Sympathy For The Devil (One Plus One)
Sinopsis de la película
Tomando como trasfondo el panorama cultural de finales de los 60, Jean-Luc Godard nos ofrece en este documental un testimonio imprescindible de lo que se dio en llamar la contracultura occidental. Con un análisis profundo del movimiento de los Panteras Negras y con referencias a los trabajos de personajes tan relevantes como LeRoi Jones y Eldridge Cleaver, recorremos momentos significativos como una visita a los Rolling Stones en el estudio de grabación. En el DVD se ofrecen las dos versiones que existen de esta película: la del montaje del director y la del montaje del productor.
Detalles de la película
- Titulo Original: Sympathy For The Devil (One Plus One)
- Año: 1968
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
5.9
80 valoraciones en total
Si eres fan de los Stones no lo dudes: esta película te interesa. Se puede apreciar algo tan legendario como la creación en un estudio de una obra maestra: Sympathy for the Devil.
El resto, efectivamente, es infumable. Se trata de una serie de impresiones surrealistas sin la calidad ni fuerza mínimas para aguantarlas. Pero lejos de enfadarme a mi la verdad me hicieron bastante gracia.
Y al fin y al cabo siempre tiene interés ver qué clase de películas se consideraban el no va más de la vanguardia en 1968, o preguntarse cómo los Stones se meterían en semejante proyecto.
Este es un excelente trabajo antropológico e histórico hecho por Jean-Luc Godard, que incluye unas sesiones de grabación de los The Rolling Stones pero a no equivocarse que no es un documental de música. Es sobre la cultura, en sentido amplio, son las acciones de los hombres esa es nuestra simpatía por lo diabólico, que obvio incluye la guerra la destrucción del medio ambiente entre otras cosas…
Cualquier fan irredento de sus satánicas majestades se habrá acercado a este experimento visual (por denominarlo de alguna manera) para poder asistir a la concepción de una de las canciones más emblemáticas del conjunto, y es que el reclamo, y en esencia lo único destacable de la película, es la grabación del que es uno de los temazos más icónicos de los ingleses.
Las imágenes de archivo de la banda repitiendo tomas y relajados, ensayando, son interesantes, sorprende ver por ahí a Brian Jones antes de despedirse de este mundo, sin embargo, se echa en falta más material de calidad (alguna filmación en directo, entrevistas…) que doten de algo más de personalidad a la grabación.
El auténtico peso de la película lo arrastra las pesadas, plomizas e incluso irreverentes (en el peor sentido de la palabra) diatribas políticas que se marca Godard, un auténtico pestiño que en ocasiones aburre soberanamente y que por momentos provoca auténtica vergüenza ajena.
No merece la pena ni aun pudiendo ver a los Stones en plena efervescencia creativa y en la curva más alta de su poderoso atractivo visual.
Los estudios más recientes, las encuestas múltiples que se hacen periódicamente, siempre tienden a decirnos que cada vez más el mundo occidental evoluciona hacia unas creencias (o mejor dicho, no creencias) cada vez menos religiosas, en el que el ateísmo cada vez coge un testigo de mayor importancia. España, por ejemplo, un país que cuenta con un larga tradición católica (llegó a reclamar el título único de defensora del catolicismo) va dejando, entre las generaciones más jóvenes, de ser un testigo de vital importancia. Es un tema largo y complejo, pero lo que queda claro es que la sociedad medieval que giraba en torno a un único ser divino y omnipotente ha quedado totalmente desprestigiada. La ciencia ha ido substituyendo cada vez más las creencias religiosas y el escepticismo ha ido generado una sociedad que aparentemente ya no cree en los populares cuentos de brujas, duendes y diablos.
Obras como el códec Gigas, un manuscrito miniado de grandes proporciones, que según cuenta la leyenda fue elaborado en colaboración con el diablo (cuenta la historia que un monje hizo tratos con el demonio, y que para poder sobrevivir a la condena que le fue impuesto elaboró en menos de una noche una biblia ilustrada), siguen fascinando nuestro interés y nuestra imaginación, pero ya no causan el terror que ofrecían en su momento. Le sucede lo mismo a las pinturas de Luca Signorelli en la catedral de Orvieto, en las que pintó dos fascinantes historias, sobre el juicio final y sobre el anticristo. Es normal que la pasión con la que se hicieron las obras siga intrigando, aunque hayamos perdido la clave para interpretarlas plenamente, porque la mentalidad de la sociedad en la que se elaboraron dichas obras, con sus propios miedos y temores, haya evolucionado hacía otros derroteros. Pero esto no significa que nosotros ya no tengamos miedos, sino que los nuestros se han codificado de una manera muy diferente. Al fin y al cabo, nosotros también tenemos a nuestro propio anticristo, que ya nos enseñaba la película de la Profecía, realizada en el 1976 por Richard Donner. Un anticristo que no deja de ser el reflejo de nuestros propios temores. No es casual que el anticristo de la película de Donner sea encarnado en la figura de un niño, mientras que en las pinturas de Signorelli sea una imagen muy parecida a la de Cristo (respetando más la tradición bíblica).
El arte, como herramienta que sirve como expresión de un mundo interior así como el de una sociedad entera, ha ido reflejando esta lenta pero progresiva evolución. Esto daría para un libro inabarcable, pero queda claro que el arte medieval, enteramente dedicado a la religión (o por lo menos en un noventa y nueve por ciento) ha ido dejando paso a temáticas cada vez más profanas. No es momento ahora para hacernos eco de la lujuria con la que presentaban los pintores oficiales de los salones franceses sus desnudos, que simplemente se servían de los temas mitológicos para avanzados el siglo XIX ofrecernos una gran galería de temas profanos que poco tenían que ver ya con la religión. Por si fuera poco, la política y la religión parecen evolucionar, aparentemente, cada vez más de una manera desligada una de otra (y aquí hay que recordar figuras como la de Felipe II).
Y El siglo XX es la consolidación máxima de esta evolución laica. Las dos guerras mundiales, con sus millones de muertos dejan una Europa totalmente irreconocible. La URSS se confirma como un estado totalmente ateo. Estamos ante un siglo en el que toda la historia vista hasta entonces quedará volcada en un cóctel tremendamente explosivo que hará remover todos los cimientos culturales.
En los años sesenta del siglo XX todo empieza a cambiar. Es más que sintomático que estrellas populares de la escena de rock musical, empiecen a sentir simpatía por la figura del diablo. Simpatía por el diablo (Sympathy for the devil) es precisamente uno de los títulos de una de las canciones más importantes que Mick Jagger, el miembro principal de sus satánicas majestades (así es como se conoce uno de los discos de Los Rolling Stones). Si analizamos la letra de esta canción nos daremos cuenta que significan un cambio radical en cuanto a la iconografía tradicional del demonio. La canción llega a ensalzar la figura del diablo y Mick Jagger, ocultista reconocido aunque poco conocido, firmaría la banda sonora de una de las películas de Kenneth Anger, Invocation of my demon brother (creo que el título es bastante significativo de lo que nos podemos encontrar en dicha obra). Los Beatles, seguramente la otra gran banda de los años sesenta, ofendieron a la iglesia por muchas de las letras de sus canciones, así como una mítica frase que espetó John Lennon, uno de los componentes de la banda, al asegurar que ya eran más famosos que Cristo.
http://neokunst.wordpress.com/2013/12/01/simpatia-por-el-diablo/
Se fue centrando más en el entorno socio-político-cultural. En este documental se centra en el grupo musical con más futuro del momento. Y, concretamente en la canción, Simpatía por el demonio que, fue reveladora en el mundo angloparlante, porque en el mundo hispano pues, una musiquilla moderna y punto. También se trata algo del poder negro a través de los panteras negras. Como siempre, entre toma y toma, nos va introduciendo sus clásicos mensajes filosóficos.