Tatuaje
Sinopsis de la película
En desacuerdo sus padres, Otsuya huye de su hogar para refugiarse en los brazos de Gonji, quien termina vendiéndola en una casa de geishas. Allí, un maestro del tatuaje dibuja sobre su hermoso cuerpo una inmensa araña. Como si el espíritu del insecto tomara posesión de la joven, el deseo irreprimible de venganza se transforma en el centro de su vida. Como la viuda negra tatuada en su espalda, Otsuya arruina la vida de todo hombre que se cruce en su camino.
Detalles de la película
- Titulo Original: Irezumi (Tatouage)
- Año: 1966
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
Película
6.8
39 valoraciones en total
La hija de un rico comerciante (Ayako Wakao) es engañada cuando intenta huir del hogar paterno con su amante, separada de éste y vendida a una casa de geishas. Allí le tatúan una araña sobre la espalda, una enorme tarántula que de algún modo cobra vida y hace de ella un ser sediento de venganza.
Tomando como base un texto folletinesco y sensacionalista, el resultado es una obra brutal, una tragedia en el sentido más clásico del término, en torno a una mujer manipuladora en cuyos brazos (o redes) los hombres acaban peor que mal. Comienza siendo una crítica de la sumisión femenina a unos y otros, de su papel como objeto sexual en manos de desaprensivos, pero nuestra protagonista desatará su rencor contra quienes le hicieron daño.
La presencia de un arte carnal, tan sublime como peligroso, se manifiesta en la figura del tatuador, capaz de trascender lo físico para afectar a lo psicológico, pues pone mucho de sí mismo en la obra maestra que realiza. No sé si incluso podrían verse dos concepciones enfrentadas de la sociedad japonesa en la película, por un lado la tradición, el honor y los principios, por el otro un puro afán mercantilista.
En cuanto a la narración, llama la atención su contundencia, va al grano desde el primer minuto, repleta de unos estallidos de violencia cruda, sin un ápice de épica o ensalzamiento (al contrario, muy mugriento y miserable todo), dirigida a impactar y recreándose donde duele… por su parte, el erotismo es indirecto, nunca explícito, con bastantes planos de la espalda de la chica (una imagen no exenta de morbo). Por último, el amor, la muerte, ambos entremezclados, siempre la misma simbiosis inquietante entre estos conceptos.
Una araña cuya única misión es manipular a los hombres para después devorarles, nacida de la perversidad y el engaño, una araña tatuada cuya fuerza diabólica atrapará en una red de violencia, traiciones, desgracias y decadencia a todos los que se hayan a su alrededor.
Es su deseo de venganza, y es terrible.
Para aquellos que no lo conozcan, el natural de Tokyo Junichiro Tanizaki ha sido y será uno de los escritores más importantes del país, cuya obsesión por explorar la inmoralidad y la decadencia del ser humano, dotar a sus textos de una atmósfera sórdida y sexual y unir el sufrimiento al placer le convirtió en un auténtico pilar de la literatura moderna, muchos trabajos suyos fueron trasladados al universo cinematográfico ( La Señorita Oyu , Okoto y Sasuke , Daydream …), aunque dicha práctica sería más recurrente para Kaneto Shindo, Kon Ichikawa y Yasuzo Masumura.
Tras su memorable La Mujer de Seisaku , éste último (que ya había realizado la adaptación de Manji y haría lo propio unos años más tarde con Chijin no Ai ), se encargaría de dar vida a la primera novela de Tanizaki, Shisei , relato corto de enorme popularidad escrito en 1.910 que definiría para siempre el inconfundible estilo del autor, para ello contaría una vez más con la colaboración de Shindo al guión y de su actriz fetiche Ayako Wakao, quien representaba para él lo que Harriet Andersson para Bergman: el triunfo absoluto de la sensualidad salvaje y la espontaneidad carnal.
Un prólogo de tenebrosa ambientación que ciertamente celebra este triunfo nos revela en forma de flashback la premisa de Tatuaje . En el Japón de la era Edo los amantes Shinsuke y Otsuya deciden abandonar su hogar en mitad de la noche hasta que su matrimonio sea aprobado por los padres de cada uno, el joven escapa furtivamente con la descarada hija de su jefe y todo ello desembocará en una traición por parte de Gonji, un posadero amigo de los enamorados, que vende a Otsuya como mercancía sexual y manda asesinar a Shinsuke (situación que no se aleja mucho de la sufrida por la protagonista de Vida de Oharu, mujer Galante ).
Una situación tachada de inmoral y repugnante por las tradicionales costumbres de la sociedad nipona feudal, y que halla su punto de inflexión en el momento en que el experto Seikichi (versión siniestra del Utamaro de Mizoguchi) tatúa en la espalda de Otsuya el dibujo de una araña mientras Shinsuke se ve transformado en un repelente asesino al defenderse de uno de los secuaces de Gonji, escenificado en una encarnizada lucha en pleno bosque con la que Masumura insiste una vez más en el hombre como animal salvaje desprovisto de sentimientos y degradado a sus más bajos instintos de supervivencia.
A partir de aquí la crudeza gana terreno frente al melodrama, que únicamente ha ocupado los veinte primeros minutos de metraje, pero con la creación del tatuaje el argumento se escora hacia la extrañeza y al más puro horror psicológico. Tokubei muestra a Otsuya un telar ilustrado con la mujer devoradora de hombres, en la que se transmutará al dibujar Seikichi la araña sobre ella, de algún modo el tatuaje cobrará vida y se adueñará de su alma. Tomando el sobrenombre de Somekichi, ésta se vuelve una encarnación perfecta de la araña de la mitología asiática que aparecía transformada en seductora mujer ( jorogumo ).
Sirviéndose del aspecto sobrenatural, el director hace hincapié en la figura femenina como instigadora de las tensiones entre los hombres, a la vez víctima y manipuladora, llevada por la venganza y la depredación (como ya nos presentó Kurosawa en Rasho-mon y Barbarroja ), entre tanto, los personajes de Tanizaki serán conducidos, por obra y gracia de Shindo, a un profundo abismo habitado por las mentiras, las pasiones lujuriosas y la crueldad. Éstos seres abyectos tan clásicos del cine de Masumura, que disfrutan con su violencia y sadismo, que hallan placer en la desgracia, no obtendrán otra salida a la degeneración por la cual se dejan arrastrar que la decadencia o la muerte.
Pero aunque todos los personajes se vean conectados por la trágica y cruenta sucesión de acontecimientos, el epicentro de la historia será la extraña relación triangular entre Shinsuke, Otsuya y Seikichi (que detallaré en la Zona Spoiler). Masumura impregna la atmósfera de erotismo y sordidez, con una atrapante puesta en escena que presta especial atención a la intensidad de los tonos (sobre todo al rojo) y al uso de las luces y sombras (lo que aumenta la sensación de inquietud y desasosiego), destacando así el trabajo de fotografía del maestro Kazuo Miyagawa.
Entre tanto, los actores ofrecen grandes interpretaciones, en particular Akio Hasegawa, Asao Uchida, Kei Sato y Kikue Mori, que da vida a la madre de Shinsuke. No obstante todos quedan eclipsados por una Ayako Wakao arrebatadora y sensacional desde todos los ángulos con los que es inmortalizada por el director. Tatuaje no es sólo una de sus obras más logradas, sino una de las películas más fascinantes (por violenta y descarnada) del cine japonés moderno, la cual confiere movimiento y color a la novela de Tanizaki de forma hipnotizante.
En 2.006, Shisei volvería a ser adaptada por el maestro del pinku eiga y el splatter Hisayasu Sato, pero esta tergiversadora versión del texto poco tiene que ver, por supuesto, con el insuperable trabajo original de Masumura.
Realizada el mismo año que Red Angel (una de las cumbres del cine japonés de los 60), Irezumi vuelve a reunir a Ayako Wakao con el director Yasuzo Masumura y, como siempre que formaron pareja artística, crearon exactamente lo que indica esta unión: arte. Desde la superlativa Seisakus Wife hasta el descarnado melodrama Manji , la cámara de Masumura siempre había conseguido sacar partido de la extrema belleza de Wakao rindiéndole culto en cada encuadre. Irezumi va incluso más allá, interpretando a un personaje radicalmente opuesto al de la -inicialmente- inocente enfermera militar de Red Angel para mostrar a una mujer tímida que acaba convertida en una prostituta sin escrúpulos debido a una maldición convertida en ente físico, un tatuaje de una araña en la espalda de la bella joven. A partir de este momento su existencia está condenada a alimentarse de los hombres con los que se acuesta. La evolución de la joven es una de las claves de una historia en la que casi todo funciona al milímetro, sin estridencias de ningún tipo más allá de las comprensibles.
De nuevo, se vuelve a criticar a la sociedad japonesa a través de la enigmática mirada de la joven, que vuelve a dar vida con una fuerza desgarradora a una mujer de claras convicciones y magnetismo vital. Acercarse a ella supone la perdición y así se da cuenta de cada uno de los personajes masculinos que se le aproxima. La historia se desarrolla saltando en el tiempo (iniciándose con la realización del tatuaje y luego volviendo al pasado) para acabar, como casi siempre en las historias que Kaneto Shindô le escribió a Masumura, bastante mal, algo que se extiende a casi todos los melodramas que se rodaron aquellos años dentro -y fuera- de Japón. No hay sorpresa a este respecto pero si a la hora de representar cada una de las secuencias por separado, en concreto algunas como la que abre el film o aquellas en las que la imagen se enriquece con la sutil partitura de Hikaru Hayashi.
Irezumi es una obra menos sobria que Red Angel (que estaba filmada en un hermoso blanco y negro, siendo aquí la imagen en color) pero igualmente valiosa. Menor dentro de la filmografía de su director (uno de los más grandes de la cinematografía asiática, también de los más desconocidos) pero de muchos kilates. Acercarse a Irezumi es descubrir una forma de hacer cine que ya no existe y que, abusando de mi ignorancia, diría que nunca existió al margen de lo que hizo Masumura. Sólo por eso recomendaría verla a quien quiera comprobar de primera mano cómo no todo el cine japonés de los sesenta se limitaba a samuráis y yakuzas. Que el melodrama no sólo pertenecía a Sirk, y que la belleza femenina encontraba en los rasgos de Ayako Wakao uno de sus más perfectos representantes.