The Call
Sinopsis de la película
Situada en el otoño de 1987. Tras la inesperada muerte de una anciana sospechosa de ser bruja, un grupo de amigos que la atormentaba se ven obligados a llamar a un teléfono instalado en el interior de ataúd. Sin embargo, alguien al otro lado de la línea les contestará y les mostrará lo que es convertir su vida en un infierno.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Call
- Año: 2020
- Duración:
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Opinión de la crítica
Película
3.9
95 valoraciones en total
La vieja de Insidious y el psicópata de Saw como ganchos a priori aderezan un menú de agrado para los fans del género. Tres amigos y un allegado acosan a una anciana por un hecho del pasado, y esta se suicida. Al cabo son invitados por el marido para hacer cumplir la última voluntad de la señora: hablar con ella por teléfono.
A pesar de la baja puntuación me aventuré a ver esta película y, oye, ni tan mal. Al menos cuenta con algunos sustos genuinos y goza de una puesta en escena pesadillesca que supera lo visto en obras mejor puntuadas. En el debe tenemos a los actores jóvenes, que no dan la talla con sus personajes arquetípicos, y solo cuando se ponen a gritar dan un poco el pego. La veterana pareja protagonista se los merienda sin pestañear aun con muchos menos minutos en pantalla.
Está ambientada en los 80, como un machacón sintetizador no para de recordarnos. Pero una vez en la casa del matrimonio la música se torna de corte más clásico, lo que supone una mejora. El sinte retorna fugazmente a ratos, pero ya no copa el protagonismo musical. Podría habérsele extraído más jugo, pero su apuesta son claramente los sustos y las puertas que se cierran estruendosamente. Aunque no se dejen influir por la baja puntuación, porque se deja ver.
Me molestan estas películas que tienen lugar en los años ochenta solo porque sus autores – que generalmente nacieron a finales del siglo XX – dicen estar fascinados con esa época. Pero aunque The Call está ambientada en los ochenta, tiene un hecho diferenciador: uno de los protagonistas es un teléfono de rueda.
Años ochenta, Chris se muda junto a su madre a un pequeño pueblo. Ya el primer día de instituto conoce a Tonya y, queriendo agradar a esta, se verá atrapado en una venganza contra los adinerados Cranston. En este fuego cruzado, habrá ventanas rotas, muertes y una extraña petición: hacer una llamada telefónica a cambio de dinero.
Me encanta la publicidad de The Call, por el creador de Final Destination, en referencia a Jeffrey Reddick que fue uno de los guionistas de dicha película y que aquí aparece como productor. Bueno, aparte de estos nombres ganchos que siempre se utilizan, encontramos a Lin Shaye y Tobin Bell, cuyos rostros representan dos franquicias bien conocidas como son Insidious y Saw, los dos son profesionales y cumplen, pero curiosamente Shaye es quien domina la función cuando NO está en pantalla sino a través del teléfono.
The Call es como un cuento de terror de la Entertainment Comics convertido en película, una historia que, de tan sencilla, podría haber sido un cortometraje. Con Timothy Woodward Jr. dirigiendo el guion de Patrick Stibbs, hay muchos elementos convincentes aunque uno tiene la sensación de que faltan muchas piezas ya que la película empieza realmente a la primera media hora y todo lo anterior va muy rápido y casi atropellado. Si uno se fija, desde la aparición del teléfono en adelante, encontrará referencias, diálogos e incluso en la casa se ve una maqueta exacta de la feria que visitan los protagonistas al principio. ¿Fue algo que se recortó antes del rodaje o en la mesa de edición?
Chester Rushing, Erin Sanders, Mike Manning y Sloane Morgan Siegel son los protagonistas y podrías cambiar unos por otros que nada ocurriría.
Pero si por algo tengo que defender The Call es porque ya solo el planteamiento me pone los pelos de punta: esa puerta que se abre, el recorrido por los pasillos, las posteriores llamadas y lo que desata tienen verdadero interés… El director Woodward Jr y su director de fotografía Pablo Diez, nos muestran en estos momentos el potencial que podría haber tenido The Call, si se hubiera cuidado el guion, con esas potentes atmósferas malsanas, muy cercanas a las tres primeras entregas de Elm Street, cuando ya no sabes si los protagonistas están en un mundo u otro.
https://www.terrorweekend.com/2021/01/the-call-review.html
Copia mucho y mal de A Nightmare on Elm Street, nada más que en vez de que el ente se meta a través de los sueños, usan un teléfono que induce una especie de hipnosis, lo que hace todo mucho más inverosímil incluso para el terror fantástico.
Muy sórdida y de bajo presupuesto con pésimos efectos especiales, no se de paso las 4 victimas son personajes horribles, hay ciertos intensión de humanizarlos pero la terminan cagando, si hubieran pulido un poco el guión, y con una dirección más creativa, la película habría valido la pena.
Igual rescato a Lin Shaye, y eso que está lejos de gustarme la señora pero acá aprovechan su desborde de forma inteligente, y sobre todo Tobin Bell aunque sea una frase hecha acá viene perfecto: eleva la película, sus escenas es como que hace subir un escalón a la historia y la película.
No es suficiente el haber necido en 1983, la inclusión de unos walkmans, la ausencia de móviles, las referencias a la saga de Nightmare in Elm Street, o unos vestuarios que, dado el actual relativismo de usos y costumbres en lo que uno se pone, poco pueden situar temporalmente a la audiencia, para rendir un homenaje al terror de los ochenta, y menos aún para garantizar la eficacia de ambientación de una historia en el ya lejano 1987, cuando uno contaba con apenas 12 tacos, y sabe perfectamente lo que haría falta para trasladarnos casi ocho lustros atrás.
El set en el que se encuadra esta historia, a caballo entre lo real y lo onírico, no se prodiga más allá de algunas míseras sugestiones, de modo que si la acción se nos antoja en el presente, personalmente no habría notado la diferencia. De hecho, es triste que para algunos baste con no mostrar algunos cochinos artilugios para dejar por supuesto que nos encontramos en el pasado.
Incluso según donde se vaya, todavía podemos encontrar teléfonos de rueda, pues simplemente porque funcionalmente aún sirven, y mostrarlo como algo exclusivo de antaño, ya podrían haber situado la acción en los 40, los 50, los 60 o los 70. Aunque, eso sí, otras cosas habrían encarecido un presupuesto que, por lo que se lee, más paupérrimo no podía ser.
Woodward Jr., más decente como actor protagonista de series como Hollywood East (2010), o Palmetto Pointe (2005), que como realizador (en su catálogo sólo encontramos productos comerciales: The Good, The Bad and The Dead (2015), American Violence (2017), The Final Wish (2018)… sólo por citar algunas), se adentra en la temeridad de pretender hacer creer a la audiencia esta postiza evocación al cine de miedo de hace cuatro décadas. Con ello, parte de dos premisas erróneas, una sobre otra: primera, esta moda de ensalzar la cultura de los ochenta, a la que no quiero menospreciar un cierto toque nostálgico, pero que no legitima ni el 10% de las producciones cinematiográficas de aquél tiempo, y segundo, para contextualizar una historia en un tiempo determinado, hay que cuidar muy mucho todos los detalles, no sólo el peinado, la ropa y cuatro complementos, para dar la impresión de…
El escenario, a parte de algunas fugaces escenas en el instituto de los protagonistas adolescentes, y de la casa de Chris (Chester Rushing), se reduce básicamente a dos: el entorno del parque de atracciones o feria donde los muchachos montan sus corros para ir a tocar lo que no suena a los Cranston, y la mansión de éstos, donde se desarrollará el hilo de prácticamente toda la historia, y con un breve flash back con el que explicar el origen al que se remonta todo.
La fotografía de Pablo Díez, cumple los mínimos de contrastar el mundo real de los personajes, y el calvario onírico al que éstos son sometidos (los chicos) en la segunda parte de la cinta. Como poco, permite diferenciar los acontecimientos de un prólogo que se alarga hasta lo injustificable, de la experiencia ultramundana con el sonido del reloj, las hojas de las puertas abriéndose y cerrándose en un cerimonioso ritual que marca el paso al más allá de los sueños, los pasillos, y el resto de siniestros elementos (incluídos los efectos de iluminación y enfoque) que abren el acceso al plano sobrenatural. Lástima que el potencial del espejo no sea lo suficientemente explotado (con la ingente carga mitológica que guarda en relación a la brujería, los vampiros, como entrada/salida al mas allá… ). En general, el trabajo de la cámara resulta suficientemente eficaz.
La banda sonora de Samuel Joseph Smythe combina elementos sinfónicos diegéticos, propios del uso actual de las partiuras: con temas sencillos, harmonías tonales y una orquestación bastante simple, pero atractiva, con componentes estilísticos propios, en esto sí se reconoce, de las películas de terror de los 80, concretamente con guiños referenciales a Nightmare on Elm Street: el uso del sintetizador, la figuración de temas infantiles, y, sobretodo, en el tema principal, el sustrato rítmico de fondo.
Con todo, a parte de estas evocaciones, y de la función puramente ornamental (que no deja de ser de lo poco que aporta carácter ominoso en el discurrir de la narración), aunque relativamente cuidada, no destaca por ser un trabajo excepcional. Tampoco se le presume pretenderlo, igual que la película en su conjunto, pero sí que es de lo mejor con lo que ésta cuenta.
Es lo mínimo que se merecen Lin Shaye y Tobin Bell, como reclamos principales, sin duda a posta escogidos, para liderar el elenco. Dada la calidad interpretativa del resto, aunque oficialmente pueda parecer lo contrario, nada más lejos de la realidad el darles la categoría de secundarios: Tobin Bell, por lo menos es mi impresión, lidera el arco dramático desde su aparición en la pantalla, y el gran mérito de Shaye, ya sea por su autoridad natural delante de la cámara, o por el bagaje que la avala, es conseguir estar presente, incluso sin ser in corpore en la mayor parte del metraje. Es más, en las partes que visualmente aparece, se ve el plumero de querer exprimir tanto su expresión, que la cosa se pasa de rosca, llegando a un histrionismo inverosímil, sobretodo en el careo con los chavales en el jardín de la mansión, cuando éstos van a tirarle adoquines a las ventanas.
Tampoco es nuevo, y en los 80 tambén hay ejemplos de ello, puestos en la onda de esta alusión, el recurso a las viejas glorias en películas de terror en las que se masacra a grupos de adolescentes (y no tan adolescentes), que se adentran temerariamente en páramos de peligrosidad ignota. Véase, por ejemplo, el tándem que forman Yvonne de Carlo y Rod Steiger en la tan macabra como grotesca American Gothic (Hide and Shriek) (1988), de John Hough.
La tropa juvenil está compuesta por cuatro caracteres prototípicos: una chonaca resentida, hiper pintarrajeada, y que cuando abre la boca no es para decir nada con sentido, sino para reventar de modo estrepitosamente asqueroso
Hay una serie de propuestas a las que cuesta acercarse, ya que tienen un hedor a serie Z que ahuyenta, siendo subproductos destinados al mercado doméstico, con la única intención de cumplir trámite y poco más, siendo la mayoría horrendas producciones que lo único que consiguen es robarte el tiempo.
Y eso es exactamente lo que parecía The Call, cinta de terror a la que he decidido darle una oportunidad por su curioso tráiler y por tener en su póster rostros conocidos del género como Lin Shaye (la saga Insidious) o Tobin Bell (el eterno Jigsaw de la saga Saw), siendo dos fichajes que buscan atraer a los aficionados. Misión cumplida, por la parte que me corresponde.
Finalmente, me he encontrado con una película que jamás podría ser calificada de mediocre, pero que se queda en correcta sin más, siendo un descafeinado tren de la bruja que podría haber dado mucho más de sí. Y es que estamos ante la típica historia de venganza desde el más allá, con ecos de Pesadilla en Elm Street (aunque salvando las distancias), siendo una suerte de homenaje a los films de terror de los 80, cosa que ha vuelto a poner de moda la serie Stranger Things (no creo que sea casualidad que uno de los protagonistas del film salga en la misma).
No se puede negar que le falta garra al conjunto, desaprovechando los elementos de los que dispone. El director ofrece un trabajo por encima de la media teniendo en cuenta el bajo presupuesto, pero la película no da miedo y solamente hay un par de momentos realmente inquietantes o logrados, cayendo el resto en saco roto, a pesar de una interesante escena protagonizada por Bell.
Quizás el problema es que la película no da en la diana a la hora de comenzar su particular tren de la bruja para cada uno de los protagonistas, con flashbacks que nos importan más bien poco, coqueteando más con el drama (el pasado de los dos hermanos) que no con el horror, habiendo interesantes y pesadillescos diseños, pero no provocando temor en el personal.
Tampoco ayudan los insufribles personajes adolescentes (los actores podrían ser profesores, pero lo dejaremos pasar), a cada cual más imbécil, importándonos menos que nada su destino. Y es que el cine de terror de esta índole siempre se olvida de presentarnos personajes entrañables con los que empatizar, haciendo que nos despreocupemos por ellos antes de lo esperado. En este caso, desde el minuto uno. Por supuesto, hay un giro final, pero con que se esté un poco atento, se ve venir de lejos.
Por cierto, que nadie espere gore de ningún tipo, ya que estamos ante una propuesta bastante light. Simplemente lo recalco por los amantes de las vísceras que quizás esperen casquería en esta producción. Por mi parte, nada que objetar, ya que tampoco era necesario.
En cuanto al reparto, todos cumplen, más o menos (hay uno de los actores más jóvenes que se pasa un poco de rosca), pero obviamente destacan los mencionados Bell y Shaye, aunque los seguidores de ambos intérpretes quizás queden algo decepcionados al comprobar que sus intervenciones son demasiado testimoniales, en papeles muy secundarios, cuyo cometido es dar más caché a la producción y llamar la atención en el póster. Una pena, porque ambos derrochan carisma y buen hacer.
En conclusión, estamos ante una cinta de terror que se deja ver y no molesta, no siendo el bodrio que parecía ser, en una película que no se quedará en nuestras retinas pero que sirve para pasar el rato, aunque es innegable que se queda a medio gas. Ni tanto ni tan poco.
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