Suburbicon
Sinopsis de la película
Verano de 1959. La familia Lodge se muda a Suburbicon, una comunidad residencial pacífica e idílica con viviendas asequibles y céspedes impecables… el lugar perfecto para criar una familia. Pero la aparente tranquilidad esconde una realidad perturbadora. El cabeza de familia de los Lodge, Gardner (Matt Damon) se sumergirá en el lado oscuro del pueblo, lleno de traición, engaños y violencia. Este es un cuento de gente imperfecta que toma muy malas decisiones.
Detalles de la película
- Titulo Original: Suburbicon aka
- Año: 2017
- Duración: 105
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Opinión de la crítica
Película
6
52 valoraciones en total
(Pido perdón por la socorrida, tan poco imaginativa y básica metáfora culinaria, de donde no hay no se puede sacar)
O le han dado una mala receta, de las que habían reservado para dar un timo a cualquier incauto director y/o productor que pasara por allí, vendiéndosela a precio de oro, o es un cocinero muy torpe y desastroso, el caso es que los elementos son los de siempre, reconocibles, esa mezcla extraña, simpática e iluminadora de humor, crónica negra (horror) y aventura jocosamente reflexiva, pero aquí mal puestos, dosificados o juntados, desfigurados, chapuceramente presentados y aderezados, desproporcionadamente compuestos y relacionados. Y además hay una salsa nueva, rara, una especie de pegote a última hora que suena al toque final del cocinero torpe y desastroso que acaba de destrozar la horrible receta que ya de por sí tenía muy mala pinta.
Años cincuenta, pueblo/urbanización idílica (como de utopía distópica: tan propia de esa época, aquella moda o corriente que se produjo cuando los hombres volvieron de la Segunda Guerra Mundial -dejó muy tocada, muy destruida la vieja Europa, hecho que aprovecharon los norteamericanos, lógicamente, también en el cine, ámbito en el que se hicieron los amos, de esos polvos, estos lodos-, las mujeres fueron enviadas otra vez al hogar -habían estado muchas de ellas ocupando los puestos de trabajo de sus maridos ausentes por irrupción bélica- y se propició un desplazamiento de cierto tipo de trabajadores más o menos bien remunerados hacia barrios alejados del centro y de cualquier tipo de conflicto vidrioso o convivencia crispada, con lo que se formaron guetos de blancos, de matrimonios jóvenes de clase media encerrados en la feliz prosperidad de una época de auge económico y esperanza nacional, de progreso colosal, la fiesta antes de la caída vietnamita, la gran crisis del petróleo de los años setenta y los estertores de la guerra fría. En definitiva, ese paraíso edénico transformado en purgatorio frigorífico o infierno blando y dichoso que películas como Revolutionary Road , Las horas en la parte de Moore o aquella película de Close y Kidman titulada Las mujeres perfectas nos han ido enseñando con el paso de los años), racismo y un suceso escabroso.
Todos los matices y los géneros se nos presentan rápida y sucesivamente. Juegan al despiste durante un rato. Hasta que pronto te dan un dato* y comprendes, no hay misterio, que es lo de siempre, solo había sido un pequeño susto o retraso.
Después, se van sumando acontecimientos sin orden ni concierto, el posible humor sutil y retorcido va derivando hacia lo grotesco y penoso, el crimen sugerido se torna en aquelarre estrepitoso y sin ningún sentido, y la pura aventura narrativa se tuerce hacia el absurdo, el disparate y la falta de control como destino.
Es como si le fuesen añadiendo, pura acumulación mostrenca y sin criterio, elementos al guiso (sí, otra vez con la maldita cocina) hasta que en un momento dado aquello estalla por los aires y ya no se puede comer.
Tiene algún detalle gracioso, Julian Moore y Matt Damon son, cada uno en lo suyo, ella en el hieratismo matizado y complejo y esquinado, él en la simpleza franca y honesta y plena, de lo mejorcito que ha dado el cine norteamericano comercial en los últimos años, ya décadas, el niño se esfuerza y el resto acompaña con discreción y soltura (el gordo malo y el de los seguros, Isaac, están muy bien), pero parece evidente que el resultado es un estropicio, un brebaje o comistrajo (sí…) que no se puede tragar, a lo sumo observar con una mezcla de pena, compasión, tristeza y un poco de asco-risa.
Con el sello de presentación de los hermanos Coen al frente del guion, se nos ofrece esta película dirigida por Clooney, quien se ha ganado fama de director solvente (todavía no sé si con razones para ello), pero que se traga con la dificultad de una píldora para caballos. Un muy torpe comienzo, mal contado y un tanto errático, nos hace perder enseguida el foco -y el interés- en esta historia de sueño americano que revienta por los costados. Aunque tiene algunos momentos singulares (la visita del inspector de seguros, por ejemplo), en general resulta aburrida, previsible y carente de intriga. A destacar, negativamente, su violencia injustificada -gratuita, les gusta decir a otros- y su anodina historia colateral de racismo histérico colectivo.
Absolutamente prescindible.
No te perderás ninguna película escrita por los Hermanos Coen.
Si el cine tuviera 10 mandamientos, este debería ser uno de ellos. Porque el universo de los Coen admite tantos adjetivos y una amalgama de géneros tan diversos, que se deberían plantear aprobar ‘Hermanos Coen’ como género cinematográfico.
Y aunque en los carteles de la película incomprensiblemente sus nombres aparecen en letra pequeña, Suburbicón tiene el sello inconfundible de los Coen. Digo incomprensiblemente, porque aun en tiempos donde el guionista permanece en un segundo plano, yo he querido ver esta película en cuanto he leído sus nombres.
No tengo nada en contra de George Clooney, todo lo contrario. Creo que la unión Clooney/Heslov funciona, como bien demostraron con el soberbio guion de ‘Buenas noches y buena suerte’ e incluso con el de ‘Los idus de marzo’. De hecho, son sus dos mejores películas.
Por tanto, ¿Qué podría salir mal si al talento de los Coen les sumamos el de Clooney/Heslov? En mi opinión, los Coen tienen un sello muy personal, muy reconocido por los espectadores y que se aleja mucho del cine de denuncia social / político y con cierta moralina que caracteriza los guiones de Clooney/Heslov.
Y aquí reside el principal problema. La película tiene dos tramas que no funcionan juntas. La trama principal, escrita por los Coen, donde a través de los ojos de un pobre chaval, interpretado por un magnífico Noah Jupe, van desfilando todo tipo de personajes inmorales, empezando por los más cercanos. Una historia con giros, golpes de humor, esos malvados maravillosos a la par de torpes tan característicos en el universo Coen (enormes Matt Damon y Julianne Moore). Y con una última media hora donde el mejor suspense se apodera de la película y de ti.
La trama secundaria, innecesaria, pretenciosa y que te saca de la película de golpe es la escrita por Clooney/Heslov. No viene a cuento que de repente quieran convertir la historia en una denuncia social, racial, política y moralista. Y todo de golpe en unos pocos minutos. NO. La historia de la familia negra en un barrio de blancos está metida con calzador. No sabemos absolutamente nada de esa familia porque solo los utilizan para una de las escenas finales. Para añadir una carga de denuncia y de moralina que carece de profundidad y desentona con la película.
Los Coen y Clooney/Heslov son bebidas lo suficientemente fuertes para ser saboreadas solas.
A veces las mezclas son peligrosas.
Los hermanos Coen han retomado sus historias de oscuros deseos humanos, oscuros y profundos, y de nuevo el señor Clooney ha estado presente, se ve que se entienden y además tienen entre ellos una gran complicidad porque les va esas historias fatalistas y les quedan estupendamente aunque tengan algún que otro error narrativo sin importancia, lo que cuenta es tu estado de expectación. Así que de nuevo nos enfrentamos a la trama que según avanza va aumentando sus consecuencias, como una bola de nieve de efectos imprevisibles que rueda por la ladera hasta convertirse en un obús a toda velocidad.
Todo sucede con ritmo pausado, a golpe de pisada, lento e intrigante y los recursos vistos en otras historias o los déjà vu que el espectador pueda experimentar, son paralelismos de la vida, casualidades y así lo debemos ver, y para los personajes son cosas que pasan con las que uno no cuenta porque no se han pensado en ellas. Y suceden y se pueden repetir.
Aparte de la historia vecina de racismo, de conjunto en los escraches , nos rendimos ante esos personajes increíbles marca de la casa que parecen no estar trabajados, sino que han llegado a nosotros desde el lugar de los hechos, démonos cuenta de lo que valen, de su vestuario, de sus caras y gestos, de lo cortos que les quedan los pantalones y lo insultantemente lejos que están de cualquier papel antes visto, huyen de los estereotipos. Y los detalles para introducirlos en la acción con un sentir lógico. Entre ellos, en cada relación, todo fluye cuando debe y cómo debe, la amistad de los niños emociona como el cariño del tío, y lo demás nos causa el sentimiento correspondiente porque son personajes con alma, perversas la mayoría, de acuerdo, pero también tiernas, y así es cómo se mueven las historias que calan.
Nicky vive en Suburbicon, un barrio residencial de Estados Unidos en el verano de 1959. La atención del pueblo gira de repente a la llegada de los nuevos vecinos del complejo: una familia de negros. El rechazo es masivo, incluso televisivo.
Una noche, dos ladrones entran a la casa de Nicky. Lo apresan en el comedor junto a sus padres y su tía. Los duermen a todos para que nadie pueda llamar a la policía. A la mañana siguiente, la noche termina en tragedia.
En adelante suceden toda clase de enredos. Lo que parece un thriller convencional, incluso del cine negro, es en realidad una película de autor propiedad de los hermanos Coen. Una comparación rápida nos transporta a Fargo, Burn After Reading o A Serious Man. Los elementos más importantes de este cine son la ironía en la palabra y la sorpresa en el montaje.
George Clooney imita el estilo Coen sin remordimientos. No es una película Clooney, no existe tal cosa. Es el pretexto, incluso la sorpresa, de que un realizador, actor y productor como él lleve a cabo el proyecto de otros, por su amistad y, ciertamente, por su afinidad política.
En el escenario estadounidense, Suburbicon es sin dudas una propaganda política. En principio, por la crítica al nuevo gobierno de Trump y al status quo de la norteamérica racista. También al uso de la violencia, el abuso de poder, la corrupción, la indiferencia.
Pero el discurso no se queda ahí, por suerte. También están elaborados y expuestos los conceptos de familia, la sexualidad, la amistad. Y esa es la diferencia con las más recientes películas de los Coen. Suburbicon conserva y propone un relato profundo, no es un simple slapstick social con acción y buen ritmo. El texto fue el segundo trabajo de los Coen para el cine, escrito en 1986 y nunca producido.
La historia de Suburbicon conduce al público a la expectativa constante. También los elementos formales aportan a su comprensión. Elswit genera un nuevo aire a una época mil veces retratada con altos contrastes y Desplat contribuye a la tensión resucitando el crime jazz de Deutsch y compañía.
No obstante, Clooney falla en ser demasiado evidente por momentos. Parece como asumir que su público no va a comprender, y se regocija en la replica, evitando la reflexión. También hay inexactitudes y elementos irresueltos que no aportan a la verosimilitud del relato. En retrospectiva deja un aroma de presuntuosidad, como muy satisfecha de sí misma.
El mayor acierto de Suburbicon es que no se sienten los cincuenta años que nos apartan del relato. Por la forma como se cuenta, parece que ocurrió ayer o que podría suceder mañana. Y establece una cercanía muy clara con la audiencia porque se trata aquí de la intimidad, el pudor y el fraude, todo desde el punto de vista de un inocente y sorprendido niño. ¿Qué podría ser más humano?