Tempestad sobre Washington
Sinopsis de la película
Robert Leffingwell es el candidato del Presidente de los Estados Unidos para ocupar la secretaría de Estado, pero antes debe someterse a una investigación del Senado, que decidirá si es la persona idónea para un cargo de tanta responsabilidad. Al frente del comité de investigación está el idealista senador Brig Anderson, que descubre que en su juventud Leffingwell estuvo vinculado a una organización comunista.
Detalles de la película
- Titulo Original: Advise & Consent
- Año: 1962
- Duración: 139
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Opinión de la crítica
Película
7.7
40 valoraciones en total
Inevitable hablar de esta película sin mencionar el reparto. ¡Qué actores!. Con tales profesionales, la película casi se dirige sola y en efecto, su mayor foco de atención es esa reunión de fieras voluntades enfrentadas en torno a los fuegos de la dialéctica. Un verdadero festival de grandes presencias y voces que estallan sobre la película convirtiendo la historia que la acompaña en más que una historia, un mero vehículo para servir a la fuerza de estos intérpretes.
Preminger, consciente del material que tiene entre manos, dirige sin molestar, dejando a sus anchas a la manada de fieras que se despedazan en una vibrante trama de intrigas y tejemanejes políticos. Sin embargo, lo que se narra tiene bajones, no acapara la atención, la película se hace larga, tediosa por su reiterativo discurso y el final se queda muy por debajo de la intensidad lograda en los momentos del juicio o los trapicheos a puerta cerrada. Pero mientras tanto, disfrutamos de un Charles Laughton demostrando que no hay otro como él para fundir majestuosidad y mezquindad en un solo personaje. Y acompañado, nada menos que de Henry Fonda, siempre creíble, como el hombre íntegro, Walter Pidgeon, Franchot Tone, Burgess Meredith…y como colofón la mítica Gene Tierney, algo desaprovechada en un papel a lo Isabel Preysler de las altas esferas que aporta poco más que elegancia a la película.
Dos horas de tempestad dan para mucho, en ocasiones para demasiado, pero con sus salidas de tono y sus bajadas de tensión, no cabe duda de que estamos ante un cine lleno de pasión, inteligencia y poderío. Para no perdérsela si os gustan los grandes duelos actorales.
Vaya por delante que los llamados thrillers políticos me apasionan. Pues bien, creo afirmar que nos encontramos ante la piedra de toque del género. Con una puesta en escena brillante hasta en el último detalle, un uso del cinematógrafo simplemente perfecto (es de las pocas películas en que la cámara no se nota ni un ápice), soberbia fotografía en B/N y un elenco de actores en estado de gracia, Tempestad sobre Washington se erige como una película fundamental para todo cinéfilo que se precie. Henry Fonda, ese descomunal actor que de no haber sido intérprete habría llegado a presidente, da inicio al igualmente descomunal circo de tres pistas que es la política estadounidense.
Todo está muy bien pensado y no les ha temblado el pulso al ambientar esta autocrítica en el país que presume de ser arquetipo de democracia.
No pretende ser moralizante ni desprestigiar el modelo político de los EEUU, por mucho que algunos se empeñen en ver lo contrario. En ningún momento se apoya al comunismo, ni a las dictaduras, ni a otros regímenes o doctrinas políticas.
Simplemente se trata de humanizar a esos personajes como el presidente, los senadores, el secretario de estado y demás altos cargos, se trata de desmitificarlos (en Estados Unidos no es como en España, allí se le tiene mucho respeto, al menos en público, incluso dentro de la oposición), no de desprestigiarlos. Ni todos son asesinos –aunque alguno hay, como siempre– ni ninguno es la persona íntegra que debería ser. Todos se verán obligados a mentir por unas u otras razones, bien porque son unos mentirosos natos, o porque tienen que proteger a otras personas muy allegadas, o porque son amenazados, o porque creen firmemente que lo mejor para el país es lo que ellos piensan –lamentablemente, esto no aleja demasiado a algunos de lo que comúnmente se entiende por dictador–.
Me ha encantado el guión y su narración, diáfanos donde los haya. Esta no es de esas intrigas políticas en las que salen a relucir cien mil nombres y en ningún momento se aclara bien el papel que desempeña cada uno en la trama. Todo queda bien atado al final.
En cuanto a los actores, Laughton es uno estupendo que nació para interpretar a ese tipo de personajes poderosos, sin demasiados escrúpulos y meticulosos hasta el punto de infundir miedo en sus adversarios. En esta ocasión me recuerda a su Gracchus (pronunciado Graco en el doblaje español) de Espartaco .
Fonda también vuelve a recordarme al papel de hombre bastante coherente que ya interpretara en Doce hombres sin piedad . Aunque esta vez a su personaje las cosas no le salen como esperaba.
El resto de secundarios, menos famosos, también están fantásticos.
Resulta interesante esta película sobre la doble moral existente entre la mayoría de la clase política, en la cual únicamente interesa el dinero y el poder, y salvo honrosas excepciones resulta prácticamente imposible encontrar a alguien que sepa mantenerse fiel a los principios y valores bajo los que juran el cargo.
Unos diálogos brillantes, unas grandes interpretaciones y una fotografía en blanco y negro maravillosa (algo habitual en el cine de Preminger) dan consistencia durante buena parte de la trama al film.
Sin embargo, creo que la película se hace demasiado larga y reiterativa en algunas ocasiones por querer dar demasiadas vueltas al guión, con un ritmo excesivamente lento y académico.
Una película en la que se juntan el enorme Henry Fonda, la bellísima Gene Tierney, el imponente Walter Pidgeon, el sólido Don Murray, el infravalorado Franchot Tone, un resto de reparto de gran altura, y sobre todo que sea la última película del más grande, Charles Laughton, puede llevar a pensar que es muy difícil que salga como se espera. Pero no, están todos magníficos. Una orgía interpretativa en toda regla. Y como siempre, Laughton lo borda en su caracterización de veterano senador cínico que ya está de vuelta de todo.
Si además la historia es realmente buena, los diálogos brillantes, el ritmo a pesar de su larga duración no decae en ningún momento, y la dirige un tipo que ha firmado cositas como El hombre del brazo de oro , Buenos días, tristeza , El cardenal , y sobre todo Anatomía de un asesinato , entoces ya esa lluvia de estrellas te cala hasta los huesos.
Quizá no sea una obra maestra, pero sí es para verla y disfrutarla cada cierto tiempo.