Sully
Sinopsis de la película
Chesley Sully Sullenberger es un piloto aéreo que en 2009 se convirtió en un héroe cuando, al poco de despegar, su avión se averió y logró realizar un aterrizaje forzoso del aparato en pleno río Hudson, en Nueva York, con 155 pasajeros a bordo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Sully
- Año: 2016
- Duración: 96
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Opinión de la crítica
Película
6.6
55 valoraciones en total
Todos nos enteramos de la hazaña de Chesley Sullenberger por las noticias y alucinamos en colores. ¡Un avión comercial aterriza sobre el río Hudson en Nueva York! Insólita noticia, que a muchos nos alegró el día y nos inyectó una buena dosis de optimismo para seguir creyendo en la humanidad. Para variar era una noticia buena relacionada con un avión, acostumbrados como estamos a que es más normal que los aviones hagan titulares sólo cuando se trata de catástrofes.
Teniendo en cuenta que el suceso en sí duró poco más de unos minutos, parece difícil que se pueda hacer una película comercial contándolo. Por eso todo el aderezo , los acontecimientos que siguieron al exitoso amerizaje, se hacían necesarios, cuanto menos para rellenar el metraje. Pero Clint Eastwood corría el riesgo de que parte de la historia acabara pareciendo sólo relleno, sin tanto interés como la breve pero vibrante secuencia que lo precedió todo. Sin embargo el director ha hecho alarde de su buen hacer una vez más y nos lo ha contado tan bien que la guarnición mejora con mucho el producto final.
De hecho es la parte de la historia que la mayoría de nosotros no conocía, y que por lo tanto ha podido sorprender más. Y aunque a primera vista pueda parecer que nos habíamos enterado de todo en las noticias, pronto nos damos cuenta de que hay mucho más que no sabíamos.
Tom Hanks, como piloto de la hazaña y con su mar de dudas interior, logra que el final no sea predecible. Aaron Eckhart, el copiloto, aporta momentos de alivio de la tensión dramática, contrarrestando la gravedad y aplomo del personaje de Tom Hanks. No hay tantos gags como en Aterriza Como Puedas (si el contexto aeronáutico permite la comparación de estas dos películas) pero los que hay lograron arrancar la sonrisa de los que estábamos en el cine.
En definitiva creo que la película no podría haber contado mejor un suceso que conmocionó al mundo entero aquel día, y Clint Eastwood ha aterrizado en los cines de nuevo de forma magistral.
Me ha gustado mucho la película. La estructura narrativa, todo un reto, puesto que conocemos lo ocurrido, está organizada de tal forma, que mantiene la atención, e incluso aporta elementos de intriga. La película en su vertiente técnica es magnífica – por ejemplo la fotografía y los efectos especiales – pero donde sobresale es la presentación y profundidad de los personajes, no sólo del piloto Sully sino del copiloto. Y aquí es donde Tom Hanks y Aaron Eckhart bordan con una maestría asombrosa sus personajes.
La película se centra no solo en el prodigio de aterrizar en el agua, sino en la investigación posterior, tejiendo una estructura narrativa de un gran pulso y como decía intriga. Eastwood demuestra de nuevo su maestría narrativa puesto que el equipo de investigación encarna un contrapunto que da mucha intensidad al conflicto entre la heroicidad y los procedimientos de investigación. De hecho la película de mueve en varias dimensiones: la relación de Sully con el equipo de investigación, la relación con el co-piloto, con su familia, con una sociedad cínica, y sorprendentemente, una magnífica reflexión acerca del poder de las máquinas. Además, Eastwood envuelve su narración con una preciosa banda sonora.
Es además ese tipo de película que uno disfruta al verla, y además, como no podía ser de otra manera, el film exterioriza una clara muestra de valores acerca del factor humano, del trabajo bien hecho, de la responsabilidad. Y además, con un gran final, a mi modo de ver. Yo la recomiendo a todo el mundo, pero atención, si esperáis una de catástrofes , no es vuestra película. Es Eastwood, y su mirada va en la dirección del alma, no del ruido.
Es una película de fondo sencillo, un héroe americano en todo lo alto, de estructura alambicada, constantes saltos temporales y varios puntos de vista sobre un mismo hecho, y con diversas capas de cierto interés y posible intríngulis.
Es una de esas noticias que oyes y luego olvidas, te pilla un poco lejos y en tu memoria se confunde con otras de mayor o menor importancia. Pero es evidente que es una gran historia, fascinante por momentos. Ese amerizaje en pleno río Hudson y con un frío que pela, esa decisión iluminada, o no, y tan arriesgada, o sí. Alude a los mitos primeros, a nuestras esencias más comunes, primitivas y humanas, a la fragilidad física frente a fuerzas abismales, al azar como motor de la vida, a la comunidad como ayuda, a la sabiduría y rectitud moral como esperanza…
¿Qué es la realidad? ¿Cómo denominar aquello que hemos vivido y experimentado? Asistimos aquí a la reconstrucción y enjuiciamiento – se supone que desde la atalaya de una objetividad impersonal – de una catástrofe aérea por parte de un supuesto panel de expertos con el objeto de valorar, evaluar, calificar y censurar el comportamiento humano. Por ello, la trama es mínima y se limita a darle vueltas y diseccionar un único acontecimiento desde varios ángulos y puntos de vista, en diferentes momentos y con criterios para nada fecundos ni transparentes, ya que no se busca la verdad, sino que se disecciona una tragedia con el propósito preestablecido de reprobar una cadena de decisiones que si bien pudo costar vidas, se limitó a unos daños materiales que soliviantaron a las aseguradoras y a la reputación de una aerolínea.
Es como si un tribunal ad-hoc se arrogara la potestad de decidir sobre el devenir de un accidente con el único objetivo de encontrar culpables y no con el encomiable propósito de sacar conclusiones que pudieran evitar su calamitosa repetición en el futuro. Por ello, estamos ante un cuento moral que se reviste sin disimulo con los andrajos y retales de los peores estigmas de nuestra sociedad, a saber, la obsesión por camuflar de imparcialidad las opiniones más peregrinas y arbitrarias, la necesidad de encontrar culpables humanos ante desgracias naturales, la cicatería hipócrita y obscena de afrentar con el dedo acusador a las víctimas de un siniestro como si fueran los únicos o últimos responsables de unos hechos que les tocó padecer sin otra ayuda ni apoyo que su experiencia y su buena voluntad. Lo ético no está en los ojos que observan sin enfangarse, sino en quienes actúan de buena fe.
Por ello resulta difícil encasillar esta cinta dentro de un género concreto. A primera vista cabría pensar que se trata de un retrato convencional sobre el heroísmo o sobre la hazaña de un individuo corriente ante la adversidad, pero eso supondría simplificar en exceso la propuesta o ir con prejuicios ideológicos al tratarse de una obra de Clint Eastwood. A mí me parece más bien una loa a la profesionalidad y al trabajo bien hecho, un elogio sin florituras ni artificios a la naturalidad de un comportamiento ético y honesto, sin alardes ni afán de notoriedad, sin buscar premios ni reconocimientos. Quien crea ver una apología del héroe, no está viendo lo que ocurre, sino que está juzgando unas intencionalidades que sólo existen en su imaginación.
No es una gran película pero es bastante buena. Es el triunfo de la compasión y de la bondad. Algo simple pero eficaz.
Acaba de cumplir en mayo ochenta y seis años, y nadie lo diría., Clint Eastwood es, quizá junto a Woody Allen, el mejor ejemplo que nos da en el mundo del cine de que se puede seguir siendo joven a los ochenta y… Clint y Woody, Woody y Clint ya han dejado atrás el zénit de sus carreras respectivas, pero siguen dando de vez en cuando alguna lección y obsequiándonos con brillantes momentos de cine camuflados en títulos considerados ya oficialmente como menores. Los modernos y amantes del postureo llevan años intentado destronar a Clint, pero no pueden con él. En el fondo, cualquier excusa les vale (lo de que el hombre se haya declarado incondicional de Trump ayuda). Pero cómo van a poder acabar con Harry Callahan. Lo que pasa es que, en el fondo, yo creo, los modernos y los amantes del postureo no soportan que un vejete venga a darles lecciones de cómo se debe contar una historia, rodar una película o manejar a los actores. Qué le vamos a hacer.
Sully es la mejor película de Eastwood en años. De factura clásica, faltaría más, quién esperaba otra cosa a estas alturas. Y se agradece que en estos tiempos de zozobra alguien siga apostando por ese clasicismo y por el factor humano. El relato de la hazaña del piloto Chelsey Sully Sulemberg que en enero de 2009 salvó a los 155 pasajeros que iban a bordo de su avión al efectuar un aterrizaje de emergencia sobre las aguas del Hudson, sirve muy bien a los intereses de Eastwood. Lo de director de derechas es una simplificación bastante burda para definir a un cineasta que en el fondo siempre se ha mostrado como un humanista convencido. En Sully, Clint cuestiona el concepto de heroísmo hasta el punto de que su protagonista no hace más que preguntarse si hizo bien o mal. La heroicidad resulta un concepto demasiado tóxico en estos tiempos modernos en los que ha de enfrentarse a la voracidad con la que los medios liquidan la gesta o al halago fácil de la gente de la calle. Nadie mejor que Tom Hanks para encarnar a ese héroe modesto que busca escabullirse entre el gentío y conformarse con la satisfacción del trabajo bien hecho, ese concepto tan hawskasiano y tan clásico. Y eso que con su impecable trabajo, Aaron Eckhart a punto está de robarle la función y aguarle la fiesta. Sully se convierte también en un relato luminoso al cerrar en parte las heridas que abrió la tragedia del 11- S con la mejor noticia que hemos tenido en años en Nueva York… al menos con un avión. Cuánto vamos a echar de menos a Clint Eastwood el día en que ya no se hagan películas como Sully.