que pretende contarnos, con lo que, para aquellos que no disfrutamos de estas interpretaciones, la pérdida de verosimilitud es devastadora y mella la valoración final de la película.
En conclusión, estamos ante un producto indiscutiblemente elegante, y de muy cuidadas formas, aunque frío, demasiado frío. Prescindible.
-Enoch-
Terence Davies no es uno de los cineastas británicos más conocidos pero goza de cierto prestigio entre la crítica y los festivales de cine. Sólo con sus tres primeros cortometrajes ya había demostrado mucho más que otros realizadores con varias películas pero si eso no era suficiente, se puso en el mapa definitivamente con su fantástica Distant Voices, Still Lifes (1988). Desde entonces ha realizado pocas películas pero todas ellas han estado centradas en la mirada al pasado para construir una narración entre lo clásico y lo moderno, desnudando las ciudades en las que éstan tenían lugar y convirtiéndolas en un personaje más. En The Deep Blue Sea recupera su mejor nivel aunque sin alcanzar a la citada película de 1988, conformando un hermoso y trágido drama romántico que nos educa sobre el sinsentido del amor.
Protagonizada por una radiante Rachel Weisz, la película nos cuenta la historia de una mujer bien situada, casada con un banquero, pero que de un día a otro se enamora de un joven ex-piloto (un irregular Tom Hiddleston) y decide irse con él. Su vida cambia radicalmente pero no le importa: el amor está por encima del confort. Weisz consigue que casi entendamos esa febril forma de actuar y entrega la que es su mejor interpretación en años, tras hacer el ridículo en películas absurdas como la flojísima The Lovely Bones . Pero aquí también destacan muchas otras cosas, entre las que se encuentran su sobria fotografía, que se apoya muchísimo en un juego de luces basado en elementos naturales, sin artificios, como el uso de velas para iluminar zonas específicas y no todo el plano, y sobre todo, una dirección ajustadísima de Davies, que aún demuestra saber cómo mover la cámara. Para el recuerdo, instantes como el flashback del túnel y algunos planos largos que demuestran que la imagen, sin diálogos, puede transmitir tanto como la palabra. Recomendable aunque por su tono (no tanto parsimonioso como melancólico) no es para todo el mundo.
Es muy difícil explicar la naturaleza del amor, y menos aun cuando cada cual tiene su propio concepto de algo tan profundo, complejo y subjetivo. ¿Es equilibrio, paz y tranquilidad? ¿Es una tormenta de la que no se puede escapar? ¿Es sacrificio? ¿Es riesgo? ¿Es altruísmo? Encontrar la respuesta a esa pregunta es una búsqueda que el ser humano persigue durante toda su vida, una respuesta única y personal que para algunos es dulce como una gota dorada de miel y para otros una realidad amarga como la hiel, pues el amor no es sinónimo de felicidad. La pregunta es, si el amor es como un profundo mar azul ¿Te dejarías arrastrar por la marea incluso si te inunda y te ahoga?
El notable director británico Terence Davies se pone tras la cámara para dirigir un drama romántico que escarba en la vida y los sentimientos de una mujer que lo abandona todo por amor, incluso a sí misma. Con una indudable precedencia teatral The deep blue sea es una historia asombrosamente profunda contada con la sutileza del batir de alas de una mariposa, narrada en un tono melancólico y elegantemente paciente, que quizás algunos confundiran con la parsimonia.
Hester es una mujer joven y hermosa que está casada con William Collyer, un rico y poderoso juez que le dobla la edad. ¿La ama? Sin duda alguna, pero para ella no es suficiente, se siente vacía. Hester conoce entonces a Freddie, del que se enamora con todo su ser. En medio de la amarga e hiriente monotonía que es su vida, Hester inicia una aventura a espaldas de su marido que finalmente él termina por descubrir. Abandonando el lujo y la comodidad al que estaba acostumbrada, Hester se va a vivir con Freddie a un apartamento alquilado. Hester ama tanto a Freddie que no le importa que éste no la quiera, siempre y cuando esté con ella. Pero la realidad no cambia ni desaparece por mucho que se cierren los ojos.
Aunque Terence Davies hable de la pasión humana en un lenguaje tan sobrio y comedido que roza la gelidez, se admira que busque reproducir el eco de los sonidos interiores, aquellos que a pesar de ser mudos retumban con más fuerza que un tañir de campanas.
Sus interpretaciones son profundas y poderosas, con una radiante Rachel Weisz que nos demuestra con creces que una imagen (suya) vale más que mil palabras. Sin exageraciones ni histrionismos, cada cual borda su papel con una elegancia y dignidad mas propia de una representación teatral. Su fotografía es sobria y adecuada para representar la Inglaterra de los años 50, dominada por luces mortecinas, un juego de colores y sombras basado en la naturalidad más dolorosamente nostálgica e hiriente.
The deep blue sea es una pequeña joya inglesa cuyo aire frío y parsimonioso no convencerá a todo el mundo.
Cuando una obra quiere aparentar lo que no es, el resultado suele ser pretencioso y grandilocuente, y esta película lo es desde el primer momento con un larguísimo plano con un bonita música de violín pero que no aporta nada a la película, además el principio se hace un poco lioso con unos flashbacks que no se pueden entender en ese momento y con un una historia de amor que se nos presenta en un solo plano con una mirada y un par de frases, lo que resulta paradójico con el resto de la película.
La película es un pequeño guión alargado en exceso, quizás la película funcionaría mejor si fuera un corto de 20 o 30 minutos, pero el resultado es una película aburrida, larga y sosa con desesperación.