Tenemos 18 años
Sinopsis de la película
Incitadas por su primo, dos adolescentes emprenden un viaje en el que esperan vivir todo tipo de aventuras. Al no conseguirlo, optan por imaginárselas y terminan creyendo que han sido secuestradas y encerradas en un siniestro castillo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tenemos 18 años aka
- Año: 1959
- Duración: 78
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Opinión de la crítica
Película
5.2
46 valoraciones en total
Tenemos 18 años cuenta las aventuras, reales o inventadas, de dos universitarias madrileñas de viaje por Andalucía a bordo de un coche muy antiguo.
El primer largometraje del prolífico Jesús Franco es una enloquecida comedia con estructura de tebeo de vanguardia, sobre el paso de la adolescencia al mundo adulto. A su vez coquetea con otros géneros que el autor visitará a lo largo de su filmografía. Isana Medel y Terele Pávez encarnan a las protagonistas, unas narradoras poco fiables, a quienes secunda un Antonio Ozores omnipresente y camaleónico. Un título a redescubrir, repleto de ideas a cuál más imaginativa.
Hemos dejado de ser niños. Empezamos a comprender las cosas.
Es indudable que Tenemos 18 años es un intento de JFranco de haber creado un producto diferente. La idea es buena y meritoria y de hecho la estructura del film nos evoca las películas del cine de vanguardia francés, con todos los perdones por el atrevimiento de exponer una apreciación muy personal, pero ello debido a la naturaleza de las escenas donde la estética y la narración valen más que la conclusión final de la historia.
Lo que cuenta es que JFranco intentó salir de los cánones tradicionales del cine nacional, como cualquiera puede apreciar viendo la película. El caso es que lamentablemente el film que podía haber sido de gran valor, con aires frescos y novedosos, no consigue la debida estructura y las ideas no florecen como debieran, aparecen los hechos sin atractivo suficiente y la historia queda demasiado blanda, apenas sugerente. Más bien todo es mera tontería sin gracia alguna.
Los tristes paisajes, urbanos y campestres, lánguidos, solitarios en exceso, son de un acompañamiento perfecto para el espíritu de la película. Las inquietudes de cuando se tienen 18 años: los compañeros de clase, la música, viajar, el espíritu de aventura, de novelar…, es innato de esa edad y es la finalidad del film, destacando también de forma positiva esos personajes que apuntalan la angustia vital, la depresión de aquellos que con 18 años no perciben la alegría característica de la juventud y se huelen que han llegado a una edad trágica de Punto de No Retorno.
Se echa en falta no obstante la necesaria sexualidad que debía estar presente ya que es algo primordial en la edad, pero claro, la época no estaba por la labor y prefirió evitar todas las posibles pegas que le surgieran, aún así, de forma disfrazada podía haberse hecho alguna alusión.
Otro grave error es haber contado con la participación de Antonio Ozores, personaje que echa por tierra cualquier intento de innovación, un actor que no hizo más que representar una y otra vez hasta el infinito, incluso en su vida real, el mismo papel. De hecho hasta su hija, hoy día actriz, utiliza (y creo que hasta de forma ya irremediable) el estilo de su padre. Un estilo que, sin menospreciarlo, hubiera bastado tan sólo para las participaciones que tuvo Ozores con Esteso y Pajares, por ejemplo, y nada más.
Me imagino a Alberto Sordi, actor de verdad, ideal para este papel, alguien que le daría un cariz ambigüo al personaje, de vividor aprovechado, con un punto trascendental, y no de imbécil gorrón.
Con la inabarcable filmografía que maneja Jesús Franco es lógico, si no se está familiarizado con ella, pensar que el hombre dedicó toda su longeva vida a fabricar costrazas de saldo. Lo que se dice un prejuicio de libro, vaya. Cuando una filmografía (que de tan abultada que resulta y con tantos seudónimos usados ni el propio Jesús era capaz de hacer un inventario fiable de la misma) conoce rachas de despachar explotaciones sexuales chuscas (con esos títulos inenarrables que les eran indisociables) una detrás de otra la gente ya se lleva las manos a la cabeza dando por hecho que para qué ponerse con nada del señor Franco, cuando en realidad resulta que, así de memoria, Rififí En La Ciudad, Necronomicón y Los Depredadores De La Noche (remake no encubierto de Ojos Sin Rostro de Franju con la grandísima Brigitte Lahaie, la musa de Jean Rollin) son películas notables. Empero, es su ópera prima como realizador, esta Tenemos 18 Años, la que coloca a Jesús a otro nivel, la que debería otorgarle el reconocimiento póstumo que nunca se le dio en vida: no sólo no conoce igual en el parque fílmico nacional, sino que puede que incluso en la mundial. Que se rodó poco antes de Al Final De La Escapada de Godard, ojo a ese detalle. Tenemos 18 Años es una reivindicación del cine como espectáculo -y como medio vinculado a diversas artes pero no supeditado a ellas ni a los corsés que las rigen- toda vez que un manifiesto y una inmensa broma, ni siquiera es capaz de tomarse a sí misma. Esto es algo que casa con otra cualidad intrínseca que sólo se añadió décadas después al film, justo en el momento en el que Jesús Franco echó la vista atrás, hizo retrospectiva vital de cara a escribir sus fantásticas memorias y pudo ver que en el curso futuro de sus acciones, ese alegato que es la película no se avergonzaría en ningún momento de su constante actitud libérrima.
El dinamismo en las acciones aquí es anterior en varios años al de Richard Lester y el cine pop y a la vez más moderno, tiene más parecido en realidad con esa libertad absoluta que sólo permite en verdad el cómic. El amor al cine de género se manifiesta en todos y cada uno de los sketches, mini derivas autoconscientes hasta el extremo que los protagonistas aluden a que se van por peteneras en ocasiones y se recriminan que no se centran en sus narraciones. Las muchachas tarambanas de Las Margaritas, esa necedad extrema sobrevalorada hasta el punto de figurar en la precuela de éste libro, va a rebufo de lo que Licia Calderón y Terele Pávez urden aquí con su revuelta pro imaginación y anti realidad. No lleva ni un minuto Tenemos 18 Años y ya se ha roto la clásica cortinilla animada de créditos por la interferencia de la realidad, que interactúa con ella vía Antonio Ozores. Veinte minutos más y ya se han puesto en solfa todas las figuras de autoridad que pueda conocer una mujer de clase media de 18 Años: padres y profesores son ridiculizados al instante, y el Test de Bechdel igual no porque es que ya se habrían deschochado de él durante el resto del metraje. Igual sucede con sus pretendientes y amistades masculinas. La pompa y el saber se llevan palos de seguido durante todas las secuencias en la Facultad de Filosofía, al igual que la afectación y el existencialismo. Treinta minutos y se nos da una clave esencial para entender de qué va todo en realidad cuando Terele, Licia y Antonio se encuentran en una encrucijada literal, esto es, sin saber a dónde tirar en una bifurcación en medio de la carretera. Esa es la lucha constante, la de las dos muchachas con la niñez ya detrás suya pero todavía visible por el retrovisor y una etapa adulta que parece cercana pero que no termina de llegar del todo están en terreno de nadie, a tiempo de hacer locuras mientras arriban a la horrible etapa de las responsabilidades. De la que no hay vuelta atrás.
Nada menos que la ópera prima de Jesús Franco. Considerada un film intrascendente, pasa por ser y así luce hoy, como una de las más atrevidas y originales comedias de su tiempo, de tono surreal/fantástico, que subvierte la idea de comedia en boga de su tiempo (cotidianidad, bonhomía, familia modélica, conservadurismo) por todo tipo de ideas en un más o menos camuflado catálogo genérico y de debilidades del autor (terror, cine de gángsters, la propia comedia).
Fresca y a valorar, supuso el debut también de Terele Pávez y el propio Franco se encargó de la música (era muy bueno en estas lides), con un Antonio Ozores multiplicado e Isana Medel (pareja entonces del director) completando el habitual dúo femenino de sus películas.
Este largometraje debut de Jesús Franco fue un clamoroso fracaso de público en su estreno. No me extraña, ya que es terriblemente avanzado para el cine que se hacía en España en la época. La dirección no tiene nada que ver con el estilo clásico setentero del tío Jess, de zooms a tutiplén y fotografía colorida, es mucho más formal, pero el montaje sí es muy característico, muy de comic. Es una pelicula de sketches y la conexión entre estos es casi como vinetas, para contar una especie de versión cañí de Peter Pan.
La película tiene un aire ingenuo, alegre y un humor absurdo y visual que irá perdiendo hacia el final, con la historia del ladrón. Pero antes de eso un Ozores omnipresente y camaleónico se luce en varios papeles a cual más descacharrante.
Además nos encontramos con un batiburrillo de géneros que pasa del cine negro al cine de terror pasando por la comedia o el neorrealismo con una facilidad pasmosa. Parece ser que esto fue lo que causó el fracaso comercial de la pelicula: la censura no podía tolerar asesinatos en una comedia juvenil. Vamos, e imagino que no estarían muy contentos con el cachondeo que se trae la cinta con las figuras de autoridad que aparecen: padres y profesores de universidad. Así que el censor de turno la condenó a una distribución minoritaria y al fracaso en taquilla!